“Para entender la huelga general hay que ir a un año clave, que es 1964, cuando se produce el golpe de Estado en Brasil y asume una junta militar”, dijo a la diaria el magíster en historia política Jorge Chagas. Daniel Baldassari, fundador de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) y exdirigente de la Federación Ancap (Fancap), coincidió con la visión de Chagas y añadió que “teniendo en cuenta que en América Latina había una sucesión de golpes de Estado y una violación de los derechos democráticos de los trabajadores y del conjunto del pueblo, en 1964 la CNT resolvió que, ante un golpe de Estado en nuestro país, la respuesta de los trabajadores organizados iba a ser la huelga general con ocupación de los lugares de trabajo”.
Sobre el golpe en Brasil, Ricardo Vilaró, exdirigente de la Federación Nacional de Profesores de Educación Secundaria (Fenapes), contó a la diaria que “con Héctor Rodríguez [uno de los fundadores de la CNT]” siempre discutía, “mirando la experiencia de Brasil, que cuando dieron el golpe se decretó una huelga, pero lo que hizo fue dispersar a la gente: nadie se veía con nadie. Por eso la CNT decidió una huelga con ocupación de los lugares de trabajo, entonces la gente quedaba conectada, reunida, con vínculos, y eso fue muy útil”.
Para Baldassari, el objetivo principal de la huelga era “rechazar la violación de los derechos fundamentales del país”, por lo tanto, no era sólo “economicista”. La medida fue ratificada de forma unánime por la Mesa Representativa de la CNT en los congresos de 1969 y 1971, comentó Chagas, que señaló que otro año clave fue 1965, cuando se llevó a cabo el Congreso del Pueblo.
Por lo tanto, años antes de que se concretara el golpe de Estado, los trabajadores organizados ya tenían una respuesta preparada. De todas formas, Chagas comentó que “ante la rebelión del Ejército y la Fuerza Aérea”, durante el llamado “febrero amargo”, “hay quienes sostienen que la CNT debería haber comenzado la huelga general” en ese momento. “Yo no me animo a decir que haya habido un golpe de Estado en esa fecha. Sí creo que lo que pasó ahí fue una coparticipación militar en el poder, simbolizado en el Consejo de Seguridad Nacional. Pero la Suprema Corte de Justicia siguió trabajando y el Parlamento también”, sostuvo.
Finalmente, el 27 de junio de 1973 “asumió decididamente un cogobierno militar”, indicó Chagas, y con eso, también comenzó la huelga general. Baldassari, uno de los sindicalistas que fueron parte de la huelga, contó que, tal como estaba acordado, concretado el golpe, los trabajadores concurrieron a sus lugares de trabajo para ocuparlos. Según él, el objetivo de la medida era que “la dictadura tuviera las mayores dificultades posibles para consolidarse como gobierno”.
“La huelga empieza a flaquear por el transporte”
El sindicalista contó que uno de los desafíos que tuvo la huelga fueron los escasos medios de comunicación que había en la época: “Todo era hecho a pulmón, boca a boca y en coordinación con los dirigentes”, recordó. Además, hubo que organizar cómo se proveía de comida a los trabajadores ocupantes y la logística de las ocupaciones. En ese sentido, Chagas dijo que “un aspecto negativo es que la huelga empieza a flaquear por el transporte: el sindicato no logra parar el transporte”. Explicó que una de las causas fue que “muchas de las personas del transporte eran propietarias de sus vehículos, no eran trabajadores”.
Desde los primeros días de la medida, los trabajadores organizados mantuvieron diálogo con los golpistas. Chagas recordó que el interlocutor de la CNT no fue el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Marcial Bugallo, sino que ese papel lo ocupó el coronel Néstor Bolentini, ministro del Interior: fue él quien dialogó con la CNT, solicitando que levantaran la huelga. La CNT le hizo un planteo de cincos puntos para levantar la huelga.
La carta enviada por la CNT pedía “vigencia plena de las garantías para la actividad sindical y política y para la libertad de expresión”, restablecimiento de los derechos constitucionales, medidas “inmediatas” de “saneamiento económico”, recuperación del poder adquisitivo de los salarios y pasividades, y “erradicación de las bandas fascistas”. Bolentini rechazó los planteos y a partir de ese momento “la CNT fue declarada ilegal”, relató Chagas.
La dictadura también tomó otras medidas como respuesta a los trabajadores. El gobierno de facto comenzó a desocupar las fábricas intervenidas por los trabajadores, que reaccionaron volviendo a ocupar sus lugares de trabajo. Pero la medida más significativa que señaló el historiador fue la implementación del Decreto 518/973, que permitía el despido sin indemnización de los trabajadores que realizaran medidas de fuerza. “Les dio un arma a las patronales que fue brutal, permitió echar a la calle a militantes. Fue devastador”, subrayó.
El decreto, denominado “Actividad sindical. Regulación”, establecía: “Determínase normas para impedir la anormalidad en la prestación de tareas por los empleados de la actividad pública y privada. Establécese sanciones para las actuales situaciones de paralización del trabajo promovidas con fines ajenos al interés gremial. Declárase que las huelgas, paros y diversas formas de trabajo irregular promovidas en la actual circunstancia constituyen conductas ilícitas no amparadas por nuestro derecho positivo”.
Por otra parte, el 5 de julio el gobierno de facto ordenó la captura de 52 dirigentes sindicales, entre ellos Vilaró. Muchos, a medida que iban siendo capturados, terminaron en el Cilindro Municipal, donde hoy está el Antel Arena, lugar que fue usado por la dictadura como centro de detención masiva.
En cuanto a las actividades más importantes que realizaron los huelguistas, Baldassari destacó la movilización del 9 de julio en protesta contra la dictadura, que recibió “una fuerte represión”. Comentó que la medida fue de “gran magnitud” y que, además de los trabajadores de la CNT, participaron “fuerzas estudiantiles de los centros de estudio” y “fuerzas políticas como el Frente Amplio, el sector de Wilson Ferreira Aldunate del Partido Nacional y otros sectores como la Iglesia Católica”.
Seguir resistiendo por otros medios
Pese a que la huelga aguantó 15 días, finalmente la Mesa Representativa de la CNT decidió levantar la medida. Baldassari explicó que “se llegó a la conclusión de que había que seguir la lucha y resistencia por otros medios”. Comentó que, aunque se hizo un balance muy amplio sobre los logros de la huelga, “no se consiguió el objetivo principal, que era hacer dar marcha atrás al golpe de Estado”.
Para Vilaró, era muy difícil mantener la huelga: “Si no encontrábamos la forma de seguir la lucha de otra forma, cabía la posibilidad de que se nos complicara”.
De acuerdo a Chagas, era necesario “un conjunto de fuerzas muy grandes” para derrotar a la dictadura. “La CNT se enfrentó a un enemigo tremendo y aguantó 15 días”, afirmó. Por eso, aseguró que “el movimiento sindical tiene que estar orgulloso de lo que hizo” y añadió que se enfrentó a la dictadura “en soledad”. “Es la única fuerza que se para y resiste. Es cierto que el Frente Amplio y el wilsonismo establecieron vínculos de apoyo, pero después están solos completamente, no hubo ninguna concertación antidictatorial. Cayeron peleando y casi solos”, sostuvo.
De todas formas, Baldassari valoró que “la medida marcó a fuego a la dictadura”, ya que contribuyó a que el régimen no lograra ganar adeptos entre los trabajadores: “La dictadura no logró reconstruir un movimiento sindical a su servicio, que tomara el respaldo de lo que hacía la dictadura”, insistió.
En el mismo sentido, Vilaró dijo que “había que intentar marcar a la dictadura y eso fue lo que la huelga general logró. No fue ‘dimos un golpe de Estado y no pasó nada’. No, pasó mucho, la marcó a muerte. Quedaron como dictadores en una dictadura de fuerza, y la gente quedó organizada en el sentido de que la lucha continuaba”.
Chagas planteó que, “aunque se ha sostenido que la huelga general hizo que la dictadura naciera herida de muerte”, no fue así, ya que “la documentación histórica es contundente: la dictadura se fue fortaleciendo cada vez más”. Sin embargo, coincidió con Baldassari en que la huelga logró un éxito considerable al “crear un abismo entre el régimen y la clase obrera organizada”.
En ese sentido, recordó varios intentos de la dictadura de crear un sindicalismo afín, luego de superada la huelga. Señaló el caso de la Central de Trabajadores Uruguayos, “una central amarilla” que llegó a representar a los trabajadores uruguayos en la Organización Internacional del Trabajo, pero que “nunca logró crecer”. Otro intento fue la Unión Nacional de Trabajadores, “que buscaba aglutinar un montón de sindicatos bajo las consignas de antocomunista, anti-CNT, nacionalismo y que ellos eran los trabajadores demócratas”. Sin embargo, tampoco pudieron juntar gente.
Baldassari planteó que el 12 de julio, momento en que se vuelve al trabajo, “se retoma con un movimiento sindical que no estaba quebrado de forma material, ni social, ni político”, sino que “había hecho una acción que se había dado por cumplida y la lucha se seguía de otras maneras”. Con respecto a lo que vino después de la huelga, Chagas rememoró varios episodios, como las reuniones clandestinas del Secretariado Ejecutivo de la CNT y la reglamentación de los sindicatos, lo que era muy difícil, ya que sólo podían comunicarse por el “boca a boca”.
También mencionó la aprobación del Decreto 622/973, que reglamentó los sindicatos y “proponía la posibilidad a los trabajadores de afiliarse a nuevos sindicatos”. Sin embargo, el resultado fue que “los trabajadores se reafiliaron masivamente a sus antiguos sindicatos”. Otro momento relevante fue la ilegalización de los partidos de izquierda, el 2 de diciembre de 1973: “Ahí se cierra una etapa, porque los militantes de calle ya estaban clandestinos, pero toda la militancia política pasa a un régimen ilegal”.