Marina Bers es argentina, pero desde hace 30 años vive en Estados Unidos, donde aprendió con Seymour Papert, el desarrollador de Logo, un lenguaje de programación de fácil aprendizaje que se popularizó en los centros educativos en las décadas del 80 y 90 del siglo pasado. Actualmente, es docente de la universidad Boston College, desde donde ha trabajado interdisciplinariamente sobre el desarrollo del pensamiento computacional y la programación en los sistemas educativos. Por ejemplo, desarrolló el lenguaje Scratch Junior, especialmente pensado para que los niños más chicos aprendan a programar, que, con acceso libre, ya cuenta con 50 millones de usuarios en todo el mundo y que, desde su lanzamiento, en 2014, han usado 185.000 niños uruguayos.

Esta semana está en Uruguay, con motivo de su participación en la Escuela de Verano de Ceibal, en la que participaron más de 1.500 docentes. Entrevistada por la diaria, habló de algunas claves para la entrada de la tecnología en el sistema educativo, de la necesidad de que a edades muy tempranas los niños comiencen a aprender programación como un lenguaje más y del aterrizaje de la inteligencia artificial generativa en los centros educativos, entre otros temas.

El último informe global de tecnología en la educación de la Unesco alertó que no siempre el uso de tecnología incide en una mejora de los aprendizajes. ¿Cómo lograr una entrada exitosa de la tecnología en el sistema educativo?

Lo primero que hay que ver es qué se quiere lograr, qué es lo que queremos con la tecnología y elegir las tecnologías para llegar a ese objetivo. Hay tecnologías que no sirven y otras que sirven, pero es lo mismo que con los libros. Hay libros que nos sirven para aprender y libros que no nos sirven. Con las tecnologías es lo mismo, es una herramienta. Hay que tener muy en claro los objetivos y, una vez que se tienen claros, se eligen las tecnologías. En relación con el área de programación y pensamiento computacional, nosotros queremos tecnologías que permitan a los chicos ser creadores y productores de sus propios contenidos y no consumidores. Para eso tienen que aprender a programar o resolver problemas.

Has dicho muchas veces que el pensamiento computacional sirve para resolver problemas que no tienen que ver con la programación o la robótica. ¿De qué manera el pensamiento computacional sirve para la vida en general?

Primero, entendamos lo que es pensamiento computacional: empezamos con un problema amplio, lo tenemos que poder quebrar en problemas chiquititos y luego podemos entender cuál es la secuencia que está en la base de ese problema. Una vez que entendemos la secuencia, que es lógica, podemos tratar de ver cómo resolverlo. Nunca hay un solo camino, hay varios caminos posibles.
Esa idea de secuencia, en realidad, es un algoritmo y, por ejemplo, si sos un nene de cuatro años y vivís en Boston, como yo, donde hace mucho frío, ¿en qué orden te vas a vestir? ¿Me voy a poner el pantalón primero y después el calzoncillo? ¿Me voy a poner las botas primero y después el pantalón? No, hay cierto orden, esa es la vida cotidiana. Lo llevo a la cocina, cuando seguimos una receta, tiene un orden. Hay recetas en las que importa el orden y en otras no; eso es pensamiento computacional; cuando me falta un ingrediente, ¿cómo lo remplazo? Estas son cosas muy básicas, pero el pensamiento computacional se extiende a todas las disciplinas, sobre todo esta idea de secuencia, y en edades tempranas eso es muy importante. La secuencia se usa para resolver problemas matemáticos, para poder aprender a escribir, para contar una historia y también para programar.

Por eso has planteado que es necesario enseñarlo desde bien temprano y como un lenguaje más.

Sí, uno tiene que empezar temprano y, si pensamos la programación como un lenguaje, definido como un sistema simbólico que tiene una gramática y una sintaxis que se puede usar para expresar y para comunicar, eso aplica a los lenguajes naturales escritos, el castellano, por ejemplo. También aplica a los lenguajes simbólicos como Scratch Junior o lenguajes de programación. Una vez que podés manejar ese lenguaje, podés empezar a pensar de manera diferente. O al revés, tal vez pensás de manera diferente y podés expresar ese pensamiento.
Sabemos que enseñamos a leer a los niños entre los cuatro y los seis años, depende el país, y es un lenguaje simbólico el que estamos enseñando. ¿Por qué esperar para enseñar a programar? Hay muchas ventajas de empezar más temprano; por un lado, hubo estudios a nivel económico que dicen que los países que empiezan temprano tienen mayor retorno a la inversión. Por otro, la edad temprana es en la que los niños son curiosos, están abiertos a todo tipos de experiencias y no tienen miedo a equivocarse, no tienen miedo al error y no tienen miedo a seguir probando. Y tercero, los estereotipos de quiénes van a ir a campos de ciencia y tecnología en general se empiezan a formar a partir de los ocho años. Si no empezamos temprano, en general, estamos dejando afuera a las niñas y a las minorías en otros países -no sé en Uruguay-. En cambio, si empezamos temprano, estamos abriendo la puerta para todos. Empezar temprano requiere empezar a través del juego. No se enseña a la edad temprana como se enseña en otros segmentos educativos.

Muchos estudios muestran que los varones tienden a volcarse mayormente hacia las áreas de ciencia y tecnología. ¿Qué tan lejos estamos de acercarnos un poco a la igualdad de oportunidades?

Estamos muy cerca, porque todo tiene que ver con el packaging de cómo se vende este proyecto. Nosotros hicimos una experiencia hace unos años en la que teníamos un taller de programación e hicimos un póster para publicarlo que decía: “Vení a contar tu historia”. Y también otro con la frase: “Vení a programar”, era el mismo taller. En el que decía “Vení a contar tu historia” se anotaron muchísimas más nenas que en el que decía “Vení a programar”. La actividad era exactamente la misma, los resultados de lo que aprendieron fue exactamente lo mismo. Mucho tiene que ver con entender realmente la cuestión del lenguaje. Un lenguaje es algo que nos permite ser creativos y expresarnos, y si lo pensamos desde ese punto de vista, se empiezan a romper los estereotipos, porque tanto los niños como las niñas se quieren expresar. En el camino van a resolver problemas, pero resolver problemas no es el fin en sí mismo.
Cuando empaquetamos al pensamiento computacional solamente para resolver problemas, estamos ofreciéndolo sólo a una población a la que le gusta resolver problemas, pero hay otra población que quiere hacer preguntas, que quiere expresarse, tal vez no para resolver problemas; en el camino van a resolver problemas, pero ese no es el objetivo final. Es importante la idea de cómo un lenguaje abre puertas, porque todos usamos lenguaje.

Muchas veces se da un divorcio entre lo que hacen las agencias gubernamentales de tecnologías educativas y lo que pasa en el aula, ¿qué cosas son importantes para que la enseñanza de ese lenguaje se pueda universalizar?

Ceibal es un ejemplo buenísimo, porque hace mucho tiempo que está trabajando para integrar. Empezó con la infraestructura y hoy trabaja mucho con la pedagogía y en el aula. En la Escuela de Verano di una charla, pero después trabajé con docentes a los que Ceibal acompaña, no simplemente les tiran las tecnologías y dicen: vayan y aprendan. Les dan la formación y los van acompañando en todo el camino. Eso es muy importante, porque si se divorcian las políticas de la implementación en el aula, se terminan comprando tecnologías que nunca se van a usar, y de repente hay tecnologías que los maestros sí querrían utilizar, pero no las tienen. Es importante trabajar en conjunto, programas que sean realmente basados en la práctica docente, porque los docentes son los que están ahí, en el día a día, son los que saben. Si alguien va a dictar políticas, tiene que trabajar con ellos, no para ellos, sino con ellos desde el principio.

Hay quienes dicen que primero es necesario trabajar en una buena base en lengua y matemática para después lograr aprendizajes en otras áreas, pero también hay quienes sostienen que el aprendizaje en pensamiento computacional sirve para favorecer aprendizajes en otras áreas básicas. ¿Cuál es tu postura al respecto?

La segunda es exactamente mi postura. Hicimos muchas investigaciones que lo demuestran. Vuelvo a la idea del lenguaje, cuando aprendemos lengua y cuando aprendemos matemáticas, estamos aprendiendo un lenguaje simbólico. Cuando aprendemos a programar, también estamos aprendiendo un lenguaje simbólico, y la idea del pensamiento computacional es una idea transversal, se aplica a todas las disciplinas. Agarremos un concepto muy fácil, el concepto de secuencia. Para escribir una frase o una palabra necesito entender que hay una secuencia, para resolver un problema matemático también. Eso es un ejemplo de cómo la idea de secuencia es transversal a diferentes disciplinas. Yo creo fervientemente que no hay que remplazar la alfabetización tradicional con la alfabetización digital. Se necesita la alfabetización tradicional y se necesita la alfabetización digital, entendida como pensamiento computacional. Yo lo entiendo así y se puede hacer al mismo tiempo, que una sume a la otra.

¿Cómo fue la experiencia de desarrollo de Scratch Junior y la idea de que quede disponible para estudiantes y docentes de todo el mundo?

Para nosotros, la gente que piensa es buena y queremos gente que piense en todo el mundo. Creemos que la computación, aprender a programar y aprender a pensar de manera computacional puede ayudar a resolver no solamente los problemas chiquititos sino también los problemas globales. Queremos que el mundo lo utilice y por eso lo hicimos gratis y lo vamos a dejar gratis, está traducido a muchísimos idiomas y trabajamos con los países y con distintas organizaciones para vincularlos a sus propias necesidades. Cada país sabe lo que necesita, nosotros no lo sabemos y es un trabajo conjunto.

¿Qué importancia tiene el juego para estos aprendizajes?

El juego es muy importante, porque los niños y los adultos aprendemos jugando y desafortunadamente la escuela dejó de lado el juego, a todas las edades, pero a edades tempranas todavía se puede jugar. Es una oportunidad única, porque se puede jugar y ya sabemos que aprender jugando es la mejor manera. La metáfora que yo uso es la de las plazas o los parques de juegos, que son abiertos, donde los chicos pueden inventar, crear, imaginar, jugar con otros, resolver problemas, entrar en conflictos y resolverlos, donde los adultos los dejan hacer. Contrapongo esa imagen con la de un corralito, que es algo muy limitado, donde hay muy poca oportunidad para experimentar. Cuando pensamos en tecnologías, pensamos en tecnologías que sean como plazas o parques de juegos, donde los chicos puedan crear con otros.

También has planteado que se puede aprender pensamiento computacional en cualquier lugar y sin trabajar con computadoras. ¿Cómo dialoga esa idea con las discusiones que se están dando actualmente, por ejemplo, en Europa, sobre la prohibición de los teléfonos celulares en clase?

Una cosa es el pensamiento computacional, pero otra cosa es el hacer algo con ese pensamiento. Cuando uno piensa, tiene que expresar ese pensamiento, si no queda abstracto, y lo mismo pasa con el pensamiento computacional. Uno puede pensar en la resolución de problemas, pero al final necesito un lenguaje para expresar y para poder crear. La creación pasa a través de un lenguaje, que puede ser plástico, escrito o computacional, pero si no el pensamiento es inasible. No confundamos el pensamiento computacional con la programación, se necesitan los dos y se puede hacer a través de los juegos, del cuerpo, de actividades, pero en cierto momento hay que pasar a los dispositivos tecnológicos para poder aprender a programar. Si no se genera una nueva brecha, entre los que pueden pensar y los que pueden pensar y hacer, y no queremos eso.
Respecto del debate sobre los celulares, la pregunta no es cuánta tecnología, sino qué se hace con la tecnología. Si vos tenés un celular que lo único que tiene son jueguitos, que son como corralitos, entonces no. Y lo mismo si tenés una computadora sofisticada; no, eso es un corralito. Ahí no estamos aprendiendo o aprendemos algo que no es lo que necesitamos. Ahora, si en tu celular o en tu computadora tenés un entorno donde podés crear, entonces sí, obviamente, en su tiempo correcto. Por eso hay que educar a docentes y también a padres para entender, no si tecnología sí o no, sino qué hacen los chicos con la tecnología.

¿Cómo han resultado los estudios de tipo experimental que han hecho en Estados Unidos y Argentina, y que próximamente realizarán con Ceibal en Uruguay?

Empezamos en Estados Unidos con un subsidio del Departamento de Educación del Estado. Hicimos un proyecto aleatorio y con grupo de control en todas las escuelas públicas de Boston y en Rhode Island, que es un estado cercano. Los resultados fueron muy buenos, tanto en docentes como en niños. Lo hicimos en sala de cinco, primero y segundo grado, y vimos que, por ejemplo, enseñaban Scratch Junior, pero codificando otro lenguaje. Lo usaban en la hora de lengua, pero cuando hicieron las evaluaciones de lengua, no habían bajado las notas, aunque no enseñaban lengua, enseñaban a programar. Después lo replicamos con la fundación Varkey en Argentina, en las provincias de Corrientes y Mendoza, con resultados incluso mejores. Lo que fue más interesante es que las escuelas rurales tuvieron mejores resultados que las públicas y las privadas. Ahora vamos a trabajar con Ceibal para hacer un estudio en segundo grado, también aleatorio, y vamos a ver cómo va. Empezamos con un piloto y ver qué pasa después.

¿El trabajo empieza este año?

Sí, ya empezamos entrenando docentes y haciendo una encuesta con docentes con los que ya hace un par de años que estamos trabajando juntos, evaluando lo que piensan. Lo que es interesante es que es un trabajo conjunto con Ceibal, no estamos simplemente dándoles lo nuestro, sino trabajando juntos para adaptar, para cambiar, estamos usando libros que se usan acá en Uruguay, no los libros nuestros. El curso está basado en libros, justamente, queremos que los chicos aprendan a leer, escribir y programar, no remplazarlo. Las medidas de evaluación también las estamos rediseñando junto con Ceibal.

¿Cómo han cambiado las potencialidades de lo que se puede lograr en este campo luego de la popularización y el desarrollo vertiginoso de dispositivos móviles con internet de los últimos años?

Antes, cuando uno pensaba en la computación, pensaba en una computadora y una pantalla, y hoy en día el poder de la computación está en muchísimos objetos. Los objetos a nuestro alrededor son inteligentes y eso pasa porque alguien los programó. Hay que ayudar a que los niños empiecen a entender que el mundo inteligente en realidad es un mundo programado. Y lo mismo con la inteligencia artificial, hay alguien que la programó y se programa de cierta manera. Los sistemas se entrenan, no es que un día son sistemas inteligentes, hay ciertas cosas que pueden hacer y ciertas cosas que no. En este mundo que se viene, que es un mundo de inteligencia artificial, es más importante que nunca enseñar a los chicos pensamiento computacional, para que puedan entender cómo usar esos sistemas y cómo no usarlos. También la cuestión ética, si quiero evitar sesgos, entonces qué tipo de datos le tengo que dar a la inteligencia artificial para que pueda operar, qué tipo de preguntas le tengo que hacer, cómo lo tengo que entrenar al sistema.

¿Cuáles son los principales cambios que te imaginás para la vida cotidiana y en particular para la educación con esta tecnología?

La inteligencia artificial viene a romper todo, y menos mal, porque cuando pensamos, la escuela sufrió muy pocos cambios desde la época industrial. El sistema de escuela fue diseñado para otra época, donde hay un maestro que sabe y da clases, y el niño estudia. Básicamente, lo estuvimos cambiando en las últimas décadas, pero el modelo no se cambió. Ahora la inteligencia artificial viene y dice: paren un poquito, todo lo que estaban haciendo lo tienen que repensar, porque si ustedes les van a decir a los alumnos que contesten simplemente una pregunta, eso lo puede hacer cualquier sistema generativo. En cambio, ¿por qué no les enseñan a los niños a hacer preguntas? El arte está en aprender a preguntar y no necesariamente en aprender a responder, y eso se ve mucho, gente que usa ChatGPT de manera educada, gente que le sabe hacer las preguntas correctas para que el sistema vaya dando las respuestas correctas. Y la gente que no sabe, no sabe preguntar.
Ahora el desafío creo que no tiene que ver con la inteligencia artificial, sino con los sistemas educativos. ¿Van a poder cambiar de manera tan rápida como cambia la tecnología para adaptarse? Es un problema mucho más difícil.

En la conferencia de la Escuela de Verano mencionaste que, más allá de quienes se dediquen efectivamente a la programación y a trabajar en el área de las tecnologías, la gran mayoría de las profesiones van a necesitar conocimientos básicos de programación. ¿En cuánto tiempo?

Es algo que ya pasó ayer. La gente que no sepa pensar de manera computacional o resolver problemas usando el poder de la computación, es gente que no va a poder funcionar en el mundo de hoy y en el mundo que viene. No hay opción, este tren ya pasó y hay que subirse.