El ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, participó este miércoles en una videoconferencia organizada por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, de Argentina, en la que Audrey Azouley, directora de la UNESCO, disertó sobre “La inequidad y la diversidad en el mundo pospandemia”. Los comentarios posteriores fueron del ministro uruguayo; su par argentino Nicolás Trotta; el canciller de Argentina, Felipe Solá; el embajador argentino designado en la UNESCO, Fernando Pino Solanas; la presidenta de la Academia de Arte de Alemania, Jeanine Meerapfel; la socióloga Dora Barrancos y el rector de la Universidad, Aníbal Jozami.

A su turno, Da Silveira resumió en seis puntos los aprendizajes que dejó la llegada del SARS-CoV-2 a Uruguay, y en primer lugar mencionó el de “confirmar la importancia de la inversión en ciencia y tecnología”. El ministro señaló que el país pudo “autoabastecerse desde kit de diagnóstico hasta respiradores” porque los investigadores uruguayos pudieron producirlos “en tiempo récord”, lo que fue posible “gracias a un puente entre investigadores de ciencias básicas y empresas, que colaboraron muy dinámicamente y en plazos extremadamente cortos”. Eso permitió que hoy el país tenga un nivel muy alto de hisopados sobre el total de la población, dijo, y remarcó: “Los investigadores en ciencias básicas fueron esenciales”.

En segundo lugar, Da Silveira destacó la importancia de la tecnología en educación, haciendo referencia, aunque sin nombrarlo, al Plan Ceibal. “Uruguay viene haciendo una inversión muy grande, que pasa por encima de gobiernos desde hace una década, en asegurar la conectividad y la distribución de tecnología a los alumnos de educación básica”, lo que, consideró, “ha sido un instrumento esencial no sólo para mantener los aprendizajes sino para poder tomar las medidas que tomamos”. Calificó la suspensión de las clases presenciales ante la aparición de los primeros casos de una “estrategia de cortafuegos temprano”. Dijo que la tecnología “ha conseguido mantener un vínculo con una proporción muy grande de los alumnos” y que “pudimos aprovecharnos de una política que es una política de Estado”, que permitió que “los costos de la interrupción de clases no fueran tan dramáticos”.

El tercer aprendizaje o confirmación, dijo el ministro, es “el carácter insustituible de lo presencial y del vínculo cara a cara entre maestros y alumnos”, porque “la educación a distancia no sustituye el contacto cotidiano”. En cuarto lugar mencionó a los “programas sociales complementarios asociados a la educación”. Explicó que pese a la suspensión de las clases presenciales “no suspendimos los servicios de alimentación para los alumnos de las escuelas públicas”, y que sí cambió la logística, ya que se pasó a entregar bandejas para que los niños comieran en sus hogares. Según Da Silveira, se demostró que esto disminuyó el impacto social que podía haber generado la interrupción de las clases.

Los últimos dos puntos que mencionó son “preocupantes”. Por un lado, que “las mismas inequidades que tenemos en el mundo presencial aparecieron con muchísima fuerza en el mundo de la educación a distancia. Los que menos se conectaron, los que lo hicieron con menos frecuencia o cumplieron con menos actividades pertenecen a los mismos grupos donde se concentran las mayores tasas de abandono escolar y niveles de repetición”.

Por último, se refirió a “la fragilidad del tejido de actores de la cultura”. Señaló que si bien el Ministerio de Educación y Cultura generó programas para compensar la suspensión de los espectáculos públicos, comprando por adelantado entradas a funciones que se concretarán en unos meses, la pandemia tuvo “impactos muy negativos” en la actividad cultural. “Es una realidad que nos golpea con fuerza: en el mundo cultural hay niveles de informalidad muy altos”, finalizó.