El sistema de elección presidencial por mayoría absoluta y doble vuelta, popularmente conocido como balotaje, exige al ganador alcanzar el 50% más uno de los votos. En caso de que nadie supere esa exigencia, los dos candidatos más votados pasan a una segunda vuelta donde triunfará el que obtenga más votos. Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Perú, República Dominicana, Uruguay, Portugal (sólo una vez) y Francia utilizan el balotaje clásico. Argentina y Ecuador exigen un umbral inferior del 45% o 40% con 10% de diferencia sobre el segundo, y Costa Rica exige un 40%.
Esta fórmula de elección garantiza que los presidentes sean electos con el apoyo de una amplia mayoría de votantes a partir de la consideración de las segundas preferencias de los votantes de los partidos eliminados en la primera ronda. De esta forma, el candidato que obtuvo el segundo lugar en el primer turno puede terminar ganando en el segundo. La ciencia política designa a este singular fenómeno como reversión del resultado. Para conocer la frecuencia de reversiones y comprender cuán probable puede ser ese resultado, hemos creado una base de datos con los resultados de 125 elecciones presidenciales realizadas en los 13 países mencionados durante el período 1965-2024.
El cuadro que acompaña esta nota muestra que en dos de cada tres elecciones con balotaje donde se exige una mayoría absoluta se necesita realizar una segunda vuelta porque ningún candidato supera el 50% (63 en 97). En cambio, en las elecciones de doble vuelta con un umbral reducido, algo más de la mitad se resuelve en primera vuelta.
Estos datos están en línea con la literatura especializada que sostiene que el balotaje clásico se asocia con altos niveles de fragmentación partidaria, y la doble vuelta con umbral reducido, con niveles moderados de fragmentación. La relación causal podría explicarse de esta manera. Cuando la meta del 50% se percibe como inalcanzable, surgen incentivos para que muchos electores voten por partidos menores. Pero cuando se baja el umbral, algún partido puede tener la expectativa de ganar en primera vuelta, desatando así los típicos incentivos de la mayoría simple, tan bien descriptos por Maurice Duverger, donde un partido encabeza la carrera, un segundo le compite y los votantes de los partidos menores mueven sus votos hacia las dos opciones principales.
Un segundo aspecto a tomar en cuenta es qué ocurre en las 75 elecciones donde se debió realizar una segunda vuelta. Los datos muestran que en 49 ocasiones (65%) el ganador de la primera vuelta volvió a triunfar en la segunda y que en 26 (35%) se produjo reversión de resultado. Este es sin dudas el fenómeno más interesante, y en este breve texto nos concentraremos en determinar su probabilidad a partir de dos factores relacionados con las características de la competencia de la primera vuelta.
Por un lado, tomamos en cuenta el margen de victoria del ganador, medido como la diferencia porcentual entre el primero y el segundo. Por el otro, consideramos la proporción de votos que consigue el ganador de primera vuelta. Parece razonable pensar que la distancia entre los dos competidores que pasan al balotaje, así como el tamaño de la votación del ganador, son factores que deberían influir sobre la probabilidad de reversión.
Por tanto, para conocer la probabilidad de reversión hemos realizamos una regresión logística utilizando ambas variables como independientes y una variable dependiente dicotómica que indica la aparición o no del evento (reversión).
El modelo presenta un Pseudo R2 de 0,1035 y un ajuste clasificatorio del 68,25% de los casos. Los coeficientes de correlación de ambas variables presentan signo negativo, lo cual se ajusta a nuestras expectativas. Cuanto mayor es la diferencia o margen de victoria y mayor la votación del ganador de primera vuelta, menor probabilidad de reversión. A partir de este modelo hemos calculado la probabilidad de que la reversión ocurra. El siguiente gráfico muestra los valores de la probabilidad (eje vertical) que ofrece el modelo para ambas variables (eje horizontal). La línea curvada de color azul representa los valores ajustados de probabilidad, y el área gris, el nivel de confianza para cada punto de la curva.
El primer gráfico muestra que cuando la votación del ganador de primera vuelta supera el 45% (eje horizontal), la probabilidad de reversión tiende a 0% (eje vertical). A medida que la votación del ganador de la primera vuelta desciende, la chance de reversión aumenta casi linealmente. Valores por debajo del 25% generan escenarios con alta probabilidad de reversión.
El segundo gráfico muestra que cuando la diferencia entre el primero y el segundo se aproxima a cero (eje horizontal), los candidatos tienen la misma chance de ganar la segunda vuelta (50% de probabilidad). A medida que la diferencia entre ambos aumenta, la probabilidad de reversión desciende rápidamente. Cuando la distancia es de 25%, la probabilidad de reversión tiende a ser 0%.
El siguiente cuadro muestra los valores de probabilidad de reversión en cada uno de los balotajes realizados en Uruguay junto a una fila adicional que muestra la votación del ganador de la primera vuelta (Yamandú Orsi) en octubre de 2024, la diferencia respecto al segundo y la probabilidad de reversión de resultado.
Las mayores probabilidades de reversión del resultado se observan en 1999 y 2019. En el primer caso, Jorge Batlle había sido segundo en la primera vuelta, pero tenía un 33,9% de chance de reversión (1 en 3), y eso efectivamente ocurrió. El segundo caso, Luis Lacalle Pou, contaba con 26,7% de reversión (1 en 4), y eso efectivamente ocurrió. En los balotajes de 2009 (Lacalle Herrera frente a Mujica) y 2014 (Lacalle Pou frente a Vázquez) las probabilidades de reversión eran de 13,8% y 15,3%, y, como bien sabemos, ello no ocurrió. Finalmente, el cuadro muestra que Álvaro Delgado en 2024 cuenta con una probabilidad de reversión apenas superior a la de 2009.
Parece obvio, pero es importante señalarlo. Existen otros factores no incluidos en este modelo que pueden influir decisivamente en el resultado final. Entre todos ellos, tal vez el más relevante es la capacidad para alinear votantes que tengan los líderes de los partidos perdedores. Esto fue relevante en el caso de Batlle en 1999 y también puede serlo este año. En ese entonces, Batlle negoció con Lacalle Herrera una coalición de gobierno y juntos recorrieron el país buscando el voto nacionalista. Algo similar sucedió en 2019, aunque con menor eficiencia en el alineamiento de los votantes de los partidos de la coalición. Veremos si esta estrategia tiene éxito en un escenario en el que la probabilidad de reversión es francamente baja.
Daniel Chasquetti es politólogo.