Las campañas pueden ser oportunidades para instalar temas de debate, visibilizar realidades o propuestas que lleguen a la discusión pública. Existe consenso, incluso entre los políticos, de que estamos transitando una campaña poco atractiva, de escasas propuestas o discusiones. Los pocos temas o iniciativas que han surgido en la campaña se abordan de forma esporádica y superficial, como pueden ser el debate sobre los plebiscitos (basado en posicionamientos más que en el contenido), las becas o bonos en la educación, la atención a la pobreza infantil, o la salud mental. La presencia de una campaña conservadora y escasa en materia de propuestas imposibilita la discusión de problemas estructurales, incómodos para una sociedad que aún se resiste a abordarlos.

En este sentido, la desigualdad de género es un problema que constituye y estructura nuestra sociedad en la medida en que existen asimetrías sociales entre las mujeres y los varones, donde las primeras encuentran importantes limitaciones para acceder a los mismos derechos en condiciones de igualdad. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe identifica cuatro nudos centrales de la desigualdad de género: la feminización de la pobreza y desigualdad económica, la estructura cultural patriarcal que perpetúa prácticas de discriminación y violencia, la división sexual del trabajo y los cuidados, y la desigualdad de poder en el ámbito público, donde se excluye a las mujeres de la toma de decisiones.1 2

Histórica y actualmente, Uruguay sostiene importantes brechas de género3 en todos estos ámbitos en que persisten importantes desigualdades socioeconómicas y de poder. El acceso al mercado de trabajo es para las mujeres más difícil, y se ve reflejado en la tasa de actividad y la tasa de empleo, cerca de un 17% inferior a las de los varones, así como en una tasa de desempleo superior (1,8% en julio de 2024).4 Además, la brecha salarial entre varones y mujeres trabajadoras es muy significativa; en 2020 las mujeres percibían un 31% menos de salario que los varones.5 Las tareas no remuneradas del hogar y de cuidados siguen siendo llevadas adelante en mayor medida por las mujeres. La pobreza afecta en mayor medida a las mujeres que a los varones. Uruguay presenta una pobreza infantilizada, donde uno de cada cinco niños, niñas o adolescentes vive en hogares pobres,6 la mayoría de ellos monomarentales, con una única jefa de hogar.

Por otra parte, y como he mencionado en otras oportunidades, los avances normativos en la definición y abordaje institucional de la violencia basada en género no han modificado su prevalencia en la amplia mayoría de las mujeres uruguayas.7 Hay carencia de recursos para responder ante situaciones de violencia de género y desborde de los existentes a la hora de dar una respuesta de protección, acceso a la Justicia y reparación.

Garantizar estos derechos implica discutir la vigencia de un sistema patriarcal que estructura las desigualdades, las invisibiliza y justifica, además de desarrollar políticas públicas desde una perspectiva interseccional que considere la diversidad de las desigualdades y discriminaciones construidas social, cultural y económicamente, como la generacional, la etnia o la clase social.

Propuestas y prioridades

Las propuestas programáticas de los partidos que hoy tienen representación parlamentaria (y todo indica que volverían a integrar al menos alguna de las cámaras) mencionan o enfatizan de formas muy diversas estas desigualdades de género. En general, los programas de los tres partidos con mayor intención de voto señalan la existencia de inequidades de género y acuerdan en promover la autonomía económica de las mujeres, así como mencionan la necesidad de robustecer el sistema de cuidados.

El partido de gobierno dedica un capítulo sobre género, en el que asume la necesidad de abordar brechas como el acceso al trabajo, las tareas de no remuneración, cuidados, o el abordaje de las violencias basadas en género. No menciona la existencia de desigualdades sino de “diferencias” con relación a las oportunidades de crecimiento, ni asume una perspectiva interseccional de estas desigualdades. El Partido Colorado asume la existencia de “desafíos” en materia de igualdad de género, y también orienta acciones para promover la autonomía económica de las mujeres. Además, señala especialmente medidas de fortalecimiento de la institucionalidad estatal para responder a la violencia de género (orientadas a la detección y el acceso a la Justicia).

El programa de gobierno del Frente Amplio incluye un capítulo que asume una perspectiva interseccional de género en términos transversales e integrales y aborda diversas desigualdades de género; en particular, una que se orienta hacia una educación transformadora de los roles tradicionales de género. En cambio, el documento presentado por el candidato Yamandú Orsi, y difundido como prioridades establecidas para su gobierno (y también para su campaña), se limita a abordar las denuncias sobre violencia basada en género y menciona desigualdades de género con relación a los cuidados en las medidas vinculadas a las infancias y adolescencias.

La propuesta de Cabildo Abierto es la única que no sólo invisibiliza, al no mencionar la existencia de alguna de estas desigualdades de género en su programa de gobierno (salvo la “discriminación” laboral por maternar), sino que afirma querer combatir “la ideología de género”. Para ello, define medidas específicas para limitar o eliminar derechos adquiridos, como la modificación de la Ley Integral de Violencia Basada en Género, o la promoción de políticas reproductivas basadas en el formato de familia tradicional (ofreciendo, por ejemplo, un salario maternal a partir del tercer hijo, para que la mujer pueda dedicarse a la vida en el hogar).

Pensándolo estratégicamente

Más allá de lo establecido en los programas, que podrían condicionar (o no) los debates electorales y las gestiones de gobierno, en la campaña las demandas que luchan por la igualdad de género brillan por su ausencia. Esta es una situación repetida respecto de otras campañas electorales, donde los asuntos vinculados a género no sólo son poco abordados, sino olvidados. Al respecto, estudios realizados por Cotidiano Mujer que analizaron la presencia de propuestas de género en las campañas electorales de 2009 y 2014 señalan que las menciones o presencia de estos temas fueron marginales en ambos casos; en 2014, “de un total de 1.869 notas informativas analizadas, sólo 31 refirieron a asuntos de género, número que representa el 1,66% del total”.8 Algunas demandas y campañas del movimiento feminista trascendieron y llegaron a ser mencionadas, como la propuesta de llevar adelante un Sistema Nacional de Cuidados en 2014, o las referencias en 2009 a la despenalización del aborto, y los derechos sexuales y reproductivos. Las pasadas elecciones, en 2019, presentaron como novedad la existencia de discursos de rechazo a la “ideología de género” del entonces nuevo partido Cabildo Abierto y de candidatos a diputado del Partido Nacional evangélicos, quienes manifestaban su intención de combatirla.

En términos generales, en esta campaña las candidaturas han abordado la realidad de las mujeres con relación a la maternidad y la familia, destacando la necesidad de tomar mayores medidas sobre los cuidados de niñas, niños y adolescentes, y la mejora en los ingresos hacia la primera infancia, o sus madres. Los candidatos presidenciales, varones, no hacen referencia a las desigualdades de género o a la situación de las mujeres con relación a sus derechos. Las escasas menciones sobre la persistencia de desigualdades y la necesidad de actuar frente a las violencias de género son abordadas por figuras políticas femeninas (candidatas a la legislatura o a la vicepresidencia). El abordaje de las desigualdades de género a través de la agenda de las infancias (absolutamente necesaria pero no excluyente) invisibiliza realidades de todas las mujeres y diversidades, así como resigna a aquellas mujeres que son madres a esta única condición.

Como punto adicional pero no menor para estas instancias de la contienda electoral: la última medición de Equipos Consultores publicada el 2 de octubre señala que casi seis de cada diez9 personas indecisas sobre su intención de voto hacia las elecciones nacionales eran mujeres. Entre otras razones, podríamos especular con la carencia de discursos que den respuestas a sus preocupaciones, a las dificultades que las atraviesan, o la ausencia de candidaturas que empaticen con su situación y necesidades.

Tamara Samudio es politóloga.


  1. Cecchini, Holz y Soto de la Rosa (coords.): Caja de herramientas. Promoviendo la igualdad: el aporte de las políticas sociales en América Latina y el Caribe, Santiago, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2021. 

  2. Me centraré en los primeros tres factores ya que he abordado en otras columnas la situación en materia de participación política de las mujeres. 

  3. Medida que calcula la distancia entre las mujeres y los hombres frente a un mismo indicador. 

  4. Fuente: INE con base en la Encuesta Continua de Hogares 2024

  5. documents1.worldbank.org/curated/en/305771601535010024/pdf/Jugar-un-Partido-Desigual-Diagn%C3%B3stico-de-G%C3%A9nero-en-Uruguay.pdf 

  6. Un total de 20,1% a 2023, según el Instituto Nacional de Estadística. 

  7. La última Encuesta sobre Violencia de Género y Generaciones, del INE, señala que el 76,7% de las mujeres mayores de 15 años vivieron algún tipo de violencia de género en su vida. 

  8. Cotidiano Mujer, ONU Mujeres (2015): Fuera de cuadro: 95 a 5. Los asuntos de Género en las elecciones de 2014

  9. En específico, el 59%. Nota de Equipos Consultores, intención de voto en setiembre