“No dejes de dar clase”, le recomendó el presidente electo, Yamandú Orsi, al profesor de Historia Gabriel Quirici al ofrecerle ser el director nacional de Educación del próximo gobierno. De hecho, ese fue uno de los aspectos que terminaron de inclinar la balanza para que integre el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y no la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). En este último caso, debía dejar de dar clase en los centros que están a cargo de la ANEP.
Para su nombramiento se tuvo en cuenta su conocimiento del sistema educativo desde distintas instituciones. Además de dar clase en liceos, también es docente efectivo en el Consejo de Formación en Educación (CFE) y en la Universidad de la República (Udelar). Si bien el año pasado tomó horas en varios grupos de Secundaria y en el Instituto de Profesores Artigas, ya que todavía no sabía que este año integraría el gobierno, ante sus nuevas responsabilidades planea quedarse con un grupo en cada subsistema. Para Quirici, la docencia es “un motorcito” que implica una “bajada a tierra” y estar en contacto con el día a día del quehacer educativo.
Si bien el Frente Amplio (FA) no contará con mayoría en la Cámara de Representantes, Quirici se muestra optimista en llegar a acuerdos para concretar o comenzar a transitar hacia distintos compromisos de campaña que requieren nuevas leyes. El ministerio será el responsable de elaborar e impulsar la agenda legislativa de educación, también teniendo en cuenta la negociación parlamentaria sobre otros temas importantes.
Y aunque se respetará la autonomía de la ANEP, se trabajará en equipo y, bajo el liderazgo del ministro designado, José Carlos Mahía, la dirección de Educación del MEC hará las veces de “pivot” para “articular” la tarea en equipo. Además, trabajará para “vincular” acciones de las instituciones públicas entre sí y también “será mano” en algunas de las partidas presupuestales que van a ir destinadas a que los estudiantes y docentes cuenten con mayor tiempo pedagógico, aunque no necesariamente dentro de los centros educativos. “Vamos a hacer que los chiquilines estén más tiempo, mejor acompañados, pero también que el sistema educativo responda a tener líderes pedagógicos que sigan a los estudiantes para que verdaderamente asistan y que esté el complemento de aprendizajes, y así poder estudiar”, planteó Quirici.
En el último gobierno del FA fue problemática la forma de procesar las diferencias en educación. ¿Qué pasó en estos últimos cinco años en la interna y cómo llega el equipo a 2025?
El proceso de “El FA te escucha” fue muy valioso, porque muchas veces las discusiones de política educativa no tuvieron en cuenta los problemas de la enseñanza, de la convivencia y de los territorios. A veces se dice simplificadamente que no se escuchó a las organizaciones sociales; no creo que sea tan así, sino que a veces nos absorbió una discusión mucho más centrada en algunos grandes números, en concepciones que parecía que eran o la salvación o el infierno. En educación los procesos están mucho más vinculados a los encuentros sociales, a las conversaciones espaciotemporales formativas, y no inmediatistas o productivistas. “El FA te escucha” permitió procesar una temporalidad distinta para encarar de una manera mucho más decidida una perspectiva de equipo para abordar los temas educativos.
Al mismo tiempo, lo que pasó en estos cinco años cerró una etapa en que la discusión sobre lo educativo pasaba por encontrar la salvación tecnocrática. Con su capacidad de sentido político y de comunicación, Yamandú lo dijo: no hay un enésimo Varela de la educación. Es una postura más centrada en comprender la complejidad, que no tiene recetas mágicas, ni técnicas, pero tampoco “basísticas”, no es que todo lo saben las bases. Tenemos que discutir asuntos vinculados a la inversión en educación, a los problemas de convivencia, a la actualización pedagógica, a los dispositivos territoriales, pero en clave constructiva. No estamos hablando de la producción de objetos o de mercancías, sino de las relaciones sociales quizás más importantes a nivel cultural: la transmisión intergeneracional para dar herramientas a los más jóvenes para tener proyectos de vida.
Antes de estos cinco años las discusiones estuvieron muy marcadas por una agenda que planteaba que la educación estaba en crisis y que la solución era cambiar lo curricular. Se cambió lo curricular y sigue habiendo problemas, nos dimos cuenta de que no era tan así. En estos cinco años hubo aprendizajes para todos los actores: la academia, las ATD [Asambleas Técnico Docentes] –que han propuesto, reivindicado y resistido cosas muy importantes–, los sindicatos. Hay una mayor conciencia de que hay que invertir en la educación como plataforma de la igualdad, de la convivencia, una plataforma muy cara a los valores democráticos y que es clave para el desarrollo. Las miradas que muchas veces eran resultadistas o economicistas, que hay que atenderlas, dejaron de ser la única percepción.
¿Ya están teniendo conversaciones sobre cómo llegar a una inversión del 6% del producto interno bruto (PIB) para implementar las políticas que están planteando?
Por suerte he tenido buen intercambio con el actual director de Educación [Gonzalo Baroni], pero en educación y economía todavía faltan datos, entonces hay que esperar para pasar el número fino. En campaña estudiamos que, con todas las inversiones sociales para apoyar el tiempo educativo, en el arranque estaremos hablando de medio punto del PIB. Hay una seguridad de que, por ejemplo, el sistema de becas, la incorporación de otro tiempo para los docentes va a empezar a proyectarse a partir de 2026. Tengo la impresión de que también podemos empezar a utilizar recursos compartidos. Por ejemplo, para el mayor tiempo pedagógico [se puede] apelar a la coordinación con la Udelar, con el reconocimiento de horas de trabajo de los jóvenes para que sean tutores de los chiquilines en los liceos o articulando con el Fondo de Solidaridad para las becas; ahí estás mejorando la eficiencia de los recursos que ya tenés. Yo me imagino que para fines de este año ya se van a estar lanzando estas políticas fuertes de, por lo menos, una duplicación de las escuelas de tiempo completo y una ampliación del tiempo pedagógico en educación media, que no solamente son más liceos de tiempo completo. Con las adolescencias no todo es estar diez horas en un local, les gusta practicar deporte, tienen cierta autonomía para las artes, entonces, hay que ver cómo se generan esos espacios donde tengan más continuidad en experiencias formativas apoyadas por el Estado y por políticas públicas.
¿Con la composición del próximo Parlamento ves viable lograr la autonomía y el gobierno para la ANEP y la Universidad Tecnológica (UTEC)?
Lo que venimos conversando con el ministro, con Gabriela Verde, la subsecretaria designada, y con el equipo de la ANEP es que lo inmediatamente viable es crear un acuerdo nacional, no sólo político partidario, también un componente social, de organizaciones de la sociedad civil, gremiales. A partir de ahí es mucho más fácil llevar soluciones al Parlamento. Hay una diferencia muy grande, los cambios en la gobernanza de la ANEP requieren mayorías simples para aprobarse. Lo que podemos garantizar es que vamos a proponer mejorar la gobernanza con participación, y para eso vamos a escuchar qué tienen para decir los demás. Salvo que en el Palacio Legislativo existiera un cataclismo, las puertas para el diálogo están muy abiertas. Es probable que podamos encontrar la forma para que eso ocurra en este primer año legislativo.
Con respecto a la creación de la Universidad de la Educación [UNED], tiene otra dimensión, porque precisa dos tercios. Nosotros tenemos que trabajar la escucha y con decisión ver cómo avanzamos hacia ahí. Hay actores que no son del FA que desde el sistema político también han manifestado estar de acuerdo en alcanzar un sistema universitario terciario público. Habrá que ver qué componentes son de negociación, también conversar con los actores del CFE, con los docentes, con los actores de otras universidades, porque hipotéticamente puede haber una UNED en donde los estudiantes puedan tomar créditos de la Udelar o de la UTEC. Quizás las formas de gobernanza puedan ser similares a las de la UTEC al principio y después conversarlo. También aprendimos en estos cinco años que el camino no era una prueba de acreditación. Construir la estructura de formación universitaria es lo más importante, para lo que ya hay mucho avance.
Con la UTEC tenemos un camino recorrido y la disposición de nuestra parte es escuchar a los actores avanzar hacia eso. Como país tenemos que pensar cuáles han sido los grandes momentos de avance de la ciencia y de los programas científicos, incluso de reacción a la pandemia. Muchas veces han sido actores que provienen del sistema público con capacidad de autonomía, en el mejor de los sentidos. Quizás podemos empezar a pensar en la educación sin banderas de blanco o negro, autonomía total o nada, o que si la autonomía viene es el fin del mundo.
Ya no tenemos esa inmediatez discursiva y se puede llegar a puntos intermedios: participación y, por ejemplo, que el sistema político nombre a algunas autoridades. Nuestra disposición es hablar con los actores y luego llevarlo a la arena parlamentaria, también en el entendido de pensar que estamos generando políticas de Estado. Sin apuros y sin todo o nada, creo que se puede alcanzar.
Entonces, en el caso de la UNED no se imaginan volviendo a presentar el mismo proyecto que ya fracasó en el Parlamento.
Dos bases a tener en cuenta son, por un lado, los proyectos que el propio FA ha tenido y también una propuesta muy interesante del colectivo de docentes de Formación en Educación. Tenemos que ponerlas en diálogo con la visión que tienen otros actores de nuestra sociedad, que también son parte, para ver cómo encontramos los puntos en común para generar la estructura universitaria. El trabajo de la consejería docente en el CFE ha sido un acumulado muy positivo.
Lo ha contado el [senador del FA Sebastián] Tati Sabini, en el momento de la ley de urgente consideración: cuando se estaba discutiendo ir a la gobernanza más gerencial y crear las direcciones generales en la ANEP, se acordó con Graciela Bianchi mantener el CFE como consejo. Si la idea era caminar hacia una estructura universitaria, era importante que hubiera delegación docente y estudiantil. Pedro Bordaberry, que ahora vuelve al Senado, también estuvo de acuerdo con la idea de la UNED. Hay que salir de la locura del Twitter y ponernos a pensar en la formación universitaria de los docentes, que es el salto que nos debemos para una educación de calidad. A muchos actores del espectro político capaz que no les gusta tanto una cosa y no te la llevan en un 100%, pero podemos llegar a acuerdos.
¿Cómo tomaron la continuidad del mecanismo de reconocimiento universitario de los títulos y que se fijara una prueba un par de días antes de que el nuevo gobierno asumiera, y qué va a pasar con este mecanismo?
Lo tomo como algo que es legal; en la medida en que se hace en el período de gobierno que finaliza, cumpliremos con las formalidades y con todo lo que haya que hacer. En principio, el futuro MEC no va a reeditar ese formato, porque la idea es ir a un grado más profundo de formación universitaria de los futuros educadores. Esto no significa desconocer los títulos obtenidos en esa prueba: lo que hay que generar es un estudio para ver el valor que se les puede dar, por ejemplo, en futuros llamados, y que no sea un diferencial, más allá de lo que ha sido, una prueba que dieron y que les dio un título. Lo que queremos es darles tranquilidad a las personas que han obtenido esta acreditación de que tiene la validez legal de lo que ha ocurrido. No va a ser un diferencial que genere desigualdades en cuanto al reconocimiento de aquellos que no se presentaron a la prueba, que era opcional y no hacía más que refrendar lo ya cursado.
¿Qué rol va a tener el Congreso Nacional de Educación y qué será lo vinculante de sus resoluciones?
La estructura y la dinámica del congreso la vamos a pensar tomando la experiencia de estos cinco años en los que no hubo diálogo, se va a recuperar eso y también las experiencias de los congresos anteriores. Lo que primero nos indique el acuerdo nacional será el punto de partida. Con este acumulado estamos en condiciones de hacer un congreso con mucho nivel académico, tener relatorías, presentar documentos, y que también haya muy buena participación social. Hoy el buen uso de los dispositivos electrónicos permitiría un congreso de veras nacional.
El congreso va a ser un gran espacio para que actores quizás con más dedicación a asuntos específicos en sus áreas empiecen a hacer propuestas de coyuntura y de mediano plazo. Si participan los actores políticos, los actores sociales y las discusiones realmente tienen una dinámica incremental y de síntesis, nuestra aspiración es que se pueda construir una política educativa a largo plazo, participativa, popular y democrática. Lo que salga del congreso después tendrá sus ajustes en el Parlamento. El rol que nos toca en el MEC, coordinando las acciones del congreso y reforzando el Sistema Nacional de Educación, es articular para ir encontrando los equilibrios que representen la diversidad.
El congreso educativo puede ser realmente un espacio muy “fermental” para mirar la educación de acá a 20 o 30 años. Pero el primer punto es decir si estamos de acuerdo en la educación universal de cero a tres años o con la formación universitaria para los docentes.
¿Están pensando en que del congreso salga una nueva ley de educación o leyes sobre aspectos más puntuales?
Es para conversarlo en el equipo y con otros actores, pero si el congreso logra una dinámica de actualización participativa, puede generar insumos para el marco legal. La Ley General de Educación [de 2008] tiene un valor muy importante, porque fue de las pocas leyes de educación que no fue de emergencia o de urgente consideración. Pero, además, el congreso puede generar insumos para revisar aspectos del Código de la Niñez y la Adolescencia o crear las bases sobre cómo son la formación y el consumo cultural en tiempos de inteligencia artificial; y quizás surjan nuevos elementos para la formación de los chiquilines del futuro.
¿Cómo será la apuesta por la interinstitucionalidad para abordar cuestiones que no tienen directamente que ver con lo educativo, pero sí inciden mucho en las condiciones de vida de los estudiantes?
El dispositivo de dar más tiempo y más recursos para acompañar a los chiquilines y a sus centros educativos con las becas Butiá [para la educación media] no sólo es una cuestión de transferencia y de pasar el dinero, sino que hay que acompañar con seguimiento social, políticas territoriales y comunitarias. Por eso ahí el Ministerio de Desarrollo Social y las intendencias van a ser muy importantes. También habrá que resignificar los equipos que estén acompañando con monitores pedagógicos en los centros educativos. Por supuesto que la transferencia económica es muy importante, pero su sentido es que se cumpla tu derecho para estudiar y que tu familia lo pueda solventar. Ahí hay muy buenas experiencias, como el sistema de seguimiento de trayectorias y algunas becas de finalización.
Con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social tenemos que trabajar muy en conjunto sobre la finalización de ciclos. Hay un gran conjunto de compatriotas que empezaron en algún momento la educación media y no la terminaron porque empezaron a trabajar. Hoy tenemos la prueba Acredita CB, que es muy valiosa y acredita ciclo básico, porque después la gente sigue aprendiendo, sabe cosas, y sabe mucho más de lo que hubiera aprendido en el liceo. Hay que ver cómo generamos centros de referencia social y pedagógica para que las personas puedan terminar el bachillerato sin tener que cursar todo de vuelta.
Otro aspecto central es cómo hacemos desde el MEC para que la educación articule con políticas sociales claves para la convivencia. Con el ministro del Interior designado, Carlos Negro, estuvimos conversando sobre una cuestión que corresponde al MEC: la educación en cárceles. Tenemos que recuperar el valor del estudio como algo que te abre puertas a una sensibilidad distinta, para readecuarte mejor, para tener oportunidades, pero también dar las condiciones y los recursos suficientes. Estamos hablando de 15.000 compatriotas para los que hay que generar las herramientas de una segunda oportunidad. Hay experiencias muy buenas y como sociedad nos debemos eso.
Otro punto para trabajar, quizás con la Secretaría Nacional de Deporte, es el tema de la convivencia, de las masculinidades. Hay diferentes programas, incluso de la salud mental, que pueden ser potenciados, sobre todo pensando en la adolescencia, considerando que Uruguay tiene hoy en día una tasa muy importante de suicidios. Hay experiencias muy interesantes incluso de dinamizadores que están yendo a los liceos y a las UTU para que se conversen estos temas de manera pedagógica. A su vez, [hay que] trabajar muy fuerte la posibilidad de vinculación o revinculación con lo deportivo para chiquilinas y chiquilines de todo el país, en clave de generar espacios de convivencia en los que se resignifique lo integrador y formativo del deporte. Vemos con preocupación una creciente simplificación en conductas vinculadas a cuestiones territoriales o de construcción de la masculinidad a partir de negar al otro, sea por el espacio físico o por el cuadro de fútbol. Tenemos que resignificar en el sentido más lindo lo que es ser hincha. En esto también la educación tiene un rol, pero tiene que estar acompañada por otros.