Lucía Cholakian Herrera

Tres años y medio de causa, 414 días de juicio, dos años y medio de prisión preventiva, cuatro defensores, siete querellantes, 83 testigos, un imputado. Un imputado que fue alguna vez un ídolo de la música. Cristian Aldana corría de punta a punta en los escenarios y rugía en micrófonos del país y sel mundo. 22 años de pena por el delito de corrupción de menores.

Desde el día en el que las denunciantes de Cristian Aldana dejaron de ser la una para la otra el recuerdo de adolescentes y pasaron a ser adultas, tomadas de la mano, rompiendo el silencio sobre el pasado y juntas, la historia de muchas mujeres y adolescentes en Argentina se transformó. Conllevó una consigna concreta: no callarse más. “Los Aldana son lo normal, el cáncer somos nosotras”, decía Ariell Carolina Luján en la segunda audiencia del juicio, una mañana fría de mayo de 2018. Su voz, a lo largo del proceso, se volvió más grave. Más dura.

Los videos, las fotos, los fotologs y chats muestran una misma postal: un varón adulto de más de 30 años invitando a niñas y adolescentes a encontrarse, a hablar, a contarle de sus vidas. Aldana las llamaba por teléfono, las invitaba a su estudio discográfico, las llevaba a fiestas, a su casa, a pasear en auto, a los recitales, a los camarines, e incluso a algunas las visitaba en sus casas. En todas esas situaciones había abuso. Abuso de poder, psicológico, sexual, económico, simbólico; abuso machista. Un adulto de más de 30 años y muchas niñas de entre 13 y 17.

A lo largo de los 414 días, las pruebas se acumularon y los testimonios se entrelazaron. Algunas escenas eran al principio imposibles de oír y, con el transcurrir de las audiencias, ya no fruncían tantos ceños entre las y los presentes. Todos los testimonios fueron coherentes entre sí.

Sobre las últimas semanas comenzaron los alegatos. La defensoría pidió 40 años por dos de las denunciantes, la abogada Gabriela Cónder pidió 20 por una de ellas y el fiscal Guillermo La Fuente, acompañado por la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), pidió 35 por seis de los casos y la absolución por uno de ellos. Los delitos son los de abuso sexual con acceso carnal en concurso ideal con corrupción de menores. Durante todo el proceso y en su declaratoria, Aldana los negó rotundamente.

Para Aldana, lo que hubo entre él y las personas que lo acusan fue amor profundo. Se dijo y contradijo muchas veces: negó conocer a algunas de ellas y luego relató situaciones en las que ellas estaban. Alegó despecho, complot político, persecución por su trabajo en la cultura, e intentó instalar la idea de que todo esto fue orquestado por un grupo de mujeres “feministas, abortistas, piqueteras”, liderado por Ariell Carolina Lujan y lo que él llama “agrupación UFEM”.

Desde las 10.00 se juntaron en la puerta del Tribunal N° 25 las denunciantes con sus abogadas y abogados, amigas, integrantes del colectivo Músicas Unidas y denunciantes de otras causas por violencias. La audiencia comenzó pasado el mediodía.

Al entrar a la sala, Aldana sostuvo para los medios un cartel: “Sin defensa no hay juicio”. Es que, a pesar de tener a dos defensores oficiales a su lado, el condenado sostuvo a lo largo de todo el proceso que estaba en condiciones de indefensión.

Los jueces le ofrecieron decir las últimas palabras. Él reafirmó su inocencia. “Yo no soy ni un violador, ni un abusador, ni un violento. Quiero que quede bien claro”, dijo. Durante su breve intervención mencionó a Rodolfo Patiño, su ex defensor, y calificó de injusto su apartamiento en diciembre del año pasado. Patiño había sido en ese entonces separado de la causa por haberse ausentado en dos audiencias consecutivas.

Además de haber recusado a los defensores que se le asignaron posteriormente, Aldana denunció penalmente en los últimos meses a los jueces del tribunal y a su defensora actual, Cecilia Durand. Sobre el final de su exposición, leyó un fragmento de la Biblia: “Injusticias de esta vida: en los tribunales reinan la maldad y la injusticia, siendo que allá deberían reinar la honestidad y la justicia”. Agradeció a los jueces que atendieron la lectura. “Con todo amor les digo: muchas gracias por haber estado durante todo este tiempo que ha transcurrido este juicio, sé que ha sido largo”. Después pidió retirarse de la sala y no estar presente para el veredicto.

A las 16.30, finalmente, se leyó el veredicto.

A la salida del Tribunal las denunciantes se reunieron con compañeras, amigas, militantes y músicas para celebrar el fin de una etapa que empezó hace más de tres años y que marcó el fin de una era: la de los silencios y complicidades en torno a abusos históricos en el ámbito del rock. A partir de hoy, la música no será la misma.

Este artículo fue publicado previamente en Cosecha Roja