Las últimas salidas públicas del presidente, Luis Lacalle Pou, derivaron en una discusión pública sobre su participación en la campaña electoral. Su indiscutido liderazgo en una campaña carente de importantes acontecimientos y debates que la enciendan se ve plasmado en el efecto que generan sus intervenciones públicas. Entre propios y ajenos.

En términos generales, los sistemas de gobierno latinoamericanos se caracterizan por ser presidencialistas, es decir, sistemas republicanos en los que existe la separación de los tres poderes y el Poder Ejecutivo es dirigido de forma unipersonal. Más allá de las variaciones y las singularidades locales, que pueden limitar o dotar de mayores facultades a la figura presidencial, en la región estos regímenes han delineado históricos liderazgos que han marcado la trayectoria política y social de sus países.

Nuestro país, más allá de la vigencia de un presidencialismo pluralista, que destaca por la existencia de contrapesos entre los poderes del Estado, así como de un sistema de partidos fuertemente institucionalizado, ha tenido en los liderazgos presidenciales figuras de central importancia para la vida política de sus partidos que se configuran como referencias no sólo para el sector del que forman parte, sino para todo el partido.

A diferencia de otros países latinoamericanos,1 en Uruguay la continuidad del presidente luego del mandato está restringida, al estar inhabilitada la reelección inmediata, y puede volver a postularse luego de un período de gobierno. Además, el presidente está constitucionalmente imposibilitado de participar en campañas políticas electorales, formar parte de comisiones políticas e integrar ámbitos de dirección intrapartidaria.2 Estas limitaciones son conocidas por los jerarcas, que utilizan y desdibujan estos límites durante las campañas electorales.

Las figuras presidenciales han sido relevantes en las campañas electorales y, sobre todo, una referencia para el partido oficialista a la hora de proyectar otro período de gobierno. Desde las actividades o las presentaciones oficiales en las que se apersona el jerarca hasta sus declaraciones o comentarios públicos, todas las apariciones presidenciales durante este período pueden ser denunciadas por la oposición y defendidas por el oficialismo. Ejemplo de ello puede ser el involucramiento de Tabaré Vázquez en la campaña presidencial de 2009 para defender la fórmula presidencial del Frente Amplio (FA), al destacar las capacidades de José Mujica y Danilo Astori, y la participación activa de José Mujica en conferencias y actividades durante 2014.

En este contexto, las características inherentes a los plebiscitos han transformado sus campañas en ámbitos propicios para el debate electoral partidario. La inhabilitación a participar en campañas electorales los exime de la posibilidad de posicionarse con relación a iniciativas de votación popular. Sobre estas campañas han participado activamente los presidentes, manifestando públicamente su postura, defendiendo o desestimando estas propuestas. En anteriores instancias electorales en las que se han sometido a votación popular propuestas de plebiscito, los presidentes han manifestado su apoyo o su rechazo.3

En este contexto, era esperable que el oficialismo acudiera al importante capital social y político acumulado por el presidente, Luis Lacalle Pou, en una campaña que carece de candidaturas que disputen liderazgos partidarios consolidados. Frente a una gestión que no presenta resultados destacables en materia económica ni de seguridad, la imagen positiva del presidente surge como un activo en la campaña. Según las encuestas realizadas en agosto de este año, en promedio, más de la mitad de la población evalúa positivamente la gestión del presidente de la República.4

Múltiples gestos

La consolidación de Lacalle Pou como líder es indiscutida; no sólo de su partido, al frente del gobierno, sino de toda la coalición de gobierno. La centralización del diálogo entre los socios de la coalición y el partido de gobierno en su persona afianzó su rol de articulador, lo que resolvió personalmente las desavenencias surgidas a la interna y fortaleció su liderazgo.

Esta referencia trasciende al partido de gobierno, pero es particularmente llamativa en su orgánica, ya que el rol de liderazgo de Lacalle Pou abarca a todo el Partido Nacional (PN) y aglutina sectores que tradicionalmente han apoyado figuras e ideas diferentes. La referencia más significativa en este sentido la constituye el primer e importante apoyo que realiza el presidente a la campaña electoral de su partido, al aceptar primerear todas las listas al Senado a pedido del candidato nacionalista Álvaro Delgado.

Veremos si la campaña presidencial será funcional a obtener resultados electorales deseados, en detrimento del debilitamiento de históricos sectores signados por sus diferencias ideológicas.

Entre los múltiples guiños a la campaña electoral dados por el presidente de la República,5 en las últimas semanas sus actividades pueden ser valoradas en dos estrategias distintas y complementarias. Por un lado, la fuerte presencia en territorio (algo que ha signado su gestión), ya que participa en actividades tradicionales, inauguraciones o reformas de obras públicas, principalmente en localidades y poblados del interior del país. El carisma personal del presidente marca presencia en los territorios a los que acude, donde acumula simpatías y feedback en la cercanía con sus votantes. El interior del país representa una zona geográfica en disputa electoral que acumula un núcleo de votantes indecisos, algo sabido por la fórmula presidencial frenteamplista, que se encuentra abocada a recorrer estos departamentos y localidades durante estas semanas de campaña.

Por otro lado, Lacalle Pou manifestó públicamente que realizaría una campaña de apoyo a la actual ley de jubilaciones y seguridad social, en rechazo al plebiscito de reforma llevado adelante por el PIT-CNT, que es apoyado por algunos sectores del FA. Su injerencia en este plebiscito le permite posicionarse (y alinearse) en dos aspectos de la campaña que lleva adelante su partido político: la defensa de una de las reformas más importantes del gobierno y la crítica sobre el posicionamiento del partido de oposición, en particular de los candidatos frenteamplistas. Este terreno es escabroso, ya que el presidente no puede acusar directamente al FA, o alguno de sus candidatos, ya que entraría en incumplimiento con el artículo constitucional. Por ello, hasta ahora su discurso ha sido especialmente cuidadoso, haciendo referencia a quienes “no quieren hablar del tema” o “no quieren hacerse responsables”.6

Sin embargo, este discurso parece comenzar a agotarse, ya que el plebiscito que produjo incomodidades internas en el FA y su dirigencia política parece no hacerlo hoy entre sus candidatos. El FA ha sabido gestionar en otras ocasiones sus resistencias o dificultades ante plebiscitos populares apoyados por algunos de sus sectores, dejando en libertad de acción a sus militantes y evitando que la fórmula presidencial haga referencia al tema convocante. Este caso no es diferente a los anteriores.

Acumulación coalicionista y personalista

La centralidad de la figura presidencial en la campaña de la coalición, de referencia para propios y ajenos, da cuenta de las dificultades que atraviesa el PN en su campaña electoral. Su aparición en discursos y propagandas electorales del partido de gobierno intenta apaciguar las resistencias que la fórmula presidencial nacionalista ha generado en la población, pero robustece la imagen de la continuidad, algo sobre lo que Delgado había intentado alejarse al inicio de la campaña, al plantear una “segundo piso de transformaciones”.

El fortalecimiento de su imagen como figura de la campaña ha reforzado su rol de referente para otros sectores de la coalición, en particular del candidato colorado Andrés Ojeda, con quien ha tenido pequeños pero importantes gestos de apoyo a su persona. Además de la retórica que la oposición busca establecer frente al gobierno, con el candidato frenteamplista, Yamandú Orsi, confrontando directamente al presidente.7

Esta situación puede estar dando mayores resultados en el debate electoral de campaña, pero acarrea algunos peligros. La preponderancia de la figura presidencial debilita al candidato nacionalista y reafirma la imagen de un PN homogéneo, ajeno a las tradicionales diferencias entre sus sectores. Veremos si a la postre la campaña presidencial será funcional a obtener resultados electorales deseados, en detrimento del debilitamiento de históricos sectores signados por sus diferencias ideológicas, así como de liderazgos.

Tamara Samudio es politóloga.


  1. La reelección inmediata está habilitada en Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Panamá, Costa Rica y Nicaragua. 

  2. Artículo 77 de la Constitución de la República. 

  3. Por ejemplo, el rechazo del entonces presidente Tabaré Vázquez a la reforma Vivir sin Miedo, en 2019, y del presidente José Mujica a la propuesta de bajar la edad de la imputabilidad penal en 2014. 

  4. En particular, la última medición de Equipos Consultores marca que el 49% de la población aprueba la gestión del presidente. 

  5. Por ejemplo, el cuestionamiento a la definición del comando de campaña del candidato frenteamplista a no participar en instancias de debate con más de un candidato de la coalición, en una actividad de la Unión de Exportadores del Uruguay. 

  6. Precisamente, el domingo se refirió al plebiscito y respondió ante las acusaciones de injerencia en la campaña electoral: “Creo que se están sacando el lazo con la pezuña los que no quieren hablar del tema, entonces cortan por la tangente. [...] Lo que no quieren es hacerse responsables, lo que está faltando acá es responsabilidad”. 

  7. Al respecto, nota de la diaria del sábado 21 de setiembre: “Orsi protagonizó más debates con Lacalle Pou que con Delgado en la campaña”