La Transformación Curricular Integral (TCI) diseñada e implementada en el gobierno anterior partió las aguas en el sistema educativo uruguayo. Con la totalidad de los colectivos docentes y estudiantiles y buena parte de los maestros y profesores en contra de los cambios, tanto por motivos de forma como de contenido, fue uno de los principales logros que la Coalición Republicana atribuyó a sus cinco años de gestión.
Muy centrados en la figura del expresidente de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) Robert Silva, quien a la postre terminó siendo candidato a la presidencia de la República por el Partido Colorado, los cambios implementados se dieron en un contexto en el que los colectivos docentes y estudiantiles denunciaron persecución política y un clima poco propicio para plantear discrepancias. Las modificaciones tampoco encontraron demasiado apoyo en sectores académicos o intelectuales que no fueran afines a quienes promovieron los cambios.
En ese escenario, sin intenciones refundacionales y en una primera etapa de su política curricular, el gobierno que asumió en marzo de este año se planteó revisar la TCI para “recomponer” el clima y, principalmente, colocar a los docentes uruguayos como protagonistas de las decisiones que deben tomarse en el aula. Al mismo tiempo, los cambios planeados en un proceso que se abrió a la participación de sindicatos y Asambleas Técnico Docentes (ATD) apuntaron a resolver algunos problemas concretos que, según evaluaron, la TCI generó, como la sobrecarga de trabajo administrativo que debieron asumir los docentes.
En las últimas semanas, el Consejo Directivo Central (Codicen) de la ANEP definió primero algunos acuerdos más generales, como la vuelta de los programas basados en contenidos y el trabajo bajo la libertad de cátedra, que permite a los docentes planificar de acuerdo con la metodología que consideren más adecuada para sus estudiantes. En segundo término, se resolvieron cambios concretos en las mallas curriculares en los distintos subsistemas, lo que, sobre todo en el caso de Secundaria, generaba una importante expectativa e incluyó cambios de nombre, modificaciones en las cargas horarias y aumento de los trayectos de salida en bachillerato.
Julián Mazzoni, uno de los dos representantes docentes en el Codicen, votó en contra de toda la TCI en el gobierno anterior tanto por su enfoque basado en competencias como por la forma en que fueron implementados los cambios. Ante la definición de una hoja de ruta para la revisión de los cambios curriculares en la nueva administración, Mazzoni tampoco acompañó el marco conceptual de la propuesta. En diálogo con la diaria, el representante docente recordó que, en particular, en aquel momento cuestionó que en la primera etapa no se pusiera a consideración de la revisión el Marco Curricular Nacional, documento base de la TCI. No obstante, señaló que sí apoyó el cronograma propuesto y también la inclusión de las ATD en el proceso.
Mazzoni, quien sí votó los acuerdos a los que arribó hace pocas semanas el Codicen, señaló que cada subsistema de la ANEP “hizo cosas distintas” en el marco del proceso de revisión inicial. Según resumió, en Inicial y Primaria se revisaron los programas, sin la participación de la ATD, pero sí de la Federación Uruguaya de Magisterio; en UTU, con la participación de la ATD y de la Asociación de Funcionarios de UTU, se propuso un nuevo plan que se implementará en 2026 de forma piloto en 11 centros, pero en el resto se seguirá aplicando la TCI con algunos cambios puntuales. En tanto, valoró que en Secundaria “fue donde más se avanzó en desmontar el enfoque general de la TCI, con una propuesta que, si bien se ciñó a la hoja de ruta, cuestionó los fundamentos de la transformación, fortaleciendo las asignaturas”. Según completó, “en Secundaria hubo un buen intercambio entre la ATD, Planeamiento Educativo y la dirección general”.
En síntesis, Mazzoni consideró “fundamental” que la dirección ejecutiva de Políticas Educativas del Codicen, a cargo de Antonio Romano, “respetó el trabajo de cada subsistema”, lo que permitió “un clima de lenta pero sostenida recuperación de la confianza en la participación real como herramienta de avance”.
Fenapes consideró que cambios son “un mojón histórico” en la política educativa
Gustavo Hellbusch, secretario de Políticas Educativas y Relaciones Internacionales de la Federación Nacional de Profesores de Educación Secundaria (Fenapes), analizó que la política curricular orientada al desarrollo de competencias fue instalada fuertemente por la organización Eduy21, que en su “libro blanco” de propuestas para la educación había incluido esa medida, a partir de un texto previo de Fernando Filgueira y Rafael Porzekanski elaborado en 2017 para el Banco Mundial.
En ese sentido, valoró que la definición del Codicen de que los programas pasen a ser elaborados a partir de los contenidos que abordarán representa un cambio sustancial respecto a la TCI. Según Hellbusch, esto representa “un mojón histórico” en la política educativa del país.
Al respecto, Pablo Caggiani, presidente de la ANEP, ha dicho que la medida no necesariamente implica retornar al paradigma de los contenidos, sino que la idea es generar un currículo “mixto” que permita a los docentes optar tanto por un enfoque a partir de un mayor énfasis en los contenidos o en las competencias, dependiendo del caso. En ese sentido, Hellbusch trajo otro de los acuerdos a los que llegó el Codicen y refiere a que los docentes puedan hacer uso de la libertad de cátedra para definir cuál es la mejor estrategia en el aula.
Según el integrante de Fenapes, la discusión entre contenidos y competencias “es ideológica”, pero no fue así para Eduy21, el Banco Mundial y la administración anterior, que lo plantearon como un elemento “didáctico”. En ese sentido, analizó que la TCI impuso una única forma de trabajo para los docentes y estructuró todo el desarrollo curricular, incluyendo los reglamentos de evaluación, lo que afectó las condiciones del trabajo docente. Por ejemplo, cambió las formas de planificación en busca de “medir” resultados, ya que desde el sistema se impuso la elaboración de rúbricas, entre otros aspectos.
Eliminación de optativas en ciclo básico genera “orden institucional”, según Fenapes
Los cambios para el año que viene en la Educación Básica Integrada (EBI) de Secundaria traerán la eliminación de los espacios optativos rotativos por los que los estudiantes debían elegir entre materias de arte o ciencia, el retorno de algunas materias y también la pérdida de una hora de la asignatura Ciencias de la Computación. Al respecto, Hellbusch planteó que la eliminación de las optativas en EBI –que se mantienen para bachillerato– genera “orden institucional” y una mayor facilidad en el acceso al trabajo de los docentes en el proceso de elección de horas que dará inicio próximamente.
Fenapes venía reclamando que las materias optativas de la EBI quedaran en la malla estable, ya que su implementación “muchas veces quedaba a criterio de las direcciones liceales, de la elección de los estudiantes o incluso de la capacidad locativa”. Además, Hellbusch dijo que la vuelta a la obligatoriedad de esos cursos resulta favorable para el proceso de efectivización de docentes que comenzó en 2023, ya que las horas estarán disponibles para que las tomen los profesores que quedaron en el escalafón de efectivos y aún no pudieron acceder a la efectivización.
En un sentido similar, Mazzoni dijo que los cambios posibilitarán una mejor atención de los estudiantes en los centros educativos, ya que “la TCI fue muy oficinesca”, porque “no tuvo en cuenta la realidad en los ámbitos donde se producen los hechos educativos”. Por eso, “muchas cosas se presentaban en los papeles y luego no se podían aplicar”, según planteó.
Según Hellbusch, la base conceptual del documento acordado ahora por el Codicen es “una base superadora” de la TCI, pero también del Plan Reformulación 2006, que regía anteriormente, ya que este se limitaba a plantear una malla curricular con un reglamento de evaluación. Hellbusch pasó en limpio que “el Marco Curricular de la TCI no tiene aplicación” y “cae por su propio peso” a partir de la aprobación de estos acuerdos, más allá de que a futuro también será necesario seguir revisando la malla de materias. Por ejemplo, planteó que la formación en informática, que perdió carga horaria, “podría ser conveniente que tuviera alguna hora más”, ya que es un área “esencial” en el mundo actual.
El aumento de orientaciones en bachillerato era “un clamor”, plantea consejero docente
Mazzoni afirmó que la propuesta que se aplicará a partir de 2026 “está hecha por profesores y profesoras que están en la actividad cotidiana” y, por ejemplo, mencionó que el aumento de las orientaciones de salida en bachillerato “es un clamor”, ya que se valoró que los estudiantes que siguieran al nivel terciario lo harían “con serias limitaciones”. “No comparto la falsa oposición entre la formación general y el carácter propedéutico de la educación secundaria; ambos aspectos deben articularse”, completó.
En tanto, Hellbusch cuestionó a quienes afirman que el bachillerato está perimido por su carácter propedéutico para la educación terciaria. En ese sentido, entendió que los cambios van en el sentido de “reivindicar la función pedagógica del bachillerato” y que la educación no sea pensada solamente para culminar el ciclo y luego salir al mercado de trabajo, sino que continúe planteando la posibilidad de futuras carreras.
Según valoró, la administración anterior fue “timorata” en su idea de dejar sin efecto las orientaciones, ya que, si bien las redujo, estas se mantuvieron y como alternativa se creó una opción de “bachillerato general”. El integrante de Fenapes señaló que muy pocos estudiantes se anotaron a la opción de bachillerato general este año y que, de cara al próximo, Secundaria sólo la mantendrá en los casos en que la comunidad educativa lo demande. Según detalló, eso implica que donde no tenga inscripciones suficientes será eliminado.
“Uno no puede pensar en un sistema educativo secundario que tenga como única finalidad los estudios terciarios, pero también tenés que encontrar un equilibrio”, opinó.
Consultado sobre qué acciones tomar para evitar la desvinculación de los estudiantes que aún no tienen claro qué opción tomar o que, por motivos socioeconómicos, no proyectan una continuidad educativa luego del liceo o la UTU, Hellbusch planteó que es necesario analizar los motivos de fondo de esas situaciones. Al respecto, indicó que la política de la anterior administración no discutía sobre las condiciones de origen del estudiante y cómo actuar sobre ellas. Por eso, planteó que considerar el presupuesto educativo –y, por lo tanto, la política económica– es fundamental. En ese sentido, consideró que centrar todo en una discusión curricular deja de lado otras discusiones sobre aspectos estructurales.
La discusión sobre la repetición y el “fracaso” de los espacios de acompañamiento a estudiantes de febrero
Los próximos pasos que tomará el Codicen serán la definición de los reglamentos de evaluación, que se aprobarán una vez que terminen las clases este año, y en 2026 se discutirá sobre el Marco Curricular Nacional y las progresiones de aprendizajes definidas durante la TCI. Al respecto, Hellbusch consideró que las definiciones tomadas este año van “desgranando” esos otros documentos elaborados en el período anterior.
En tanto, Mazzoni señaló que si bien inicialmente esperaba que esos documentos también fueran revisados en la etapa inicial, de todas formas valoró que se dejaran para un paso siguiente. Además, dijo que el preacuerdo salarial al que llegó el gobierno con los sindicatos de la educación plantea que estos participen en las discusiones curriculares, lo que quedará operativo una vez que se ratifiquen como acuerdos.
Consultado sobre qué postura adoptará Fenapes en relación con los cambios que se harán en materia de promoción y repetición en Secundaria, Hellbusch enfatizó que al considerar los cambios curriculares es importante discutir en paralelo sobre presupuesto. Por ejemplo, a la hora de tomar una definición de cara a la política de pasaje de grado y repetición es necesario saber qué recursos habrá para horas de acompañamiento a los estudiantes. En ese sentido, dijo que luego de que en el gobierno anterior se redujeron las horas de coordinación de los profesores, pasaron a ser menos las horas que los docentes están dentro de los liceos haciendo otras tareas que no sean dar clase.
Respecto de los espacios de acompañamiento definidos por la TCI y que sustituyeron a los exámenes en diciembre y febrero, el integrante de la federación aseguró que “fracasaron”, sobre todo las que se realizan en febrero. “Los estudiantes no asistían, por lo que en febrero teníamos a un montón de docentes, durante muchas horas y sin demasiado sentido, en los centros educativos”, resumió acerca de un tema que deberá ser revisado.
En relación con la cantidad de inasistencias permitidas, sobre lo que las autoridades ya han dicho que apuntarán a dar “una señal”, Hellbusch planteó que es necesario considerar otros factores que inciden en que los estudiantes no asistan, más allá de los reglamentos. “Hay una constante, con estudiantes que no asisten porque se están dedicando a otra cosa, porque tienen que ayudar a la familia en el trabajo”, mencionó como una de las discusiones que deben darse.
Robert Silva consideró que cambios son “un retroceso”
En una publicación en la red social X, Robert Silva consideró que lo resuelto por el Codicen implica “un retroceso” en la política curricular, sobre todo en Secundaria. Entre algunos aspectos que entendió problemáticos, el actual senador planteó que se deja sin efecto el Marco Curricular Nacional y el desarrollo de un currículo que “desde los contenidos desarrolla competencias para la vida”. También cuestionó que se deje de exigir a los docentes que trabajen bajo un enfoque que, según consideró, genera “aprendizajes significativos mediante la resolución de problemas reales, el trabajo colaborativo, el trabajo por proyectos y la integración de saberes”. De acuerdo con Silva, eso se hace a partir de “una mal concebida libertad de cátedra”.
El expresidente del Codicen también cuestionó que se dejen sin efecto los espacios optativos en EBI para volver a la “rigidez curricular”, la pérdida de 70 horas anuales de Ciencias de la Computación y la vuelta a las orientaciones del anterior bachillerato. Según el senador, “volver a ampliar la diversificación (elección de orientación) a temprana edad de los jóvenes va a contrapelo de lo que pasa en el mundo, sugieren estudios internacionales, académicos y la evidencia existente”.