“El conservadurismo está en la educación porque está en nuestra sociedad”, resume la investigadora brasileña Iana Gomes de Lima, quien se ha dedicado a estudiar los discursos y políticas conservadores en el campo educativo. Dentro de ese concepto entran algunas medidas que distintos gobiernos de la región y el mundo vienen tomando en los últimos años, como el pasaje a regímenes gerencialistas de gestión, reformas curriculares o incluso movimientos sociales que abogan para que no se hable de determinados temas en los centros educativos.

A fines del mes pasado, Gomes de Lima estuvo en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, donde participó en distintos cursos y también en una charla abierta para pensar el conservadurismo en la educación. En ese marco, la doctora en Educación conversó con la diaria y desarrolló algunas de sus ideas. Por ejemplo, detalló las distintas maneras en que en la actualidad se materializa la privatización en educación, que ya no sólo opera a nivel económico, según plantea. También comentó la forma en que el movimiento Escuela sin Partido operó en Brasil y cómo el miedo quedó instalado en los docentes, pese a que el movimiento no existe más como tal.

¿Cuáles son los temas que más frecuentemente son abordados por los discursos conservadores sobre la educación?

Estamos escribiendo un artículo basado en la última investigación que hicimos sobre el vocabulario que usa la derecha en Brasil en los discursos sobre la educación. Hemos logrado ver diez temas que son más frecuentes. Algunos son ideología de género, como le llama la derecha, adoctrinamiento ideológico también aparece muy fuerte. Hay otros temas respecto de la seguridad. En Brasil uno de los discursos importantes fue para tener escuelas que son cívico militares, donde los militares jubilados están presentes y comparten la gestión con los profesores y se plantea en términos de seguridad. Los discursos dicen que hay mucha violencia escolar y que hay que tener más disciplina para tener efectividad en educación. La calidad también es importante y es una disputa en términos de qué se considera calidad en educación; para la derecha son los resultados, las notas en las pruebas estandarizadas. En Brasil también hay una cosa muy fuerte de patriotismo y civismo: rescatar el orden que había, valores que eran importantes antes, y eso mejoraría la educación en la actualidad.

¿Cómo se trasladan esos discursos a la política educativa en gobiernos conservadores?

En el gobierno de [Jair] Bolsonaro hubo alianzas entre distintos grupos. Vimos claramente a los militares, a la iglesia evangélica; los evangélicos tuvieron mucha fuerza en el gobierno, se alían para decir cosas que llegan a las personas de forma importante. Por ejemplo, en seguridad. No es que Brasil no tenga violencia, hay mucha, pero se plantea de forma de que quienes podrían resolver esos problemas son los militares. Las fake news fueron superimportantes para llegar a las personas en ese sentido. Crearon lo que llamamos un pánico moral. Decían que los profesores son violadores, que son pedófilos, era en esos términos, cosas muy fuertes. Las personas se preguntaban qué hacer si sus niños estaban en peligro en la escuela.

El lenguaje es algo muy importante, la derecha sabe usarlo muy bien para llegar a las personas, para hacer sentido. Es algo muy rápido, muy inmediato, seguro es algo que estudian mucho. Nosotros decimos que la derecha fue la que estudió mejor a Gramsci, porque logra hacer un compacto muy rápido. Las redes sociales fueron muy importantes para poner las políticas en práctica. En el gobierno de Bolsonaro no tuvimos casi políticas para la educación. La política que hubo fueron las escuelas cívico militares; eso arrancó en 2019, al principio del gobierno, pero después no hubo políticas. No hacer políticas era la política para destruir lo que había antes.

Muchas veces los medios de comunicación suelen jerarquizar los discursos conservadores, ¿qué rol juegan en la circulación de los discursos conservadores sobre educación?

Brasil es un país gigante, entonces tenemos medios de prensa que son totalmente distintos. Tenemos una prensa muy fuerte que es de derecha. Tienen lo que se llama el Brasil paralelo, era algo muy fuerte, algo [del llamado “teórico de la conspiración”, que fue una especie de gurú para Bolsonaro], Olavo de Carvalho, quien falleció hace unos años, que permitió justamente poner las mismas cuestiones de fake news, pero desde la prensa, para que las personas creyeran un poco más en eso.

La prensa que es más de izquierda o relacionada con los movimientos sociales no es tan fuerte, las personas no llegan tanto a la prensa de izquierda. Entonces, es más difícil deconstruir esos discursos. Es una disputa que se hace muy difícil. Brasil es uno de los países que más utiliza redes sociales en el mundo, usan el Whatsapp, por ejemplo, donde hay mucha circulación de fake news. Hoy en día la de la prensa y las redes sociales es una disputa difícil, porque las redes hacen un servicio mucho más rápido para la población y para la extrema derecha en ese sentido.

¿Cuál ha sido la respuesta a estos discursos conservadores desde la izquierda, ya sea política o social?

Muchas veces la izquierda también dice cosas muy conservadoras. El conservadurismo está en la educación porque está en nuestra sociedad: en la sociedad brasileña, en la sociedad uruguaya -quizás menos-, en la chilena, que es más conservadora aún. Hay mucho conservadurismo y mismo desde la izquierda a veces vemos discursos de ese tipo haciendo sentido para las personas que son de izquierda. Por ejemplo, la meritocracia hoy en día es difícil de cuestionar y decir que no está bien: ¿cómo que no está bien si yo hice y yo merezco, luché por eso?

La teoría neoliberal ha hecho mucho sentido para las personas, entonces es difícil muchas veces ir en contra de esos discursos. Siempre hablo de los choferes de Uber, es como ser emprendedor de uno mismo y ellos te hablan de cosas que lograron e hicieron y que las oportunidades están ahí para las otras personas. Ellos lograron y las otras personas no, porque tienen pereza, porque no trabajan tanto. Eso es algo que hoy en día en Brasil es muy fuerte, también en términos de educación. Por ejemplo, es lo que se argumenta en contra de las cuotas para la población negra, para las personas con discapacidad: cómo alguien que no estudió tanto como yo, que no luchó tanto, va a estar en la universidad como yo. El neoliberalismo ha logrado un espacio muy fuerte de discurso.

¿Cómo analizás la entrada de algunas lógicas privadas en la educación pública?

Esos discursos del mercado están muy insertados en la educación. Los 90 en Brasil fueron superimportantes para eso; durante los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso teníamos un ministro de Educación, Paulo Renato Souza, que trajo muchas ideas desde Inglaterra, desde el gerencialismo, para Brasil. 90% de la matrícula de Brasil concurre a escuelas públicas, pero la lógica de las escuelas públicas está muy ligada a la privatización del mercado. Tenemos las pruebas estandarizadas, que son muy importantes en Brasil, los profesores muchas veces paran lo que están haciendo en el currículo para enseñar para la prueba, para que los niños tengan buenos resultados. Lo que hace después la prensa, que es algo que tiene un impacto muy grande, son rankings de las mejores y las peores escuelas. Eso hace mucho sentido para las personas que se van a fijar cuál es la mejor escuela pública en Brasil o en sus ciudades. La prensa genera algo muy fuerte con eso, que también tiene impactos grandes en la comprensión de qué es calidad en educación. La calidad hoy en día está muy conectada con las notas en las pruebas estandarizadas. No hay tanta preocupación por el proceso educativo, por lo pedagógico, sino por el resultado.

Antes hablábamos mucho de privatización en el sentido económico: la inserción de las ideas del mercado, la idea de que la privatización era algo económico, pero hoy en día vemos también que hay una privatización muy fuerte en términos de conocimiento. Por ejemplo, las escuelas cívico militares. Muchas son escuelas públicas a las que ingresan los militares para la gestión, pero en muchos estados las escuelas cívico militares tienen una parte de los cupos para hijos de militares. La escuela pública en Brasil es universal, cualquiera puede ingresar, pero en esos estados no se puede más ingresar de esa manera. Eso es otro tipo de privatización, no es desde el mercado, sino sobre los destinatarios de las escuelas públicas.

También hay una privatización del conocimiento. Primero por el acceso que las personas van a tener a esas escuelas, pero también porque hubo una reforma de la enseñanza media en Brasil. Antes todos hacían todas las disciplinas de enseñanza media en tres años: biología, matemática, lengua, etcétera. Eso se cortó del currículo y ahora la idea -muy basada en Estados Unidos- es que el alumno puede elegir lo que quiera en segundo y tercer año. Tenemos itinerarios que son formativos y ellos los eligen. Los alumnos no acceden más a este tipo de conocimiento, el conocimiento básico al que los que están en las escuelas privadas siguen accediendo. Hay una privatización de quién puede tener acceso al conocimiento con las reformas que tuvimos en la educación con los gobiernos de [Michel] Temer y Bolsonaro.

¿Cómo ves los enfoques curriculares basados en competencias?

Eso es totalmente mercadológico. En el fondo la discusión es para qué sirve la escuela, y una división entre escuela para las personas que tienen plata y para las que no tienen. Las reformas hacen impacto en esas escuelas que son públicas, en las escuelas privadas se organizan muy rápido y siguen teniendo los mismos contenidos que antes de la reforma. El impacto que eso tiene en las escuelas públicas genera que una parte de la población, que fue la que históricamente no fue la privilegiada, siga sin serlo. Siempre es un impacto que genera una desigualdad aún más fuerte en términos de educación, que eso también va a ser una desigualdad en términos económicos y sociales.

¿Qué enfoques son los más adecuados para abordar la desigualdad educativa?

Es importante comprender qué pasa y tratar de explicarlo de una manera más sencilla. Ese es un gran problema para los movimientos sociales, para la izquierda, para la academia. Es muy problemático, porque lo que estudiamos no llega a las personas. En ese sentido, seguir luchando para que las escuelas sigan siendo públicas, para que el conocimiento sea público. Algo que hace mucha diferencia es cuando los alumnos y alumnas comprenden la importancia que tiene la escuela en sus vidas. En general, son los estudiantes que van a la calle a decir que no quieren las reformas. En Brasil, con la reforma de enseñanza media, hubo un paro gigante por parte de los estudiantes, que ocuparon las escuelas y dijeron que no querían los cambios. El gobierno logró sacar la reforma, pero los estudiantes vieron que era algo que no les hacía sentido.

Hay que luchar para que las políticas de universalidad, que todos ingresen, que todos estén en las escuelas, sigan estando ahí. Es la única manera que tenemos de disminuir un poquito la desigualdad que hay. Las cuotas en las universidades son muy importantes para que alumnos de familias más empobrecidas, los estudiantes negros y las personas con discapacidad puedan ingresar en las escuelas. Hay que tener políticas que son de redistribución de renta. No es sólo de las políticas educativas, hacen falta también políticas sociales en ese sentido.

En el gobierno que tenemos ahora eso está siendo rescatado, incluso para los alumnos que están en la universidad que son personas negras o más pobres hay que hacer una inversión para que puedan permanecer en la universidad. Si van a hacer una educación integral, como plantean algunas escuelas, hay que hacer una inversión para que los estudiantes no necesiten trabajar.

¿Qué consecuencias dejó el movimiento Escuela sin Partido en Brasil?

Escuela sin Partido fue un movimiento muy inteligente y muy importante en Brasil. Fue creado en 2004, pero se hizo más fuerte en 2010, cuando empieza a tener el apoyo de la familia Bolsonaro, y luego también se unieron con los evangélicos. Eso logró que tuvieran mucha fuerza.

No existe más como movimiento organizado -terminó en 2019 o 2020-, pero igual fue algo muy importante, porque conectó con el sentido común de las personas. No existe el movimiento, pero los profesores internalizaron la idea de que hay temáticas que no pueden trabajar y de las que no pueden hablar, una autocensura. Muchos profesores tienen miedo de hablar de temas como género, sexualidad, cuestiones étnico raciales.

Para los maestros y maestras eso es mucho más fuerte que para los profesores de la universidad, porque en la universidad estamos más protegidos, tenemos más dinero si algo pasa con nosotros. Pero igual hay profesores en la universidad que tienen miedo de hablar de algunos temas también. El miedo y la autocensura se quedaron con mucha fuerza.

Para las familias y los alumnos también quedó la idea de que pueden filmar al profesor que consideren un adoctrinador, que pueden hacer denuncias. Eso pasaba mucho antes, subían a las redes sociales videos de profesores que estaban en la clase.

Se rompe el pacto del aula

Totalmente. Se rompe la idea de que hay libertad de cátedra, de los profesores que pueden hablar porque es un espacio seguro, de libertad en términos de pluralidad de ideas. Eso está en la Constitución de Brasil, que es un país superplural, hay de todo, entonces hay que hablar de esa pluralidad. Y está la idea de que eso no se puede. Hoy en día las denuncias no son tan fuertes, los alumnos no hacen tantas denuncias, pero el miedo está internalizado. La subjetividad de los profesores cambió en ese sentido, siempre están con miedo de qué puede pasar. Hay una idea que tiene relación con el neoliberalismo y es la idea del derecho de la familia, por la que la familia tiene mucho más derecho a decir qué se puede enseñar en la escuela y qué no. Otra vez la idea de que lo privado y lo público están separados: lo público es la escuela y lo privado es la familia. Entonces las cosas que son de la familia no pueden estar en la escuela.

Una de las cosas que se dice es que no se puede hablar de religión en la escuela. Claro, se puede hablar de la religión católica, el tema es cuando se habla de una religión de matriz africana, que viene junto con cuestiones de racismo. Es la legitimación de discursos hegemónicos y de personas que siempre fueron privilegiadas.

Escuela sin Partido logró eso y todavía sigue, aunque el movimiento no exista más, aunque haya un gobierno de izquierda que tiene mucha fuerza para los profesores y profesoras. Igual el miedo de hablar de esas temáticas es una idea subjetivada. Una de las profesoras, que es parte del equipo de investigación que integro, durante el gobierno de Bolsonaro, tuvo su auto totalmente destruido en la escuela, porque habló en algún momento de que podría haber baños mixtos en la escuela. Algo muy sencillo. Eso pasó en el estado de Santa Catarina, donde se apoyó mucho a Bolsonaro. Alguien desde afuera hizo una denuncia e incluso fueron a la casa de la profesora, porque lograron saber la dirección. Ella tenía miedo de qué podía pasar con su familia y sus hijos. Es muy fuerte. Va mucho más allá de perder el cargo o ser sancionado, eso es lo último que le importaba a ella en ese momento.