El último ciclo electoral uruguayo demostró que todavía queda mucho por avanzar en términos de representación y participación de las mujeres en la política. Hubo algunas novedades: tres de los partidos políticos en carrera propusieron fórmulas presidenciales mixtas y, por primera vez, el Frente Amplio (FA) aplicó la paridad y la alternancia en sus listas. Es, además, la primera vez en la historia que Uruguay elige a una mujer vicepresidenta.

Por lo demás, la situación no ha cambiado mucho y el mapa muestra que las mujeres políticas se siguen enfrentando a distintos techos de cristal que hacen que el país se mantenga como uno de los más rezagados de la región en esta materia. Las elecciones de octubre de 2019 dejaron conformado un Parlamento con 26,6% de representación femenina en el Senado y 19% en la Cámara de Representantes. A nivel del Poder Ejecutivo, el gabinete quedó integrado por sólo dos ministras, de un total de 13: Azucena Arbeleche en Economía y Finanzas, e Irene Moreira en Vivienda y Ordenamiento Territorial.

Por otra parte, sólo dos mujeres fueron elegidas en las elecciones departamentales del pasado 27 de setiembre para liderar intendencias: Carolina Cosse en Montevideo y Ana Bentaberri en San José. Las dos se suman a la magra lista de intendentas que ha tenido Uruguay, que completan Patricia Ayala, Ana Olivera y Adriana Peña.

¿Cómo interpretar esta escasa representación de las mujeres en la política en Uruguay y el rezago respecto del resto de América Latina y el Caribe? ¿A qué se puede atribuir? ¿Cómo trabajar, con la mirada puesta en el futuro, para construir espacios más paritarios? Algunas de estas preguntas dispararon la semana pasada el conversatorio “Participación de las mujeres en la política uruguaya de aquí a 25 años”, coorganizado por la Organización de las Naciones Unidas, ONU Mujeres y la diaria, en el marco de del Día del Futuro 2020 y del 75º aniversario de la ONU.

Participaron del intercambio mujeres políticas de diferentes partidos, con diversas trayectorias y que hoy ocupan cargos en distintos niveles de la administración pública: la directora del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), Mónica Bottero (Partido Independiente); la senadora Carmen Sanguinetti (Partido Colorado); y la intendenta electa de Montevideo, Carolina Cosse (FA). Representantes del Partido Nacional y de Cabildo Abierto también fueron invitadas pero no pudieron asistir por cuestiones de agenda.

Antes de empezar el conversatorio, la representante de ONU Mujeres en Uruguay, Magdalena Furtado, compartió un panorama de la situación en América Latina y el Caribe. Dividió el análisis en dos grandes momentos: la década de los 90, en la que se empezaron a implementar las cuotas en algunos países; y a partir del año 2000, cuando empezaron a avanzar hacia la paridad. En esta última etapa “se abre un nuevo paradigma democrático donde se empiezan a integrar normativas a las legislaciones que hablan de la alternancia, la secuencialidad y la paridad en las listas electorales”, explicó Furtado, lo cual tiene que ver también “con nuevas demandas de la agenda de derechos de las mujeres”. 

Hoy en día, 18 de los 33 países de América Latina y el Caribe cuentan con una normativa sobre cuotas. Diez de ellos mantienen vigentes leyes de cuota ‒Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guyana, Haití, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay‒, mientras ocho se animaron a dar un paso más e incluyeron la paridad en sus legislaturas ‒Argentina, Bolivia, Costa Rica, Ecuador, México, Nicaragua, Honduras y Panamá‒. 

Como resultado, de 1990 a 2019 hubo un aumento de la cantidad de mujeres en cargos de representación política. Así, el promedio de parlamentarias en la región subió de 10% a 28%, el de mujeres en los gabinetes ministeriales pasó de 9% a 30% y, en las alcaldías o cargos ejecutivos locales aumentó de 5% a 13%. “Podemos decir que sí hubo un avance en estos últimos 30 años”, resumió la representante de ONU Mujeres, “pero luego encontramos sistemáticamente un techo de cristal promedio en la región de 30%”.

En este escenario, Uruguay “quedó rezagado con respecto tanto a su propia historia como al resto de la región”, aseguró Furtado. Algunas de las explicaciones, dijo, pueden tener que ver con que Uruguay inició tarde la incorporación de medidas afirmativas, hay “poco recambio político” y las estructuras de los partidos siguen siendo “muy tradicionales”.

Una carrera de obstáculos

Con base en sus propias experiencias y con la mirada puesta en el futuro, Bottero, Sanguinetti y Cosse compartieron sus visiones sobre por qué la participación de las mujeres en la política es tan escasa en Uruguay.

“Tenemos que apoyar las cuotas porque no nos animamos a contradecir la corriente internacional a favor de las cuotas, pero después nos servimos de todos los instrumentos que nos da la ingeniería electoral para evadir ese compromiso”. (Mónica Bottero)

La directora del Inmujeres lo atribuyó a dos factores: la cultura y la “ingeniería electoral”. El factor cultural se da porque, a su entender, “las ciudadanas y los ciudadanos no consideramos importante votar a mujeres”. “Nos pueden votar porque mostramos simpatía, porque somos candidatas del partido con el que se sienten identificados o por propuestas que hacemos sobre otros temas”, dijo Bottero, “pero no porque haya una convicción de la ciudadanía”. Y aseguró que si bien el movimiento de mujeres ha marcado “hitos históricos” en los últimos años, esos avances sociales no se reflejaron en las elecciones. “Creo que los partidos hicieron el esfuerzo más por ser políticamente correctos que por otra cosa”, consideró.

En cuanto a la “ingeniería electoral”, explicó: “Esto es que, por un lado, tenemos que apoyar las cuotas porque no nos animamos a contradecir la corriente internacional a favor de las cuotas, pero después nos servimos de todos los instrumentos que nos da la ingeniería electoral para evadir ese compromiso”. Como, por ejemplo, hacer una aplicación “minimalista” de la cuota y colocar a las mujeres en el tercer lugar en las listas.

La senadora Sanguinetti coincidió en que las trabas que tienen las mujeres en la política se enmarcan en una “cultura patriarcal” que atraviesa tanto a la sociedad como a los partidos políticos. También cuestionó el uso que se hace de las cuotas: “Claramente, nuestra cuota de género sirvió hasta ahí y estamos en un punto en el que la tenemos que repensar si queremos llegar a otro nivel”. A su entender, el problema tiene que ver además con el tipo de reclutamiento. “Muchas de nosotras mujeres no participamos del proceso y no estamos en esas mesas chicas, aún hoy seguimos sin estarlo. Entonces las cosas se cocinan sin que nosotras estemos adentro y por eso evidentemente muchas veces caemos abajo”, explicó.

Otro de los temas que pueden dificultar el acceso de las mujeres a la actividad política es la falta de corresponsabilidad en el cuidado y los horarios que se manejan. “Para quienes venimos de fuera de esta actividad nos encontramos, por ejemplo, con que las actividades tienen inicio pero no tienen fin, y eso te dificulta cuando una tiene hijos chicos”, puntualizó Sanguinetti.

Hay que formar a las mujeres en política “porque, aunque la ley de cuotas esté, si no hay militantes es muy difícil a veces conformar en una lista”. (Carolina Cosse)

En su turno, Cosse aseguró que la ley de cuotas significó un avance pero que ahora es momento de entrar en otra etapa para que las mujeres “se vayan formando en la política porque, aunque la ley de cuotas esté, si no hay militantes, si no hay gente que se haya podido hacer un lugar, es muy difícil a veces conformar en una lista”. La intendenta electa de Montevideo dijo que hoy hay “una cantidad de militantes mujeres, sobre todo jóvenes”, que “no saben cómo participar”. En su opinión, es ahí a donde hay que apuntar. “Tenemos que, dentro de nuestros partidos, facilitar la participación en términos de horarios, en términos de que tu opinión pueda ser compartida con la mayor cantidad de personas”.

En paralelo, propuso repensar la forma en la que las mujeres políticas comunican sus ideas y propuestas, “porque lo que también pasa es que, si no renovamos nuestra forma de explicar la igualdad, aburrimos o saturamos”.

Para Cosse, la política tiene que ser como la escuela pública, en donde “estamos todos mezclados, independientemente del sexo y de la clase social”. “Cuanto más mezcladas y mezclados estemos”, agregó, “va a ser como la escuela pública de la democracia del futuro”.

Hacia una democracia feminista

Una democracia feminista es más que contar con representación paritaria en todas las instancias del Estado. Es, sobre todo, tener representantes que apunten a transversalizar la perspectiva de género en todas las políticas públicas, leyes, programas y decisiones. ¿Cómo construirla?

En línea con lo que mencionaba Cosse, Sanguinetti aseguró que lo primero que hay que resolver es el “problema de marketing y de comunicación” que tiene especialmente la palabra feminismo. “Si hiciéramos un sondeo grande y les preguntáramos a los uruguayos qué opinan de la posibilidad de construir una democracia feminista, me animo a pensar que va a haber una resistencia fuerte”, argumentó. Para la senadora, “está faltando comunicar con mensajes populares que lleguen a toda la gente la importancia de que, si estamos trabajando en resolver problemas de la sociedad, necesitamos la complementariedad de visiones”.

“Más allá de lo que sabemos sobre lo que tiene que ver con la perfección de la ley de cuotas, la paridad y demás, me parece que todavía nuestra sociedad no entendió que una democracia feminista es una democracia mejor para todos”, resumió. Sanguinetti dijo que en esa materia “hay un camino por recorrer” y que, para cambiar las cosas, hay que estar “muy juntas y muy unidas”.

“Cuando las mujeres estamos conversando de un tema, las diferencias partidarias se van”. (Carmen Sanguinetti)

Acerca de esto último, la legisladora aprovechó para hacer un llamado a la sororidad entre las mujeres que hacen política, más allá de las diferencias partidarias. “Una de las cosas que siento en mi corta experiencia desde que estoy ocupando la banca es que, cuando las mujeres estamos conversando de un tema, las diferencias partidarias se van”, reflexionó. “Me parece que ahí hay un potencial de nosotras mujeres para seguir trabajando en esa línea, seguir profundizando en eso y salir a apoyarnos”.

Para Bottero, la sororidad también es “clave” y coincidió con sus compañeras de mesa respecto de la necesidad de comunicar “desde otro lugar”; “quizá no desde el ‘es importante que las mujeres estemos’, sino desde el por qué es importante que estemos y yendo a los temas, que es lo que la gente necesita”. En definitiva, dijo, se trata “de demostrar que como mujeres somos capaces de plantear las soluciones”.

La intendenta electa de Montevideo coincidió en que decir “democracia feminista” puede interpretarse que el planteo es “sacar a todos los hombres de los lugares y poner mujeres”, porque es algo que “está en el imaginario”, y por eso la necesidad de trabajar en la manera de comunicar. “Tenemos que pararnos con sororidad y con optimismo, y seguir haciendo funcionar las cosas que funcionaron bien”, puntualizó Cosse, porque “en términos de condición de la mujer, no hubo en la historia de la humanidad un momento mejor que este”.

Por otro lado, la futura intendenta dijo que su gestión tendrá “una mirada feminista sobre Montevideo” y eso no quiere decir que sacará a todos los hombres de la ciudad, “sino que vamos a mirar con la sensibilidad y el conocimiento que nos da el ser mujeres y tener determinada trayectoria en determinadas áreas como la salud, el acceso al trabajo, cuestiones urbanas para que sea más fácil la vida de las mujeres en la ciudad y en la Montevideo rural, cuestiones que tengan que ver con el acoso callejero”. Dejó la puerta abierta: “Hay mucho para trabajar en profundizar la democracia feminista”.

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