La Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) definió embarcarse en un proceso de transformación curricular que pretende comenzar a implementar en 2023. En el marco de un proceso de consultas a diversos actores sociales, este miércoles se inició un ciclo de mesas de diálogo y los elegidos para dar el puntapié inicial fueron representantes de los partidos políticos con representación parlamentaria. Con la silla vacía del Partido Nacional, Pablo Caggiani (Frente Amplio-FA), Carmen Sanguinetti (Partido Colorado), Guillermo Domenech (Cabildo Abierto), Javier Lasida (Partido Independiente) y Patricia Ravelo (Partido de la Gente) intercambiaron sobre cómo debería ser encarada la educación en los próximos 20 años.

Según Lasida, el sistema educativo debe formar personas libres, responsables y competentes, que sean capaces de tomar decisiones en el marco de un proceso de desarrollo y construcción de subjetividad. “El lío es cómo eso se traduce en el currículo”, reflexionó, y citó a Germán Rama para afirmar que el sistema educativo actual fue pensado en el contexto “de una sociedad hiperintegrada”, cuando en la actualidad “tenemos una sociedad fragmentada”, lo que debería tenerse en cuenta a la hora de pensar en transformaciones. Según el actual presidente del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), se deben generar condiciones para que los estudiantes puedan ir tomando sus propias decisiones y, en ese sentido, debe haber un fuerte vínculo con el mundo del trabajo. Al respecto, destacó la figura de los alfabetizadores laborales de UTU, pero sostuvo que cuando leyó sus perfiles valoró que eran “para formar militantes sindicales combativos”. “No quisiera que mis hijos y mis nietos se formaran con ese programa”, opinó.

En cambio, Caggiani señaló que cuando se piensa en cambios en educación no sólo debe pensarse en el impacto que tendrán en los individuos sino también en la sociedad y, por lo tanto, cuando se piensa en transformaciones debe considerarse “de qué manera se construye un nosotros”. En ese sentido, entendió que dentro de 20 años ese “nosotros” debería ser con “mucha más ciudadanía activa” y con mayores posibilidades de participar de las resoluciones políticas. Según Caggiani, hay desafíos que estarán presentes dentro de dos décadas de los que hoy “ni siquiera tenemos idea”, y agregó que “tal vez lo más importante” para ese momento es que la educación logre aportar a la felicidad de los ciudadanos en el marco de la construcción de su bienestar. En suma, mencionó que el sistema educativo debería tener “mucho más vinculación con la ciencia” y que los centros deberían ser “extremadamente divertidos” para los niños y adolescentes, más allá de lo que los adultos consideren que es importante que aprendan.

Por su parte, Sanguinetti estimó que debería apuntar a formar “personas plenas” que sean “capaces de desarrollarse con todo su potencial” y de “insertarse de manera productiva en la sociedad”. Además, entendió que Uruguay tiene falencias para ver “al joven en su integralidad” y que la educación se centra principalmente en la dimensión intelectual, por lo que los aspectos emocionales y del bienestar quedan “rezagados”. En ese sentido, valoró que los cambios que está planteando la ANEP constituyen una “gran oportunidad de mejora” que permita dar a los estudiantes “herramientas para la vida, que van desde resolver qué comés hasta qué te pasa en el mundo laboral cuando no podés manejar lo que te genera un compañero”. Según Sanguinetti, en Uruguay “cuesta mucho pasar de los contenidos a las competencias” y hay un desafío planteado en ese sentido, para el que deben apreciarse experiencias de otros países que “lo están haciendo muy bien”.

Desde Cabildo Abierto, Domenech enmarcó su intervención a partir del artículo 41 de la Constitución de la República, que establece que el cuidado y la educación de los niños está a cargo de las familias. En ese sentido, dijo que la educación “no es un derecho y un deber del Estado, de los sindicatos ni de los docentes, sino que es una responsabilidad de los padres, que la delegarán en los docentes o en quien corresponda”. Para el senador, la acción educativa no se trata de “transmitir una escala de valores”, sino que debe ser “neutral” para “permitir que se transmitan todas las escalas de valores que están vigentes en nuestra sociedad”. Al respecto, aclaró que a la escuela “no le corresponde actuar como árbitro sino dar a los padres la opción de formar a sus hijos en las principales opciones filosóficas o políticas”. En suma, consideró que es importante indagar en los intereses de los niños, los adolescentes e incluso de los universitarios para ir en contra de lo que consideró una “gran desorientación de los educandos respecto a qué le da sentido a su vida”. En particular, se mostró preocupado por ello, “en un país en el que hay tantos depresivos y suicidas”.

En el caso de Ravelo, sostuvo que debe lograrse que los niños y adolescentes puedan desarrollarse libremente, para lo que se debería comenzar por mirarlos como “seres integrales”. “Si el niño está alegre, libre, feliz, va a absorber todos los conocimientos que podamos transmitir nosotros los docentes”, indicó.

Los representantes de los partidos también discutieron sobre si la programación debería ser una competencia básica para los niños y sobre el rol que deben tener las asignaturas y las competencias. Respecto a este último punto, Lasida dijo que se suele presentar una “falsa oposición” entre ambos y que una política curricular debería dejar en claro qué logros debería alcanzar un estudiante en cada nivel. Otro de los temas discutidos fue la formación docente, y los integrantes de todos los partidos estuvieron de acuerdo en que debe tener carácter universitario. No obstante, Sanguinetti planteó la idea de que se pudiera “mandar muchísimos docentes al exterior” para formarse y lamentó que el hecho de que “estemos tan al sur del mundo ha imposibilitado eso”.

Para Lasida, uno de los aspectos clave para mejorar los resultados es involucrar en mayor medida a las familias y una clave para ello es poner a disposición información sobre el proceso de los estudiantes. Según el presidente del Ineed, es clave que los actores manejen más datos y también se mostró a favor de impulsar la autoevaluación de los docentes, en función de los logros que deben conseguir con sus estudiantes.

Respecto a si es bueno procesar reformas profundas en función de los cambios de gobierno, hubo quienes se mostraron a favor de generar políticas de Estado a partir de los acuerdos que tienen los partidos. Sin embargo, también hubo quienes consideraron válido que quien llega al gobierno quiera implementar cambios. Por ejemplo, Domenech señaló que los “muy malos” resultados marcan que la gobernanza que tuvo el sistema hasta 2020 “fracasó”. Por ello, entendió que “hay que apostar a una nueva” que “dé esperanza”, algo que debería seguir ocurriendo hasta que “demos en la tecla”. En cambio, Ravelo consideró que si bien es legítimo que cada gobierno implemente cambios, no es bueno que aspectos importantes cambien cada cinco años.

En la misma línea, Caggiani dijo que si se parte de la base de que quien llega al gobierno “va a cambiar todo porque todo estaba mal, el que venga después va a hacer lo mismo”. Por su parte, marcó que los partidos políticos no deben marcar la importancia de la educación únicamente a nivel discursivo y que ello también debe estar presente cuando se realizan las asignaciones presupuestales. Además, destacó los acuerdos interpartidarios que se lograron durante la presidencia de José Mujica, pero reclamó que en la actualidad se debe “lograr que los partidos políticos entren en un debate mucho más respetuoso”. En ese sentido, el integrante del FA hizo énfasis en los puntos de acuerdo con sus pares, entre los que mencionó la necesidad de que se enseñe una segunda lengua en la escuela, que cada vez más niños de tres años estén escolarizados, aumentar el tiempo pedagógico y que todos los jóvenes terminen la educación media, entre otros temas.