Cuando la activista feminista estadounidense Carol Hanisch escribió en 1970 que “lo personal es político”, se refería a que hay cuestiones vinculadas a las mujeres que no deben tener “soluciones personales” sino “colectivas”. Dijo, literalmente, “acciones colectivas”. Uno de los ejemplos que dio en aquel histórico ensayo fue el de la legalización del aborto, un reclamo que las mujeres argentinas renovaron este año y colocaron en el centro de la agenda social y política del país.
Pasaron casi cuatro meses desde que el proyecto para despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo en Argentina inició el proceso parlamentario en la Cámara de Diputados. En el medio, hubo exposiciones, vigilias, campañas en redes sociales, múltiples declaraciones de varones y mujeres referentes y masivas manifestaciones en las calles. Hoy, a partir de las 10.00, el Senado definirá el futuro de la ley. El momento es inédito y tiene lugar 13 años y siete intentos después de que la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito presentó la iniciativa por primera vez.
El recorrido que condujo a la situación actual empezó a caminarse hace muchos años. De hecho, la propuesta legislativa más antigua para legalizar el aborto data de 1937, aunque el reclamo tomó fuerza hace 33 años, cuando se llevó a cabo el primer Encuentro Nacional de Mujeres en Argentina.
El movimiento feminista sigue sosteniendo el pedido con la misma convicción. La diferencia es que las herramientas para articular las acciones colectivas de las que hablaba Hanisch se multiplicaron. La consecuencia más visible es que las mujeres empezaron a adueñarse de las calles. Tanto es así que, para las integrantes de la Campaña Nacional, el proyecto sobre el aborto legal se debate hoy en el Congreso gracias a la fuerza que ganó el movimiento de mujeres organizado y movilizado en el espacio público. Especialmente, después de lo que desató en 2015 la convocatoria del #NiUnaMenos contra los feminicidios y la violencia de género.
La politóloga argentina Florencia Freijo encuentra las raíces de este fenómeno en la lucha de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, que hace “muchísimos años entendieron que en las calles es donde se conquistan los derechos”. En diálogo con la diaria, Freijo recalcó que las feministas, “en todos lados del mundo”, salieron a la conquista de las calles “porque es la manera de salir de lo privado, de la clandestinidad, hacia lo público”. Y, en definitiva, “de estar en el ámbito de las decisiones”.
Muchos elementos confluyeron para que el proyecto sobre el aborto esté tan cerca de ser ley. Ya en enero se respiraba un aire diferente en el país vecino. Un grupo variado de activistas, comunicadoras, politólogas y artistas feministas fueron invitadas a programas de televisión para hablar –en horario central– sobre violencia de género, desigualdad y la urgencia de que el aborto sea legal. Incluso distintas actrices conocidas se sumaron a la discusión y contaron sus propias experiencias, lo que ayudó a darle visibilidad al tema. El debate estaba en los medios y, en forma de hashtags, invadió también las redes sociales. Llegó así a las casas, a los lugares de trabajo y a los centros educativos como una ola verde que todavía estaba lejos de alcanzar su cresta.
En medio de esta agitada marea, la Campaña Nacional presentó en marzo una nueva iniciativa de ley. Contaba con el apoyo de diversas organizaciones sociales y, por primera vez, estaba encabezada por diputadas. La primera conquista llegó cuando el texto logró alcanzar el estado parlamentario.
En los meses siguientes, profesionales de la medicina, abogados, periodistas, artistas y representantes de la sociedad civil expusieron en el Congreso a favor y en contra de la despenalización del aborto. Las palabras de quienes apoyan la legalización empezaron a hacer ruido y las redes se llenaron de historias sobre mujeres que murieron por abortos clandestinos o quedaron marcadas por experiencias traumáticas asociadas a la interrupción voluntaria del embarazo en la ilegalidad.
Finalmente, el 14 de junio, después de una sesión intensa y maratónica, el proyecto recibió la media sanción de la Cámara de Diputados. La decisión histórica fue celebrada por el millón de mujeres que mantuvieron una multitudinaria vigilia en las afueras del Congreso durante esa gélida madrugada, entre pañuelos verdes y frazadas. El primer paso del trámite parlamentario había sido ratificado.
Sin embargo, lograr la media sanción del Senado iba a ser más complicado y se sabía desde el principio. La maquinaria verde multiplicó entonces los esfuerzos. La Campaña Nacional organizó “pañuelazos” en todos los puntos del país, así como charlas informativas, talleres y actividades artísticas. Organizaciones sociales y gremios estudiantiles también hicieron sus propias manifestaciones. En Buenos Aires, los “martes verdes” para seguir las exposiciones desde la Plaza del Congreso renovaron semana a semana el grito colectivo: “Que sea ley”.
Pedir por aborto legal, seguro y gratuito no es un capricho. A las mujeres las interpela la realidad: en Argentina se practican aproximadamente 354.627 abortos al año, según las cifras estimativas difundidas por el Ministerio de Salud. Son 41 abortos por hora.
A redoblar
La apuesta de la campaña y del movimiento feminista para conseguir los votos de los senadores sigue siendo la calle. Por eso, la convocatoria para manifestarse hoy en el Congreso va acompañada de la consigna “Si el 13 y 14 de junio fuimos un millón, ahora seamos dos millones”.
Todo indica que ese objetivo podría cumplirse. La semana pasada, una de las integrantes de la Campaña Nacional, María Alicia Gutiérrez, dijo al diario Página 12 que en todas las provincias del país “hay mujeres organizándose” para llegar hoy a la sede legislativa. Además, se espera que la marea verde crezca con mujeres y organizaciones que están viajando desde Brasil, Chile, México, Perú y Uruguay para dar su apoyo.
El emblemático pañuelo verde también flameará hoy en las embajadas argentinas de esos países, así como en Colombia, Costa Rica y Paraguay. En Uruguay, la convocatoria es a las 18.00.
Lejos de América Latina, el “pañuelazo” llegará a las sedes diplomáticas argentinas de Alemania, Australia, Austria, Canadá, España, Estados Unidos, Francia, Irlanda, Italia, Japón, Países Bajos, Reino Unido y Suecia, según informó Página 12. La consigna es la misma en todos lados: “Juntas para que sea ley”.
Lo que está en juego
Múltiples escenarios pueden configurarse hoy en la sesión del Senado. La semana pasada, las comisiones que trataron el proyecto –Salud, Justicia y Asuntos Constitucionales– se reunieron para firmar el dictamen del proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo. El único dictamen que se presentó es el que consensuaron los senadores que están a favor de la ley. Como todo indicaba que el proyecto original que obtuvo la media sanción en Diputados no conseguiría los votos afirmativos suficientes, se agregaron algunas modificaciones. Entre otros cambios, se propuso acortar el plazo para la realización de abortos de la semana 14 a la 12, incorporar la objeción de conciencia institucional –para los centros de salud privados– y destinar una partida presupuestaria específica para las provincias.
Ese dictamen con modificaciones fue firmado por 26 senadores y quedó a un voto de obtener mayoría para ser el texto a tratar en el Senado. Por eso, lo primero que se va a analizar hoy es si ese dictamen es válido. Si los senadores así lo consideran, ese será el proyecto que se vote en la sesión y tiene altas probabilidades de ser aprobado, aunque antes tiene que volver a ser votado en Diputados, en una sesión que se espera que sea a fin de mes. En este escenario, el aborto podría hacerse legal.
Si los legisladores consideran que el dictamen es inválido, el proyecto que se tratará hoy es el que obtuvo la media sanción de la cámara baja. En este caso, la situación se prevé desfavorable para la campaña verde.
Según el conteo previo que manejaban los medios argentinos al cierre de esta edición, de los 72 senadores que integran la cámara alta, 37 votarán en contra del proyecto y 31 a favor. En tanto, dos legisladores permanecían indecisos –el santafesino Omar Perotti y el tucumano José Alperovich, ambos del Partido Justicialista–, y se contaban una abstención y una ausencia.
La abstención es de la senadora del Movimiento Popular Neuquino, Lucila Crexell, quien en julio explicó que está “en contra del aborto”, pero es consciente de que las mujeres acuden a realizarse abortos clandestinos, por lo que considera que la mejor iniciativa hubiera sido llamar a una consulta popular sobre el tema.
La ausente será María Eugenia Catalfamo, del Frente Unidad Justicialista San Luis. En una columna publicada el lunes en el periódico digital Infobae, la legisladora se posicionó a favor del aborto legal y explicó que no podrá asistir a la sesión porque está a pocos días de dar a luz a su primera hija.
Un análisis realizado por el diario La Nación revela que la mayoría de los senadores que votarán en contra del proyecto de ley son hombres. Son 23, el grueso tiene más de 50 años y pertenece al oficialismo.
Por otro lado, si se observa cómo votará cada provincia, se ve que el rechazo a la despenalización del aborto tiene más adhesión en el norte del país.
¿Qué pasa si el aborto no se convierte en ley?
Será la próxima vez, dice Freijo, contundente. Probablemente no el año que viene, porque “no conviene presentarlo en época de elecciones legislativas”, sino cuando haya una “rotación” en las cámaras. El objetivo será fijado entonces para 2020.
Si el proyecto no es aprobado, el trago será amargo. “Pasamos cosas muy duras y tuvimos que escuchar gente decir cosas muy perversas sobre nuestros cuerpos, que están expuestos”, reconoce la politóloga argentina. “Pero sobre todo”, insiste, “ahora sabemos que la mitad del país está gobernado por la ignorancia, por los movimientos pentecostales, por los movimientos evangelistas, y la verdad es que eso es desesperanzador”.
No obstante, lo que generó la movilización de las mujeres en torno a este debate no tiene marcha atrás. “Se rompió el tabú, el miedo de decir ‘yo aborté’”, evalúa Freijo, y agrega: “Las mujeres saben que no están solas, que pueden encontrar compañeras en quienes confiar, y eso me parece que es fundamental a la hora de que pensemos qué hemos ganado con toda esta batalla. El silencio que nos envolvía se rompió”.
El movimiento feminista avanza también en la discusión sobre la separación de la iglesia del Estado, un tema que probablemente tomará la agenda luego de la discusión sobre el aborto legal.
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