Habitar un cuerpo gordo implica, muchas veces, tener que atravesar situaciones de violencia y discriminación desde la niñez, sufrir la opresión estética, la presión de los estigmas sociales y las dietas obligadas. Para las mujeres y las disidencias es aún más difícil debido a los mecanismos de sometimiento del sistema patriarcal. Así lo contaron cinco activistas gordas en entrevista con la diaria.
La trayectoria de cada una tiene sus particularidades, pero las experiencias similares las condujeron a un mismo lugar: el activismo gordo, que hoy practican desde el colectivo La Mondonga, uno de los pocos –si no es el único– que existe en Uruguay. Allí, mujeres y disidencias encontraron un espacio donde ser escuchadas y escuchar a otras, descubrieron un lugar desde donde alzar la voz, cuestionar las construcciones sociales sobre la corporalidad, y, sobre todo, visibilizar sus cuerpos y aceptar su existencia “sin pedir perdón por eso”.
¿Qué es el activismo gordo?
Luna Prieto: Es la visibilidad de nuestro cuerpo, la lucha por nuestros derechos y plantarnos frente a las violencias gordoodiantes que hemos vivido y sufrido.
Karina Culela: Es decir que existimos así y no somos un cuerpo en tránsito.
Valeria de Freitas: Además, es una posición política. Implica poner sobre la mesa de lo público los actos de discriminación y odio de la sociedad en general hacia un grupo de la población.
¿Cómo es este activismo en Uruguay?
Luna Prieto: Aparentemente, somos el único colectivo, pero no somos las únicas activistas gordas. Hay mucha activista autoconvocada. Entonces, pareciera que somos pocas, pero no es así. Al tener tanta referencia de Argentina, a veces es difícil mirar nuestro propio país y creer que, si el activismo gordo es diferente del argentino, no puede ser.
¿Cómo se mezcla con el género?
Karina Culela: Los cuerpos femeninos y las disidencias sufrimos mucho más la discriminación. Como mujeres, desde nuestra infancia vivimos la opresión por nuestras corporalidades gordas, el odio que la sociedad constantemente nos pone encima y el sometimiento patriarcal.
Valeria de Freitas: Sin duda que habitar un cuerpo gordo no es igual para un varón que para una mujer –hablando sólo de los géneros masculino y femenino–. Sobre el cuerpo de las mujeres recae una mayor presión y exigencia de cumplimiento de determinados modelos y patrones estéticos instalados en la sociedad y aceptados como lo bueno y lo adecuado.
¿Cómo llegó cada una al activismo?
Luna Prieto: Desde chica he sufrido cuestiones gordoodiantes y siempre entendí que eso no era adecuado ni amigable. Desde mi lugar, siempre intenté resistir frente a esa violencia. Cuando empecé a activar en el feminismo, comencé a seguir distintas activistas gordas de Brasil y Argentina. Me hallé en ese discurso y entendí que mi activismo –por lo menos hasta el día de hoy– entra más por el activismo gordo.
Karina Culela: Mi recorrido fue bastante similar. En la infancia y adolescencia siempre sentí una cuestión con el cuerpo y la presión estética. Ya más grande, también cuando entré en el feminismo y el arte, empecé a darme cuenta de que mi cuerpo es algo con lo que convivo y es mi forma de estar en el mundo. Cuando conocí a La Mondonga, encontré un lugar donde realmente militar y poner el cuerpo para eso.
Carolina Souto: En mi caso, también viví una violencia sistemática desde niña. Me obligaban a hacer dietas siempre bajo la justificación de la salud. Eso me llevó a no aceptarme a mí misma hasta que, poco antes de conocer a La Mondonga, empecé a escuchar la palabra “gordoodio” y a entender que yo no era quien estaba mal, que podía existir tal cual soy sin pedir perdón por eso.
Giaana Canale: Toda la vida tuve un cuerpo gordo. Desde niña viví con la idea de que mi cuerpo estaba mal, hiciera lo que hiciera. Alrededor de 2018, empecé a escuchar el programa radial argentino Furia bebé, en Futurock. Por intermedio de [la actriz y conductora] Señorita Bimbo [María Virginia Godoy] empecé a escuchar sobre activismo gordo y me flasheó la cabeza.
Valeria de Freitas: Toda la vida tuve un cuerpo gordo, vengo de un linaje familiar en el que la gordura es parte de la identidad familiar. Al contrario que varias compañeras, de niña fui bastante privilegiada, no sufrí bullying o discriminación. Siempre me sentí aceptada e integrada, aunque hubo excepciones. Sin embargo, también siempre fui “la gorda”. Me encuentro en la calle con gente que conocí en mi niñez y adolescencia y parece que les queda incómodo decirme Valeria, porque siempre fui “la gorda”. Estaba totalmente naturalizado. Entonces mi identidad se construyó desde ahí. En la adolescencia empecé a hacer mil intentos por adelgazar y cuando empecé a trabajar gastaba plata en clínicas [para bajar de peso]. Llegué al activismo gorde por el movimiento feminista. Hice muchos clics con los discursos de Señorita Bimbo, gracias a escucharla y seguirla me afiancé en esta búsqueda en integrarme en un espacio de cuidado y de resistencia.
¿Cómo y cuándo surge La Mondonga?
Giaana Canale: Surgió a partir de una serie de asambleas para visualizar el activismo gordo en la marcha del 8M de 2019. A raíz de esos encuentros, un grupo de personas decidimos continuar con el tema. Empezamos a conocernos y hablar sobre todo lo que había para hablar: gordoodio, identificar referentes del movimiento, informarnos y analizar qué podíamos hacer. En un momento decidimos nombrarnos, hicimos una ronda para tirar opciones hasta que quedó La Mondonga.
¿Por qué eligieron ese nombre?
Luna Prieto: El mondongo siempre fue una forma despectiva de referirse a la panza como una cosa fea y antiestética. Quisimos apropiarnos de eso y transformar esa visión negativa en algo positivo. Le dimos un énfasis femenino, pero el colectivo no es sólo de mujeres, también agrupa disidencias.
Carolina Souto: Resignificamos lo negativo de la palabra “mondongo” como hacemos con nuestros cuerpos, que siempre fueron señalados como feos y algo que está mal, y planteamos que también son bonitos, estéticamente aceptables y queribles.
“El body positive plantea ‘amate como sea, aunque todo indique que no te podés amar’, mientras que el activismo gordo busca visibilizar y reconocer el cuerpo y decirte ‘no te odies, aunque exista toda esa violencia que busca que lo hagas’”. Luna Prieto
Valeria se refirió a la construcción de su identidad a través de su cuerpo. ¿Ser gorda es una identidad política?
Karina Culela: Por lo menos para mí, sí. En el sentido de que toda mi vida, mi persona y todo lo que hago está dentro de una coherencia y todo es político.
Giaana Canale: Hasta antes de empezar este activismo, era una persona gorda y eso era un problema del que mejor ni hablar y tratar de ser lo más invisible posible. Cuando llegué al activismo gordo, esto que siempre quise esconder o solucionar pasó a ser lo que soy; me reconozco, me veo y esto es válido. Es una identidad y una actitud política.
Valeria de Freitas: Eso no quiere decir que en los espacios que habitamos hagamos una apología de la gordura, porque sería un contrasentido con nuestro planteo de que todos los cuerpos son válidos. Lo que necesitamos es que el cuerpo no sea una condición ni una determinante para ocupar un espacio, que cada persona haga lo que quiera sin ser estigmatizada o discriminada.
¿Qué es la gordofobia y cómo nos atraviesa socialmente?
Giaana Canale: Nosotras preferimos decirle gordoodio, porque la fobia implica un miedo irracional a algo, es una patología que alguien tiene y no puede controlar, pero esto no es así. Es un odio generalizado y súper opresivo hacia las personas que habitan cuerpos gordos. Es una violencia sistémica tan naturalizada y legitimada que hace muy difícil pronunciarse. Cuando lo hacés, la gente te mira preguntándose “¿de qué me está hablando?”. Aparece todo ese odio.
Luna Prieto: Todo colectivo que lucha por derechos tiene que plantarse y eso genera más violencia. El gordoodio es una violencia solventada por la medicina, los medios y el capital, que es el rey de todo.
Karina Culela: Además, el gordoodio nos afecta a todas las personas. A nosotres les gordes nos afecta porque somos el problema, somos les culpables y siempre la responsabilidad está sobre nosotres. Al resto de las personas las afecta por el miedo que se les instaura a llegar a engordar y vivir esta situación.
Mencionaban que la medicina promueve el gordoodio. ¿Cuál es la relación entre el activismo gordo y los discursos de la salud?
Valeria de Freitas: La medicina y la academia –que tienen tanto poder y estatus– han sido serviles al sistema. Una persona gorda ya sabe lo que le va a pasar cuando va al médico. Así vaya al oculista, el médico le va a hablar sobre obesidad. Es muy fuerte, porque eso lleva a que no queramos ir al médico. Un doctor me dijo: “Si querés ver crecer a tu hijo, adelgazá”. Mi hijo tenía dos años.
Giaana Canale: Muchas veces las personas gordas no acceden a un buen diagnóstico a tiempo porque no se lo permiten. Antes de atenderte te mandan adelgazar. No accedés a los estudios que te corresponden porque lo primero que hacen es pesarte con la vista.
Carolina Souto: A mí me quisieron negar un carné de salud sólo por mirarme y verme gorda. Ni siquiera tenían a mano los resultados de los análisis. Negarle a una persona el acceso a un carné de salud es negarle el derecho a trabajar. Entonces, es una violencia que se origina en la salud, pero tiene muchas consecuencias.
Valeria de Freitas: En el sistema médico te definen como gorda o gordo a través del índice de masa corporal, una escala que se creó en la Segunda Guerra Mundial para seleccionar a los hombres aptos físicamente para ir a la guerra. Ese mismo sistema es el que se utiliza hoy como parámetro para establecer si una persona es sana o no.
“El body positive plantea ‘amate como sea, aunque todo indique que no te podés amar’, mientras que el activismo gordo busca visibilizar y reconocer el cuerpo y decirte ‘no te odies, aunque exista toda esa violencia que busca que lo hagas’”. Luna Prieto
¿Cuál es la diferencia entre el activismo gordo y el movimiento body positive?
Karina Culela: El body positive sostiene un discurso de amarse a una misma y de aceptación del cuerpo a pesar de todo lo que sucede alrededor. Ese planteo lo que hace es poner sobre la persona la responsabilidad de lo que sucede y no cuestiona todo el sistema, el odio sistemático, todo lo que te perjudica y te hace sentir mal.
Luna Prieto: La diferencia sería que el body positive plantea “amate como sea, aunque todo indique que no te podés amar”, mientras que el activismo gordo busca visibilizar y reconocer el cuerpo y decirte “no te odies, aunque exista toda esa violencia que busca que lo hagas”.
Valeria de Freitas: El body positive también intenta instalar un modelo estético a seguir como lo hace el sistema capitalista. En cambio, el activismo gordo intenta primero ser una cuestión política que busca establecer esto de que todos los cuerpos son valiosos, sin hacer hincapié en la responsabilidad de cada persona en su aceptación y autoestima.
¿Qué opinan de la visibilización de los cuerpos gordos en los medios de comunicación? ¿Entran en esto las modelos plus size?
Karina Culela: Creo que también es parte del body positive. El capitalismo se ha “aliado” con este movimiento. Por ejemplo, la misma empresa es dueña de Dove y Axe. Por un lado, tiene la propaganda de “mujeres reales” y, por otro, las propagandas de desodorante donde las mujeres son objeto de consumo masculino. Es un discurso para vender más y llegar a un público más amplio.
Giaana Canale: El capitalismo va a usar lo que esté a la mano para seguir vendiendo, esa no es ninguna novedad. Lo hace con el feminismo, los pueblos originarios, el ambiente, etcétera, y lo va a seguir haciendo. Pero no creo que eso esté directamente vinculado a las modelos plus size. Hay mujeres que están luchando fuertemente para que, por ejemplo, podamos tener ropa interior accesible y que haya marcas que empiecen hacer ropa de otros talles, darse cuenta de que nosotras también tenemos derecho a vestirnos. Eso es un montón y muchas modelos plus size están haciendo un trabajo excepcional en ese sentido. Puede tener, en algunos casos, un vínculo con el capitalismo y hacer negocio con eso.
¿Qué opinan sobre la cultura de la dieta y el fitness?
Luna Prieto: La cultura de la dieta se sostiene en prejuicios, estigmas, mandatos sociales, cosas que hacer o seguir a cualquier costo. Lo más grave de esta cultura es que se trata de una cuestión de alimentación. Se mete en cómo deben alimentarse las mujeres –y aún más si son gordas– entrando en un sinfín de micro y macroviolencias. Una dieta es cambiar un hábito alimenticio para llegar a un objetivo –en este caso, adelgazar– y en muchos casos son incoherentes, implican pasar hambre, tomar medicación para bajar de peso o quitarte el apetito y, muchas veces, no tienen nada que ver con la salud. Sos gorde y punto.
Valeria de Freitas: La cultura de la dieta es un negocio y va de la mano de la patologización de los cuerpos gordos. Cargamos con muchos estigmas: las gordas y los gordos son perezosos, no se quieren, son inconstantes e indisciplinados, etcétera.
¿Consideran que los cuerpos gordos deberían visualizarse en la elaboración de políticas públicas?
Todas: Sí.
Luna Prieto: Por ejemplo, en el transporte público, los asientos están hechos para cuerpos hegemónicos e incluso a veces a personas delgadas les quedan pequeños. Se está promoviendo la ley de talles [que establece que todos los locales de ropa vendan prendas en todos los talles que respondan a las características antropométricas de la población uruguaya].
Valeria de Freitas: Para la elaboración de los probadores en tiendas, las sillas en los bares, las butacas del cine. Es otra cosa muy dolorosa que una persona gorda a la hora de ir al teatro lo piense dos veces porque no sabe si va a entrar en el asiento. A veces cuando encontramos sillas lindas en un lugar, nos mandamos por WhatsApp: “Vengan acá que van a estar cómodas”.
Luna Prieto: Otra cuestión es el acceso a la información. Hace unos meses, surgió el problema con la alimentación de los niños en la escuela, que decían que no se les quería dar un segundo plato porque iban a engordar. Eso no es real y sabemos que, en verdad, responde a un intento de escatimar en gastos. No tiene sentido el discurso [de prohibir un segundo plato de comida], cuando en muchos casos se trata de niñas y niños que con suerte el fin de semana comen tres pedazos de pan.
Mitos y verdades
“Ser gorda no es saludable”
Valeria de Freitas: Falso. Que me digan qué es estar saludable. ¿Es tener un cuerpo hegemónico y que, cuando vayas al médico, te diga que estás perfecta porque lo dice la balanza? Que me digan qué es la salud.
“Los cuerpos gordos son sedentarios y poco ágiles”
Luna Prieto: Falso. Yo hago kick boxing, otras compañeras hacen yoga, natación o van al gimnasio. En los Juegos Olímpicos se vio a pila de personas gordas en diferentes disciplinas. Simplemente se nos quita la posibilidad de entrenarnos sin la razón de adelgazar.
“La gordura tiene más consecuencias negativas sobre las mujeres que sobre los hombres”
Giaana Canale: Verdadero. Es una realidad abrumadora. Para una mujer, ser gorda es un condicionante. Si bien la gordura también afecta a los varones, no se compara con el problema que acarrea para las mujeres. No está permitido para la mujer el cuerpo gordo.
“Ser gorda es no quererse a sí misma”
Karina Culela: Falso. No quererse a sí misma le pasa a cualquier persona. No sólo a las gordas. Quererse a sí misma implica otras cosas: valorarse, respetarse, encontrar espacios de autocuidado y autoamor. No tiene nada que ver con la forma del cuerpo.
“Las mujeres gordas son visibles desde la negatividad e invisibles como sujetas de deseo”
Carolina Souto: Verdadero. El cuerpo gordo es visto como algo negativo y se visualiza como algo que se debe evitar y que no es deseable desde el punto de vista hegemónico.
“Los cuerpos gordos no tienen ‘control’ sobre su alimentación”
Luna Prieto: Falso. ¿Qué es controlar la alimentación en una cultura en que la alimentación es mala y escasa? ¿Qué implica la alimentación de la mujer, cuando desde chicas se nos está diciendo que no nos podemos alimentar de más, se nos mira, cuestiona y ridiculiza? En cada lugar donde hay un grupo de mujeres comiendo, sutilmente se menciona el tema de la alimentación, se hacen comentarios como “vas a seguir comiendo” o “no puedo comer más”.
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