La llegada del coronavirus a Uruguay, hace ya 16 meses, impactó de distintas formas en la vida de las personas LGBTI. El desempleo, la pérdida total o parcial de ingresos y, en algunos casos, la profundización de la precarización laboral que ya vivían derivaron en situaciones en las que no estaban garantizadas necesidades básicas, como la alimentación y la vivienda. Al mismo tiempo, se sumaron las dificultades en el acceso a la atención de la salud, los obstáculos para permanecer en el sistema educativo y los efectos psicológicos de la pandemia en poblaciones que muchas veces se vieron expuestas a episodios de violencia intrafamiliar o de pareja en el contexto del encierro.

Frente a este escenario complejo, los colectivos LGBTI tendieron redes y organizaron la solidaridad. Desde sus lugares de incidencia, gestionaron ollas populares, armaron canastas de alimentos, coordinaron encuentros virtuales para brindar información y asesoramiento e incluso impulsaron un estudio para conocer la situación de las personas trans, que fueron especialmente afectadas.

En el marco del Mes del Orgullo LGBTI, representantes de algunos de estos grupos compartieron las experiencias en el conversatorio virtual “Pandemia disidente: desafíos y oportunidades en el contexto de la emergencia sanitaria”, organizado por la Secretaría de la Diversidad de la Intendencia de Montevideo. La actividad estuvo moderada por la activista trans Delfina Martínez y contó con los saludos de la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, y el director de la Secretaría de la Diversidad, Sergio Miranda. Participaron integrantes de las organizaciones Trans Boys Uruguay (TBU), Colectivo Trans del Uruguay (CTU), No Binaries Uruguay y Ovejas Negras.

Además de poner en común los nuevos problemas que surgieron y las estrategias para hacerles frente, los colectivos explicaron de qué manera han tenido que repensar las formas de militancia y reflexionaron sobre las perspectivas a futuro. Tanto para gestionar la solidaridad como para continuar la lucha, la tecnología apareció en algunos casos como una gran aliada.

La situación de las personas trans

La discriminación a la que se enfrentan las personas trans durante toda su trayectoria de vida constituye una barrera para el acceso a un empleo remunerado, según reveló la primera Encuesta Nacional de Personas Trans, realizada por el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) en 2016. Como consecuencia, la mayoría vive de empleos temporales o “changas”, y el trabajo sexual aparece como la primera opción laboral. La llegada de la pandemia profundizó esta precarización o directamente mermó todas las posibilidades de trabajo, y muchas personas quedaron en situación de desamparo.

En un intento de dar respuesta, CTU lanzó una campaña de donaciones para armar canastas de alimentos dirigidas a personas trans de todo el país. A la vez, en Montevideo puso en marcha la “olla popular trans” del Cerrito de la Victoria, que brindó almuerzos o meriendas, según el día de la semana. En poco tiempo, el colectivo recibió ayuda de otras organizaciones sociales, sindicatos y personas anónimas, que donaron alimentos y productos de higiene. Parte de la ayuda iba a las trabajadoras sexuales trans y a mujeres trans privadas de libertad, explicó durante el conversatorio Collette Spinetti, presidenta del colectivo. A su entender, la única respuesta posible ante la crisis era “estar y meter las patas en el barro”.

Cuando inició la campaña, en marzo de 2020, se gestionaban alrededor de 20 canastas en Montevideo. Hoy en día, CTU envía 367 canastas para personas trans “de todo Uruguay”, aseguró Spinetti.

“Tuvimos que saldar una distancia entre el derecho y el acceso al derecho”. Collette Spinetti, Colectivo Trans del Uruguay

En muchos casos, la pandemia destapó otras problemáticas que vivía esta población. La activista contó, por ejemplo, que muchas compañeras trans mayores pedían que las canastas se mandaran “a nombre de Juan Pérez” porque no habían realizado aún el cambio de nombre y sexo registral, tal como establece la Ley Integral para Personas Trans aprobada en 2018. “Cuando les preguntábamos por qué, nos decían que no sabían llenar un formulario. Entonces tuvimos que saldar una distancia entre el derecho y el acceso al derecho”, explicó Spinetti. Lo mismo pasó con el trámite para acceder a la pensión reparatoria que la normativa contempla para aquellas personas trans nacidas antes del 31 de diciembre de 1975 que hayan sido víctimas de violencia institucional o privadas de libertad debido a su identidad de género.

También aparecieron casos de violencia, especialmente en las redes sociales, en los que el colectivo estuvo “todo el tiempo interviniendo y denunciando”. Otro problema que hubo que asistir fueron los desalojos.

Algunos de estos elementos aparecieron en el informe La situación de las personas trans residentes en Uruguay durante la emergencia sanitaria por covid-19, publicado en abril de este año por CTU, recordó Spinetti. El documento sistematiza y analiza los datos recabados en un sondeo realizado entre julio y setiembre de 2020 a 135 personas trans que residían en distintos puntos del país. Las preguntas –que abordaron cuestiones vinculadas a la situación laboral, la atención a la salud, el acceso a los servicios básicos y el vínculo con el sistema educativo– fueron respondidas a través de formularios de Google. El informe no pretendía ser una investigación académica, sino un primer acercamiento a la situación.

Niñeces y adolescencias trans: otros desafíos

“Lo que no se nombra no existe, y eso siempre pasó con las infancias y con las adolescencias trans. Es como que la persona trans nace, aparece y se determina en la adultez, entonces las niñeces y las adolescencias quedan totalmente en un segundo plano”. Así inició su intervención Eduardo Cheda, integrante de TBU –colectivo que nuclea a varones trans y a sus familias– y, sobre todo, papá de Agustín. Cheda dijo que, además, las niñas, niños y adolescentes trans no suelen organizarse en colectivos para visibilizar sus experiencias y reclamar por sus derechos, por lo que a las madres y los padres les toca ser “la voz”.

“La pandemia sirvió como escudo, por ejemplo, para los prestadores de salud privados, para no empezar a cumplir ciertas cosas que la ley trans exigía”. Eduardo Cheda, Trans Boys Uruguay

En la misma línea que Spinetti, el representante de TBU aseguró que la pandemia agudizó las problemáticas estructurales que atraviesan a la población trans, pero también, en algunos casos, “sirvió como escudo, por ejemplo, para los prestadores de salud privados, para no empezar a cumplir ciertas cosas que la ley trans exigía”. Cheda aseguró que su familia lo vivió en carne propia: “Mi hijo, que estaba en un servicio de salud privado, tenía que hacerse la masculinización pectoral, una operación que primero le estiraron y después le negaron el acceso. Hicimos la denuncia correctamente al Ministerio de Salud Pública, lo cual obligó a este prestador de salud a hacer el procedimiento, pero la realidad es que él se cambió para uno de los dos prestadores de salud privados que habían formado un equipo como exige la ley”. Agustín finalmente pudo hacerse el procedimiento, “pero demoró un año más”.

Cheda aseguró que la pandemia impuso “nuevos desafíos”, que “continuamente” empujaron al colectivo a “transformarse, reinventarse y buscar otros medios de ayuda”. Uno de los principales medios de ayuda fue la tecnología, que el activista describió como una “solución” que permitió que la comunicación se mantuviera y acercó al colectivo “al Uruguay profundo”. Gracias a la virtualidad, por ejemplo, se pudo organizar un conversatorio con la endocrinóloga argentina Fabiana Reina, en el que participaron más de un centenar de profesionales de la salud, incluidos “endocrinólogos, pediatras, psicólogos y sexólogos”.

Para las madres y los padres que participaron también fue una instancia enriquecedora. “Son nuestras hijas y nuestros hijos, son lo que más queremos en el mundo, y los procesos que desconocemos nos dan mucho miedo e incertidumbre. Entonces, la idea era aportar este conversatorio a un padre, darle la información básica, para que cuando mañana vea a un endocrinólogo y este le diga ‘vamos a hacer tal y tal cosa’, sepa de qué le están hablando”, explicó Cheda.

Para evacuar dudas acerca de los procedimientos, TBU también generó un espacio de consultas con el médico familiar y comunitario Daniel Márquez, que se especializa en la atención a personas trans. “Es algo muy angustiante tanto para los padres como para les hijes, que también tienen dudas y no tienen con quién consultar, porque en las sociedades médicas tampoco tenés endocrinólogos que estén correctamente asesorados, cada uno utiliza su librito”, señaló Cheda. El papá de Agustín agregó que estas consultas fueron “de mucha ayuda” para las niñas, niños y adolescentes, sobre todo en un contexto en el que no tenían clases presenciales y estaban encerrados en sus casas.

La lucha de las personas no binarias

No Binaries Uruguay se define como un colectivo “antirracista y antipatriarcal” de personas no binarias autoconvocadas. Forma parte del Bloque Trans y Disidente y se creó a principios de 2020, poco antes de que irrumpiera la covid-19 en el país. ¿Qué desafíos supuso la pandemia en medio de este proceso de conformación? ¿Cuál es el centro de su lucha?

“Al momento de iniciar los trámites nos encontramos con formularios pensados de manera binaria, por lo que para hacer el cambio de nombre tenemos que elegir entre dos únicas opciones con las cuales no nos identificamos”. Cami González, No Binaries Uruguay

Cami González, integrante del colectivo, explicó que lo más “urgente” en su proceso de militancia es que se habilite a las personas no binarias a realizar el cambio de nombre y género registral, algo que está previsto en la ley trans pero no en los formularios del Registro Civil, que están diseñados en clave binaria. “Si bien en el inciso C del artículo 4 de la ley trans se reconoce a las personas que no se identifican con lo binario como personas sujetas de derecho, al momento de iniciar los trámites nos encontramos con formularios pensados de manera binaria, por lo que para hacer el cambio tenemos que elegir entre dos únicas opciones con las cuales no nos identificamos”, explicó González.

Esta es la lucha principal, aseguró, porque “es el puntapié inicial para poder acceder a todos los otros derechos”. Por ejemplo, el acceso al trabajo en los llamados públicos, cuyos formularios tampoco contemplan las identidades no binarias. “Hacemos hincapié en esto porque el trabajo es un derecho humano básico y necesitamos trabajar, más en este contexto de pandemia, en que muchísimes compañeres han perdido su sostén laboral y la panza hay que llenarla”, dijo González.

No Binaries Uruguay también exige que el colectivo esté contemplado en las políticas públicas. En esa línea, González dijo, por ejemplo, que las personas no binarias no tienen acceso a la Tarjeta Uruguay Social que otorga el Mides a las personas trans, porque el formulario está pensando en términos binarios. Lo mismo sucede con las canastas para personas trans que entrega ese ministerio. “Hay una necesidad de militar porque si hay una ley, y esa ley nos contempla, hay que exigirle al Estado que la cumpla”, afirmó; “son un montón de cuestiones que apuntan a la vida digna que tanto deseamos tener”.

Acerca de la visibilización cada vez más notoria de las identidades no binarias, González recordó que “siempre existieron”, pero que su lucha es más visible ahora, sobre todo en el contexto de la pandemia, porque “ha habido un uso de las herramientas tecnológicas que ha ayudado”.

“Un contexto de mayor vulnerabilidad para el colectivo LGBTI”

Ovejas Negras también trabajó desde el inicio de la pandemia para dar apoyo a las personas LGBTI que se vieron afectadas. Por eso, en abril de 2020 el colectivo lanzó un proyecto bajo el hashtag #OrganizandoSolidaridad con el objetivo de recaudar fondos para entregar canastas de alimentos a población LGBTI a través de almacenes barriales de todo el país. “Lo que hacíamos era juntar el dinero a través de redes y del apoyo de la sociedad en general, para realizar estas compras en los almacenes barriales, que también generaban convivencia en lo que tiene que ver con el barrio y con la comunidad”, explicó María Vicente, integrante del colectivo. La idea era articular con colectivos territoriales de otros departamentos, “donde realmente surgiera la demanda”, puntualizó. Además, mediante esta misma metodología, Ovejas Negras apoyó a diferentes ollas populares, incluida la que gestiona CTU. Estas iniciativas solidarias se desarrollaron hasta que terminó el año, porque el colectivo “no lo pudo seguir manteniendo”, explicó Vicente.

Actualmente, Ovejas Negras está presente en el Consejo Nacional de Diversidad Sexual, “monitoreando con otros colectivos todo lo que tiene que ver con las funciones del Estado”, y trabaja en cursos de salud que se llevan adelante desde 2013 junto con las facultades de Psicología y Medicina de la Universidad de la República y la Administración de los Servicios de Salud del Estado.

“Esta es una crisis sanitaria, económica y social, pero que también reinventa de otra manera el capitalismo y sus modos de producción, porque nos estamos acostumbrando a las tecnologías y a la no presencialidad [...] que engañan porque por una parte acercan, pero a la vez alejan a una parte de la población”. María Vicente, Ovejas Negras

Acerca del impacto de la pandemia en la militancia, la activista dijo que la virtualidad por un lado “acerca a los territorios” y “genera mayor presencia en los plenarios”, pero por otro lado deja “excluida a una parte de la población, que no puede acceder” a las herramientas digitales. “Esta es una crisis sanitaria, económica y social, pero que también reinventa de otra manera el capitalismo y sus modos de producción, porque nos estamos acostumbrando a las tecnologías y a la no presencialidad, y creo que como militantes de territorio tenemos que tener en cuenta estas nuevas modalidades, que engañan porque por una parte acercan, pero a la vez alejan a una parte de la población”, cuestionó, y agregó: “La consecuencia de esta crisis la estamos atravesando todo el colectivo LGBTI y esto nos posiciona en un contexto de mayor vulnerabilidad, como ciudadanos y como militantes”.