La edición 2019 de la Semana de Arte Trans culminó con un simposio internacional en la Facultad de Información y Comunicación el viernes 5. Entre artistas, activistas y políticas, se destacó la participación de Erica Malunguinho, la primera diputada trans electa en el estado de San Pablo, Brasil. Malunguinho integra el Partido Socialismo y Libertad y llevó adelante su campaña bajo la consigna “Por una justa y necesaria alternancia en el poder”. La política y militante conversó con la diaria en su visita a Montevideo.

¿Cómo te sentís al visitar Uruguay en ocasión de la Semana de Arte Trans?

Lo siento como un encuentro entre hermanas y hermanos. Vemos a Uruguay con muy buenos ojos, sobre todo por la historia reciente y todo lo que resonó en Brasil el gobierno de [José] Mujica. Siento que nos entendemos en cuanto a la unidad latinoamericana; veo cómo nuestras luchas y pautas de construcción por la permanencia, por la supervivencia y por el bienestar están muy próximas.

¿Cómo se relaciona la lucha que se está dando en Brasil con la que tiene lugar acá con respecto al arte como herramienta política?

Tenemos mucho en común en cuanto a la territorialidad latinoamericana. Siento que nuestras banderas y nuestras guerras van por el mismo camino. Las luchas por la emancipación, por la libertad y por la deconstrucción de las desigualdades son muy próximas. Principalmente es así para nosotros, que tenemos una memoria ancestral tan presente en toda Latinoamérica, en la elaboración de la historicidad de pueblos ancestrales indígenas que estaban aquí, en entender la invasión europea, en comprender el proceso de esclavización y secuestro de los pueblos africanos; todo eso hace parte de nuestra historia. No sólo somos parte, sino que estamos elaborando esa historia constantemente. Y nuestra producción artística no está disociada de entender la historia, y, consecuentemente, no está disociada de comprenderla y pensarla en términos políticos. Porque aprendemos el arte como medio de comunicación y de expresión de esos pueblos, de los pueblos indígenas y africanos, entonces ese lugar de construcción del arte asociado con la política y la lucha tiene que ver con esos elementos. Yo creo que eso ocurre de forma muy singular en América Latina. Ese conflicto, esa negociación identitaria desde el punto de vista étnico, nos lleva constantemente a entender qué somos nosotros en el juego de las negociaciones, de las construcciones étnicas, y cómo eso nos posicionó de formas económicas y culturales diferentes. Esa es una unidad dentro de la elaboración del pensamiento sobre la desigualdad en América Latina. También tenemos como punto crucial de negociación el lado norte del mundo; eso nos une.

¿Cómo recibiste en Brasil la noticia de que en Uruguay se había aprobado la Ley Integral para Personas Trans?

La estaba esperando. En Brasil vemos a Uruguay como un país de prácticas legislativas progresistas, que lo vuelven un escenario y una atmósfera de vanguardia. Entonces se ve con muy buenos ojos, entendiendo, viendo qué va pasando. Es importante mencionar también la regulación del mercado de cannabis. Son temas muy difíciles para gran parte del mundo, y Uruguay se colocó como vanguardia en entender que la sociabilización y el bienestar de las personas no tienen ver con las formas de violencia y de exclusión, sino con la necesidad de emancipación, con la necesidad de garantizar derechos y con la necesidad de entender que las personas tienen el poder de elegir.

Este año, en particular en la Semana de Arte Trans, pero en general en todas las luchas relacionadas con el derecho a ser, se empezó a levantar la consigna del arte como resistencia. ¿Cómo vivís la resistencia siendo diputada en un país cuyo líder dice abiertamente que está en contra de las políticas que ayudan a incrementar el acceso a los derechos para estas poblaciones?

No debemos romantizar la resistencia. La resistencia es un proceso muy violento y duro, que nosotros, infelizmente, tenemos que evocar todos los días. Pero no la romanticemos. Nosotros resistimos porque no queremos y no vamos a renunciar a nuestras humanidades. Yo creo que la resistencia es necesaria pero no debería ser el camino. Pensando en eso, creo que no hay otra posibilidad para la construcción de una sociabilidad natural y orgánica si no pasa por la lucha y, consecuentemente, por la resistencia. No hay posibilidad de vida si no resistimos. Es el orden natural si se parte de un sistema que es violento y opresor en diversos niveles. Si el arte no estuviera vinculado con nuestra vida, no tendría sentido. Y la vida de las personas tiene que ver con la lucha por la emancipación, por la multiplicación, por la prosperidad y por imaginar. La lucha es para construir y reconstruir los imaginarios que están visibles.

¿Sos optimista en cuanto al futuro? ¿Creés que estas luchas se van a materializar?

Si no fuera optimista no estaría aquí. Creo mucho en las personas; de la misma manera que hablé de la resistencia, creo en el afecto, en el bienestar colectivo: estoy movilizada por eso. Y mientras eso no esté asegurado para las personas, voy a luchar. No sé si la palabra es “optimismo”, no sé si pasa por ahí, pero mi vida en este mundo tiene que ver con que mientras esté acá moveré todas mis energías y fuerzas posibles para que la vida esté asegurada. Mi proyecto de vida es el de la humanización.

Más allá de la tarea concreta de tu trabajo como diputada, ¿cuál es la diferencia entre dar la lucha desde los movimientos sociales y desde la política institucional?

La diferencia es que una está constantemente dialogando, negociando y pautando en el lugar donde se toman las decisiones. Creo que esa es precisamente la diferencia. Lo que me hace estar allí es la sistematización de las luchas de los movimientos sociales, las luchas individuales y colectivas sistematizadas dentro de la institucionalidad. Estar adentro es ocupar ese espacio para pautar y dialogar con otros, que son responsables por las decisiones que van a incidir en la vida de las personas, y de los colectivos y movimientos sociales. Estamos en un lugar estratégico. Así como son fundamentales los movimientos, tanto independientes como colectivos o de organizaciones sociales, es fundamental ser parte del proyecto político.

¿Cuál es la importancia de conectarse políticamente en términos regionales?

Primero, el Mercosur no se reduce al mercado. Creo que lo importante es la unión y la inclusión de toda Latinoamérica. Esta es una lucha transcontinental, transatlántica. Lo que nosotros entendemos, como resultado de la vida en sociedad, en realidad tiene que ver con procesos e interferencias entre territorios que no necesariamente partieron de esta región. Todos estamos comprometidos con el orden del mundo. Entonces, cuanto más conectados estemos en términos latinoamericanos o con América del Norte, Europa, África, Asia, y comprometidos con el rompimiento de las violencias que se viven en todas partes, es mejor. Esto no tiene que ver sólo con quien está en condición de precariedad o de opresión. La lucha antirracista debe ser practicada por quien no es negro. La lucha en contra de la LGBTfobia debe ser movida por quien no es LGBT. La lucha antimachista también tiene que llevarla adelante quien no es mujer. El rompimiento del orden –que en realidad es un desorden– es un compromiso de todos. El rompimiento del orden establecido que va precarizando los cuerpos. La gente sabe bien que esas son determinaciones que no existen sólo acá, que vienen de un organismo muy superior que llamamos “sistema”, que incluye el capitalismo y el patriarcado. Y sabemos que no es practicado sólo acá, sino que es de escala global. Entonces las conexiones tienen que ser en ese sentido.

Transfobia en el Parlamento brasileño

El 3 de abril, durante una sesión parlamentaria, Douglas García, diputado paulista del Partido Social Liberal –el del actual presidente Jair Bolsonaro– dijo que si “un hombre que se siente mujer” entrara a un baño donde estuviera su madre o su hermana, él lo “sacaría a los tortazos” y luego llamaría a la Policía. Esta declaración fue en respuesta a la intervención de Erica Malunguinho criticando un proyecto de ley de un partido ligado a la Iglesia Universal del Reino de Dios, que pretende prohibir la participación de transexuales en competencias deportivas. Al día siguiente, García comunicó públicamente que era homosexual, tras decir que había sufrido amenazas por sus declaraciones, pero dijo que esto “no disminuye en nada las banderas” que defiende en la Asamblea Legislativa “en contra de la ideología de género”.