Un “texto fundante de los feminismos”, el “libro rojo de la nueva feminidad” y, en algunos casos, incluso una especie de “biblia laica”. Estas son sólo algunas formas de definir lo que representó El segundo sexo, el ensayo de Simone de Beauvoir publicado en 1949 en Francia, para muchas mujeres que en aquel entonces no encontraban palabras para describir la incomodidad que sentían ante un mundo en el que ellas siempre estaban en situación de desventaja.
Uno de los conceptos principales que planteó la autora francesa en este libro es el que dejó plasmado en la famosa frase “no se nace mujer, se llega a serlo”, que reconoce el papel de la cultura en la construcción del género. Pero los aportes van mucho más allá y fueron retomados desde entonces por múltiples teóricas, académicas y activistas feministas de distintos rincones del mundo.
La influencia también llegó a Uruguay y Argentina, en donde se realizaron charlas, talleres, homenajes y otras actividades para releer la obra, analizarla, también deconstruirla y, de alguna forma, medir además su influencia en las distintas generaciones de feministas. La idea de crear El segundo sexo en el Río de la Plata nace del deseo de recuperar y dejar registradas algunas de estas instancias.
El libro fue compilado por las feministas argentinas Mabel Bellucci, licenciada en Ciencias de la Comunicación e investigadora feminista queer, y Mariana Smaldone, licenciada en Filosofía especializada en Educación en Géneros y Sexualidades. En una primera parte, la publicación incluye algunas de las ponencias desarrolladas durante dos celebratorios que se realizaron en 1999 en Buenos Aires por los 50 años de El segundo sexo: uno tuvo lugar en la Biblioteca Popular José Ingenieros, promovido por la Comisión por el Derecho al Aborto junto al colectivo anarquista Mujeres Libres, y el otro se celebró durante las “Jornadas en Homenaje a Simone de Beauvoir en el Cincuentenario de El segundo sexo”, organizadas por el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
El segundo apartado recoge algunos de los trabajos presentados durante el homenaje a la autora francesa que se realizó en octubre de 2019 en Montevideo, a 70 años de su emblemática obra, en el marco de las Jornadas Académicas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. Esta actividad fue organizada por la historiadora Graciela Sapriza y la antropóloga Susana Rostagnol. Uno de los textos que aparecen en esta parte es un artículo de Sapriza que se centra en la recepción de El segundo sexo en 1968 en Uruguay, en particular las lecturas que hicieron mujeres aún adolescentes “antes de convertirse en militantes, activistas o revolucionarias”.
Hay una tercera parte, titulada “Más lecturas y celebraciones”, que recopila el prólogo de la periodista y crítica cultural argentina María Moreno, escrito en 1999 para una nueva edición de El segundo sexo, traducido por Juan García Puente y editado por Sudamericana.
El libro fue presentado en setiembre en Buenos Aires y tendrá su presentación oficial en Montevideo este miércoles a las 21.30 en la librería Escaramuza. En el evento participarán Sapriza y Rostagnol, junto con Elena Ganon, Karen Wild, Elisa Pérez y Lucía Campanella, autoras de algunos de los textos que aparecen en la segunda parte de la publicación. Con esta excusa, la diaria conversó con Sapriza y Rostagnol sobre la importancia de recuperar estos trabajos y la vigencia del ensayo de la autora francesa, que todavía hoy representa, interpela o incomoda a las que lo descubren por primera vez.
¿Por qué era importante recoger estos conversatorios y compilarlos en un libro en 2021?
Graciela Sapriza: Porque estamos viviendo un momento de efervescencia muy grande de todos los feminismos y, sobre todo, de las jóvenes feministas. Nos parecía importante porque no hay quien no reconozca que Simone de Beauvoir fue el inicio de esta segunda etapa; no me refiero al feminismo histórico sufragista, sino al feminismo del cuerpo, por decirlo de alguna manera.
Susana Rostagnol: Y de alguna manera fue una extemporánea, porque escribe eso fuera de un movimiento feminista, en 1949, muy en solitario. Más allá de que hay muchas cosas que pueden ser criticables, porque hay 70 años de diferencia, sigue siendo una inspiración, y hay varias relecturas.
Graciela Sapriza: Ella publicó en 1949, es decir, pocos años después de la Segunda Guerra Mundial, en plena etapa de posguerra, con Europa reconstruyéndose, y lanzó esto que fue un estudio en profundidad. En el momento tuvo éxito y de inmediato países que eran muy conservadores consideraron que era escandaloso. Entonces quedó haciendo una vida subterránea hasta que emergió en los finales de los años 60, como consecuencia de la revuelta juvenil, porque hay muchas feministas que se reconocen como feministas y empiezan a reelaborar teóricamente. Ahí, la fuente de la que parten es El segundo sexo y el famoso concepto de que “mujer no se nace, se hace”. También está el concepto del otro, es decir, dónde se coloca la otredad inicialmente en esta división de varón y mujer, en donde la mujer es el otro.
“Autoras como Simone de Beauvoir siempre habilitan una relectura, nunca pasan de moda [...] Son como manantiales a los cuales siempre se puede volver y tomar cosas”. Susana Rostagnol
Susana Rostagnol: Es que una de las grandes puntas de lanza que tiene este libro es que, de una manera muy consistente, saca de lo esencial el “eterno femenino” del que se hablaba en aquella época. Autoras como Simone de Beauvoir siempre habilitan una relectura, nunca pasan de moda. Así como en ciencias naturales o biológicas hay un libro que caduca, en el feminismo, como en otras ciencias sociales, no caducan, porque siempre puede haber una relectura. Son como manantiales a los cuales siempre se puede volver y tomar cosas. En esta efervescencia de las jóvenes feministas, está bueno traer a Simone de Beauvoir y releerla, ver qué tanto sigue, qué tanto cambia y nutrirnos.
¿Qué aporta de nuevo la relectura de este clásico siete décadas después de su publicación?
Susana Rostagnol: La relectura de El segundo sexo te permite aplicar su pensamiento a nuestra vida cotidiana tal como está ahora, algo que es revelador no para aplicarla tal cual, sino para obtener herramientas para interpretar lo que nos está pasando hoy a nivel de subordinación de la mujer.
Graciela Sapriza: Me parece que hay diferentes “segundos sexos”: hay tantos como lectoras y contextos diferentes en los que se lo va leyendo. Puntualmente, yo en una segunda o tercera lectura capaz que discrepo con algunas cosas y algunos juicios tajantes que hace. Es interesante ver cómo se manejan distintas autoras. Se ha hablado de matricidios, en el sentido de que Simone de Beauvoir es “la gran madre”, el origen, la piedra angular, pero después todas se distancian o le critican el enfoque.
Susana Rostagnol: Eso es parte de las cosas importantes de El segundo sexo: es tan fuerte que no tenés por qué estar de acuerdo, pero igual te inspira para pensar.
¿Cómo fue recibida la obra en aquel Uruguay de los años 50 y 60? ¿Qué pasaba con el feminismo en nuestro país en aquella época?
Graciela Sapriza: El feminismo en Europa y en Estados Unidos es fermental a partir de los años 70. Hay una asociación de la desilusión que significó la revuelta juvenil para las mujeres, que fueron discriminadas. En el Río de la Plata, en donde hubo una expresión previa a las dictaduras del Cono Sur de los años 70, fue en Argentina, en Buenos Aires, en un núcleo en el que estaban Dora Coledesky y María Elena Oddone, entre otras. En Uruguay no hay un movimiento colectivo como sí hubo en Argentina. Pero lo que me interesó a mí, en mi artículo, fue cómo había incidido la lectura de Simone de Beauvoir en las mujeres que identifico como que fueron revolucionarias en su momento, algunas de las cuales sufrieron exilio o cárcel. Ahí algunas dicen que sí, otras que no, algunas lo vieron de forma crítica, pero yo sostengo que quedó latente ese planteo porque, de hecho, hubo muchas transformaciones en Uruguay sin que se dijeran expresamente. En la militancia de las mujeres de fines de los años 60, antes del golpe de Estado, hubo hábitos diferentes: la píldora [anticonceptiva], mayor libertad sexual, asumirse más como protagonista, a pesar de que después vinieron las críticas y la revisión de cómo se habían comportado.
“Si bien no había una cuestión explícita y todavía en el 86 había resistencia a autodenominarse feminista, de todas maneras había un sustrato de rebelión, de inconformidad, de inquietud. No se tenían las palabras, pero estaba el deseo de transformar”. Graciela Sapriza
En tu artículo decís que partís de interrogantes acerca de “cuánto contribuyó el terrorismo de Estado y la represión a toda forma de participación política en brindar un escenario propicio para el desarrollo de esta ‘segunda retomada’ del feminismo” y “cuánto influyeron las lecturas adolescentes al inicio de sus prácticas revolucionarias”. ¿Qué respuestas encontraste?
Graciela Sapriza: Creo que hay consenso entre las investigadoras, sobre todo las feministas, en decir que, si bien no había una cuestión explícita y todavía en el 86 había resistencia a autodenominarse feminista –que aún hoy la podés encontrar–, de todas maneras había un sustrato de rebelión, de inconformidad, de inquietud. Es decir, no se tenían las palabras, pero estaba el deseo de transformar. Aparte de eso, en las prácticas de estas mujeres hubo una transformación radical. Lilián Celiberti, por ejemplo, cuenta que ella estudiaba magisterio, en el año 65 o 66, y estaba prohibido ir de pantalones. Todo era mucho más recatado, ceñido, moldeado. La militancia, los momentos que se pasaron, las acciones que se tomaron y las propias prácticas hicieron que las costumbres, los hábitos y la cultura se transformaran. En la resistencia a la dictadura hay un fenómeno bastante más particular, no necesariamente de que aparezcan feministas, sino que toda la vida de participación pública estaba clausurada, entonces ¿dónde se volcaba la energía opositora? En el ámbito doméstico, en el barrio, en las asociaciones civiles. Ahí es que las mujeres tenían un papel importante y empezaron a reconocerse como importantes. Es ahí que comenzaron a aparecer los núcleos de mujeres a pensar sobre sí mismas.
Muchas dicen que en El segundo sexo encontraron esas palabras que no tenían para describir lo que les pasaba.
Susana Rostagnol: Sí, había una inconformidad a la que no sabían ponerle palabras y en el libro estaban esas palabras. Eso sigue hasta ahora. Lo digo porque a raíz de los 70 años de El segundo sexo decidimos leerlo en un seminario interno que teníamos con estudiantes de grado y de posgrado. Algunas de las más jóvenes, chicas de 22 o 23 años, lo leían por primera vez y decían “pah, está diciendo lo que siento pero con mejores palabras”. Ahí hay algo que muestra que Simone de Beauvoir ha sido muy potente, más allá de las diferencias que una pueda tener con sus posturas pasado el tiempo.
Hoy en día, podría decirse que más allá de las grandes reivindicaciones, las situaciones de las mujeres y disidencias son distintas en América Latina y, por ejemplo, en Europa. ¿Se puede decir que, de alguna forma, El segundo sexo logró trascender las fronteras?
Susana Rostagnol: Yo lo veo al revés, en el sentido de que cuando Simone de Beauvoir escribió el libro no había esas fronteras, porque lo que había en América Latina –todo es muy discutible– era una caja de resonancia de lo que pasaba en el norte. Me parece que, en los últimos años, las feministas de América Latina empezamos a hablar nosotras, lo que se llama la cuarta ola, que no es la de Europa y Estados Unidos, es una de acá, con feminismos propios, los feminismos comunitarios, los feminismos indígenas, el afrofeminismo, etcétera. Esta voz propia de América Latina no existía cuando se escribió El segundo sexo.
Graciela Sapriza: Estoy pensando cómo se articula esto con el pensamiento decolonial, porque me parece que, a partir de El segundo sexo, surgen diferentes lecturas en diferentes momentos, y ahí sí que se recorre, porque hay varias autoras de distintas partes de América. Se trata de reivindicar la elaboración propia, porque no es que se aterrice un producto intelectual, sino que lo que se hace es una reinterpretación al servicio de una elaboración autóctona o nativa.
Esto trae otro punto interesante y es cómo cambia la relectura o las interpretaciones de este libro según el país o la región en la que se hacen.
Susana Rostagnol: Lo que el libro que publicamos trata de colocar es cuáles son las lecturas desde y en el Río de la Plata sobre El segundo sexo.
Graciela Sapriza: Y, a su vez, habla de todo lo que pasó en el Río de la Plata en los últimos 40 años, porque está recorriendo la lectura de ese texto, pero atravesada por la experiencia de múltiples mujeres en distintas circunstancias.
Susana Rostagnol: También toca el tema del poder político y económico en los artículos que hablan de las traducciones y las editoriales. Eso no es cómo se lee, sino cómo se permite la lectura. Muestran qué fue lo permitido y lo no permitido de la lectura de El segundo sexo, y eso también amerita un análisis sociopolítico de lo que los centros de poder del momento permitían y no. Una censura encubierta. Algunos capítulos de este libro dan cuenta de las condiciones materiales y simbólicas de la historia intelectual del Río de la Plata en los últimos años, a partir de El segundo sexo.
“En esta efervescencia de las jóvenes feministas está bueno traer a Simone de Beauvoir y releerla, ver qué tanto sigue, qué tanto cambia y nutrirnos”. Susana Rostagnol.
Simone de Beauvoir decía en 1949: “Este mundo que siempre ha pertenecido a los hombres sigue estando en sus manos, las instituciones y los valores de la civilización patriarcal sobreviven en su mayoría”, y agregaba que los “derechos abstractos” están “lejos” de ser “plenamente reconocidos” a las mujeres”. ¿Qué pasa 72 años después?
Susana Rostagnol: Creo que cambió poco, que ese sujeto abstracto sigue correspondiéndose a un hombre blanco, burgués, universitario, del norte. Lo que sí cambió es que hay más conciencia de que ese sujeto abstracto se corresponde a un tipo concreto y no representa a todos. Pero si hablamos de derechos, siempre están pensados para sujetos abstractos y no encarnados. Al mismo tiempo, pienso que esto del sujeto abstracto sigue funcionando, pero se debilitó porque cada vez hay más sujetos encarnados. La decolonialidad está mostrando que el sujeto abstracto no existe y que no se corresponde.
Graciela Sapriza: La agenda de derechos en Uruguay permite el matrimonio igualitario, la adopción de parejas homosexuales, el derecho a la libre determinación de tu cuerpo si querés seguir adelante con un embarazo o no. ¿Por qué hoy hay iniciativas desde todos lados tratando de socavar esos derechos? Porque evidentemente fue una movida muy importante, que se logró porque hubo grupos sociales colectivos que se movilizaron para conquistar esos derechos, que no es que están en el aire, sino que están justamente respondiendo a una necesidad y a una demanda.
¿Podemos decir, entonces, que cambió mucho desde 1949 pero que los derechos de las mujeres siempre están pendiendo de un hilo?
Graciela Sapriza: En todo caso, los derechos de las mujeres están siempre sujetos a que puedan revertirse.
Susana Rostagnol: Yo agrandaría la pregunta, porque no sólo los derechos de las mujeres, sino los derechos de quienes no se corresponden con el varón hegemónico, y ahí también entran las disidencias. Porque, de hecho, me parece que una de las cosas más importantes que rompe el feminismo de la segunda ola es la idea de familia monogámica y heteronormativa, que es un pilar del patriarcado. Romper eso es una puerta que abre a todo lo que no se corresponde con eso, se la abre a todas las diversidades sexuales también, es un mascarón de proa que rompe con eso y atrás de eso se rompen muchas otras cosas. De ahí me parece que es la fragilidad de esos derechos, porque son derechos que rompen con un statu quo heteronormativo, y todo lo que rompe con eso es frágil.
Desde una perspectiva histórica, ¿se puede decir que hubo un momento en el que las mujeres y las disidencias empezaron a adquirir derechos gracias al movimiento feminista, y ahora se puede identificar un momento en el que aparece esta resistencia e intentos de socavarlos? ¿O siempre los hubo, pero en otros formatos?
Graciela Sapriza: Hay formas de expresar eso, que de repente no son solamente atacando los derechos, sino solamente con la irrupción de la violencia, por ejemplo, que también es un fenómeno que tenés que explicar de alguna forma.
Susana Rostagnol: Hay un backlash grande después de la década de expansión de los derechos sexuales y reproductivos y de ciudadanía sexual en buena parte del mundo occidental y occidentalizado. Es un backlash que viene de otros derechos también, porque la derecha fue tomando los lugares de poder como pasa en Europa y en otros países, como el fenómeno de [Donald] Trump en Estados Unidos o el de [Jair] Bolsonaro en Brasil. Todo el tema de la “ideología de género”. Eso es un backlash muy claro de que, ante un avance en el que los cimientos de ese statu quo patriarcal se sacudieron, están tratando de hacer retroceder.
Graciela Sapriza: Es una pulseada, porque hablás de Chile y la fuerza que tienen las manifestaciones de las mujeres es imponente, está la marea verde en Argentina, el #MeToo en varios países de Occidente. Es cierto que hay estrategias muy inteligentes de los sectores conservadores, pero va a ser muy difícil que la fuerza de las mujeres se aplaque.
El segundo sexo en el Río de la Plata, compilado por Mabel Belluci y Mariana Smaldone. Buenos Aires. Marea Editorial, 2021. 305 páginas.