El Segundo Encuentro Internacional de Trabajadoras de las Culturas y las Artes tuvo lugar durante tres días en Montevideo. El viernes 24 de mayo se llevó a cabo la ceremonia inaugural, que incluyó un espectáculo performático en la explanada del teatro Solís, Hay una conspiración en la Tierra, una creación colectiva de artistas chilenas, argentinas y uruguayas inspirada en Angela Davis. El sábado 25 y el domingo 26 se llevaron adelante mesas de debate y charlas; se trabajó en dos talleres, “Cuerpos deseantes, cuerpos políticos” y “Comunicación y género”. También hubo una feria en la que expusieron varias artistas mientras los colectivos presentaban sus proyectos. El sábado de noche tuvo lugar la fiesta “Hay que incendiarlo todo”, en la que se presentaron Magda Meneses, del colectivo Artivista de Colombia, la argentina Julia Ponce y la uruguaya Eli Almic.

El Solís recibió a 400 mujeres y a artistas de Argentina, Bolivia, Costa Rica, Perú, El Salvador, Brasil, Ecuador, Colombia, Chile, Perú, México, Uruguay y País Vasco. “Se abordaron temas comunes a las diferentes disciplinas de las artes, así como problemáticas culturales y sociales que nos atraviesan a todas por igual”, dijo Anna Pignataro, comunicadora y docente que integra el equipo de gestión del Instituto Nacional de Artes Escénicas y participó en la organización. Comentó que la Red de Gestoras Culturales surgió en Chile y que luego de trabajar varios años en ese país armaron el primer encuentro internacional.

Problemas comunes, soluciones colectivas

Algunas de las temáticas que se instalaron en el debate fueron la precariedad laboral, la remuneración, el acoso sexual y laboral, la sustentabilidad de los proyectos y espacios culturales colectivos, los problemas sociales que afectan el desarrollo de la cultura y de las mujeres en ese ámbito, entre otros. El encuentro fue una apuesta por reducir las desigualdades y en la apertura se planteó: “La forma de movernos y de ser juntas es colaborativa. Las mujeres estamos viviendo un momento muy especial: es el momento de actuar cada vez más, porque juntas somos poderosas”.

En el debate sobre la situación laboral y artística de las mujeres trabajadoras de las culturas y las artes en Latinoamérica se consideró importante “situarse en los contextos sociopolíticos de cada región para comprender la situación de cada compañera en la coyuntura actual, en la que se constata un avance conservador”. Se evaluó necesario fortalecer las redes locales y regionales en aquellos lugares donde son incipientes, para después conformar redes más amplias. También se planteó la idea de socializar proyectos y fondos, y de crear nuevas economías colectivas desde los feminismos.

Colectivizar los medios de producción y fomentar la distribución cultural, promover una economía social y solidaria, y fortalecer el capital simbólico frente al avance de los gobiernos reaccionarios fueron algunas de las propuestas surgidas del debate en torno a “Modelos de organizaciones, asociativismo, cooperativismo y sindicalismo en Latinoamérica”. También se consideró relevante la formación sobre las herramientas ya institucionalizadas, así como tejer y fortalecer lazos entre y dentro de cada uno de los países, y pensar políticas públicas realizables y sostenibles en el tiempo, más allá de los gobiernos. Una de las organizaciones participantes, el Centro Social y Cultural Olga Vázquez, de La Plata, Argentina, planteó en un panel: “La defensa de los espacios culturales no se da solamente en el marco de la sustentabilidad, puesto que a veces también deben enfrentarse al aparato represor, a la realidad social de zonas con un gran nivel de exclusión y sin leyes que les proporcionen amparo, ya que si bien en determinado momento apostamos al Estado para que se aprueben leyes que nos amparen, hoy ante la avanzada del gobierno de derecha esas leyes no existen”.

Una de las instancias claves consistió en delimitar los principales desafíos de las gestoras y las activistas culturales hacia el año 2030, así como formular propuestas de acciones de incidencia. Se valoró como “baja” la incidencia de las mujeres en las políticas públicas. Consensuaron que es un deber llegar a los ámbitos políticos entendiéndolos como “espacios de decisión y de transformación”, con el objetivo de “habitar lugares que siempre fueron de varones, porque hasta que no lo hagamos van a seguir siéndolo”. Se calificó de necesario ocupar lugares de decisión y ejecución de la política, y desde allí a su vez priorizar las políticas para la igualdad de género y dirigidas a las mujeres.

También se mencionó el desafío de consolidar las redes de gestoras en los diferentes países, además de la inclusión de las identidades disidentes. Se acordó que los proyectos de ley que resultaron exitosos en algunos lugares puedan compartirse con los demás países asociados a la red. “Eso beneficiaría a todas. Vamos a empezar a trabajar fuertemente con la institucionalidad uruguaya”, dijo una de las moderadoras del debate. Se planteó que las producciones de las mujeres artistas trabajen para generar tensión y no comodidad.

Mujeres y experiencias de trabajo en América Latina

En la exposición de proyectos culturales se hicieron presentes mujeres de todas las nacionalidades y disciplinas. Se presentaron dos proyectos del interior de Uruguay: “Mantas traperas, tradición textil en manos de mujeres”, presentado por la gestora cultural y tapicista sanducera Virginia D’Alto; y Danzante, un colectivo de danza de San Carlos, departamentos de Maldonado.

En Chile hay una gran red de cirqueras organizadas y de colectivos circenses. Existe el Sindicato de Circo. Según contó Ángela Jaramillo, del colectivo Circo Matta, de Santiago de Chile, esa disciplina artística cumplió 200 años en su país: “El circo trajo las novedades, trajo la electricidad a nuestro país. También fue muy importante en la dictadura, porque la gente aprovechaba el circo para conversar. Sin embargo, recién en 2006 fue reconocido como un arte escénico, y hace dos años se declaró el Día Nacional del Circo”. Varias mujeres cirqueras participaron en el encuentro, provenientes de Chile y Argentina.

Marylin Pispireta es mapuche y está involucrada en los procesos de resistencia de la Patagonia. Radicada en el sur de Chile, en la localidad de Villarrica, compone música tradicional latinoamericana y música para obras de teatro. “Hace cerca de cuatro años que trabajo en la gestión de proyectos de mujeres en diferentes territorios. Me interesan los proyectos más alejados del centralismo de las ciudades más grandes, porque allí pasa todo, y en los pueblos más chicos hay mujeres y comunidades a las que les cuesta más llevar adelante sus proyectos y autogestionarlos”, contó.

Desde Argentina arribaron mayormente mujeres y disidencias del conurbano bonaerense. Desde la ciudad de La Plata llegaron varias organizaciones, entre ellas Mula Cultura, una organización de gestión, producción y formación cultural que funciona como usina de arte y acompaña el desarrollo de proyectos artísticos. Sus integrantes vinieron presentaron “Aura: festival de artes escénicas”. De esas latitudes también llegaron las chicas del Centro Cultural y Social Olga Vázquez, donde funcionan cuatro cooperativas y un espacio cultural popular. También se hizo presente Cine a la Vista, el festival nacional de cine para adolescentes que se lleva a cabo en la ciudad de San Martín de los Andes, a donde llegan más de 100 adolescentes de todo el país a ser jurado de diferentes películas. Una gestora santafesina expuso sobre la plataforma Lavardén, un sitio de encuentros y sucesos culturales: “Hay miles de metros culturales de gente creando. Es un edificio de nueve pisos que ocupa una manzana donde se desarrollan todas las expresiones artísticas y culturales. Allí se promueven muchas artistas mujeres”. Desde Buenos Aires llegó Casa Brandon, un espacio que conformaron tres mujeres lesbianas hace 19 años. Ellas no se sentían representadas por las fiestas gay de ese entonces. Consideraban que tenían la impronta de “hombres homosexuales cis” y por eso crearon sus propias fiestas. Luego el proyecto se expandió y hoy funcionan la editorial Brandon, la biblioteca Brandon, el sello Brandon Records, Casas Brandon y las fiestas Brandon.

Desde Medellín, Colombia, arribaron las mujeres que integran la Unión de Ciudadanas de Colombia, una organización con más de 60 años de trayectoria. Presentaron su revista Vanguardia Femenina y el colectivo Artivista, un espacio de fortalecimiento de las mujeres trabajadoras de las artes y las culturas. Como mujeres, buscan disputar el poder simbólico.

Flores Nazate, integrante de Mujeres de Cuero y Metal, vino desde Ecuador. Su organización se propone recuperar la memoria de las mujeres en el rock en el sur de Quito. Según cuenta, vinieron al encuentro “porque creemos que es importante tener la posibilidad de compartir y aportar a los procesos latinoamericanos que se están dando”. Participó en la caravana que organizó Cultura Viva Comunitaria en Argentina y luego decidieron hacer una inversión y venir a Uruguay para participar en el encuentro. “Creemos que es necesario hablar en Latinoamérica sobre la cuestión laboral, sobre cómo estamos las mujeres ahora en el continente, haciendo algunos esfuerzos para que los procesos de derechos culturales se hagan carne en políticas públicas tangibles”, dijo.

Isabella Rosado llegó desde Río de Janeiro, Brasil. Hizo referencia a Mina, la empresa de arte y comunicación que tiene junto con su hija. Estuvo involucrada un tiempo en Casa Daro, una de las instituciones que alberga la mayor colección de arte contemporáneo de Brasil. Actualmente brinda apoyo a artistas mujeres negras. Dijo que Brasil, y en particular Río de Janeiro, viven un momento muy duro de tensión política y violencia. Habló también de Maria da Conceição Evaristo de Brito, considerada una de las escritoras más importantes de Brasil, que fue la primera mujer negra en ganar el premio nacional Jabuti, en 2015, y la primera en ser invitada al Festival Literario de Paraty, en 2017.

Belén Charpentier, del Espacio de Fala: Prácticas Artísticas y Contemporáneas, contó sobre la convocatoria abierta a postulaciones para la residencia de investigación de arte contemporáneo en San Pablo, Brasil. La convocatoria reúne a trabajadores, investigadores e historiadores del arte y la cultura en sesiones de debate diarias, imparte seminarios y lleva a cabo reuniones con especialistas. Contó sobre el grupo de trabajo en arte contemporáneo Curatoría Forense - Latinoamérica y la editorial Curatoría Forense, que funciona como un sistema colaborativo de preventa que edita libros relacionados con modelos de trabajo de gestión autónoma e institucional de arte contemporáneo en Latinoamérica. Charpentier contó también sobre la plataforma Vadb, que archiva, relaciona y difunde información sobre personas, obras y eventos en Latinoamérica, y que conecta a cientos de artistas del continente.