Antes de la reapertura, como parte de la reapertura y con las escuelas abiertas son las tres fases de un plan elaborado por la UNESCO y otras organizaciones internacionales que buscan ser una guía para que los estados organicen, de a poco, el retorno a las clases presenciales. Ese protocolo es parte de los insumos que utiliza el gobierno uruguayo para crear su propio protocolo de regreso, que contemple la seguridad sanitaria tanto como las situaciones de cuidado y de desigualdad que se han generado en las últimas semanas.
El presidente Luis Lacalle Pou anunciará este jueves algunas medidas relacionadas con el retorno de las clases presenciales en las escuelas del país. En ese sentido, las autoridades de la educación ya trabajan en las políticas de reintegro y junto con los sindicatos elaboran un protocolo de seguridad sanitaria.
Según dijo a la diaria el consejero de Primaria Pablo Caggiani, hay varios puntos a tener en cuenta en el retorno. La inspección técnica trabaja en armar un horario en el que se pueda respetar las distancias que exige el protocolo sanitario en la clase, pero también en la entrada, el recreo y la salida de la escuela. Asimismo, se deberá contemplar las situaciones de cuidados que se deben arreglar en cada hogar, como el hecho de que los hermanos vayan en el mismo horario. También se pondrán en juego políticas educativas para reforzar el trabajo en los sectores más vulnerados, así como estrategias de nivelación académica.
Entre los efectos negativos de no ir a la escuela, la UNESCO destaca la perturbación de “los servicios esenciales, como la inmunización, la alimentación escolar y el apoyo psicosocial y de salud mental”, lo que puede “causar estrés y ansiedad debido a la pérdida de la interacción con los compañeros y a la alteración de las rutinas. Esos efectos negativos serán considerablemente mayores para los niños más vulnerables”.
A la hora de decidir qué escuelas abrir y cuándo hacerlo, la UNESCO aconseja a los estados que reúnan la información sobre cómo las comunidades están haciendo frente a la situación, y recomienda utilizar encuestas de respuesta rápida a dirigentes, docentes, estudiantes y padres, para reunir la información.
Además, agregan que los que tomen la decisión deben evaluar “la mejor manera de apoyar el aprendizaje y el bienestar en cada contexto”, y piden que se tenga en cuenta “los beneficios” de las clases presenciales frente a los “factores de riesgo relacionados con la reapertura de las escuelas, observando las evidencias no concluyentes en torno a los riesgos de infección relacionados con la asistencia a la escuela”.
Las tres partes del plan
Una vez seleccionadas las escuelas, la UNESCO aconseja evaluar el estado de “preparación y planeamiento informado”. Para eso la política y la financiación deberán estar siempre sobre la mesa, e insisten en agregarle cuatro dimensiones más al análisis: la generación de operaciones seguras, los aprendizajes, el llegar a los más vulnerables, y el bienestar y protección de la comunidad. El protocolo que surja en cada caso deberá reconocer “las limitaciones existentes en los contextos de bajos recursos y los objetivos actuales para mejorar las condiciones operativas y de aprendizaje”.
Antes de la reapertura, los gobiernos deben “prepararse con las políticas, procedimientos y planes de financiación críticos necesarios para mejorar la escolarización, centrándose en las operaciones seguras, incluyendo el fortalecimiento de las prácticas de aprendizaje a distancia”.
Como parte de la reapertura se insta a “adoptar enfoques proactivos para reintegrar a los niños marginados y no escolarizados. Invertir en agua, saneamiento e higiene para mitigar los riesgos y centrarse en la educación de recuperación para compensar el tiempo de instrucción perdido”.
Durante esa etapa aconsejan “capacitar al personal administrativo y a los maestros en la aplicación del distanciamiento social y las prácticas de higiene escolar, y aumentar el personal de las escuelas según sea necesario”, así como “garantizar que haya espacio para separar temporalmente a los estudiantes y al personal enfermo sin crear estigmas” y reforzar las políticas de salud mental.
Con las escuelas ya abiertas proponen “monitorear activamente los indicadores de salud, ampliando el enfoque en el bienestar y la protección. Fortalecer la pedagogía, adaptar la educación a distancia para la enseñanza y el aprendizaje combinados, incluyendo los conocimientos sobre la transmisión y la prevención de las infecciones”.