Orientados por dos profesores, un grupo de estudiantes del liceo Tomás Berreta de la ciudad de Canelones está juntando plata para participar en la Robocup, una competencia internacional de robótica que se realiza en julio en Eindhoven, ciudad de Países Bajos. El equipo se llama Disprosio y está conformado por Ernesto González, Ibrahim Pettinari, Santiago Gutiérrez y Santiago González, que trabajan en el taller de robótica del centro educativo, a cargo de los docentes Darwin Leguisamo y Santiago Vigo.

Obtuvieron la clasificación por haber ganado una de las categorías de la competencia de robótica Sumo.uy, organizada por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República. Según contaron a la diaria Pettinari, Gutiérrez y Ernesto González, se trata de una competencia que se lleva a cabo todos los años, en la que los equipos participantes realizan distintas actividades, en torno a una temática que varía en cada edición.

En 2023, cuando se cumplieron 20 años de Sumo.uy, la temática fue, precisamente, la del cumpleaños. Por eso, el equipo de liceales debió programar a su robot para que llevara a cabo diversas actividades por las que iban sumando puntaje. En este caso, siguiendo una línea, el robot debía pasar por una serie de puertas que debía contabilizar y, dependiendo de si el número era par o impar, doblaba a la izquierda o a la derecha en una intersección de línea. Luego, debía tomar una pelota y llevarla hasta la piñata del cumpleaños, que se ubicaba dentro de la pista de competición.

Si bien el proceso fuerte de trabajo para participar en la competencia, que tuvo lugar en setiembre, empezó cuando se divulgó el reglamento –un par de meses antes–, los estudiantes afirmaron que en realidad la preparación empezó al culminar la participación en la competencia del año anterior. En ese momento evaluaron los errores cometidos y se plantearon qué cosas deberían hacer de manera distinta el próximo año. “Al ser una competencia anual, se intenta ir lo mejor posible, porque si no tenés que esperar todo un año para volver a competir”, plantearon.

Como el taller es extracurricular, los estudiantes concurrieron a contraturno. Ellos tenían clases de mañana y se quedaban a trabajar en el robot durante la tarde, jornada que muchas veces se extendía hasta la nochecita o incluso seguían en sus casas, a donde se llevaban cosas para seguir probando y luego colectivizar. Consultados sobre el proceso de trabajo, los liceales afirmaron que fue clave haber establecido una división de tareas, lo que les facilitó competir en distintas categorías del certamen.

Por todo eso y teniendo en cuenta que una parte importante del equipo ya ha competido en ediciones anteriores, plantearon que el robot que presentaron fue “como la evolución de la evolución de la evolución”. Más allá de características generales que el robot debe tener todos los años y que pueden ir mejorando, también hay detalles que se van ajustando en cada edición, en función del reglamento vigente.

Un broche de oro

Los docentes trabajan en el taller con la premisa de que participar en competiciones es algo secundario, ya que lo realmente importante es el proceso para prepararse y la posibilidad de poner lo trabajado a prueba. No obstante, coronar ese esfuerzo con un premio siempre es satisfactorio e invita a seguir superándose.

Así lo viven los estudiantes, que se definen como “personas a quienes les gusta mucho la robótica”, que trabajan “100% a voluntad” y, por lo tanto, valoran haber ganado como “una recompensa” al “sacrificio” y las “muchas horas invertidas” en el desarrollo del robot. Al respecto, recordaron el “nerviosismo” que se vive en los arreglos y ajustes de último momento, que incluso se realizan durante la competencia, pero valoraron que lo sortearon gracias al trabajo en equipo.

“Entrábamos al liceo en nuestro horario y nos íbamos con el turno de la tarde; son horas que podríamos usar durmiendo en casa o haciendo cualquier otra cosa, pero las invertimos en el taller y bueno, al fin y al cabo, todo ese trabajo se ve reflejado en un robot que cumplía con todo el reglamento”, manifestó González.

Además del reconocimiento, los estudiantes se mostraron muy motivados e ilusionados de poder participar en la competencia internacional a la que se clasificaron. Todo el equipo, a excepción de Pettinari, cursó en 2023 su último año en el liceo, por lo que asistir a Países Bajos sería una muy buena manera de cerrar su ciclo liceal y tomar más fuerza para la vida universitaria, que todos piensan seguir en el campo de la informática. En suma, dos de los cuatro integrantes del equipo asisten al taller desde primero y segundo de liceo, por lo que también sería una excelente manera de culminar su experiencia en ese espacio.

Por su parte, en el plano personal para algunos será la primera vez que salen del país y, como suele ocurrir en este tipo de competencias, acceden a la posibilidad de intercambiar con adolescentes y jóvenes de otros países.

Preparativos

Pero el equipo no sólo tiene pensado ir a sumar experiencia, sino que están mentalizados en hacer la mejor actuación posible en el certamen, que contará con desafíos similares a los de Sumo.uy, pero con una mayor complejidad, ya que, por ejemplo, la pista de competencia es más grande.

Es por eso que una parte de la campaña de recolección de fondos está dirigida al armado del robot, ya que, por el tipo de desafío, quieren aspirar a piezas de mayor rendimiento que las que reciben en forma gratuita desde Ceibal. Por ejemplo, los estudiantes contaron a la diaria que en la competencia uruguaya trabajaron con placas de Arduino, que son sencillas de usar e intuitivas para el aprendizaje, pero estuvieron indagando y en la Robocup es común encontrarse con una tecnología llamada Raspberry, que implica un procesamiento más rápido para los robots.

Actualmente, están aprendiendo cómo se usa y poder armar un robot que, de esa manera, permita llegar a “un producto final mejor que el que podríamos conseguir con lo que teníamos”. Además, el equipo se adelantó y está previendo comprar piezas que, según su experiencia, es muy factible que se rompan. En ese caso, tener que traer una pieza desde China implicaría tener que frenar el trabajo por un mes o más, algo que buscan evitar.

Según contó Vigo, uno de los docentes, un grupo del taller ya obtuvo la clasificación a la Robocup hace seis años, cuando se hizo en Canadá. Sobre esa experiencia recordó que el taller recién comenzaba y, por lo tanto, no pudieron prepararse como ahora, con más experiencia. “Fuimos con lo que podíamos ir y después, pensándolo bien, creo que hicimos lo que podíamos hacer y estuvo bueno, pero claro, nos tocó muy pronto. Hubo un montón de errores que se cometieron, básicamente porque no sabemos mucho cómo comportarnos”, señaló.

En el actual contexto, y de lograr conseguir los fondos para participar, el docente consideró que tienen “un desafío muy interesante como para tratar de hacer algo que esté bueno técnicamente” y les permita ser “más competitivos” a nivel internacional. Además, Vigo señaló que también puede ser una experiencia interesante para los estudiantes desde el punto de vista académico, ya que en el evento se realizan distintas charlas y cursos que pueden aprovechar. Según recordó, en la participación anterior desconocían ese aspecto y, por lo tanto, no pudieron aprovecharlo de la mejor manera.

Rubros y formas de aportar

El equipo está centralizando la difusión de la campaña de recolección de fondos en su cuenta de Instagram, disprosio.uy, donde se aclara por qué vías se puede contribuir. Según explicó Vigo, entre recursos que ya han entrado y otros que están en camino de hacerlo, hasta ahora cuentan con la mitad de los fondos necesarios para participar en la Robocup. El equipo cuenta con aportes de empresas locales, de la Intendencia de Canelones y del municipio.

Además de la compra de los pasajes, para lo que el equipo necesita más recursos de forma de comprarlos ahora, antes de que suban de precio, tienen que hacerse cargo de la estadía, la inscripción al evento y más gastos asociados a la competición, como el armado del robot. Hasta ahora no han recibido fondos de ningún organismo de la educación.