Silvia Bonino tiene 54 años. Vivió toda su vida en Puntas de Manga. Es madre de dos hijos y desde los 15 es peluquera. Desde su lugar de trabajo se ha transformado en una referente para el barrio.
Silvia dice que en la peluquería no podés ser ajeno a las cosas que le pasan a la gente. “Hay estudios que dicen que cuando te enfrentás al espejo te proyectás, te abrís. Y yo creo que es algo mágico, porque te cuentan cosas que nunca te imaginás. Esto muchas veces va de la mano de las necesidades que tenemos como comunidad”.
Pasa nueve horas diarias en la peluquería, de martes a sábados. Lava, corta y, según cuenta, “teje y peina los sueños y proyectos del barrio”.
Con los años ha adquirido una forma de trabajar más ejecutiva. Se conecta con sus vecinos como puede: en la peluquería, va de casa en casa, por Facebook, Whatsapp.
“Hablando con las mamás me di cuenta de que 800 familias de las que vienen a esta escuela venían caminando por calles de pedregullo, o en carros, expuestos a todo —frío, calor, lluvia, viento—, por tres kilómetros”. Desde una zona rural, entre dos avenidas, sin conexión. “Al ser asentamientos en terrenos privados hay millones de problemas. Ya hace 30 años que la gente vive así”. Hace un año lograron que una nueva línea de ómnibus —L13— comunique estas zonas rurales con la escuela y el centro del barrio.
“Otro proyecto comunitario que tenemos es generar un espacio de cuidados para niños mientras las madres estudian y/o trabajan”. Casa Doña Nena es un centro de cuidados para niñas y niños. Lo fundó Silvia en la que era la casa de su madre. Allí tres mujeres jefas de hogar del barrio cuidan a 17 niños.
Es un tema que se conecta mucho con su propia historia. Silvia recuerda cuando, recién divorciada, no tuvo otra opción que inscribir a sus hijos en el único colegio de tiempo completo que podía pagar. Quedaba en Goes. Sus hijos, de seis y ocho años, volvían solos. Recuerda los nervios y la inseguridad que le generaba. Por eso creyó que tenía que hacer algo para cambiar la realidad de tantas madres.
Casa Doña Nena comenzó a funcionar en marzo de este año. “Ahora tenemos presupuesto para funcionar hasta diciembre. Abrimos de lunes a viernes de 12.00 a 16.00. Para las familias es un gran cambio”. El proyecto cuenta con el apoyo del Sistema de Cuidados y del PIT-CNT. No saben si el apoyo seguirá el próximo año.
Silvia también forma parte de la comisión de salud y medio ambiente del Centro Comunal Zonal 10. Con la comisión han logrado implementar la clasificación de residuos y la Intendencia de Montevideo puso contenedores diferenciados en el barrio.
El saneamiento es un debe. “El plan de saneamiento fue una gran lucha, pero llega hasta Piedras Blancas. A Puntas de Manga no llega. Acá no hay ni habrá saneamiento. Tenemos un gran problema de salud, los niños se enferman más”.
Al quedar afuera del plan de saneamiento, buscaron alternativas para paliar el problema. La escuela 319 de Casavalle impulsó la investigación y el desarrollo de Microorganismos Eficientes Nativos (MEN). Se trata de un grupo de cinco microorganismos que al crecer se benefician entre ellos y al medio. Se utilizan para purificar el agua en cámaras sépticas, cañerías y para el riego; fueron desarrollados en un proyecto de esta escuela, que ahora se convirtió en cooperativa.
Silvia apoya esta iniciativa para reducir el impacto ambiental en su zona. “Acá en el barrio aporté para que se mueva el tema de los MEN. Vendo el producto en la peluquería, muchos vecinos lo usan. Vimos en este proyecto una oportunidad. Para las maestras y los niños de Casavalle, que necesitan validar su producto, y para nosotros,que necesitamos limpiar los pozos negros”.
La contaminación genera muchos riesgos y daños. “Hay un estudio del Ministerio de Salud Pública que muestra una alta tasa de parásitos intestinales en los niños, con todo lo que genera eso, desde problemas de crecimiento hasta intelectuales”.
Actualmente, están visitando a 14 familias de San Vicente (uno de los asentamientos del barrio). Se harán muestras de las aguas residuales de los pozos negros tratados con el MEN para comprobar su efecto.
Además de estos proyectos, Silvia se siente identificada con los problemas que genera el consumo de sustancias en el barrio. “Al ser una peluquería barrial, atendés a todos: al que vende, al que consume, a las familias de ambos. Tratás de tener cintura para llegar a todos. Dar un mensaje de esperanza, de que podemos hacer algo”.
El Programa de Proximidad Aleros (de la Junta Nacional de Drogas) funciona atrás de la peluquería. “Ofrecimos que se junten acá porque veo que hay gente que no se anima a ir a la policlínica por ese estigma que genera”.
Para Silvia, se trata de asumir el problema y hacerse cargo desde la empatía. “La idea es quebrar esa lanza, es sensibilizar al otro. Algo tenemos que hacer entre todos, porque yo no me resigno a que un chiquilín que nació acá en el barrio entre nosotros esté en esa situación y que nadie haga nada. Tenemos que interpelarnos a nosotros mismos como sociedad y ver qué podemos hacer entre todos”.