Algunos kilómetros antes de llegar a San Jacinto, por la ruta 7, en Cruz de los Caminos, departamento de Canelones, en el Centro Agustín Ferreira (CAF) se dicta la única Tecnicatura en Producción Agropecuaria Familiar del país, ofrecida por el Consejo de Educación Técnico Profesional (CETP-UTU), desde 2012. El lugar, conocido localmente por ser una institución fundamental para la formación de maestros rurales, es además la residencia de alrededor de 15 de sus estudiantes, que viven allí de lunes a viernes.

Elena Apezteguía, ingeniera agrónoma y coordinadora de la tecnicatura, explicó a la diaria que la opción de quedarse es ofrecida para aquellos que acuden desde localidades lejanas o de difícil acceso, y es completamente gratuita. El CAF cuenta con plazas para 15 personas, y aunque se dispone a albergarlas durante los días de clase, también realizan excepciones cuando los alumnos lo solicitan para realizar trabajos en equipo u otras actividades similares.

De acuerdo a su coordinadora, el curso tiene dos características que lo distinguen de otras formaciones vinculadas al rubro: la introducción a la sociología rural y la presencia de talleres en cada uno de los cuatro semestres que dura la tecnicatura. La sociología rural, que en los bachilleratos agrarios “prácticamente no está presente” y en la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República (Udelar) “es bastante escasa”, es entendida como una clave para comprender las dinámicas que componen la disciplina que los convoca. Apezteguía señaló que desde el proyecto inicial del plan de estudios “se partió de la base de que la agricultura familiar es diferente en sus concepciones” a otros tipos, porque no está regida por lógicas empresariales.

Por otro lado, los talleres buscan generar integración entre las diferentes materias y poner en juego lo aprendido, en el territorio. Durante el primer año, el objetivo es que los estudiantes conozcan los distintos sistemas de producción que se implementan en Uruguay y que comiencen a visualizar los conflictos relacionados con la protección ambiental y la conservación de recursos naturales, teniendo en cuenta las demandas de los actores sociales involucrados. Luego, en el tercer y cuarto semestre, analizan el funcionamiento de organizaciones como cooperativas o la Red de Agroecología del Uruguay y se aproximan a predios de producción agropecuaria familiar para acompañar y diagnosticar su trabajo.

Apezteguía destacó que en sus contenidos “hay implícito un cuestionamiento a la formación agraria desde la Udelar”, que tiene una formación “muy tecnicista y muy dirigida al sector empresarial”, algo que se ve reflejado en sus proyectos de extensión. Subrayó que a pesar de que siempre existe heterogeneidad, en la Facultad de Agronomía, así como en otras tecnicaturas de UTU, “no se cuestionan cuestiones más estructurales del modelo agrícola, sino que lo que se investiga son alternativas técnicas para mejorar la productividad y la rentabilidad en la agricultura”. Que el curso que coordina ofrezca “otra óptica” y proponga a los alumnos identificar problemas sociales o ambientales parte de la idea de que “el modelo productivo ha perjudicado la agricultura familiar”, porque hace muchos años que existen procesos de “disminución del número de agricultores, de endeudamiento y de abandono de las propiedades”.

Los estudiantes

Otro de los aspectos mencionados por Apezteguía fue el sentido de pertenencia y el impulso que se refleja en los estudiantes. En 2017 la tecnicatura tenía una convocatoria mucho menor a la actual y estuvo a punto de dejar de existir, pero gracias a la movilización de alumnos, que realizaron actividades y se dedicaron a su difusión, la situación empezó a cambiar y “a partir de 2018 comenzó un proceso de crecimiento”.

La edad, las búsquedas y los orígenes de los estudiantes, que suelen ser entre 20 y 25 por generación, son cada vez más variados. Hay personas que recién egresaron de bachillerato, una gran porción de “veintitantos” años de edad y hasta mayores de 60 años. Algunos lo ven como una salida laboral, otros son hijos de agricultores que quieren perfeccionarse, y también están quienes se dedican a otras áreas pero tienen intenciones de irse a vivir al campo, a transformarse en productores y formar parte de procesos colectivos de acceso a tierras. Si bien la mayoría proviene de localidades cercanas -Arenales, Parque del Plata, San Jacinto, Tala, Toledo, Totoral del Sauce-, han llegado oriundos de Cerro Largo, Florida, Maldonado, Montevideo, Paysandú, Rivera y Rocha. Respecto al género, en los últimos años se ha observado un crecimiento en la incorporación de mujeres. En 2022 ingresaron diez, y ocho permanecieron hasta fin de año.

También fue por impulso de los estudiantes la incorporación de la agroecología en las diferentes materias, porque en los programas no existían propuestas al respecto pero se terminaron incorporando por su demanda. Genaro Escuder, quien comenzó la tecnicatura en 2022, contó a la diaria que la agroecología es vista por sus compañeros como “una herramienta para conservar y cuidar los recursos con un enfoque más holístico”. Aun así, su grupo “es muy diverso y hay gente que prefiere un tipo de producción antes que otra, porque ya la trabajan de toda la vida, la conocen, y es lo que les da para comer y pagar las cuentas”.

Por último, Escuder resaltó que aparte de conocer las diferentes realidades agropecuarias del país y disfrutar de “la buena comunicación alumno-docente y el altísimo nivel de conocimiento de cada profesor”, su experiencia el primer año fue “alucinante” por “lo bueno que está el lugar y la calidad de gente que hay”.