En la sala Nelly Goitiño del Sodre, Unicef y la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) llevaron a cabo el martes un seminario para debatir acerca de uno de los temas educativos que el nuevo gobierno tuvo como promesa de campaña: la extensión del tiempo pedagógico.
El seminario se tituló “Ampliación del tiempo educativo: sentidos, experiencias y desafíos”, y abordó la temática a partir de miradas de expertos nacionales e internacionales y en base a experiencias similares en otros países.
Una de las mesas de la jornada fue, justamente, “Investigación y experiencias nacionales sobre la ampliación del tiempo educativo”. Clarisa Flous, doctora en Educación, magíster en Psicología y Educación y docente, expuso a partir de un “análisis de la política de Tiempo Extendido en educación secundaria en Uruguay” que ha desarrollado como línea investigativa.
En ese marco, dijo que la modalidad tiene de trasfondo la “permanencia y la revinculación” como principales motivos, pero que también “trasciende eso”: “Hay componentes que tienen que ver con la educación integral, pensar y aprender y estar en el liceo”.
Asimismo, aseguró que la iniciativa instala la habilitación a preguntarse “para qué” los liceos. “Me gusta pensar en otras formas de hacer liceo, y esta modalidad contribuye a garantizar el derecho a la educación o, por lo menos, promover procesos de democratización educativa”, aseguró.
En ese sentido, dijo que hay una “necesidad de ampliar la mirada al liceo”, porque hace falta una mayor “especificidad”. “Son espacios para adolescentes, no son solo un tramo educativo”, manifestó.
Felipe Stevenazzi, doctor en Ciencias de la Educación y magíster en Ciencias Sociales, habló de ciertas “impertinencias” necesarias de poner sobre la mesa, como la necesidad de “proteger y reelaborar el trabajo pedagógico, aunque no solo de trabajo pedagógico se trata”.
En relación, marcó la importancia de poder “repensar lo que propone el sistema educativo en cuanto a la autonomía y la participación, tanto en términos organizativos como en términos pedagógicos”. “Nos urge pensar en la autonomía individual, pero sobre todo la colectiva”, afirmó.
Por otro lado, subrayó que es importante hablar no sólo de extensión del tiempo, sino de “tiempo pedagógico”. “Y acá tenemos una dificultad sustantiva: la oportunidad de crear otro vínculo pedagógico para reelaborar otras formas de enseñanza”, agregó.
De acuerdo a Stevenazzi, a partir del pienso sobre las prácticas de enseñanza se podrán lograr “mayores y mejores aprendizajes”. Aun así, remarcó la necesidad de que la extensión del tiempo pedagógico incluya acuerdos con otros centros educativos, instituciones culturales y sociales, así como también “pensar en clave intergeneracional” e incluir a docentes jubilados que quieran participar.
“Que sea una oportunidad de arriesgarnos a pensar otras formas de vínculo institucional, social y cultural con lo educativo, y la necesidad de soporte que requiere lo educativo, para formar una sociedad más educadora”, finalizó.
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Miradas de especialistas extranjeros
Pedro Núñez fue uno de los expositores internacionales, que participó de la mesa de expertos titulada “Miradas regionales: jóvenes, escuela y políticas de ampliación del tiempo educativo”. Núñez es un destacado investigador argentino, especialista en temas de participación e inclusión.
El investigador presentó la idea de “temporalidad”: según manifestó, los liceos tienen una “temporalidad lineal, que invita a un único tipo de recorrido y una trayectoria en tiempo y forma como única posible”. Sin embargo, aseguró que las adolescencias y juventudes tienen un tiempo distinto y que, por ende, hay un “desacople” entre ambos mundos.
En ese marco, remarcó los altos porcentajes de adolescentes que no terminan el liceo y que, por tanto, existen “dificultades en la temporalidad propuesta”. Por otro lado, identificó que existen otros problemas, como los vinculados a la democracia: “Hay una relación entre lo escolar y la vida ciudadana, ese ejercicio de alfabetización ciudadana que implica el proceso de escolarización”.
Según planteó, “hay que dejar de pensar que la culpa de todo es de los jóvenes; quizás se trate más de mirar qué tipo de propuestas les planteamos desde el mundo adulto”. En relación, puntualizó en el problema del ausentismo, tanto en los estudiantes como en los docentes, no necesariamente por faltar a clase, sino también por “estar presentes, pero ausentes”. A su entender, ello se vincula muchas veces con las “condiciones de infraestructura, malestares o falta de materiales”.
Los distintos puntos planteados por Núñez fueron esbozados para abrir la pregunta de qué se hace con la extensión del tiempo pedagógico y qué se le quiere pedir a los adolescentes. “¿Qué pasa adentro del aula? ¿Es valioso, interesante, interpela?”; “hay que pensar en otras performatividades en la extensión del tiempo”, dijo, y señaló la necesidad de que haya “una adaptación del tiempo”, en la que se piensen distintos aprendizajes.
“¿Qué contenidos ofrecemos? ¿Cuánto tiempo de deporte, de no hacer nada, de juegos y de escritura? ¿Cómo logramos articular con otras instituciones?”, se preguntó, y finalizó: “Hay un montón de desafíos sobre cómo imaginamos ese tiempo extendido y cuánto podríamos imaginar por fuera de la caja que nos formateó sobre cuáles son las ideas que podríamos tener”.