“Tengo mucho para decir, así que ténganme paciencia”. De esta forma Britney Spears, de 39 años, comenzó la declaración que realizó el miércoles, en formato virtual, ante la jueza Brenda Penny, para solicitar el fin de la tutela que su padre ejerce desde hace 13 años sobre prácticamente todos los aspectos de su vida. En 24 minutos, la estrella del pop describió una serie de situaciones a las que fue sometida debido a esta custodia –el término legal en inglés es conservatorship–, que vulneran derechos y, en algunos casos, constituyen episodios de violencia.

Todo empezó en 2007, cuando Britney tuvo una crisis nerviosa tras una serie de escándalos públicos y una disputa con su exesposo por la tenencia de sus dos hijos, entre otros problemas. Ese fue el año en el que rompió los vidrios del auto de un paparazi con un paraguas. Las fotos de ese incidente rápidamente se hicieron virales –hoy es un clásico meme– y sirvieron para que los medios más sensacionalistas la tildaran de “loca”, “inestable” e incluso “mala madre”.

El titular hubiera sido distinto si el protagonista hubiera sido un hombre. Sólo por poner un ejemplo: Justin Bieber, otro ícono del pop, tiene un historial de agresiones verbales y físicas contra periodistas y fotógrafos en distintas ciudades del mundo, pero nadie se atrevió nunca a decir que estaba loco o que era incapaz.

En realidad, el episodio del paraguas ilustró muy bien el hartazgo que tenía Britney con la prensa en ese momento, como quedó plasmado en Framing Britney Spears, el microdocumental producido por The New York Times y estrenado a principios de año. Allí queda en evidencia la cobertura misógina y cruel de los medios durante toda su carrera –que inició a los 17 años–, y la constante intromisión en su privacidad.

En 2008, tras una decisión judicial, Britney fue declarada incompetente para hacerse cargo de su propia vida –eso es lo que sustenta la concesión de una conservatorship– y su padre, James Spears, quedó a cargo de su patrimonio millonario. En ese entonces, la artista estuvo de acuerdo con la decisión de que otra persona manejara su dinero, si bien se oponía a que el tutor fuera su padre. Con el correr del tiempo, saldrían a la luz detalles que dejarían entrever que el control paterno –o, mejor dicho, paternalista– no era sólo sobre sus finanzas: la cantante tampoco podía elegir cuándo, cómo y con quién trabajar, no le permitían manejar su auto y tenía restringidas las visitas. Por supuesto que tampoco tenía (ni tiene) la libertad de definir su propia representación legal. Desde hace más de una década, la artista estadounidense no es considerada una mujer adulta responsable.

Las declaraciones que hizo la cantante esta semana ante una corte de Los Ángeles revelaron otras aristas de esta vida tutelada, que mostraron que tampoco tiene decisión sobre su carrera, su cuerpo o su salud reproductiva, física y mental. Lo que dio a entender, en líneas generales, es que durante todos estos años estuvo presa de su propia familia. Sobre lo que quiere en el futuro inmediato, fue clara y directa: poner fin a la tutela sin necesidad de ser evaluada psicológicamente, para volver a ser dueña de su dinero y sus decisiones. Acerca de su padre y el equipo que lo asesora, sugirió, sin vueltas: “Deberían estar en la cárcel”.

“Nunca tuve voz en mi agenda”

Britney le dijo a la jueza Penny que la tutela era “abusiva” y que le impedía vivir “una vida plena”. La última vez que compareció por su caso, en mayo de 2019, había dicho al tribunal que la habían obligado a permanecer en una clínica psiquiátrica y a realizar presentaciones contra su voluntad. Esta vez, confesó que en esa audiencia no se sintió escuchada: “La última vez que hablé con usted, [...] me hizo sentir como si estuviera muerta. Como si no importara. Como si no me hubieran hecho nada. Como si usted pensara que estaba mintiendo o algo así. Se lo digo de nuevo, porque no miento. Quiero sentirme escuchada. Y les digo esto de nuevo para que puedan comprender la profundidad y el grado del daño que me hicieron en ese entonces. Quiero cambios y quiero cambios en el futuro. Me los merezco”.

Agregó más adelante que lo que vivió en los últimos años es “vergonzoso y desmoralizador”, y dijo que no se pronunció “abiertamente” sobre el tema hasta ahora porque pensaba que nadie le iba a creer. “Por eso les vuelvo a contar esto dos años después. Después de mentir y decirle al mundo entero que estaba bien y feliz. Es mentira. [...] He estado en negación. Estuve en shock. Estoy traumatizada”, aseguró. Y reveló que no puede dormir, está deprimida y llora “todos los días”.

Ahora rompió el silencio. La necesidad de hacerlo era tan arrolladora que la jueza tuvo que interrumpirla un par de veces para pedirle que hablara más despacio. Entre otras cosas, denunció que fue medicada contra su propia voluntad con litio, una medicación tan fuerte que hizo que se sintiera “borracha”. “Ni siquiera podía mantener una conversación con mi mamá o mi papá. Les dije que estaba asustada. Y mi médico hizo que seis enfermeras diferentes vinieran a mi casa y se quedaran conmigo para controlarme con esta nueva medicación que, para empezar, nunca quise tomar”, relató. En otro tramo de la comparecencia, dijo que ese doctor “ilegalmente abusó” de ella “por el tratamiento” que le indicó. “Y, para ser totalmente honesta, cuando falleció, me arrodillé y le di las gracias a Dios”.

También dijo haber sido “forzada” a realizar una gira en 2018, pese a que no sentía que estuviera en condiciones físicas y mentales. “Mi mánager dijo que si no hacía la gira tendría que encontrar un abogado y, por contrato, mi propio equipo podría demandarme si no cumplía con la gira. Me entregó una hoja de papel cuando me bajé del escenario en Las Vegas y dijo que tenía que firmarla. Fue muy amenazante y aterrador, y con la tutela ni siquiera pude conseguir mi propio abogado, así que, por miedo, seguí adelante e hice la gira”. Cuando terminó ese tour, empezó a ensayar para un nuevo espectáculo en Las Vegas, pero según la cantante “fue difícil, porque había estado haciendo [shows en] Las Vegas durante cuatro años y necesitaba un descanso entremedio”. Pidió ese break pero, una vez más, no se lo permitieron. Ese fue el último año que Britney se subió a un escenario.

En su testimonio, Britney llegó incluso a compararse con una víctima de trata con fines de explotación sexual. “Trabajaba siete días a la semana, sin días libres. En California, lo único parecido a esto se llama tráfico sexual: hacer que cualquier persona trabaje, trabajar en contra de su voluntad, quitarle todas sus pertenencias, tarjeta de crédito, efectivo, teléfono, pasaporte, y colocarla en el hogar donde trabaja con las personas que viven con ella”.

También aseguró que no tenía privacidad ni en su propia casa, en la que convivía con guardias de seguridad, enfermeras y un chef, entre otras personas desconocidas. “Me veían cambiar, todos los días, desnuda. De mañana, al mediodía y de noche. Mi cuerpo: no tenía intimidad, ni puerta para mi habitación. Daba ocho galones de sangre por semana. Si no hacía ninguna de mis reuniones y trabajaba de ocho a seis de la noche, que son diez horas al día, siete días a la semana y sin días libres, no podía ver a mis hijos ni a mi novio. Nunca tuve voz en mi agenda. Siempre me dijeron que esto era lo que tenía que hacer”.

Maternidad y “coerción reproductiva”

Quizás una de las revelaciones más impactantes sobre la sistemática vulneración de los derechos de Britney tuvo lugar cuando dijo que tampoco tiene permitido casarse y volver a tener hijos. “Tengo un DIU en este momento para no quedar embarazada. Quería removerlo para poder empezar a intentar tener otro bebé, pero no me dejan ir al médico a que me lo saque porque no quieren que tenga más hijos”, denunció la artista.

Britney tiene dos hijos, de 14 y 15 años, con su exesposo, Kevin Federline. Desde 2019, la cantante tiene 30% de la custodia sin supervisión. Actualmente está en pareja con Sam Asghari, quien en distintas ocasiones se manifestó contra la tutela y el día de la audiencia ante la jueza subió a Instagram una foto en la que lucía una remera con el hashtag #FreeBritney.

Casi al final de su declaración, la cantante volvió a abogar por su derecho a decidir sobre su propio cuerpo: “Merezco tener los mismos derechos que cualquiera a tener un hijo, una familia, cualquiera de esas cosas”.

Alexis McGill Johnson, la presidenta de Planned Parenthood, citó esa última frase en Twitter y calificó la situación como “coerción reproductiva”. “Nos solidarizamos con Britney y todas las mujeres que enfrentan la coerción reproductiva. Tu salud reproductiva es tuya y nadie debería tomar decisiones por ti”, escribió.

Britney también dijo que tiene derecho “a usar su voz” y “defenderse”. Por eso, le pidió ayuda a la jueza para que ponga fin a la tutela, sin pasar por una evaluación psicológica y con la posibilidad de elegir a su propio abogado. “No debería estar bajo una tutela si puedo trabajar y proporcionar dinero y trabajar para mí y pagar a otras personas. No tiene sentido, las leyes tienen que cambiar. ¿Qué estado permite a las personas poseer el dinero y la cuenta de otra persona y amenazarlos diciéndoles: ‘No puedes gastar tu dinero a menos que hagas lo que queremos que hagas’?”, alegó. “Sólo quiero recuperar mi vida. Han pasado 13 años y es suficiente”.

Liberen a Britney

El hashtag #FreeBritney fue utilizado por primera vez en 2009, en una página administrada por fans que rechazaban los términos de la tutela, según rastreó The New York Times. Sin embargo, se convirtió en el emblema de una campaña más amplia en 2019, después de que la artista fue internada en un centro de salud mental con el argumento de que tenía “angustia emocional” por una enfermedad de su padre. Los fans aseguraban que Britney era obligada a mantener el acuerdo y, desde ese entonces, presentaron distintas peticiones con miles de firmas a las autoridades de Estados Unidos para que interrumpieran la tutela. También convocaron a manifestaciones para expresar el apoyo a Britney durante las audiencias judiciales. La de esta semana no fue la excepción.

Además, el movimiento #FreeBritney es muy activo en las redes sociales. De hecho, desde hace meses le piden a su artista favorita que envíe señales de ayuda en sus publicaciones de Instagram, como vestirse de un color específico o citar determinada canción, pero Britney se mantuvo en silencio e indiferente a las solicitudes. Al menos, hasta ahora: el día después de romper el silencio ante la corte, hizo una publicación en Instagram en la que les pidió perdón a sus seguidores por “pretender” durante los últimos dos años que “estaba bien”. Quizás este sea un primer paso para recuperar, por fin, su voz.