La Cátedra de Neuropediatría, la comisión ad hoc de salud mental de la Facultad de Medicina y la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar) pidieron ser recibidos por la Comisión de Educación de Diputados para presentar su postura contraria al proyecto de ley del diputado colorado Jorge Schusman que propone crear escuelas especiales para niños con trastorno de déficit atencional e hiperactividad (TDAH).
El proyecto propone crear un registro de escolares que presenten TDAH diagnosticado por neuropediatra, le encomienda a la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) la preparación de maestros para “el manejo de la enseñanza de niños” con este trastorno, y prevé que se destinen recursos para construir “centros educativos especialmente adaptados” para ellos, en los que se utilizarían “los métodos conductistas”. En diálogo con la diaria, el legislador apuntó que su iniciativa busca “complementar” las escuelas comunes, y no sustituirlas.
La propuesta generó preocupación en varias organizaciones sociales, y ahora se sumaron advertencias desde la academia. El 4 de noviembre concurrieron a la comisión representantes de la Cátedra de Neuropediatría de la Udelar y de la Sociedad Uruguaya de Neuropediatría, que afirmaron que la creación de aulas especiales para niños con TDAH “no sólo no sería beneficioso, sino que sería muy perjudicial para esos niños”, y que al respecto “no hay dos posiciones”.
“Camino equivocado”
Alfredo Cerisola, presidente de la Sociedad Uruguaya de Neuropediatría, manifestó que la posición general de los especialistas es “fortalecer las instituciones educativas a través de adecuaciones curriculares y programas que impliquen atender a la diversidad que existe –por suerte–, y no generar centros independientes, que también podrían tener otro tipo de consecuencias, ya que podrían generar un estigma por el cual el niño tuviera que abandonar el centro educativo”.
Cerisola definió el TDAH como un trastorno del neurodesarrollo, y explicó que los niños con TDAH “tienen una menor capacidad atencional en comparación con los pares de su edad en cuanto al estándar”, asociado a menores niveles de sustancias neurotransmisoras. Añadió que el diagnóstico se plantea a partir de la edad preescolar, aunque “se puede confirmar en los primeros años escolares”, y que hay tratamientos “altamente eficaces” con base en dos pilares: lo psicoeducativo, que implica informar a padres y docentes sobre el comportamiento del niño y cómo se lo puede ayudar, y el tratamiento farmacológico, que busca mejorar el déficit de neurotransmisores; el máximo beneficio lo aporta el tratamiento combinado.
Gabriel González, director de la Cátedra de Neuropediatría, también cuestionó la iniciativa. El diagnóstico es complejo y se acude a interrogatorios a padres y maestros “con la subjetividad de cada uno, donde los psiquiatras ponemos el límite entre ser ‘un poco inquieto’ y un déficit atencional. Esto es así; no es exacto”, explicó.
Los neuropediatras enfatizaron la importancia del tema, ya que el TDAH repercute “inicialmente en aspectos conductuales, como el aprendizaje. Esto muchas veces, por el fracaso escolar o por situaciones conductuales, lleva a una adolescencia complicada”, y el pronóstico a largo plazo “pasa mucho por lo que se pueda hacer en la familia y en el centro educativo, y por modificar esa trayectoria”, dijo González.
En ese sentido, enfatizó que hay que discutir el tema y trabajar para mejorar la calidad de vida, pero la propuesta de escuelas separadas “va por un camino equivocado”, porque siguiendo esa línea debería haber escuelas especiales para distintas situaciones. En el mundo, dijo, “se busca la inclusión y, obviamente, dar mayores recursos para el trabajo individual o el apoyo docente de los niños con alguna dificultad; esa es la experiencia de otros países, como Italia”. Los expertos señalaron que un docente “no puede tener diez niños con estas dificultades en una clase”, pero aseguraron que el camino es “seguir trabajando en la parte educativa, y con contacto entre salud y educación”, porque “cada niño es diferente y hay que tratar la individualidad”.
“Paradigma médico de principios del siglo pasado”
También concurrió la psiquiatra infantil Gabriela Garrido, quien saludó que se visibilice la problemática y manifestó su acuerdo con mejorar la capacitación, pero aseguró que la comisión de salud mental de la Facultad de Medicina no comparte “la estigmatización inicial a partir de generar una ley exclusiva para un único trastorno”.
Juan Mila, director de la Licenciatura en Psicomotricidad y también integrante de la comisión de salud mental, aseguró que las propuestas “responden a un paradigma médico remedial de principios del siglo pasado”, y mencionó que si bien en Uruguay persisten las escuelas especiales, opinó que “habría que reverlo”. “Si uno confronta el proyecto con la normativa vigente, no es aplicable la creación de nuevas escuelas especiales”, que podrían colaborar en la formación de recursos humanos, “pero no para trabajar en una construcción patologizante de la infancia y la adolescencia”, agregó.
Garrido informó que la prevalencia del TDAH entre niños de entre seis y 11 años es de 7,6% y calculó que se deberían habilitar, de acuerdo al proyecto, 180 escuelas, por lo que opinó que en particular la propuesta de creación de escuelas especiales “contraviene derechos consagrados de los niños y, además, es absolutamente inviable”. En contraposición, la psiquiatra mencionó las figuras especiales que se han creado en el sistema educativo, maestros de apoyo, maestros itinerantes, maestros comunitarios, “quienes trabajamos a diario”.
“Elemento estigmatizante”
En setiembre ya habían concurrido a la comisión las docentes grado cinco de la Facultad de Psicología Alicia Muniz, Adriana Crisóforo e Yliana Zeballos, que profundizaron en lo controvertido del diagnóstico de TDAH y en las distintas teorías al respecto (algunas que llegan a plantear la “inexistencia de dicho cuadro psicopatológico”), y recordaron las observaciones al Estado uruguayo por parte del Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas, que en 2005, 2010 y 2015 advirtieron por el sobrediagnóstico de TDAH en el país.
Además, dieron cuenta de investigaciones sobre los efectos del diagnóstico, que no mejora las condiciones para el aprendizaje o la integración social. “La discriminación, aunque se pronuncie pretendidamente positiva, atenta contra los derechos”, señalaron. Además, dijeron que buscar a los niños para hacer las escuelas implicaría un aumento en los diagnósticos, que tendría para los niños efectos “nefastos” en su identidad e imagen de sí mismos. “La percepción de sí mismos coincide con lo que el entorno les devuelve”, afirmaron.
Asimismo, señalaron que los métodos conductistas “no son los únicos recomendados”, y consideraron priorizaron centrar la atención en la capacitación de los docentes “para su trabajo con la diversidad y singularidad” de todos.