Segunda entrega del ciclo Protagonistas, que comenzó con la ministra Carolina Cosse, con el que buscamos amplificar las voces de mujeres líderes. Esta vez es el turno de Susana Muñiz, médica, docente de biología y protagonista de la reforma de la salud. Militante del PCU, fue ministra de Salud Pública entre 2013 y 2015 y presidenta de ASSE hasta el 14 de febrero; actualmente trabaja en la red de atención del primer nivel del área metropolitana. Nos recibió en su casa para intercambiar sobre feminismos, política y los costos de formar parte.

En los últimos años Uruguay atravesó una reforma en la salud. ¿En qué etapa de la reforma estamos?

Faltan cosas por hacer. Se está discutiendo una segunda generación de reformas. Falta trabajar el cambio del modelo de atención y de gestión. Una autocrítica que hay que hacer a los gobiernos es que salió de la agenda de prioridades. La agenda política tiene que volver a tomar esto y priorizar determinados aspectos de esta reforma.

Parte de los cambios que han habido apuntan a fortalecer el primer nivel de atención. ¿Por qué?

Cambiar el modelo de atención es mucho más que eso, pero sin duda que es uno de los ejes. No sólo porque “más vale prevenir que curar”, sino porque es una atención mucho más holística. Implica ver a la persona con sus componentes biopsicosociales, y también en su relación familiar, laboral, etcétera. Es una atención integral a lo largo de toda la vida. Es mucho más eficiente.

¿Por qué choca con el poder médico?

Por la búsqueda de la hegemonía y el poder. Los que acumulan el poder médico suelen ser los varones intervencionistas del tercer nivel. La historia de la medicina suple al médico generalista por el médico especialista. Tiene determinados resultados, no sólo en lo económico sino en el poder. Para estos sectores cuanto más intervencionistas y de tercer nivel sean las cosas mejor, porque eso es lo que los beneficia.

¿Los médicos tienen que gestionar la salud? ¿Qué balance tiene que haber entre lo técnico y lo político?

Pueden ser los médicos, pero no sólo ellos. La gestión de la salud tiene que ser encarada por un equipo multidisciplinario. El político que no trabaja con lo técnico es un politiquero, da un discurso y no hace más nada. El técnico que no tiene una visión política es un tecnócrata, que tampoco lleva a ningún lado. Tiene que haber un balance. Todos los prestadores de salud (públicos y privados) deben tener una visión política.

¿Los prestadores del sector privado son actores políticos? ¿Por qué no asumen visibilidad pública?

Son actores políticos, y está bien que lo sean. Esa supuesta invisibilidad tiene que ver con los intereses comerciales. El problema es que algunos de ellos ejercen determinadas presiones y no se exponen públicamente. La invisibilidad es riesgosa. También hay otros que dicen lo que les parece en público.

¿Cuánto impactan los sectores conservadores y las religiones en la gestión de la salud?

En la historia de los hospitales públicos y de los prestadores privados esta relación estuvo siempre. Los prestadores de salud se van creando en las comunidades religiosas y también entre los masones. Algunas instituciones incluso conservan sus nombres religiosos. No me parece mal que muestren los principios que tienen, mientras se respeten las reglas de juego. Me preocupa cuando estas instituciones tratan de ejercer presión sobre las políticas de salud. Uruguay se distingue en América Latina por su fuerte impronta batllista, que separa el Estado de la religión. Creo también que hay algunos sectores que bajo la denominación de religiosos representan sectores de poder, que se persignan ante la plata y ante otros poderes. Todos sabemos que hay otras cosas en juego. Está bien dialogar con todos los sectores de la sociedad. Ahora, que los sectores religiosos tengan influencia sobre las políticas públicas no te la llevo.

¿Qué tan estrecho es el vínculo entre salud, industria farmacéutica y poder médico?

En Uruguay es bastante prolijo, no es de los casos en donde hay mayor presión. Hay que saber que hay determinados laboratorios que ejercen presiones sobre determinados profesionales. Te invitan a lugares, te pagan un congreso y vos tenés que promocionar tal o cual medicamento. Eso pasa. En nuestro país hay fiscalización. Existe una agencia nacional de medicamentos –integrada por el Ministerio de Salud Pública, el Fondo Nacional de Recursos, el Ministerio de Economía y Finanzas y la Udelar– porque el Estado es el que debe defender los derechos de todos y no correr al ritmo de los laboratorios.

¿Y los medicamentos de alto costo?

Es una de las decisiones más difíciles que tiene que tomar el MSP, por lejos. Entran varias cuestiones, desde qué hacemos con los medicamentos experimentales a hasta dónde es ético prolongar la vida, dar esperanzas. Muchas veces la industria farmacéutica juega con los sentimientos de las personas. Hay que tomar la mejor decisión para la vida del paciente. Pero no es sólo la vida del paciente. Hay que analizar muchas cosas: la calidad de vida, su estado clínico, el beneficio que puede otorgar, el costo. Hay casos de medicamentos de muy alto costo –que podrían invertirse para comprar muchas vacunas– que el MSP se ve obligado a comprar pero después el paciente ni siquiera puede tomarlo porque no lo resiste. Hay una industria que litiga cada vez más en la búsqueda de tal o cual medicamento, y en los costos que estos tienen.

En tu gestión se dio lugar a la atención de colectivos históricamente vulnerados, como las personas trans. ¿Por qué? ¿Tuvo costos políticos?

Es un principio de la reforma de salud: accesibilidad con equidad. La población trans no accedía. Accedían sólo, y a veces, a los sectores de emergencias. Su salud no era considerada. Hubo intentos de frenar esto. Los sectores conservadores son una casta con beneficios. Ampliar las prestaciones y tratar de llegar a todos no los beneficia.

¿Por qué ir contra las poblaciones más vulneradas?

Que otros tengan acceso a determinados derechos implica que pierdan sus privilegios. Son decisiones patriarcales. Van contra las mujeres más que nada. Son los mismos que han presentado varios recursos contra la interrupción voluntaria del embarazo. Hoy se presentan contra la hormonización de las personas trans, traen expertos internacionales para decir “esto no hay que hacerlo”. Son el mismo sector que cuida sus privilegios. Cuando se plantean los motivos religiosos tenemos que ver que las religiones no dicen esto sino justamente lo contrario.

Sos usuaria de ASSE. ¿Es una decisión política? ¿Te parece que aquellos que ocupan cargos deberían dar señales de apoyo al sistema público?

Es una decisión de vida. Soy usuaria de ASSE, del BROU y de Antel. Trato de ser coherente con lo que pienso. Alguien que fue ministro de Salud en el sector privado podría tener rápidamente determinados beneficios. No me interesa eso. Me pienso como ciudadana normal y creo que en ASSE tengo acceso a servicios que el sector privado no tiene en este momento, veo mi salud más protegida ahí. Creo que debería ser una decisión conjunta. Así como todas las cuentas oficiales deben ser del BROU, creo que sería coherente que todos los cargos políticos sean usuarios de ASSE.

¿Por qué te parece que una enorme porción de la clase media no considera como opción ser usuaria de ASSE?

La clase media es la mayoritaria en ASSE. Si bien la población más vulnerada y con medios socioeconómicos más deficitarios está en ASSE, son los que más se han ido. Muchos se fueron porque cargaron durante años con el estigma de tener “carné de pobre”. Cuando tuvieron la oportunidad de no ser estigmatizados salieron y pasaron a determinadas mutualistas. Mucha gente retorna. Son más varones que mujeres los que abandonan ASSE. Las mujeres, que suelen hacerse cargo de los cuidados, se mantienen con sus hijos en ASSE por los costos de acceso y por la distancia a los lugares de atención.

Te operaste en el Hospital de Ojos. No pediste turno especial, esperaste tu turno en la sala de espera. ¿Por qué?

Creía que tenía una presbicia. Cuando me hice los exámenes resultó que había empezado con una catarata. Antes se decía que lo mejor era que la catarata madure, ahora se dice que es al revés, que se opere lo antes posible. No tenía ninguna urgencia. Hice lo que tenía que hacer, como cualquier ciudadano.

En 2013 fuiste nombrada ministra de Salud Pública. ¿Qué hacías antes de ocupar cargos públicos?

Era médica y profesora de biología en secundaria. Era directora de los centros de segundo nivel de atención, que en aquel entonces eran 22 hospitales.

¿Cómo fue convivir con esa responsabilidad y esa visibilidad repentina?

El primer momento es de un impacto tremendo. Afectó más a mi familia que a mí. No me había preparado para eso, pero sabía que iba a tener que enfrentar de todo. Cosas buenas y cosas difíciles. Siempre tuve el apoyo de mi familia y mis amigos, incluso en los momentos en que se preocupan y angustian. Eso es muy importante. Cuando entré a ser ministra el recibimiento me hizo sentir muy cómoda. En ese momento solo estaba Liliam Kechichián –una genia–.

¿Te arrepentís de haber renunciado al anonimato?

Hay momentos en que quisiera ser una más en la calle. Aunque camino por la calle y no recibo groserías, al contrario, muchas muestras de afecto. Esas son las cosas que de verdad me importan, los reconocimientos de la gente. El odio uno lo ve en las redes sociales. Eso existe, y hay algunos políticos y comunicadores que juegan a eso. También están los trols, que no son personas reales. Me costó mucho entender eso, pero ahora entendí. Cuando uno hace lo que tiene que hacer despierta apoyo de ciertas personas y odio de los otros, de los que pierden sus privilegios.

¿Encontraste dificultades para desarrollar tu carrera por ser mujer?

Me crie en una casa de militantes. Mi padre nos decía a mi hermana y a mí: “Ustedes traten de estudiar, si tu hermano estudia o no es otra cosa. Si las mujeres no tienen determinada formación no tienen muchas posibilidades en la vida, los hombres tienen otras”. Las dos lo escuchamos, y somos profesionales. Muchas veces nos chocamos con muchos problemas. Cuando un varón ejerce su autoridad es destacado, cuando una mujer lo hace es una loca. Muchas veces habrán dicho “a esta loca no la escuchen”. Pero siempre dije lo que tenía que decir, nunca me callé nada.

La participación política de las mujeres está trancada en 20%. ¿Qué políticas se pueden implementar para cambiarlo?

Es una batalla en muchos espacios. Una sociedad más feminista y menos patriarcal favorece a las mujeres y a los varones. Las mujeres tenemos que ser protagonistas de nuestros cambios. Buscar los lugares, animarnos a decir lo que pensamos, convencernos de que nuestra participación va a tener resultados. Hay que perderle el miedo al qué dirán.

¿Cómo ves la participación política de las mujeres y de los jóvenes en el Frente Amplio (FA)?

Además del batllismo, que fue el primer impulsor, el FA es la única fuerza política que ha hecho avanzar los derechos de las mujeres. Todavía falta mucho. Tenemos que incorporar mujeres de forma masiva. Es un reclamo cada vez mayor. En Uruguay a los adultos mayores no se los toma demasiado en cuenta, sin embargo en la política existen los consejos de ancianos. Está muy bien que se los escuche y que participen, porque tienen mucho para aportar, pero no pueden ser sólo ellos. Hay que dar lugar a que los jóvenes puedan hacer política.

¿Cuál es la clave para luchar contra la desigualdad de género?

Muchas. En lo educativo, en las casas y en los ámbitos formales. En los espacios de trabajo, los salarios, los sindicatos. Los medios de comunicación son clave. Queda mucho por hacer. Hasta nosotras, las mujeres feministas, tenemos actitudes machistas, porque cargamos con una herencia cultural. Hay que prestarle mucha más atención a esto, desde los cuentos infantiles hasta la construcción de políticas públicas.

¿Sos feminista?

Soy feminista. Hay muchos feminismos. Podemos discrepar en las formas, lo importante es ser antipatriarcales, antirracistas y antihomofóbicas; todas luchando por la equidad de género.

Los ataques a las mujeres políticas apuntan a su imagen, a su familia. ¿A la mujer pública se la ataca de la misma forma que al varón?

Buscan lesionar la autoestima e intimidar a las mujeres para que no participen. A disgusto mío, buena parte lo logra. Ese intento de lastimar la autoestima y la familia tiene resultados nefastos. Por algo no hay una participación de mujeres más activa, y eso que Uruguay fue de los primeros países con voto femenino.

¿Se ensañaron contigo? ¿Cruzaron los límites?

Sí. Me han hecho responsable de cosas que incluso yo investigué. Me puse la camiseta de un SNIS para todas y todos. Trabajé en pos de la equidad, afronté poderes económicos, profesionales y corporaciones. Digo lo que siento y lo que creo. No me pasó sólo a mí, le ha pasado a otras mujeres políticas. Respecto del apoyo de los compañeros hubo de todo. Los que afrontan y acompañan, y los que son más distantes. Algunos compran el discurso patriarcal, que toma la agenda de la derecha en vez de construir una agenda propia.

Cerraste una etapa en ASSE. ¿Cómo te vas? ¿Era el momento de irte?

Me fui tranquila. Hice lo que tenía que hacer. Le guste a quien le guste, hoy ASSE lidera el SNIS y es el prestador más importante del país. Ha logrado bajar la mortalidad infantil y el embarazo adolescente. Eso no lo hicieron las mutualistas, lo hizo ASSE. Se ha logrado cambiar en parte el modelo de atención y descentralizar, pero aún falta mucho por hacer.

¿Dónde vas a estar ahora?

Vuelvo a mi cargo técnico médico. Como especialista en gestión, voy a trabajar en la red de atención del primer nivel del área metropolitana, que dirige todos los centros de salud, policlínicas y consultorios de Montevideo y el área metropolitana de Canelones y San José.

Para adelante: ¿visibilidad o intentar retomar el anonimato?

No tengo un rol político público ahora. Pero soy una militante y en estos años aprendí muchas cosas. Por lo tanto no me voy a callar. Y si puedo aportar, lo voy a hacer.

¿Habrá un cuarto gobierno del Frente Amplio? ¿Te lo imaginás más progresista o más conservador?

Me imagino un cuarto gobierno del FA. Tiene que ser necesariamente más progresista. Ya vimos que el camino conservador en toda América Latina ha llevado a hacer creer que “terminó la era progresista” y provocó una derechización. Es mentira que el FA va a ganar por ser una opción de centro que tiende a la derecha, al contrario. En toda elección hay nuevos votantes, muchos jóvenes van a participar en este contexto y se van a identificar con nuevas opciones, que deberían ser cada vez más progresistas.