El encierro, el aislamiento, la distancia física con otras y otros, el desempleo, la pérdida parcial o total de los ingresos y el continuo miedo a la enfermedad o a la muerte son algunas de las consecuencias de la pandemia que pueden impactar, en mayor o menor medida, en la salud mental de la población. Para las personas LGBTI, estos problemas pueden desatar además problemáticas específicas, como un mayor riesgo de atravesar situaciones de violencia intrafamiliar y de pareja o episodios de discriminación. Es que, en muchos casos, la crisis económica obligó a que tuvieran que volver a la casa de las mismas familias que las expulsaron una vez que decidieron asumir su orientación sexual o identidad de género. En otros, como pasó con las mujeres que convivían con varones violentos, el encierro favoreció situaciones de violencia doméstica.
Algunas de estas cuestiones surgieron el último año durante las consultas al Centro de Referencia Amigable (Cram), el servicio gratuito de orientación y atención psicológica para la población LGBTI, creado en 2014 a través de un convenio entre la Facultad de Psicología (FPsico) de la Universidad de la República (Udelar) y el Ministerio de Desarrollo Social (Mides). El Cram es dirigido en Montevideo por un equipo de docentes del Instituto de Psicología de la Salud y del Instituto de Psicología Clínica de la facultad, y por año participan 24 estudiantes que realizan su práctica profesional ahí. Desde 2017, además, el Centro de Atención en Psicología Afirmativa LGBTI gestiona un “servicio espejo” en la Regional Norte, que da cobertura a personas de Salto, Rivera, Artigas y Paysandú. La idea es que, eventualmente, tenga alcance nacional.
El centro interviene desde un paradigma de derechos humanos que contempla la perspectiva de género y la diversidad. Ofrece tres prestaciones: consultas únicas de asesoramiento y apoyo psicológico –que se intentan resolver entre uno y tres encuentros–, sesiones semanales de psicoterapia –que tienen un año de duración– y dispositivos grupales no terapéuticos de prevención primaria y secundaria –que funcionan una vez por semana durante tres meses–. Esta última prestación es la única que quedó suspendida por la pandemia; las otras dos se adaptaron a la virtualidad.
Esa adaptación implicó que en marzo de 2020 el equipo docente tuviera que tomar cursos de primeros auxilios psicológicos, “que es lo que se suele utilizar para situaciones de crisis humanitaria, sanitaria o de cualquier tipo”, familiarizarse con herramientas digitales para llevar adelante los procesos de consulta y, a su vez, “formar a las y los estudiantes en telepsicología casi al mismo tiempo que nos estábamos formándonos nosotros”, explicó el docente y coordinador técnico del Cram, Gonzalo Gelpi, a la diaria. A partir de abril de ese año, la atención pasó a ser a través de videollamadas de Whatsapp y encuentros en plataformas como Zoom, Skype y Google Meet.
Gelpi, que es licenciado en Psicología y magíster en Género, Sociedad y Políticas Públicas, aseguró que 2020 fue el año con más consultas desde que se creó el servicio: sólo de abril a diciembre se atendieron 64 procesos, un número que incluye tanto consultas únicas como psicoterapias.
Consultado sobre qué población parece haber sido la más afectada por la pandemia dentro del colectivo LGBTI, en función de la asistencia solicitada, Gelpi se refirió a las personas trans, que son “las que están en mayor desventaja social”.
Consultas excepcionales en un año excepcional
Para identificar qué consultas surgieron con más frecuencia en el contexto de pandemia, Gelpi analizó cuáles fueron los motivos más repetidos para solicitar la atención, y los comparó con lo que usuarias y usuarios planteaban antes de la irrupción del coronavirus.
Uno de los principales fenómenos que percibió el equipo del Cram fue el aumento de situaciones de violencia intrafamiliar y discriminación. “Tuvimos muchos casos de adolescentes y jóvenes que tuvieron que volver a sus ciudades y casas de origen, y empezaron a presentar sintomatologías de ansiedad, mucha angustia, estrés, por estar expuestos a discursos homofóbicos, lesbofóbicos, transfóbicos”, explicó el psicólogo. “El lema ‘quedate en casa’ tiene limitaciones cuando pensamos en personas LGBTI, si tenemos en cuenta que el principal núcleo de malestar psíquico radica justamente en convivir con personas que no aceptan su orientación sexual, su identidad de género o su expresión de género”, puntualizó. En esa línea, dijo que se ha visto un incremento del llamado “estrés de las minorías”.
El profesional remarcó el problema que puede suponer la suspensión de las clases presenciales para las personas LGBTI que viven algún tipo de violencia dentro de sus hogares. “Para muchos, la escuela era el hogar o el espacio en donde se podía detectar este tipo de situaciones. Ahora, al no estar ese lugar, también se dan mayores situaciones de vulnerabilidad, que lo podemos pensar incluso en personas heterosexuales, cisgénero y asociadas a los abusos sexuales intrafamiliares”, explicó.
Otro motivo habitual de consulta fue la violencia doméstica, entendida como la que se produce en una relación sexoafectiva o de pareja. Al respecto, Gelpi dijo que es necesario “sacarle el sesgo heterocisnormativo” al concepto, porque, si bien las principales víctimas de este tipo de violencia son las mujeres cis, también se da en vínculos homosexuales. “En este contexto que vivimos, parejas de dos varones y de dos mujeres convivientes han visto emerger la violencia en sus vínculos”, detalló el docente. “Si están teletrabajando, están más horas en contacto, entonces hay más roces, más estrés; y la incertidumbre también lleva a que haya conflicto, por lo que está muy compleja la situación. En casos de parejas no convivientes, pasa que al no poder verse o verse con menor frecuencia, aumentan los celos y las prácticas de control en redes sociales”, aseguró.
Un problema que también aparece en las narrativas, sobre todo de personas jóvenes trans, es el desempleo y la falta de oportunidades laborales, lo cual “genera un impacto en lo que es la posibilidad de independencia y de autonomía”. El psicólogo mencionó el caso particular de las trabajadoras sexuales trans, que “han visto mermados sus ingresos y han caído en una situación de extrema pobreza muy grande”.
El miedo al contagio o a ver afectada la salud también es motivo de preocupación para la población atendida por el Cram. Muchas usuarias y usuarios que viven con VIH, por ejemplo, consultaron “con mucho temor de circular por espacios públicos, porque son población de riesgo, entonces aunque estén en tratamiento con antirretrovirales tienen miedo, y esto es complejo porque tienen que seguir saliendo a trabajar, a hacer las compras o a ver a familiares”, describió Gelpi. Vinculado a la salud, el psicólogo dijo que las personas trans, por ejemplo, también han manifestado mayor angustia ante “demoras en consultas con especialistas o retrasos en los procesos de hormonización”.
El impacto de la crisis sanitaria en la salud sexual fue otro detonante para acercarse al servicio. Gelpi dijo que se percibe, especialmente en las personas que no tienen pareja estable, “una disminución de prácticas sexuales con otras y otros, sobre todo que no son parte de la burbuja”, lo que llevó a “una afectación en la salud sexual en este momento de la pandemia que no es la que había hace tres o cuatro meses, cuando había una sensación de que todo estaba bajo control”. Entre otras razones, el profesional explicó que “los espacios de homosocialización, por ejemplo los boliches de la comunidad, han desaparecido o han visto modificaciones, y después están las aplicaciones para conocer gente como Tinder y Grindr, que las usuarias y usuarios ven con una gran desconfianza”. Esta desconfianza se basa en la incertidumbre de saber si la otra persona se cuida, por ejemplo, o puede tener que ver con el hecho de vivir con personas que son grupo de riesgo o no haber recibido aún la vacuna. En este escenario, dijo el psicólogo, lo que ha habido es un aumento de la práctica del sexting.
Cualquiera sea el motivo de la consulta, Gelpi señaló que en varios casos se detectaron cuadros de estrés, depresión y ansiedad que “han nacido o se han agravado en el contexto de pandemia” y que tuvieron que ser derivados a especialistas en psiquiatría. También se ha visto un “aumento de ideas de muerte” y de “ideación suicida”.
Primeros auxilios psicológicos
Durante los encuentros virtuales, las duplas de docente y estudiante que atienden a la población LGBTI escuchan las consultas y luego brindan herramientas para que la persona pueda mejorar su situación. En medio de una catástrofe sanitaria global, una de esas herramientas es el paquete de primeros auxilios psicológicos, que son estrategias asertivas para afrontar el estrés y la ansiedad. “Son recursos que tienen las personas y que muchas veces desconocen pero han puesto en funcionamiento en otros momentos de crisis como puede haber sido un duelo, una separación, un momento de desempleo o un momento donde no había dinero en el hogar y había que rebuscársela”, explicó Gelpi.
Lo primero que hace el equipo del Cram es evaluar, según el caso, si la situación se deriva al Mides, a un equipo de salud amigable o a la sociedad civil para que haga un sostén y acompañamiento. Pero, además, se trata de identificar cuáles son las redes de contención que tiene esa persona. “Muchas veces, se piensa que no hay nada mejor que la familia, pero, en el caso de las personas LGBTI, esa principal red de sostén son las amistades, entonces hay que intentar tener contacto con esas personas”, puntualizó el psicólogo.
Por otro lado, existen “técnicas de desactivación” de las situaciones de estrés o ansiedad. Para empezar, es importante que la persona pueda poner en palabras lo que le angustia, le preocupa o le genera incertidumbre y miedos. La otra es habilitar la posibilidad de que el espacio de la consulta “oficie como un organizador psíquico”, de la que se salga con menos angustia o menos ansiedad. También se recomiendan determinados ejercicios que rompen con los picos de ansiedad o de estrés como las técnicas de relajación o de respiración, y algunas tareas de la vida cotidiana como “ordenar, cocinar, ducharse, cantar o bailar, que está comprobado científicamente que ayuda a desactivar cuando uno está en la rosca”.
Lo mismo con la ingesta de ciertos alimentos que pueden cooperar: frutas como frutilla, naranja, banana, manzana; nueces, lentejas y arroz; abundante agua mineral sin gas. Según Gelpi, durante esas situaciones lo mejor es evitar las gaseosas, las bebidas alcohólicas, los alimentos con grasa y “todo lo que es la comida chatarra, que uno cree que es algo de disfrute, pero a veces termina aumentando el nivel de ansiedad que puede sentir la persona”.
En todo caso, lo importante siempre es –primero– consultar.
¿Cómo hago para contactarme con el Cram?
El servicio funciona de lunes a viernes, en un horario acordado con las usuarias y usuarios, para todas las personas LGBTI que residan en Uruguay. Hay dos vías de acceso: a través del correo electrónico [email protected] o mediante el chat privado de Instagram (cuenta: cram.uy). El mensaje debe incluir nombre completo, edad, número de celular, una breve descripción del motivo de consulta y una franja horaria de preferencia (mañana, tarde o noche).
Si se solicita la prestación de consulta única para asesoramiento y orientación, el tiempo de demora para el encuentro es de máximo una semana. En el caso de la psicoterapia, la lista de espera oscila hoy en día entre dos y tres meses. De todas formas, si el equipo del Cram considera que es necesaria una intervención antes de ese período, puede convocar a una consulta única con la persona para evaluar el panorama y definir qué estrategia es mejor seguir.
Pueden solicitar la psicoterapia las personas LGBTI que residan en Montevideo y área metropolitana, Salto, Rivera, Artigas y Paysandú, según establece el convenio vigente. Las consultas únicas pueden realizarse desde cualquier punto del país.