El Archivo de la Memoria Trans es una colección de fotografías, recortes de diarios y videos que buscan mantener la memoria del colectivo. El material empezó a ser recolectado por la militante trans argentina Pía Baudracco, pero cuando falleció, en 2012, pasó a manos de María Belén Correa, que dio el puntapié inicial para conformar una colección que se transformaría de hecho en un verdadero archivo de la memoria. Hoy el archivo tiene más de 7.000 piezas y sigue creciendo. Tanto Baudracco como Correa fueron miembros fundadoras de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina.

La semana pasada, cuatro de las responsables del archivo visitaron Montevideo para participar en Jornadas: 12 - Fotografía latinoamericana. Confluencias y derivaciones 1978-2018. Las fotógrafas Cecilia Saurí y Cecilia Estalles y las encargadas de la preservación digital de las imágenes, Carolina Figueredo y Magalí Muñiz, presentaron el Archivo de la Memoria Trans en nuestro país.

En la ponencia que compartieron en el marco de las jornadas, comentaron que “a través de un enfoque de género, desde una perspectiva feminista, este proyecto permite expandir la exploración de las imágenes y ampliar el intercambio para poder confrontar enteramente desde el presente”. Resaltaron que “son las sobrevivientes las protagonistas e intérpretes de sus propios relatos”; “son ellas, en primera persona, las encargadas de recopilar las fotografías que ellas mismas realizaron. De este modo reconstruyen obstinadamente los mecanismos que elevarán en la memoria colectiva de la comunidad trans-travesti”.

Este material también es la voz de las que no están. Al respecto, sugieren que “el archivo se proyecta como un dispositivo vivo y en constante movimiento, que no es un mero rejunte de documentación inerte sino que le otorga entidad al eco de las voces de aquellas que ya no están”. A su vez, “la apuesta es rescatar aquello que todavía se mantiene activo, porque lejos de ser algo estático o hermético, el archivo se concibe como potencia en mutación y busca vencer el olvido, recuperando desde el pasado la huella de una memoria cultural acallada”.

En conversación con la diaria, una de las primeras salvedades que Saurí marcó fue que no pertenecen a ninguna organización o institución y “menos aun a un partido político”. Consideran que hay determinadas organizaciones que usan a la diversidad como “objeto de rapiña y propaganda”, y que hay que estar muy atentas para no facilitarles nada, porque saben que desde esos lugares no puede salir nada positivo, según dicen.

A Saurí le llamó particularmente la atención la cantidad de cartelería que hay en Montevideo por el Mes de la Diversidad. Dijo que no cree que sea una propuesta que surja desde la comunidad trans. “Es muy loco pensar que hay un Mes de la Diversidad”; a su criterio, esto puede llegar a ser totalmente contraproducente. “A veces son sólo bajadas políticas que no aportan nada”, opinó. Según la fotógrafa, desde su experiencia en el contexto argentino las instituciones tratan de “cumplir y hacer un tic en su agenda”, como para “poder decir que ahora son diversos”. Considera que “todo lo que venga del Estado son migajas, porque los lugares que hay que conquistar están por fuera de esas políticas”. Sin embargo, dice que entiende que, “en términos de conquista, hay leyes que son buenas”, aunque cree que “no hay que esperar nada de las estructuras”.

Por su parte, Estalles sostuvo que para ella las conquistas sociales se gestan en la comunidad, después “que el resto de la sociedad esté un poco más abierta o no es una cuestión circunstancial”. Explicó que el Archivo de la Memoria Trans se dio a conocer rápidamente porque “estamos en un momento social para que eso suceda”. Relató que el trabajo del equipo salió a la luz luego de la sanción de la ley de identidad de género, en mayo de 2012. “Fue un contexto político y social diferente, abierto a recibir estas cosas. Esto no hubiera sido posible en los años 90, porque en esa época las chicas trans estaban luchando por sobrevivir”.

Estalles destacó que hace unos años había mucha información sobre travestis en los medios hegemónicos, pero lo que hacía era demonizar a las chicas trans. “El relato cambia cuando cambia la sociedad”, aunque aseguró que en Argentina no están viviendo un momento “precisamente hermoso”. “Estos cambios llevan muchos años y se llevan la vida de muchas compañeras”, sostuvo.

La potencia de las imágenes

Saurí acotó que su aporte como fotógrafa tiene que ver también con la “potencia de las imágenes”. “En un primer momento nos llegaron mucho esas fotos que fueron sacadas por ellas mismas”, comentó.

Muñiz contó que “la mayoría de las fotos son puertas adentro, porque en aquel entonces no teníamos libertad”. A pesar de que hay fotografías de la década del 40, la mayoría son de los 60, 80 y 90.

Sobre la realidad argentina, aseguró que en los años 70 se aplicaron dos edictos policiales que funcionaron como un “sistema penal paralelo con procedimientos anticonstitucionales”. Los cargos que se les aplicaban eran por ejercer la prostitución y por no llevar vestimenta adecuada a su sexo. Estas órdenes, dependiendo de si eran aplicadas en la capital o en el interior, implicaban entre 30 y 120 días de arresto en calabozos. Por este y otros motivos, explicó que las imágenes al aire libre son de personas que se fueron del país o de la provincia a la que pertenecían.

Muñiz también dijo que el trabajo en el archivo les permitió encontrar a personas que no sabían dónde estaban. “Fuimos encontrando compañeras que no sabíamos que estaban vivas; también tuvimos malas noticias, es parte de la vida”, aseguró.

El vínculo de Figueredo con la fotografía surgió antes de que existiera el archivo, pero era algo “más espontáneo” para ella. “En ocasiones muy especiales, como en cumpleaños o en fiestas con amigas, nos tomábamos fotos. En general eran en lugares cerrados, porque era imposible tomarse fotos en lugares públicos, por la represión policial que nos perseguía. Con el trabajo en el archivo esas fotografías tomaron otro valor, ahora son un documento de nuestro pasado oculto y silenciado”.

Sobre el cambio en la sociedad, dijo que si bien no pasan las cosas que pasaban antes, de todas maneras se sigue notando la discriminación. “Ahora es como que la sociedad se está abriendo. En lo personal, me pasa que conseguí un trabajo en una casa de familia; eso antes era algo totalmente impensado o imposible”.

En su disertación, Figueredo fue contundente: “Nos faltó amor, cariño y respeto. Nos mataron con cada burla, insulto y golpe. La mayoría no alcanzó los 40 años de vida, fue un perfecto genocidio social”.

Las leyes importan

Un factor que todas destacaron fue la aprobación de la ley de identidad de género, aunque aseguraron que algunos puntos no se cumplen, por eso están impulsando otra ley que apunta a abordar la cuestión laboral y otras demandas.

La ley de identidad de género prevé el cambio de sexo registral. El texto expresa que “toda persona que solicite la rectificación registral del sexo [...] deberá acreditar la edad mínima de 18 años”, y “en ningún caso será requisito acreditar intervención quirúrgica por reasignación genital total o parcial, ni acreditar terapias hormonales u otro tratamiento psicológico o médico”. Que te llamen por tu nombre puede cambiar muchas cosas: “Desde la implementación de la ley hay nuevas generaciones que lograron llegar a ser maestras, abogadas, policías”, sostuvo Figueredo.

No obstante, lo laboral es un debe para las personas trans. Aseguró que si bien desde 2015 está vigente el cupo laboral trans, sólo “está siendo aplicado en algunas provincias y municipios”. Por eso, diversos colectivos impulsan la ley Diana Sacayán de cupo laboral travesti trans. Esta propuesta quiere hacer extensible los cupos para todo el país, “para no tener que estar peleando provincia por provincia”.

Diana Sacayán fue una de las principales defensoras de los derechos del colectivo trans en Argentina. Fue asesinada el 11 de octubre de 2015. En 2018, el fallo de su caso fue histórico. Fue la primera vez que la Justicia tipificó un travesticidio, al considerar que el asesinato de una persona trans es un crimen de odio a la identidad de género. Sacayán fue una de las principales defensoras de la ley de identidad de género; su asesino, Gabriel Marino, fue condenado a cadena perpetua.

El proyecto de ley que la recuerda establece que al menos 1% de los puestos de trabajo del sector público deben estar ocupados por “personas travestis, transexuales y transgénero que reúnan las condiciones de idoneidad para el cargo”.

Al ser consultadas sobre la identidad travesti, la opinión de las activistas fue dispar. Saurí sostuvo que es “una identidad política” usada por algunos grupos como una forma de reivindicación, ya que antes era usada como un insulto. Por su parte, Figueredo y Muñiz coincidieron en que la denominación “travesti” no es la que las identifica. “En lo personal yo no estoy en contra de las personas que se consideran travestis, pero para mí es un insulto, yo me considero una mujer trans; la palabra ‘travesti’ la siento como un insulto, siempre me humillaron llamándome ‘travesti’ o ‘trava’”, dijo Figueredo. Muñiz sostuvo que tampoco le gusta la palabra “travesti”, porque “detrás de ella venía ‘trava’, ‘trabuco’, todos insultos. Me defino como mujer trans, es como me siento”.