Este miércoles se celebra el Día Internacional de la Visibilidad No Binaria, una fecha impulsada en 2012 por colectivos y organizaciones de la sociedad civil para nombrar y visibilizar la experiencia de las personas que no se identifican ni como mujeres ni como hombres.

Si bien la fecha fue elegida porque se ubica exactamente entre el Día Internacional de la Mujer y el Día Internacional del Hombre, asumir una identidad no binaria es más complejo que posicionarse en el medio del binomio mujer/hombre. Para las personas no binarias, se trata de “trascenderlo”: “Podemos ser ambas, ninguna, fluir entre el género o crear uno nuevo”, según explica la Red No Binaries Latinoamérica, fundada el año pasado.

Las personas no binarias reivindican el uso de pronombres neutros, como “elle” o “elles”, aunque también utilizan femeninos o masculinos. En cualquier caso, insisten en que lo importante es preguntarle a cada persona no binaria con cuál o cuáles se identifica. Entienden el uso del lenguaje neutro “como un primer paso hacia la normalización e integración de la e como género gramatical” y piden a las sociedades que no asuman el género de las personas con base en cómo se visten, cómo hablan o cuál es el corte de pelo.

La batalla de las personas no binarias en el mundo es por la visibilidad y el reconocimiento de su existencia. En Uruguay, además, tienen como reclamo principal que se habilite el cambio de nombre y género en la cédula de identidad, algo que está contemplado en la Ley Integral para Personas Trans, pero que no se refleja en los formularios del Registro Civil, que sólo prevé dos opciones, en clave binaria: mujeres trans o varones trans. Este cambio sería el puntapié inicial para el acceso a otros derechos, asegura No Binaries Uruguay, el único colectivo del país que nuclea a personas no binarias.

“Tuve mucho alivio cuando me enteré de la identidad no binaria, porque siempre me pasó de preguntarme qué soy y sabía que no me identificaba con una cosa, pero tampoco con otra”. Agus

Encontrar la identidad

Una “liberación”, “mi lugar”, “mi línea de llegada” y un “alivio”. Así describen Agus, Cami, Di, Kenai y Verónica el momento en que asumieron su identidad no binaria, después de un proceso que por momentos ha sido de “dolor” o “incomodidad”, y que no ha estado desprovisto de discriminación, prejuicios y violencia.

“Tuve mucho alivio cuando me enteré de la identidad no binaria, porque siempre me pasó de preguntarme qué soy y sabía que no me identificaba con una cosa, pero tampoco con otra”, cuenta Agus, de 22 años, a la diaria. “Me pasaba que cuando tenía el pelo corto me incomodaba que la gente asumiera que era varón, me creció el pelo y ahora la gente asume que soy mujer, cosa que también me incomoda mucho, pero por fin comprendí que no me tiene que importar cómo me perciben los demás”, asegura Agus, que estudia Psicología en la Universidad de la República (Udelar), se identifica como una persona trans no binaria y utiliza pronombre neutro y femenino.

Dice que le costó aceptar su identidad porque la asociaba a “maltratos, prejuicios, estereotipos, actitudes y comentarios cerrados” que recibió durante la infancia, en la que fue discriminada “por ser la marimacho”. “En la camioneta de la escuela me decían ‘mujhombre’, mitad mujer, mitad hombre, y a partir de ahí lo veía como algo negativo, porque me pegaban por eso y yo tenía terror cada vez que tenía que subirme a esa camioneta y saber que durante todo el viaje me iban a estar inventando apodos horribles”, recuerda. Esos episodios le “pesaron un montón” y muchas veces sintió que lo merecía, “por ser la rara”.

Por su parte, Verónica –también conocida como Blanditánike Soret– cuenta que durante la infancia y la adolescencia nunca se “sintió de acuerdo con ser mujer” y tampoco le atraían las actividades, conductas o vestimentas “femeninas”, lo que derivó algunas veces en situaciones de discriminación. “En el liceo me acuerdo de estar cantando en el coro y que digan ‘esa persona es re marimacho’”, recuerda quien se presenta como cantante lírica y de tango.

“No soy ni mujer ni hombre, no me identifico en esas estructuras que pintan, no me amoldo a ellas, ellas tampoco se amoldan a mí y me excluyen”. Verónica

Hoy tiene 26 años y se identifica como persona trans no binaria desde hace unos pocos meses: “Fue en plena cuarentena, en un momento que dije ‘yo no soy ni mujer ni hombre, no me identifico en esas estructuras que pintan, no me amoldo a ellas, ellas tampoco se amoldan a mí y me excluyen’. La cuarentena fue un momento para pensar y darme cuenta de que quería ser reconocide como elle”.

Di tiene 36 años, estudia profesorado de Filosofía, es artista circense y entendió que era una persona no binaria cuando tuvo que llenar un formulario en el marco de un encuentro latinoamericano de circo LGBTI, en el que las opciones eran “hombre cis”, “mujer cis” u “otros”. “Yo no sabía qué era hombre cis, así que fui a Google a consultar. Ahí leí que hombre cis es una persona a la que se le asignó el sexo biológico de hombre y está de acuerdo con esa asignación [...] Ahí pensé: ‘No soy hombre’. Enterarme de eso fue un shock para mí”, asegura. En la búsqueda que realizó después de ese descubrimiento, encontró información sobre la identidad no binaria, que enseguida interpretó como “una forma de nombrarse en la que entiendo que se me respeta”. Para Di, “ser no binarie es una liberación de la categoría del género”, porque “hay un montón de mandatos que no tengo que seguir y no se esperan de mí”.

Kenai, de 21 años, está por terminar la licenciatura de Sociología en la Udelar y dice que cuando empezó a cuestionar su género todo el mundo le dijo que era mujer porque le gustaba “lo femenino”. Para elle, esa correlación no era tan clara y en internet encontró que “había más identidades”. Poco a poco, cambió el nombre en sus perfiles virtuales y le contó a su entorno más cercano que se identificaba como persona no binaria. Con la familia, que es “bastante conservadora”, todavía es un asunto pendiente. Sí le contó al padre, que recuerda que le dijo: “No sé muy bien de qué me estás hablando, pero te quiero igual”.

Hasta hace algunos años, Cami vivió “como una lady”, ya que la sociedad la “atosigaba todo el tiempo y me decía que ese era el camino porque ‘nena’ dijo la partera”, cuenta. Sin embargo, siempre vivió con la sensación de “habitar un cuerpo y una identidad que sentía en incomodidad”. La militancia feminista y la curiosidad por informarse sobre nuevos conceptos hicieron que investigara sobre eso que le “hacía ruido”. “Así es que me voy haciendo camino y listo, es acá, es este mi lugar, es esta mi identidad y esta es mi línea de llegada de todo esto a lo que le estuve escapando todos estos años, acá me quedo”, asegura Cami, que hoy tiene 31 años y dos hijes; “soy una persona no binaria, pero además soy una persona trans, porque el cuerpo con el que nací no es el cuerpo que yo quiero habitar”.

Entre el desconocimiento y el prejuicio

Luego del alivio que significó asumir la identidad no binaria, vino la reacción de los demás: la familia, las amistades y la sociedad en general. Los relatos dejan entrever el desconocimiento que hay acerca de lo que implica ser una persona no binaria y una mirada prejuiciosa que, pese a los avances de la agenda LGBTI, parece seguir vigente en Uruguay.

Agus dice que tuvo que “salir del clóset varias veces”, porque cada vez que le decía a su madre que era no binarie ella volvía a preguntarle: “¿Cómo que sos no binarie?”. Algo parecido le pasa puertas afuera de su casa: “Es bastante cansador que todo el tiempo, quieras o no, tenés que ir dando explicaciones y hay veces que no te toman en cuenta o te dicen ‘dejá de joder’”.

Pese a “la aceptación y el amor incondicional” que recibió por parte de su familia, Agus dice que todavía tiene que lidiar con parientes que le dicen cosas como “te acepto, pero no me pidas que te trate en neutro” o “a mí no me importa lo que sos, yo te quiero igual”. Pero siente que el “te quiero igual” no alcanza: “Sí, me querés igual, pero yo te estoy diciendo que soy esto, quereme como no binarie, no como esa cosa rara”.

Kenai también se enfrentó a reacciones diversas. “Hubo gente que ha reaccionado de manera maravillosa, que me dijo ‘perfecto, ya te agendo de otra manera’, y gente que ha reaccionado de manera horrible, a los gritos, diciéndome ‘yo no voy a hacer lo que vos quieras, las cosas son como son por alguna razón’. También hay gente que no sabe mucho y entonces pregunta, por ejemplo, si me cambié la cédula. Una persona llegó a decirme ‘cuando te cambies la cédula, te cambio el nombre’, y no funciona así”, cuenta. Tampoco se trata de que tu identidad de género cambia cuando iniciás un tratamiento hormonal. “Yo siempre dije ‘soy trans no binarie’, pero recién ahora que arranqué con hormonas lo toman en serio, y en realidad no cambia nada. No necesitás hormonizarte. Cada persona no binaria decide cómo ser no binarie y no le debemos androginia a nadie”, apunta Agus.

Verónica considera que la transición está llena de satisfacciones, sobre todo cuando conocés a otres que atraviesan lo mismo y te sentís “en comunidad”, pero también existe “un afuera que cada vez es más doloroso”. En ese sentido, dice que “ser no binarie te lleva a que, por ejemplo en mi caso, me digan todo el tiempo ‘ella’, que me exijan cuándo voy a tener una criatura o a ver si bajo de peso porque mi figura tiene que ser femenina, y toda una bocha de cosas de lo que implica ser mujer o ser hombre, y yo no quiero esa normalidad [...] Se trata de trascender el género para poder vivir en libertad”.

En ese camino, el sistema de salud mental puede jugar un rol fundamental. Verónica, que tiene una discapacidad motriz, señala que este año le diagnosticaron trastorno límite de personalidad y terminó en el hospital porque sintió que ya no quería seguir con la “lucha” cotidiana. “Esa mirada social que te corrige, que te dice que estás por fuera de la norma, que no tenés una pierna, ha hecho estragos en mí y en mi mente [...] Me ha llevado al límite de pensar que, si esta es la existencia que hay, no quiero existir”.

Para Di, declararse como persona no binaria se presenta como un “problema” para el resto de la sociedad, porque “las palabras para decir cómo es una persona tienen todo el tiempo una carga de género, y cuando vos no asumís o no aceptás eso, descolocás a las personas, no entienden”. Di asegura que las personas no binarias son “invisibilizadas” y “motivo de chiste constantemente”, incluso para personas que “tienen la mente abierta y que reconocen a las mujeres trans y a los varones trans”. Cami agrega que esto sucede incluso dentro de la comunidad LGBTI: “Es tremendo, desde tener que pedir que se respeten nuestros pronombres o se use un lenguaje no sexista y no binario hasta pedir el respeto a que de repente no necesitamos cambiarnos el nombre”.

El reclamo por el derecho a ser

Agus, Cami, Di, Kenai y Verónica pertenecen a No Binaries Uruguay, un colectivo que nació en diciembre de 2019 y que, por el momento, es el único que nuclea a personas no binarias en el país. En la página de Instagram, se define como una “red de no binaries autoconvocades” y un “espacio transfeminista, antipatriarcal, antirracista y anti toda forma de opresión o discriminación”. Hoy en día, son cerca de 40 integrantes en el grupo de Whatsapp. El colectivo integra el Bloque Trans y Disidente y es uno de los fundadores de la Red No Binaries Latinoamérica.

Uno de los principales reclamos del colectivo es que se habilite el cambio de nombre y género registral para las personas no binarias, tal como contempla la ley trans, que en el inciso C del artículo 4 incluye a quienes “se autoperciben o expresan” un “género no encuadrado en la clasificación binaria masculino/femenino”. Esto actualmente no se cumple, porque el trámite para hacer la modificación en el Registro Civil se basa en un formulario que sólo tiene las opciones “mujer trans” o “varón trans”. “Las personas trans no binarias no estamos incluidas, por lo que para cambiar nuestro nombre y nuestra documentación tenemos que elegir una identidad que no nos identifica, y esto significa mentir sobre quiénes somos”, aseguró Cami a la diaria.

La lucha por el reconocimiento en los documentos de identidad es una primera batalla en la conquista por otros derechos. En ese sentido, Cami abogó por la inclusión de las identidades no binarias en los llamados laborales que realizan organismos públicos y en las políticas sociales. Sobre esto último, dijo que se reunieron con la directora de Promoción Sociocultural del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), Rosa Méndez, para acceder a las canastas para personas trans que entrega la cartera en el contexto de pandemia porque hay personas no binarias en situación de vulnerabilidad económica, y la respuesta fue que estas identidades no están contempladas porque el sistema no las reconoce como personas trans. Por el mismo motivo, tampoco pueden acceder a la Tarjeta Uruguay Social para población trans. “Fui a hacer el trámite y me encontré con que el formulario también está pensado de manera binaria, es decir para mujeres trans u hombres trans, y al hacer la consulta me dijeron que no podía acceder”, contó Cami.

Para le activiste, “se repite el patrón” cada vez que intentan acceder a un derecho, por lo que están “quedando cada vez más fuera del sistema”. “Mientras se dan los procesos burocráticos, a nosotres se nos va la vida”, afirmó.

“Tenemos que poder tener la libertad de vivir nuestra identidad de la manera más gozosa y feliz posible, y necesitamos que el Estado deje de violar sistemáticamente nuestros derechos”. Cami

Cami insistió en que el pedido no es para que el Estado “reconozca” a las personas binarias, porque siempre existieron, sino para que se cumplan las leyes que garantizan sus derechos. “Existimos y resistimos en esta sociedad desde siempre”, agregó. “Estamos reivindicando nuestro derecho a ser, que es más que urgente. Tenemos que poder tener la libertad de vivir nuestra identidad de la manera más gozosa y feliz posible, y necesitamos que el Estado deje de violar sistemáticamente nuestros derechos”.

Representantes del Mides aseguraron a No Binaries Uruguay que la cartera está trabajando para hacer cambios que les incluyan, en el marco del Consejo Nacional de Diversidad Sexual, según dijo Cami. Sin embargo, el colectivo cuestiona que no formen parte de esos intercambios. “Siempre decimos que nada de nosotres sin nosotres, entonces, ¿cómo van a trabajar algo que tiene que ver específicamente con las personas no binarias sin el único colectivo de personas no binarias que existe en Uruguay?”, se preguntó.

A nivel regional, el colectivo trabaja en distintos proyectos con la Red No Binaries Latinoamérica, que “está en un proceso de transformación, planteándose como red de Abya Yala también, pensando en esta perspectiva descolonial, y se están generando acciones a nivel de los territorios”, detalló Di, y adelantó que en el marco del Día Internacional de la Visibilidad No Binaria se lanzarán distintos materiales y actividades con artistas no binaries de América Latina y el Caribe.

La idea también es hacer un relevamiento para saber cuántas personas se identifican como no binarias en el continente. Di recordó que en un relevamiento que hizo el Colectivo Trans del Uruguay sobre la situación de las personas trans durante la pandemia, 16% se identificó como persona no binaria en el país. Sin embargo, el censo trans realizado en 2016 no incluye el dato, por lo que no hay un registro oficial a nivel nacional.