En una época signada por la pandemia, el Ministerio de Educación y Cultura, la Administración Nacional de Educación Pública y el Plan Ceibal premiaron tres proyectos de innovación pedagógica que se desarrollaron entre el año pasado y 2021. Los proyectos, que se postularon para ser evaluados por un experimentado jurado internacional, también fueron votados por el público. Se consideraron innovaciones tanto en el centro educativo como en la forma en que se propician los aprendizajes de los estudiantes, y también en el rol de los docentes participantes.

En la categoría de proyecto educativo innovador el premio se fue para el liceo de Capilla del Sauce, en Florida, por la creación de Capillapp, una aplicación que busca facilitar la transición entre sexto de escuela y primero de liceo. Adriana Madriaga, directora del centro educativo, explicó a la diaria que el proyecto surgió en las coordinaciones con los profesores, al ver que los diagnósticos institucionales realizados mostraban una importante desvinculación del sistema educativo en el primer año de la educación media.

Tras ver esos “preocupantes” datos, hicieron una reunión con los estudiantes, quienes opinaron que una de las posibles causas del fenómeno en la localidad era que muchos de quienes ingresaban al liceo provenían de escuelas rurales. “En algunos casos, eso los hace sentirse raros al entrar en una institución en la que comparten con muchísima más gente. Hay alumnos que venían de ser el único alumno en la escuela, con su maestra, a pasar a tener 11 o 12 profesores, una cantidad de compañeros y muchos actores institucionales totalmente desconocidos”, explicó Madriaga.

A la consulta con los alumnos y las coordinaciones con los docentes se sumó un cuestionario en línea para las familias. Allí se les consultaba “cómo entendían ellos que tendría que ser el relacionamiento con la institución para que fuera más fluido y tuvieran más información”. Como primera sugerencia apareció el Whatsapp, pero más allá de su uso extendido, en el liceo consideraron que “no era lo indicado para una institución educativa”. En ese sentido, la directora dijo que hicieron otra encuesta en línea a maestras de sexto año de varias escuelas del país. La pregunta era simple: ¿Trabajaban en la inclusión de los estudiantes para el primer año del liceo? La mayoría contestaba que no o que el tema se tocaba “muy poco”.

Para que esos estudiantes acortaran esa brecha y “la entrada” a la educación media fuera mucho más amigable, se creó Capillapp, una aplicación para “estar cerca del liceo y conocerlo por dentro”, incluso mucho antes de egresar de primaria. En la aplicación se puede consultar qué uniforme se utiliza en el liceo, cómo son los salones, qué tan grande es la institución por dentro, dónde realizar educación física, qué papel juega el adscripto, cuántos recreos hay o cuántas asignaturas tiene cada año. Asimismo, se accede a recorridos virtuales e imágenes del liceo de 360 grados. “Dentro de los tours podés conocer los espacios de la institución, biblioteca, laboratorios, salones, patios, lugares de recreación, de acceso y de uso común, como la cantina, donde comen los estudiantes que permanecen muchas horas en el liceo. El transporte también juega otro papel importante para esta zona”, detalló.

“La comunidad de la zona y las familias están encantados, ni hablar nosotros. Ha sido siempre el _leitmotiv_ de la gestión y es lo que debe ser la gestión de un director, ese codiseño de aprendizaje y las necesidades con base en lo que los estudiantes necesitan”. Adriana Madriaga

Madriaga sostuvo que junto a los estudiantes de entre 12 y 17 años y profesores vienen desarrollando Capillapp 2.0, y adelantó que hay otros centros educativos que tomarán esa aplicación como insumo para hacer “algo parecido”.

Ahora se encuentran en una etapa de evaluación de la aplicación, porque quieren saber qué impacto tuvo y, en especial, si sirvió para mejorar los resultados académicos. “Ahí podremos hacer una proyección de cuáles son las mejoras que aún tenemos que hacerle, porque esa es la idea, seguir mejorando con los resultados y con las sugerencias de los usuarios de la aplicación”, expresó.

Consultada sobre el premio que se le otorgó, Madriaga expresó que es “algo sin precedentes”: “Que un liceo de menos de 100 alumnos, del interior, con docentes que también son de Sarandí del Yi, una zona bastante alejada, que está a 180 o 200 kilómetros de la capital, donde se crea una aplicación que compite con 196 proyectos y que logra el primer lugar, me parece una cosa maravillosa”.

El centro en el estudiante

El premio al centro educativo innovador se lo llevó la escuela técnica de Guichón, en Paysandú. Repensar la UTU fue y es el propósito central que tiene la dirección del centro educativo desde hace siete años. Ello derivó en un nuevo ordenamiento de las asignaturas y la generación de un “fuerte sentido” de comunidad. Danny Silveira, director del centro, señaló a la diaria que esto se hace para mejorar la propuesta en educación media básica tecnológica.

“Básicamente, se intenta mejorar en la propuesta educativa, a partir de mejorar algunos dispositivos dentro del marco curricular que propone la ANEP y UTU en particular. Es mejorar algunos aspectos que ya se venían dando dentro de la institución, agiornarlos a las necesidades de los alumnos y adaptarlos un poco al contexto” actual, expresó.

“El trabajo que hicimos fue valorado y tenemos que estar a la altura de la de las circunstancias”. Danny Silveira

El proyecto del centro parte de un diagnóstico que hacen los docentes y es particularmente impulsado por el equipo de dirección. Silveira apuntó que la intervención consta de cinco pilares. El primero es la reafirmación de trabajar con base en proyectos: “Toda la propuesta curricular tiene que girar en torno a una intervención que procure un plan de mejora de alguna debilidad local o institucional”. Si bien dijo que al principio el trabajo “fue bastante libre”, actualmente se trabaja sobre dos ejes, la educación ambiental y los derechos humanos, en torno a los cuales giran todos los proyectos de la escuela técnica.

El segundo fue romper con el asignaturismo. El director del centro explicó que tienen una estructura de 13 asignaturas en la que cada docente trabaja con una propuesta curricular. En el organigrama de horarios crearon dispositivos por los cuales docentes, por componentes, trabajan de forma integrada en un mismo horario y en un mismo tiempo pedagógico. “Si uno viene a la escuela, se encontrará con dos docentes de dos asignaturas distintas trabajando sobre un proyecto en la misma clase”, detalló.

El tercer punto es que evalúan formativamente. Silveira expresó que trabajan con base en rúbricas: “Algunas rúbricas son sobre componentes de las asignaturas, comunicación, pensamiento lógico matemático, ciencias, pero también sobre competencias para ciencias sociales”. Tratan de identificar el punto de partida de cada estudiante y esos insumos se vuelcan al colectivo docente para que puedan tener en cuenta las fortalezas y debilidades de los adolescentes en el marco del proceso educativo. “Dejamos de medir de 1 a 12. Todos arrancan desde el mismo inicio”, expresó.

El cuarto elemento es el “apalancamiento digital”. En ese sentido, el docente dijo que la escuela ha invertido mucho en estos años para tener dispositivos disponibles al servicio de los estudiantes y los profesores. “Hay una televisión en cada salón, hay una pantalla, videoconferencia, robótica, drones, sensores, todo una infraestructura y equipamiento puesto al servicio de la propuesta educativa”, señaló.

Además, en la escuela organizan una o dos competencias por año, que no están dentro del marco curricular.

Con una ayudita de mi maestra

Huellas y ecos de la virtualidad. Zoom al aprendizaje escolar fue el nombre del proyecto que ganó el premio del público con más de 11.000 votos. Se desarrolló en la escuela República de Panamá de Montevideo y trata de una “maestra virtual” que se vincula con los estudiantes que no pueden asistir a clase presencialmente. La idea surgió, claro está, luego de que se dispusiera el pasaje a la virtualidad en marzo del año pasado y este, ante la escalada de casos de covid-19.

Valeria Fernández, docente del centro, explicó que este año el cierre de escuelas los “agarró un poco mejor parados” que en 2020. De todas formas, dijo que la virtualidad trajo dificultades, porque había “grupos recién iniciados” con maestros que en muchos casos no eran los del grado anterior, por lo que “no tenían conocimiento del alumnado”, detalló, en diálogo con la diaria.

“Uno no trabaja para los premios, pero siempre es bueno el reconocimiento. Que tengamos el reconocimiento del público para nosotros es fundamental. Sin las familias esto no hubiese sido posible”. Valeria Fernández.

Fernández indicó que en la sala docente intercambiaron sobre cómo encarar esa parte del año para que los niños aprendieran sin mayores dificultades y, de esa forma, surgió el rol de la maestra virtual. Según explicó, no sólo apoyaba a las docentes cuando trabajaban vía Zoom o por la plataforma Crea del Plan Ceibal, sino que también alentaba a los niños que necesitaban otro tipo de ayuda, por ejemplo, “más tiempo u otra escucha”. “Ella apoyó a los maestros trabajando con esos niños que requerían un mayor apoyo, adaptando su currículo a las necesidades de cada uno”, estableció.

Al principio eran todos maestros virtuales, pero con el inicio de la presencialidad paulatina, que se empezó a dar a partir de junio, una maestra que estaba convalidada siguió trabajando desde la virtualidad en conjunto con la maestra de la clase presencial. “A aquellos niños que no podían venir a clase porque tenían alguna dificultad, por inasistencias o algún otro motivo, la maestra virtual los acompañaba desde la virtualidad y desde el hogar de cada uno, y también acompañaba la presencialidad aquí en la escuela”, expresó.

Fernández valoró el trabajo que llevaron adelante con el centro; sin embargo, aseguró que “nada sustituye la presencialidad”: “Los maestros tenemos que estar dentro del aula y nuestros alumnos tienen que estar con nosotros en ese espacio, pero sí considero que, en algunas oportunidades como la pandemia o en algunas otras actividades, la virtualidad es una buena herramienta”, valoró.