El Cuarteto del amor estuvo presente en los diez años de la Sala de Lectura del pediátrico del Cerro. Pasadas las 9.00 del viernes, la banda cantaba el clásico “Feliz cumpleaños”, al ritmo de un violín, dos guitarras y una maraca, frente a un cúmulo de niños y niñas que esperaban para ser atendidos por su pediatra y otros que fueron especialmente por la actividad.

“Una década estimulando la lectura desde la policlínica de pediatría del Hospital del Cerro”, fue el título de la convocatoria a festejar que, desde hace diez años, en la sala de espera de pediatría del Hospital del Cerro, los niños, las niñas y sus familias aguardan a ser atendidos con personas que leen cuentos y, otras veces, cantan.

Diana Sastre, pediatra de la policlínica, dijo que el programa de lectura surgió en el año 2015, porque el equipo de la policlínica estaba preocupado por “las dificultades en el desarrollo” de los niños y niñas pacientes. En ese marco, tuvieron el dato de que uno de los problemas más importantes en el desarrollo de las infancias era el lenguaje, y que los niños y niñas “con más probabilidad de estar afectados eran los de los quintiles más bajos”.

“Si nosotros vamos a ver los datos de nuestro último censo, casi 58% de la zona oeste pertenece a los quintiles 1 y 2: con esa preocupación dijimos que, mientras las autoridades resuelven este tema, nosotros vamos a ocuparnos del lenguaje”, manifestó.

De esta forma, el equipo de la policlínica pensó la idea de la Sala de Lectura: en ese entonces, el equipo estaba formado por pediatras, psicólogos, psicoterapeutas y maestras. “Tuvo la mirada de distintas disciplinas, no sólo del sector salud”, señaló.

“¿Por qué los pediatras nos ocupamos de esto?”, se preguntó retóricamente Sastre, ya que tiene clara la respuesta: “Porque el pediatra toma contacto con la familia, con el niño y la niña antes de que se escolarice, entonces tenemos muchas oportunidades para trabajar con ellos y estimular el lenguaje, además de que seguimos el crecimiento y el desarrollo”.

Una vez que decidieron estimular el lenguaje a través de la lectura, el siguiente paso fue acceder a libros para tener en la sala de espera y, además, tener quien los leyera. Por día, Sastre aseguró que las consultas son entre 50 y 100. Así fue que llegaron a todos los medios de prensa a través del Sindicato Médico del Uruguay, y no sólo recibieron –y siguen haciéndolo– decenas de donaciones de libros, sino que también, se acercaron vecinos del barrio y de otras zonas para ser voluntarios y leer en voz alta en la sala.

Antes de la llegada del covid-19, los y las voluntarias eran poco más de diez, pero luego de la pandemia ese número disminuyó. Sin embargo, la Sala de Lectura sigue intacta, sólo que con un funcionamiento más esporádico.

“Se sentaban en la sala de espera y leían un cuento, a veces también dibujaban, y la gente se fue acostumbrando a que venían a la consulta y había gente leyendo, pintando, cantando”, narró la pediatra. Según esbozó, “todo esto generó estrechar vínculos con las instituciones educativas del barrio, pero también con instituciones privadas que donan libros”, lo que permite la sostenibilidad del proyecto a lo largo del tiempo.

Asimismo, contó que estudiantes de escuelas y liceos cercanos van a leer poemas y también el coro del liceo 70, que “pasa por la sala de espera de pediatría y va recorriendo la policlínica”. Cada 15 o 20 días, los y las voluntarias y las infancias van a leer, y una vez al mes va el coro.

“Se genera algo muy lindo e impacta no sólo en las familias, sino también en el equipo” de la policlínica, aseguró la pediatra. Es que según manifestó, cuando los niños y las niñas consultan ante contextos de violencia, “el libro lo que hace es calmar: los aliviana tanto a ellos como a nosotros, porque hay un desgaste tremendo y no queremos habituarnos a aceptar que estas cosas suceden”.

Este viernes, la actividad también fue realizada con el objetivo de recibir nuevas donaciones de libros para que el proyecto siga en pie un año más. Asimismo, la buena respuesta ha sido tal que otras policlínicas de la Administración de los Servicios de Salud del Estado y del sector privado ya lo están replicando.

El poder de la lectura

Alba Holenweger es maestra, magíster en gestión educativa y trabaja como bibliotecaria en el colegio La Mennais. En diálogo con la diaria, aseguró que es “una maestra a la que le gustan los libros” y que gracias a ello pudo ser bibliotecaria uniendo sus “dos amores”: las infancias y los libros.

Según narró, era maestra de la hija de Sastre y, a la vez, bibliotecaria del colegio en el que trabaja desde hace 37 años. Allí, una de las cosas que hace es contar cuentos. “Me gusta, me gratifica mucho porque considero que es muy importante la lectura de cuentos: la humanidad creció escuchando cuentos alrededor de una hoguera”, aseguró.

Así es que, desde los inicios de la Sala de Lectura, Holenweger fue una de las voluntarias a leer en la sala de espera de pediatría del Hospital del Cerro, hasta la pandemia. Sin embargo, manifestó que está esperando la aprobación de su jubilación para poder volver.

“Los niños necesitan el relato de historias, y me parecía importante porque a veces son las madres las que más cuentan, pero muchas no estaban en condiciones, a veces por motivos de analfabetismo, otras veces por desuso o porque no tenían acceso a libros, entonces Diana [la pediatra] me invitó a ir a contar cuentos a la sala de espera, que además es un tiempo que se puede aprovechar, un tiempo que parece muerto, pero que se le puede agregar un valor y hacer que se convierta en tiempo de calidad”, narró.

Es que, para Holenweger, “la lectura de cuentos es mágica”, no sólo para las infancias, sino también para las adulteces. “Las madres quedaban atrapadas: una vez una me dijo que quedaba poco para que la llamaran para entrar a la consulta y no quería perderse el final de la historia, entonces, le dije que se quedara tranquila que cuando saliera le terminaba de contar”, dijo.

Asimismo, señaló que “es muy gratificante ver las caras de los niños al contar el cuento”. En cuanto a la incidencia de la lectura en las infancias, particularmente en el lenguaje y en el desarrollo, Holenweger aseguró que “una de las cosas importantes es que se amplía el vocabulario y, además, el lenguaje es el motor del pensamiento, por lo que al desarrollar el pensamiento estás desarrollando habilidades que se pueden extrapolar a otras situaciones”.

Por otro lado, dijo que, a través de los cuentos, se pueden abordar temas complejos como un duelo o miedos que van desde “la oscuridad hasta otros más profundos, como sentirse diferente o no sentirse querido”. “Es más fácil abordarlos a través de un personaje, y eso permite generar empatía y abordar cosas que en crudo es más difícil”, señaló. Al mismo tiempo, el generar esa empatía ayuda también “a que acepten al diferente, que incorporen reglas de convivencia, valores, a veces en forma indirecta, porque son los personajes de un cuento, pero ellos lo van incorporando”.

El valor de la lectura también cambia cuando una persona es quien lee en voz alta: “Cuando se lo contás con una voz cálida, mirándolo a los ojos, lo vive de otra manera. Además, se genera un vínculo afectivo y un hábito que crea la lectura para concentrar la atención, la memoria, la asociación con distintas ideas, y que también apunta a cosas muy profundas: a quién soy, qué estoy haciendo aquí, qué me gusta, poder expresar lo que nos gusta y que no”, dijo la bibliotecaria.

“La salud no es solamente salud física: el desarrollo intelectual también es parte de la salud y con eso estamos apostando al futuro, porque un futuro lector también va a ser un pensador crítico, una persona curiosa”, aseguró, y finalizó: “está comprobado que la lectura modifica el cerebro, crea ramificaciones neuronales y hasta cuando uno lee la respiración se acompasa a lo que lees”.

El contexto de la policlínica

Este mes, el equipo de pediatras de la Policlínica del Hospital del Cerro elevó una carta al presidente de la República, Yamandú Orsi, manifestando su preocupación por las situaciones de violencia en el Cerro que impactan directamente en las infancias.

“A raíz de los hechos violentos, con muertes de menores de un año, con enfrentamientos entre las bandas, esto fue tremendo para los niños que estaban jugando, la familia, entonces empezamos a tener consultas de niños que no querían vivir más en el barrio, ni ir a la escuela. Empezó a ser cada vez más frecuente que, por tener miedo, los padres no los mandaban a la escuela ni a la plaza”, aseguran en la misiva, a la que accedió la diaria.

En ese marco, manifestaron que en otros países con situaciones similares “montaron centros culturales potentes, con horarios extensos”, por lo que propusieron “armar un polideportivo donde además existan docentes y maestros de apoyo” para acompañar las trayectorias educativas de los niños y las niñas.

Asimismo, reclamaron que en la policlínica hay grandes listas de espera para la atención en salud mental, fonoaudiología, oftalmología y psicopedagogía, que desde hace diez años hay una “constante pérdida de recursos humanos”, a lo que se le suman “los problemas de convivencia y violencia que hacen que hoy los niños no tengan acceso a lugares seguros donde jugar”.

.