Arañó el 10% de los votos en la interna del FA, y desde entonces se ha convertido en una de las voces más activas de la campaña electoral rumbo a octubre. El economista Mario Bergara, que anoche presentó en La Huella de Seregni las listas que lo respaldan para llegar al Senado, asume una especie de doble rol: impulsar una autocrítica en las áreas de gobierno más deficitarias y confrontar con dureza al modelo económico de la oposición. En el primer punto, Bergara reconoce que una reforma integral del sistema educativo todavía está pendiente porque el FA “no supo conducir políticamente el proceso”. En materia de política económica, considera que los planes de la oposición son “inconsistentes”, porque prometen bajar “sustancialmente y de manera drástica” el déficit fiscal en el próximo período, pero al mismo tiempo “proponen reducir impuestos, bajar tarifas y aumentar algunos gastos”.
Estos días, a propósito de las diferencias entre Uruguay y Argentina, hablabas de la necesidad de definir una agenda de crecimiento económico para los próximos años. ¿A qué apuntabas?
Tiene que ver con la noción de ajustar políticas económicas anteriores y enfrentar nuevos desafíos, porque el contexto global y regional es distinto. En materia fiscal, está clara la necesidad de reducir el déficit, y para cambiar políticas hay que evaluar cómo impactan esas medidas sobre los procesos de crecimiento económico. Todo proceso se lleva adelante con más naturalidad y fluidez si hay primero un marco de crecimiento económico. Yo creo que los próximos años van a ser de crecimiento; no vamos a tener las tasas excepcionales que tuvimos en la década previa, pero van a ser tasas decentes y eso va ayudar a la adecuación en el terreno fiscal, con la gradualidad que la situación permita. Nosotros estamos absolutamente en contra de cualquier enfoque de ajuste fiscal inmediato o de “shock de austeridad”.
El Partido Nacional no utiliza esa palabra en su programa.
Es cierto, ahora parecería que el “shock” quedó de lado, que está fuera de la escena. Yo creo que en realidad el planteo nunca era de shock, porque ellos hablaban de medidas que, para tener impacto, requerían varios años, por ejemplo no cubrir determinado número de vacantes en el Estado. Ese enfoque de ajuste, que también tiene [Ernesto] Talvi, desconsidera el impacto que el propio plan tendría sobre los procesos de crecimiento. Por eso digo que es importante hacer las cosas de manera gradual, y avanzando siempre en la dirección correcta. No se trata de patear el plan de adecuación para adelante, sino de hacer un plan con la gradualidad que la situación permite, porque no estamos al borde del abismo. No estamos en una situación de endeudamiento crítico como sí estábamos en 2005, y tampoco estamos en un país hipotecado, como dice [Julio María] Sanguinetti. El de 2005 sí era un país hipotecado. Por lo tanto, podemos tener una estrategia de adecuación de las cuentas públicas que tenga una mayor gradualidad, que sea más consistente con una agenda de crecimiento que facilite y retroalimente esa adecuación de las cuentas públicas. Si en lugar de eso apostás al hachazo de las políticas productivas, sociales y de las inversiones en infraestructura –en definitiva, a lo que apuntan estas políticas de shock–, los impactos sobre el crecimiento económico van a ser negativos, y el problema se retroalimenta. Por eso subrayo que es necesario colocar el eje en una agenda de crecimiento, porque además es otra manera de mostrar que el gobierno y la oposición tienen dos líneas de acción completamente diferentes en materia económica. No podemos desconocer el impacto que tendrían sobre el crecimiento las medidas que proponen Lacalle Pou y Talvi.
“Hoy en todo el FA hay responsabilidad y conciencia de que el panorama no está para tirar manteca al techo y de que no se puede pisar el acelerador demasiado fuerte”
¿Cuáles son las diferencias principales de esas dos líneas de acción?
Más allá de cómo se visten las propuestas o de cómo se visten incluso los candidatos –porque ahora Talvi se dice batllista-progresista, y otros se visten de pragmáticos–, en el fondo hay un fuerte componente de inconsistencia. Se plantea que hay que reducir sustancialmente y de manera drástica el déficit fiscal, pero simultáneamente proponen reducir impuestos, bajar tarifas y aumentar algunos gastos. Hay dos maneras de interpretarlo: asumir que son propuestas inconsistentes o concluir que en definitiva se trata de una visión y de un enfoque ideológico en el que el rol del Estado pasa a ser mínimo y queda en un rol subsidiario al funcionamiento de los mercados.
¿Se puede hablar de batllismo en ese caso?
No, hablar de batllismo y quitarle un rol importante al Estado no puede conciliarse. Creo que quedó claro en las últimas formulaciones de [Ana Inés] Zerbino, la referente de Talvi en economía. Hay un endiosamiento del funcionamiento del mercado y un rol absolutamente menor y subsidiario del Estado, un enfoque contrario a todo lo que nosotros pensamos.
Esta discusión más ideológica de las políticas económicas no estaba muy presente en esta campaña, cuando en Argentina, por ejemplo, casi todo giró en torno a esa discusión. ¿A qué lo atribuís?
Pareciera que en esta campaña hay muchas cosas que no se dicen, porque incluso a veces los mismos candidatos en anteriores elecciones planteaban sacar los Consejos de Salarios o eliminar el IRPF. Al comienzo de la campaña, Talvi planteó que era partidario de eliminar el IASS [Impuesto a la Asistencia de la Seguridad Social], pero después en la formulación de su programa no lo dice de esa manera. Se hablaba de revertir muchas cosas que ha hecho el FA en el terreno de las relaciones laborales y en materia fiscal, pero hoy no escuchamos nada de eso. Parecen ser políticas ya instaladas, que apenas merecería algún cambio o perfeccionamiento. Sin embargo, considero que en materia de relaciones laborales, tanto Lacalle Pou como Talvi plantean avanzar hacia una modalidad de negociación que, si por ellos fuera, sería de empresa por empresa, caso a caso. Esto desvirtuaría bastante el espíritu de la negociación colectiva, que en realidad ya se ha flexibilizado significativamente en estos años. El planteo de la oposición, cuando uno hila más fino, claramente va un poco más allá y termina debilitando el poder de negociación de los trabajadores.
¿Ves alguna diferencia entre las propuestas económicas de Talvi-Zerbino y Lacalle Pou-Arbeleche?
No muchas. Entre las dos referentes, Zerbino y Arbeleche, no veo matices en sus enfoques. Son dos enfoques liberales, con un rol del Estado subsidiario en ambos casos. No veo batllismo ni progresismo en ninguno de los dos casos. No veo distancia: un debate con cualquiera de las dos sería prácticamente idéntico. Además está planteado como un gobierno de coalición; su primer objetivo es sacar al FA del gobierno, pero después está claro que tienen total sintonía en el enfoque de sus políticas económicas.
“Hoy en todo el FA hay responsabilidad y conciencia de que el panorama no está para tirar manteca al techo y de que no se puede pisar el acelerador demasiado fuerte”
A nivel del FA, da la impresión de que la política económica ya no tiene tantos frentes internos abiertos como en el pasado. ¿Estás de acuerdo?
Puede ser. Las políticas económicas que llevó adelante el gobierno son de todo el FA. Obviamente hay liderazgos, pero las políticas también se matizan con el debate de todo el FA. En el pasado siempre hubo elementos en debate, pero llegados los procesos electorales todo el mundo percibe que la economía es un factor de fortaleza y que hay un mayor alineamiento en la defensa de las políticas económicas. También sucede que las diferencias y disputas se exacerban cuando tenés un panorama económico exultante y hay más recursos. Hoy en todo el FA hay responsabilidad y conciencia de que el panorama no está para tirar manteca al techo y de que no se puede pisar el acelerador demasiado fuerte. El contexto global está mucho más frío, el contexto regional es desastroso y la economía nuestra ahí, chatita.
¿Se puede crecer en ese contexto?
En los próximos años vamos a crecer un poco. No van a ser tasas de 5%, 6% o 7%, pero perfectamente podríamos estar en tasas de 2% o de 2,5% en los próximos años. Tenemos un flujo y una perspectiva de inversiones importante que van a ayudar. También hay que entender que la región y el mundo en una perspectiva de tres años deberían estar repuntando y ordenándose.
¿Cuáles deberían ser las principales discusiones económicas en esta campaña?
Los temas económicos siempre están en el centro de la agenda de una campaña, porque es uno de los factores que inciden sobre las preferencias electorales de los votantes. En 2009 y 2014 la economía fue un factor muy importante de decisión electoral, sin dudas. Quizás esta vez tenga un rol más frío, pero no quiere decir que desaparezca como tema de debate. Obviamente, considero vital reivindicar lo hecho por el FA. En estos años ha habido de todo: viento de cola y viento de frente, expansión de la región y crisis, comercio internacional volando pero hoy desplomado, abundancia y crisis financiera. En las buenas y en las malas, el FA ha otorgado estabilidad, confianza, certidumbre. Es el único partido político que ha otorgado esa estabilidad y esa confianza, porque con los gobiernos de los otros partidos a momentos de bonanza siguieron crisis brutales, y el FA, a pesar de haber abordado marcos regionales o globales muy desfavorables, siempre logró estabilidad. Y si no, miremos lo que está pasando hoy en la región y lo que pasa en Uruguay. En otros momentos, sin esa plataforma de protección macroeconómica que hicieron los gobiernos del FA, lo que está pasando hoy en la región hubiera arrastrado a Uruguay a situaciones mucho más críticas. Esto a veces no es fácil de percibir por la ciudadanía, pero fijémonos en Argentina: según el resultado de las elecciones, hubo una explosión con el tema del dólar, un desplome de las acciones, los bonos, los títulos, un grado de incertidumbre impresionante... y fueron unas elecciones primarias. El impacto sobre Uruguay fue absolutamente negligible, porque, primero, está claro que Argentina y Uruguay están cada vez más diferenciados, y segundo, porque la gente confía en que acá hay una plataforma de estabilidad que es capaz de absorber muy razonablemente shocks globales o regionales de esta naturaleza. El FA ha sido el único partido político que le ha dado estabilidad a los procesos económicos, financieros y sociales en Uruguay. Hoy estamos en un nivel de bienestar, equidad y de derechos incomparable con respecto a lo que ocurría hace 15 años, pero eso no quiere decir que no haya desafíos para las políticas macroeconómicas.
¿Cuáles son los principales?
Está claro que hay que reducir significativamente el déficit fiscal, para hacerlo sostenible, para evitar dificultades en el futuro. No hay que hacerlo de un hachazo, pero hay que hacerlo. Hay que absorber problemas, como el de la seguridad social; hay que fortalecer al sistema, porque si no lo adecuamos a la evolución de la vida humana, va a terminar mal, y un sistema que termina mal no es un sistema bueno. Está pasando en todo el mundo, en la mayor parte de los países con desarrollo similar o mejor que el de Uruguay ya han hecho modificaciones para fortalecer sus regímenes de seguridad social. Los niveles de déficit del sistema son enormes y están creciendo muy rápido. Hablamos del régimen general, de la Caja Militar, de la Caja Policial, de todos los estilos. Ahí hay un desafío que tiene que ver con la seguridad social y con la estabilidad macroeconómica.
Hay desafíos en materia de competitividad y costos: una economía que crece 15 o 16 años seguidos, naturalmente, se encarece. Pero tenemos cosas para hacer para volvernos más productivos y más competitivos. Tenemos que hacer más eficiente el Estado, que ya ganó enormemente en transparencia y eficiencia. Cada reforma estructural que el FA hizo fue acompañada de un cambio institucional en el Estado.
El FA sigue teniendo dificultades para conectar con algunos sectores sociales; se ha planteado que justamente a esos sectores es difícil llegarles desde un discurso como el de la contradicción oligarquía-pueblo. ¿Coincidís?
Estoy de acuerdo. Ese nivel de debate y de formulación no puede ser el eje de una campaña electoral en Uruguay. Creo que hoy la forma de aproximarse a la sociedad en términos de campaña electoral consiste en conectar con los principales problemas que tiene la gente. Podríamos hacer una lista de 20 problemas, pero cuando uno recorre el país encuentra que hay tres temas recurrentes: seguridad, trabajo y educación. Y sobre esas cosas hay que ir al esqueleto, reivindicando las cosas hechas pero con la cabeza abierta y el espíritu crítico para reconocer que hay resultados que no son buenos y que no hemos hecho bien las cosas. Y después procurar mostrar que el FA es el que puede dar las mejores respuestas y hacerlo mejor, más allá de que hasta ahora algunos resultados fallen o no se hayan conducido razonablemente. En la oposición no hay una visión integral de estos problemas.
Cambios en la educación
“Una reforma integral del sistema educativo está pendiente, en buena medida, porque el FA no supo conducir políticamente el proceso. Dicho esto, también quiero dejar en claro que yo escucho de la oposición un enfoque de reforma educativa pensada en el Olimpo y pensando que se puede implantar desde el Olimpo; a veces, sin los docentes. Pero no existe chance de una reforma del sistema educativo sin los docentes, y mucho peor, contra los docentes. Por lo tanto, el desafío, además de ser técnico, acerca de la hoja de ruta, donde no hay mayores dificultades, es esencialmente político: el desafío de conducir con todos los agentes involucrados en el sistema educativo –docentes, padres, estudiantes– una reforma en lo curricular, lo pedagógico, lo institucional, lo organizacional”.
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