El documento base para un nuevo Marco Curricular Nacional (MCN) generó debates de todo tipo entre docentes y actores interesados en la educación. El texto fue aprobado con los tres votos de los consejeros designados por el gobierno en el Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y el debate que se dio en ese espacio con los representantes designados por los docentes, quienes votaron en contra, se trasladó rápidamente a las redes sociales, medios de comunicación y centros educativos.
Las claves del documento pasan por definir que la educación uruguaya tendrá un enfoque de competencias y, en particular, se detallan diez que debería adquirir todo estudiante que pase por la educación uruguaya. Además, se establece un perfil de egreso, que es “a lo que el sistema educativo se compromete a que un estudiante debe alcanzar una vez que finaliza la educación obligatoria”, según el texto. Para cada una de las diez competencias se establecen acciones concretas que los egresados deberían lograr al completar el ciclo. Por ejemplo, dentro de la competencia intrapersonal se espera que quien termina sexto de educación media “reflexione sobre sus afectos, pensamientos y acciones para conocerse, comprenderse a sí mismo y construir su identidad en relación con los otros y su entorno”.
A nivel del contenido, uno de los debates ha girado sobre el equilibrio de las competencias en relación a los contenidos. Entrevistada días atrás por la diaria, la directora ejecutiva de Políticas Educativas de ANEP, Adriana Aristimuño, consideró que se trata de una falsa oposición y que el MCN aprobado deja en claro que los contenidos son importantes. No obstante, otros actores, como la consejera docente en el Codicen, Daysi Iglesias, ha planteado que en el equilibrio al que debería aspirarse entre competencias y contenidos, el documento está claramente inclinado hacia el lado de las competencias.
Competencias vs. contenidos
Consultado sobre el documento, el exdirector de Planeamiento Educativo de la ANEP Antonio Romano señaló que le “preocupa” la interpretación que se hace sobre la “idea” de la centralidad del estudiante, ya que se plantea que para que los conocimientos resulten “pertinentes” es necesario “atender a la individualidad y a la contextualización”. “Me preocupa que se define un marco genérico y no se pone el acento en los contenidos o conocimientos como parte del derecho” de los estudiantes, dijo, y agregó que al poner el “acento” en las competencias “y el contexto en el cual estas competencias se desarrollan como sinónimos de lo cultural” se produce “un enorme vaciamiento desde el punto de vista de las propuestas y lo que el Estado debe garantizar”.
“El riesgo de este marco es que si se lleva a un nivel de focalización excesivo puede llevar a un nivel de fragmentación cultural muy importante. ¿Qué consecuencias tiene esto, además del empobrecimiento de la educación en sectores de contextos de pobreza? ¿Cuál es el sentido del recorte cultural?”, se preguntó.
Para Romano, el efecto que tendrá lo propuesto en el MCN “no es solamente el empobrecimiento de las propuestas sino también el debilitamiento del lazo con lo común que construye hoy el propio sistema educativo”. Al respecto, agregó que el resto de las “agencias de la sociedad del mercado tiende a fragmentar cada vez más” y consideró que si se reduce la educación a un “entrenamiento en competencias” se pierde su “dimensión humana central”. En suma, criticó que el acento esté puesto “solamente en la capacidad” y el aprendizaje sea concebido “como una habilidad”. “Se pierde el sentido del goce estético que implica el aprendizaje”, por ejemplo, a través de la literatura, dijo.
Por su parte, el exdirector del Instituto Nacional de Evaluación Educativo (Ineed) y director liceal, Pablo Cayota, analizó que el documento de MCN no cambiará al sistema educativo por sí solo. De todas formas, entendió que puede ser un “motor” para el intercambio y la discusión “y así debe ser tomado”. Sin embargo, en diálogo con la diaria evaluó que el escenario que está planteado “no es muy auspicioso” para ello, puesto que el clima que se ha generado para pensar los cambios que el sistema educativo necesita “no es el mejor” por la posición que han tomando de antemano los gremios y, a su vez, la actual administración.
“En un tango siempre tiene que haber dos; no adjudico toda la responsabilidad a los sindicatos, que sí la tienen en parte, pero seguramente la tiene también la administración por no haber encontrado los caminos para construir un clima de diálogo y de intercambio que no debe abarcar sólo a los sindicatos”, apuntó. En ese sentido, aseguró que lo hecho hasta ahora no ha sido suficiente para lograr “un clima político proclive a discutir y a intercambiar en un asunto en el que si no hay acuerdos políticos y sociales amplios no vamos a encontrar la solución”.
Aunar esfuerzos
Para Cayota, lo presupuestal es un aspecto básico en el que deben existir acuerdos, ya que es una “condición necesaria” para la mejora del sistema educativo, pese a que “nunca sean suficientes” las partidas que recibe la ANEP. “Ni que hablar sobre aspectos curriculares, pero también en relación a cuestiones organizacionales, vinculadas a la carrera y a la profesión docente, sobre las que no se ha construido un clima propicio para encontrar esos acuerdos de largo plazo. Creo que todos tenemos que estar dispuestos a jugar este partido en la cancha grande; hoy la pelota está en la cancha chica”, criticó. Si el clima sigue así, Cayota no augura un proyecto de transformación “positivo”: “Me parece que es tiempo de encontrar, de reconstruir ese clima propicio y no querer imponer todo por un lado ni oponerse a todo por el otro sin generar propuestas alternativas”.
Cayota sostuvo que para que la reforma educativa prospere tiene que haber voluntad política y social para lograr consensos, pero lamentó que siga siendo “difícil encontrar la energía suficiente para que primen los intereses de los alumnos”. Al respecto, consideró que “los niños y jóvenes uruguayos son los que están siendo perjudicados cuando seis de cada diez no terminan la enseñanza obligatoria y ocho de cada diez no la terminan en los sectores socioeconómicos más desfavorecidos”, a lo que se suma que hay “brechas de aprendizaje y de calidad de aprendizaje por las que algunos alumnos tienen resultados equivalentes a los países de la OCDE y otros a los de países que están en las zonas más pobres del planeta, como África”. Parafraseando al pedagogo argentino Juan Carlos Tedesco, Cayota consideró que esas brechas son la “motivación” para que “construyamos la justicia educativa, que hoy está ausente”.
Además, reflexionó que en la educación en el mundo “separar” los contenidos de las competencias es algo “del siglo XIX” y que no se corresponde con la actualidad. “La pedagogía a nivel mundial y las discusiones académicas sobre este tema han avanzado muchísimo y, curiosamente, cuando se discute esto la extrema derecha y la extrema izquierda empiezan a coincidir en algunos aspectos para rechazar el enfoque competencial, que de ninguna manera significa dejar de lado los contenidos. Es imposible elaborar y formar en competencias sin hacerlo desde muy buenos contenidos o desde contenido de muy buena calidad. ¿Que se seleccionan contenidos? Eso se hace desde siempre en la educación, cada docente cuando va el aula está seleccionando el programa que tiene que dar, los contenidos en función de su propia programación y planificación, eso se hace desde el origen de la profesión”, esgrimió.
En ese marco, Cayota opinó que, desde la reforma del colorado Germán Rama en la década del 90 del siglo XX, “vivimos en un círculo vicioso”, algo que “descorazona”. “En 1996 se discutieron áreas versus asignaturas y viceversa. En 2022 parece que estamos discutiendo competencias versus contenidos y viceversa. Esa es una discusión en un círculo vicioso. En todo este tiempo hemos aprendido que ni uno ni otro, sino ambos al mismo tiempo en clave de interdisciplinariedad. No se trata de eliminar las disciplinas, como se intentó hacer en la reforma del 96, ni los contenidos, como hoy se acusa que este enfoque competencial pretende”, detalló el especialista.
“Competencia sí, contenido sí, disciplina sí, interdisciplinariedad sí, todo al mismo tiempo, es imprescindible hacerlo y, de hecho, en muchos lados ya se está haciendo. No es que esto va a ser la hora cero del cambio curricular”, indicó. En ese sentido, dijo que en muchos liceos públicos y privados hay docentes que aplican un “enfoque” en esta dirección: trabajan desde su asignatura en clave interdisciplinaria, en coordinación de proyectos con docentes de otras materias en los que se proponen objetivos con ciertos perfiles que incluyen competencias. “En el mundo de hoy, si no le damos sentido a lo que se trabaja en el aula y si no partimos de los intereses [de los estudiantes], no vamos a lograr los objetivos” que se proponen, evaluó, y consideró que el docente tiene que “ir a desafiar” y ser capaz de “construir sentido y generar motivación”.
Dejados de lado
Luego de las críticas que realizaron los gremios docentes por el poco tiempo que se tomó la ANEP para convocar a las Asambleas Técnicos Docentes (ATD) que analizaron el documento sobre la transformación educativa, Romano opinó que hoy la política educativa “tiene un alto grado de improvisación”. “Creo que hay hipótesis que estructuran esa política que no están claramente definidas, se basan en supuestos, pero no tienen evidencia empírica que las pueda sostener. Hay una expectativa muy alta de una transformación educativa sin tener un rumbo”, criticó.
No obstante, el exjerarca, que actualmente es docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, no lo adjudica a una “mala intención” de las autoridades, sino a que “necesitan mostrar que efectivamente hay una transformación educativa en marcha y en el fondo no la hay”. Además, entendió que “también hay un intento de definir que quien manda es el propio Codicen y, si bien se consulta, se realiza en los términos de lo que la autoridad define, por lo tanto, es una prerrogativa del Poder Ejecutivo”, cuestionó.
Por su parte, Cayota llamó a generar un cambio importante para lograr superar “el mayor problema que tiene el sistema educativo uruguayo”, que refieren a la equidad y calidad que se expresan luego en los niveles de egreso del bachillerato de la enseñanza obligatoria que, según el director liceal, “nos dejan muy mal parados” en la región.
Con relación al consenso que puede llegar a haber entre los sindicatos y las jerarquías en esta transformación, opinó que “cada uno tendrá que calibrar ese grado de responsabilidad que tiene”. A su modo de ver, lo que no se puede hacer es “bloquear” la discusión sino que “tenemos que ir para adelante y enriquecerla”. “Hay que hacer aportes y sobre todo todos los actores demostrar voluntad política de que tenemos que hacer transformaciones para lograr mayor nivel de justicia educativa”, concluyó.