Ivanna Rodríguez y Mariana Botti son amigas desde chicas. Se criaron en Salto y sus vidas giraron por muchos lados, a veces más cerca del candombe y a veces más lejos. Sin embargo, hasta que fundaron La Tambora junto con otras amigas no habían encontrado un lugar en el que sentirse completamente cómodas.
La Tambora tiene dos patas fundamentales: el candombe y el feminismo. En esa comparsa/colectivo ellas y todas las mujeres que la integran encontraron un lugar de expresión, de cuidado, de crecimiento y de deconstrucción. Entre los compases de sus tambores resuenan las palabras “sororidad”, “empatía”, “solidaridad”, “diversidad” y “amor”. El 7 de febrero La Tambora cumplió un año, y recuerdan que todo surgió con una pregunta: “¿Y si hacemos una comparsa?”.
¿Cómo surgió la idea de empezar a juntarse para hacer candombe entre mujeres?
Ivanna Rodríguez (IR): En 2018, en enero, nos encontramos con que nuestras vidas habían tenido muchos cambios rotundos. A nuestra amiga Melina Godoy, que recién había vuelto a Salto después de recibirse, le pasaba lo mismo. Estábamos las tres con cosas nuevas y aprendiendo de todo un poco. Teníamos en común que nos gustaba mucho el candombe. En ese momento fui a acompañar a Mariana a un ensayo de una comparsa, porque la habían invitado a bailar. Cuando llegamos al ensayo no conocía a casi nadie pero ella sí, y no nos recibieron muy bien; fue incómodo y nos sentimos mal. Cuando terminó el ensayo Mariana me dijo que no quería salir con ellos y yo le dije: “¿Viste? Eso es lo que me pasó toda la vida; siempre me gustó el candombe pero nunca encontré un lugar donde me sintiera bien acá en Salto”. Le conté que lo mismo le pasaba a Melina. Me acuerdo de que estábamos sentadas en la puerta de la casa de ella y dijimos: “¿Y si hacemos una comparsa?”. Chocamos los cinco y prometimos hacerlo. Decidimos hacer un comparsa en la que nos sintiéramos cómodas, en la que pudiéramos expresarnos como quisiéramos y, sobre todo, en la que pudiéramos reivindicar que la mujer no debe ser vista como un objeto. Queríamos tener un lugar donde llegaras y te recibieran con un abrazo, con una sonrisa. Que no pase lo que nos pasó a nosotras cuando llegamos a la otra comparsa.
Mariana Botti (MB): Salía desde 2003 en comparsas. En Salto el candombe es bastante nuevo; los primeros tambores surgieron alrededor de 1999. Eran los mismos murguistas que se bajaban del tablado y volvían a subir con los tambores. Con los años se armaron tres o cuatro comparsas; yo era parte de una. Después, por razones personales me alejé. Los dos últimos años fui directora de la comparsa y sentía el peso de una estructura que no quería que estuviera ahí. Cuando volví no quería estar en esa comparsa –la que había sido parte de mi vida durante muchos años– y tampoco me sentía cómoda siendo parte de ninguna otra. Por eso decidimos hacer una comparsa nueva y que fuera de mujeres. La armamos con amigas nuestras del candombe, de toda la vida, que se animaron a venir. El día que nos juntamos a hablar para crear La Tambora nos pusimos un montón de objetivos. Uno de ellos fue que fuera una comparsa de mujeres, pero no queríamos que se quedara sólo en eso; también queríamos que fuera un espacio de formación en el que se hablara de la historia del candombe, los personajes, el baile. Y Meli, la otra compañera, trajo toda la impronta del feminismo. Para mí, con 32 años, todo esto fue algo muy nuevo; lo más difícil, al principio, fue ensamblar el candombe con el feminismo.
IR: “¿Qué somos?”, nos preguntábamos. “¿Colectivo o comparsa?”.
MB: Nos costó mucho asumirnos feministas. Estaba todo muy latente, la gente no entendía mucho el concepto, había muchas dudas sobre qué era el feminismo.
Corte de candombe de La Tambora
“Mirá cómo se planta La Tambora / Resistencia de mujeres, que luchan por lo que quieren / Chico, repique y piano rompiendo las cadenas del patriarcado / Chico, repique y piano rompiendo las cadenas del patriarcado”
IR: Armamos un grupo de Whatsapp con mujeres afines al candombe y nos reunimos el 22 de febrero. Ahí ya estaban casi todas las que hoy conformamos el núcleo firme de La Tambora. Decidimos presentarnos por primera vez en el 8M, en el marco del Paro Internacional de Mujeres. Lo que nos pasaba es que queríamos tocar y bailar pero no sabíamos; ahí empezamos el proceso de formación, de conseguir tambores. Al principio no entendíamos nada, pero las gurisas siempre nos impulsaban. Nos preparamos sólo con diez días de antelación y salimos.
Las mujeres carnavaleras, unidas bajo la consigna “Sin nosotras no hay carnaval”, reclaman, entre muchas cosas, que la formación en esas expresiones ha sido siempre relegada a los hombres y que las mujeres no pueden acceder al conocimiento de, por ejemplo, cómo tocar un tambor. ¿Ustedes sintieron esto a la hora de formar la comparsa?
IR: Sí. Nosotras al principio nos formábamos entre nosotras, pero cuando decidimos salir en carnaval vimos que necesitábamos ayuda. Ahí el compañero de una colega de la comparsa empezó a ayudarnos.
MB: Les dio tremenda mano a las gurisas; las compañeras que eran las jefas de cuerda reconocían que nunca habían estado en ese rol, sólo habían sido tocadoras en otras comparsas. Ellas sintieron que debían formarse más. Él incluso se fue de otra comparsa porque le tomaban el pelo por estar con nosotras. Se la jugó por lo que piensa y nos decía que cambiáramos la cabeza, que nosotras sí podíamos.
IR: Nosotras estamos todas en deconstrucción. Eso es lo que tiene La Tambora: somos todas distintas, venimos de distintas áreas, y entonces cada una puede ayudar a la otra desde su lugar y puede informar. Tenemos un taller de estética y globalidad hecho por compañeras que estudiaron maquillaje, que tienen sus marcas de ropa o que participaron en murgas. Tratamos de dar talleres sobre distintas áreas o pasar materiales. Hacemos asambleas bastante seguido.
¿Cómo se relaciona La Tambora con el feminismo local?
MB: El año pasado fue emocionalmente fuerte por todos los feminicidios que hubo; eso fue algo que nos unió mucho. Al principio, en Salto a las alertas feministas iban Melina y dos o tres más, pero de a poquito se fueron juntando más mujeres. Hay otros colectivos, como Waslala y Resistencia Feminista, que estuvieron siempre a las órdenes y se han juntado mucho con nosotras. La Tambora hoy es parte de esa red, y eso era lo más difícil. Lo del candombe era más fácil. En la comparsa hay mujeres desde los cinco hasta los 50 años, y todas terminamos encontrándonos en ese lugar porque algo nos estaba pasando en la vida que nos convocaba a estar ahí, para sentirnos más protegidas o más empoderadas para enfrentarnos a algo.
IR: Hicimos varias intervenciones sociales. Participamos en las alertas, estuvimos en la marcha de Ni Una Menos. También fuimos al Centro Femenino del INAU [Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay] y a centros juveniles de zonas carenciadas de la ciudad de Salto.
¿Cómo recibió el mundo del candombe salteño la entrada de La Tambora?
MB: En Salto, el año anterior a que saliéramos, en 2017, habían salido cuatro comparsas y el año pasado se sumaron cuatro más. Nosotras nos enteramos por casualidad de que un día se iban a juntar los representantes de las comparsas con la comisión honoraria de carnaval en la Intendencia, y junto con Eugenia Soto, otra compañera, fuimos. Cuando llegamos se sorprendieron de que hubiéramos ido, pero ellos ya sabían que nosotras íbamos a salir y cuando se organizaron convocaron a todas las comparsas menos a nosotras.
IR: El rumor en Salto ya estaba. La gente decía que era una comparsa de lesbianas y de mujeres que odiaban a los hombres.
MB: Cuando llegamos, lo primero que hicieron fue presentar un reglamento que nosotras no habíamos leído. Ya nos habíamos reunido en asamblea y habíamos resuelto llevar la moción de que en nuestra comparsa no queríamos salir con vedette, porque queríamos reivindicar el candombe desde una perspectiva de género y visibilizar cómo la mujer ha sido codificada en la comparsa de carnaval. Sabíamos que queríamos hacer algo diferente y por eso presentamos esa moción fundamentada.
Con los colores de las causas
En el desfile de La Tambora, tanto en los tambores como en los trajes se podían ver pañuelos amarillos a favor de la Ley Trans, verdes por la legalización del aborto en Argentina y violetas que simbolizan el feminismo. También las acompañaba una pancarta con la inscripción “Ni una menos”.
¿El reglamento dice que tiene que existir la figura de la vedette?
MB: El reglamento está mal. Cuando vimos que nos iban a rechazar la moción explicamos eso. Pide como mínimo necesario para el concurso llevar una vedette, pero a la hora de desglosar los puntos eso no tenía puntaje. Cuando se votó la moción éramos siete a uno; no salió. Cuando preguntamos las razones, no tenían argumentos para explicarnos por qué no podíamos salir sin vedette. ¿Y entonces qué hicieron? Le pusieron puntos a la vedette.
IR: Incluso dijimos “que nos descuenten esos puntos”, pero nos respondieron que si no teníamos vedette nos descalificaban.
MB: Nos enojamos mucho, porque en las reuniones siempre nos pasaba que éramos una contra siete. Todas las veces. Incluso habiendo otra comparsa que lleva el nombre de una mujer y cuya directora es una mujer. Fue un lugar donde sufrimos distintos tipos de violencia, pero al mismo tiempo nos hizo sentir empoderadas, porque sabíamos que teníamos a todas las gurisas respaldando.
IR: También es feo lo que transmitieron a sus comparsas: les decían a sus vedettes que nosotras no queríamos que ellas salieran o que tuvieran ese lugar.
MB: Uno incluso llegó a entender que nosotras decíamos que la vedette era una prostituta cuando tratamos de explicarle la cosificación.
¿Qué planes tiene La Tambora para el futuro, después de la gran repercusión que tuvo en el desfile de Salto?
IR: Todo, queremos el mundo [risas]. En realidad, queremos lograr el primer encuentro de mujeres candomberas del Uruguay para aprovechar que ya tenemos una red tejida. En Mercedes, Florida, Durazno y Montevideo hay bailarinas y tocadoras que se comunicaron para empezar a juntarse. También queremos seguir formándonos y prepararnos para el 8M. Queremos hacer más cuestiones relacionadas con lo social.