Alifya entró a un edificio abandonado en un barrio superpoblado de su Bombay natal, subió unas largas escaleras y llegó a un cuarto oscuro y sucio. La familia prometió que allí le extraerían “un gusano” que se le había metido en el cuerpo. A los pocos minutos, ya acostada en el suelo, le cortaron el clítoris y el prepucio sin ningún tipo de anestesia. Entre el polvo y la mugre. Con instrumentos improvisados. Alifya recuerda que gritó y lloró del dolor. Tenía siete años.

El testimonio de Alifya, difundido el sábado por el Fondo de Población de la Organización de las Naciones Unidas, representa la realidad que enfrentan a diario millones de niñas, adolescentes y mujeres que son sometidas a la mutilación genital. Esta práctica, que constituye una forma de violencia de género y una violación de los derechos humanos, se realiza de forma rutinaria en 29 países de África, Asia y Medio Oriente. Sin embargo, también es común en algunas comunidades indígenas de América Latina y persiste en las poblaciones emigrantes que viven en el oeste de Europa, América del Norte, Australia y Nueva Zelanda.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la mutilación genital femenina como todo procedimiento que consista en la extracción parcial o total de los genitales femeninos y otras lesiones de estos órganos por motivos “no médicos”. Las razones suelen ser culturales o religiosas. En muchas comunidades se cree que la mutilación genital fomenta la fertilidad. En otras es un requisito para el matrimonio y una garantía de fidelidad. Algunas culturas la consideran un rito de iniciación para las niñas hacia la edad adulta. A veces incluso se establece como condición para acceder a una herencia familiar.

En cualquiera de los casos, la mutilación genital es un medio de control de la sexualidad femenina que busca eliminar el placer sexual de las mujeres. Erradicar el goce. Reducir la sexualidad exclusivamente a la función de procrear. Por lo general, se lleva a cabo en algún momento entre la infancia y los 15 años. La práctica está tan arraigada en estas culturas que las mujeres que se niegan a ser mutiladas corren el riesgo de ser juzgadas, discriminadas y aisladas de la comunidad.

La mutilación genital femenina puede causar dolores agudos, hemorragias graves, infecciones y problemas urinarios. A largo plazo, también puede provocar otros problemas de salud, como quistes, infecciones recurrentes, mayor riesgo de transmisión del VIH e infertilidad. Además, aumenta las posibilidades de tener complicaciones en el parto, incluido el riesgo de muerte de los recién nacidos.

A esto se suma el daño psicológico, que puede prolongarse mucho después de que las heridas hayan sanado. Las niñas, adolescentes y mujeres que fueron sometidas a la mutilación genital pueden padecer ansiedad, depresión, pérdida de memoria, trastornos del sueño y trastorno por estrés postraumático. Algunas se ven obligadas a abandonar los estudios o el trabajo, una decisión que afecta su autonomía económica, entre otras esferas de su trayectoria vital. “Tardé dos o tres semanas en sanar. Pero todavía lo recuerdo como si acabara de ocurrir. Es muy doloroso”, contó Alifya, que hoy es una mujer adulta y vive en Nueva York. Fue la última mujer de la familia en ser mutilada: al negarse a someter a sus hijas a la misma experiencia, cortó una tradición que se mantenía de generación en generación.

Un fenómeno extendido

La mutilación genital femenina es reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos de niñas, adolescentes y mujeres. Y ya ha afectado a una parte importante de la población femenina mundial. La OMS calcula que, en todo el mundo, 200 millones de mujeres de todas las edades han sido mutiladas.

La región con mayor prevalencia de esta práctica es la franja de África subsahariana, donde más de 85% de las mujeres que hoy tienen entre 15 y 45 años sufrieron este tipo de abuso. Los países con más casos registrados de mutilación genital femenina son Sierra Leona (90% de las niñas y mujeres de entre 15 y 45 años), Yibuti (93%), Guinea (97%) y Somalia (98%).

Si la tendencia mundial continúa, la OMS estima que para 2030 aproximadamente 68 millones de niñas sufrirán algún tipo de mutilación genital. Por eso, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) incluyó la erradicación de la mutilación genital femenina como uno de los principales objetivos de desarrollo sostenible antes de 2030.

El secretario general de la ONU, António Guterres, instó esta semana a los países a que adopten “más medidas concertadas e integrales” para poner fin a esta práctica y “asegurar el pleno respeto de los derechos humanos de todas las mujeres y niñas”. En un comunicado divulgado en el marco del Día Internacional de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina, que se celebra hoy, Guterres aseguró que este fenómeno “refleja una desigualdad entre los sexos muy arraigada y constituye una forma extrema de discriminación contra mujeres y niñas”. Agregó, además, que la mutilación genital “viola sus derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, el derecho a no ser sometidas a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes y el derecho a la vida en los casos en que el procedimiento acaba produciendo la muerte”.

En julio del año pasado, el secretario general de la ONU redactó el informe Intensificación de los esfuerzos mundiales para la eliminación de la mutilación genital femenina, en el que especifica que los esfuerzos para acabar con esta práctica deben dirigirse a los grupos de mujeres y niñas que corren mayor riesgo. Menciona en particular a las que sufren formas múltiples de discriminación, como las mujeres refugiadas y migrantes, o las que viven aisladas en comunidades rurales. A la vez, Guterres pide que los países hagan frente a esta práctica y respeten los derechos humanos “independientemente de las circunstancias individuales, las normas culturales y sociales imperantes, o el país de origen o destino”.

Actualmente, el mayor programa mundial para acelerar la eliminación de la mutilación genital femenina y paliar sus consecuencias es el que dirigen en conjunto el Fondo de Población de la ONU y UNICEF, que se centra en 17 países de África.

Además de la ONU, otras organizaciones internacionales, como la Unión Africana, la Unión Europea y la Organización de Cooperación Islámica, han pedido la eliminación de la mutilación genital femenina.

Contra la tradición, activismo y legislación

En diciembre de 2018 una niña de diez años murió desangrada después de ser sometida a una mutilación genital durante un ritual de entrada a una sociedad secreta de mujeres en Sierra Leona. El caso disparó los llamados de organizaciones locales e internacionales a favor de la penalización de la práctica en uno de los pocos países en donde todavía era legal.

La presión tuvo efecto y, a fines de enero, el gobierno de Sierra Leona finalmente prohibió “con efecto inmediato” la mutilación genital femenina como parte de una serie de medidas contra las ceremonias de iniciación por parte de sociedades secretas.

La activista y ex ministra de Bienestar Social, Género y Asuntos de la Infancia del país africano,Rugiatu Turay destacó que la decisión del gobierno es “un paso en la buena dirección”, aunque resaltó que era tan sólo el “primero”. “Queremos asegurarnos de que el gobierno sabe que los cuerpos de las mujeres no son campos de batalla. Queremos saber qué harán para proteger a las mujeres y cómo se asegurarán de que la prohibición será aplicada”, advirtió Turay, quien actualmente dirige Amazonian Initiative Movement, una organización civil que lucha contra la mutilación genital femenina en Sierra Leona. “No queremos erradicar los rituales de iniciación, que forman parte de nuestra cultura, pero queremos asegurarnos de que la mutilación genital sea eliminada de estas ceremonias”, explicó.

Sin Sierra Leona en la lista, son cinco los países que aún no han criminalizado la mutilación genital femenina. Se trata de Chad, Liberia, Malí, Somalia y Sudán, países africanos en los que residen 16 millones de niñas y en donde la práctica es endémica. De todas formas, la realidad muestra que la legislación no sirve de nada si los gobiernos no aplican las leyes que prohíben la práctica. De hecho, la mayoría de los países en los que la mutilación genital es rutinaria ya la han prohibido.

Según datos del Fondo de Población de la ONU, más de 31 millones de personas en 21.700 comunidades de 15 países se han comprometido públicamente a abandonar la práctica. No se sabe cuándo ni cómo.

No sólo en África

Si bien el mayor número de casos de mutilación genital femenina se concentra en países africanos, también es común en comunidades de Asia (como en Indonesia) o Medio Oriente (Kurdistán iraquí y Yemen). Se han registrado casos en otros continentes. En América Latina, por ejemplo, la comunidad emberá de Colombia lleva siglos practicando la mutilación genital femenina. Si bien no hay datos que documenten sistemáticamente la frecuencia real de la práctica, el Fondo de Población de la ONU estima que hasta dos de cada tres niñas son mutiladas en las comunidades que la practican.

La mutilación genital femenina también persiste en las poblaciones emigrantes que viven en el oeste de Europa, América del Norte, Australia y Nueva Zelanda. Sin ir más lejos, la semana pasada un tribunal de Reino Unido declaró culpable a una mujer por someter a una mutilación genital a su hija de tres años en Londres.

Las lesiones de la niña salieron a la luz en diciembre, cuando sus padres la trasladaron a un hospital por un sangrado abundante, según informó la cadena BBC. Los médicos hallaron varios cortes en los genitales de la niña y entendieron que las heridas no eran producto de una “caída accidental”, como argumentaba la pareja. Unos días después, la niña contó que mientras la madre y el padre la “abrazaban” una señora a la que le decían “bruja” lastimó sus genitales. El tribunal a cargo del caso especificó que la madre era proveniente de Uganda y el padre –que fue absuelto– de Ghana.

El alcalde de la capital británica, Sadiq Khan, dijo el viernes en un mensaje en las redes sociales que la sentencia contra la mujer supone “un claro mensaje a los que practican este acto bárbaro” y afirmó que “todas las mujeres y niñas deben estar a salvo y sentirse a salvo cuando están en Londres”. Khan también se comprometió a “continuar con la lucha para poner fin a la mutilación genital femenina” en Reino Unido, donde la práctica es ilegal desde 1985.

En todo el mundo

El Día Internacional de Tolerancia Cero a la Mutilación Genital Femenina se conmemora todos los 6 de febrero. Ese día, en 2003, la entonces primera dama de Nigeria y portavoz de la Campaña contra la Mutilación Genital Femenina, Stella Obasanjo, hizo una declaración oficial sobre esta práctica y sus consecuencias en África durante una conferencia organizada por el Comité Interafricano en Prácticas Tradicionales que afectan a la Salud de Mujeres e Infancia. Uno de los puntos de esa declaración registraba ese día como el de “Tolerancia Cero a la Mutilación Genital Femenina” en el continente africano. Unos años después, la subcomisión de Derechos Humanos de la ONU lo adoptó como fecha internacional para denunciar la mutilación genital femenina, intensificar las campañas de concientización y exhortar a los gobiernos a adoptar medidas concretas contra la práctica.