El 30 de julio se presentó el nuevo proyecto de Universidad de la Educación (UNED) promovido por el actual gobierno del Frente Amplio. Para quienes venimos impulsando el tema, es un gesto central, ya que significa concretar un anhelo del movimiento de formación en educación. A partir de esto, me permito hacer algunas consideraciones en el camino de discusión y, esperemos, aprobación del proyecto.

Sobre la fundamentación: los Institutos de Formación Docente

Desde una narración histórica de la institucionalidad de la formación en educación en Uruguay se señalan hitos relevantes como la creación de los institutos normales o la polémica que dio paso a la creación del Instituto de Profesores Artigas, entre otras marcas. Aunque lo que determinará la nueva institucionalidad es el articulado de la ley, considero importante realizar una precisión anterior que debería destacarse, porque desde ahí es que se piensa la institucionalidad.

En el proceso de confirmación de las instituciones que se encuentran en el actual Consejo de Formación en Educación, varios institutos de formación docente tienen trayectorias que nos permiten ver la construcción del sistema no sólo desde discusiones entre políticos o técnicos, sino también de procesos surgidos desde las propias comunidades.

El caso del Instituto de Formación Docente (IFD) de Tacuarembó Maestro Dardo Ramos es un ejemplo claro. A impulsos de la Unión Magisterial, en los años 40 del siglo pasado comienza a funcionar el instituto. Como se narra en el sitio web del instituto, para la propia conformación del edificio hubo “una Comisión de Padres, Comisión de Estudiantes y Amigos del Instituto que organizaron diferentes instancias para recaudar fondos y llevar adelante las obras. Hubo donaciones de diferentes instituciones públicas y privadas: Frigorífico Tacuarembó (tablas), Ancap (bolsas de pórtland), Ministerio de Transporte y Obras Públicas (partidas para construcción y compra de materiales), Consejo de Educación Primaria (partidas para obras)”.

Este simple ejemplo nos muestra la diversidad que necesita plasmarse en la memoria que se construye sobre el proyecto, ya que dicho espíritu debe ser tomado para una futura UNED, partiendo desde un propio relato nacional del proceso.

Sobre el cogobierno: la gestión democrática desde la base

El articulado parece muy acorde a muchas de las aspiraciones de quienes queremos la UNED, pero, de todas maneras, abre un debate sobre el grado de centralización de la futura institucionalidad. A nivel de cada instituto seguiría rigiendo la figura del director, que no es elegido por el centro, y también se mantendrían los Consejos Asesores y Consultivos (CAC), pero no con una función vinculante a las decisiones de la dirección. A texto expreso dice que el CAC “tendrá como cometido asesorar la Dirección del Centro sobre los aspectos académicos y de funcionamiento general del centro y sobre todos los asuntos que la Dirección solicite su pronunciamiento”.

Esto nos lleva a un problema central que es la perspectiva democratizadora de las estructuras que peleamos quienes impulsamos el proyecto de la UNED: ¿cómo vamos a involucrar al demos universitario cuando su participación en organismos centrales de la vida institucional tiene meramente un rol asesor? Esto no niega la necesidad de una figura similar a un decano, como tiene la Universidad de la República, pero deja subyacente un miedo al ejercicio del debate y la conducción en cada institución o Centro Universitario de Formación en Educación (CUDE), como son denominados en el proyecto.

¿Cómo vamos a involucrar al demos universitario cuando su participación en organismos centrales de la vida institucional tiene meramente un rol asesor?

No partir de un enfoque colegiado de los organismos de base posibilita una falta de credibilidad en las decisiones de las direcciones o, en todo caso, lo aleja de quienes convalidan las decisiones a nivel central. Sobre todo teniendo la ventaja de que estas instituciones son de pequeña escala, se vuelve un lugar privilegiado para que la posibilidad de participación también se acompañe con el deber de tomar decisiones en los CUDE.

El lugar de la Asamblea Técnico Docente: una tradición a considerar

Uno de los ámbitos muy excepcionales de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) son las Asambleas Técnico Docentes (ATD), que en diferentes niveles discuten diversas cuestiones sobre las decisiones que luego toman los diferentes organismos de los subsistemas de la ANEP. Aunque esta herramienta ha sido bastardeada por diferentes gobiernos, incluso causando falta de confianza en el profesorado ante las resoluciones que allí se llevan adelante, son mecanismos que apuntan a encontrar a personas de diferentes disciplinas en un espacio común donde colectivamente se evalúan, rechazan, aceptan y discuten las directivas generales del organismo.

Si bien de alguna manera la voz docente estaría traducida en la nueva institucionalidad por el orden docente, eso no quiere decir que dentro de este orden se pueda estipular algo de una naturaleza similar que tome una tradición central en la educación pública, en donde han nacido propuestas sumamente relevantes en los diferentes subsistema de la ANEP.

Una de esas propuestas fue el plan Martha Averbug (Plan 1994), que se orienta a proponer una oferta de educación media para jóvenes y adultos en el marco de la Dirección General de Educación Secundaria. Aquí los docentes y la ATD fueron centrales en el diseño de un plan que existe hasta el día de hoy en varios liceos públicos y privados y en el que optan varios y varias alumnas que por diversos motivos abandonaron alguna vez la educación formal.

Apuntes finales

Considero que estos elementos son importantes en una lectura primaria para enriquecer el intercambio. En particular, sugieren la necesidad de abrir un debate sobre el carácter nacional en la construcción de este proceso —incluso desde una perspectiva histórica—, con la posibilidad de pensar en la forma más democrática desde abajo y combinando las mejores tradiciones de la institucionalidad de la ANEP.

Lo que sí será central en algunas definiciones tendrá que ver con la capacidad de organización, unidad y despliegue que podamos lograr las organizaciones y personas que apoyamos esta causa, cosa que hasta el momento no hemos logrado hacer.

Maximiliano Santos es profesor de Historia y maestrando en Ciencias Humanas (FHCE).