Hace pocos días, producto del resultado del balotaje, el senador de Cabildo Abierto Guido Manini Ríos sostuvo en el programa radial Doble click que “hay una fábrica de votantes cercanos al Frente Amplio y se llama enseñanza pública”. En otro punto de su declaración expresa: “Yo lo veo tan claro y creo que el común de la gente lo ve”.

Previo a desarrollar la idea de la educación pública como formadora de seres pensantes en el país, el senador debería haber aclarado qué entiende por “el común de la gente”, dado que la Real Academia Española le asigna al menos siete acepciones. Si su concepción se refiere a “varias personas”, quizá pueda adjudicar ese pensamiento, pero si la idea abarca a “la mayoría de la población”, está realmente equivocado. De todas formas, no es el tema en cuestión en este caso.

La educación pública, desde sus primeras épocas, ha buscado en Uruguay el desarrollo de seres pensantes, de ciudadanos responsables, de seres humanos solidarios que sepan apoyar, valorar y ponerse en el lugar del otro o los otros. Esta primera afirmación es suficiente para sostener que la educación pública no es una fábrica (término peyorativo utilizado en la afirmación del senador), donde se busca la producción en serie. Quizá la idea que se quiso plantear es la de retrotraerse a épocas en las cuales fueron censurados libros como El cántaro fresco, por lo que había que cubrirlos con una hoja en blanco para que no llegaran a los niños. Todos debían pensar en cierta línea y acompañar el “orden natural” propiciado por el coronel Julio Soto, miembro del Consejo Nacional de Educación impuesto por la dictadura.

Una de las principales funciones de la educación pública uruguaya es formar seres pensantes, no para que voten al Frente Amplio, sino para que tengan la libertad de elegir responsablemente en todos los órdenes de la vida y, dentro de esto, a quienes mejor los pueden representar y acercar a sus ideales en los diferentes órdenes de la vida en sociedad. El psicólogo Jean Piaget ya sostenía hace muchos años que uno de los objetivos de la educación era formar mentes críticas que no aceptaran todo lo que se les ofrece.

Los docentes uruguayos tienen presente que la sociedad cambiante en que se vive necesita una educación pública que desarrolle la capacidad de pensar y la capacidad de aprender entre sus estudiantes y en todos sus niveles. Las personas pueden y deben ser cada vez más conscientes de sus posibilidades para aprender, de sus procesos, de sus resultados y, a partir de allí, de la toma de sus decisiones.

Los docentes y educadores uruguayos enseñan a pensar; no es su función, como profesionales, fabricar personas.

El pensamiento y el aprendizaje no se dan aisladamente. Se concretan dentro de un contexto social, una situación histórica e institucional, con interacción también de aspectos afectivos. Ya expresaba Paulo Freire que educar es un acto de amor, por eso el docente no somete, aporta, guía, incentiva la superación de los educandos y con ello el desarrollo de una comunidad pensante.

Parafraseando a Cicerón, se puede decir que existe una diferencia entre el hombre y el animal que responde a sus sentidos. Con la ayuda de la razón, el hombre percibe las consecuencias y el origen de los hechos, compara, vincula su pasado con el presente y su futuro, abarca de un vistazo el curso de su vida y provee lo necesario para desarrollarla de acuerdo con su propia decisión. Las cuestiones actuales entre la individualidad y lo colectivo, el yo y los otros, la educación como derecho humano, posicionan a la moral y a la ética en un punto a consensuar, y es aquí donde el docente con su función educadora se responsabiliza y compromete con la concreción de aquellos bienes y valores que garantizan la igualdad, la justicia, el acceso a las fuentes de cultura y al trabajo.

Esto se hace posible porque los docentes y educadores uruguayos enseñan a pensar; no es su función, como profesionales, fabricar personas. Una institución educativa pública (en este caso) debe tornarse en un lugar para que los que a ella concurren desarrollen no sólo aspectos cognitivos que aportan las diferentes áreas del conocimiento, sino también aquellas dimensiones que hacen al ser humano más humano y no lo apartan de su condición de ser racional.

Con estas expresiones, degradantes para los docentes y educadores de la educación pública, el senador Manini Ríos no contribuye a un clima de diálogo y convivencia, como aspiraron y aspiran la gran mayoría de los educadores/docentes uruguayos.

Álvaro Alonso es docente jubilado y exdirector de institutos de Formación en Educación.