La infectóloga Zaida Arteta es la segunda mujer en ocupar la presidencia del Sindicato Médico del Uruguay (SMU) en más de tres décadas. Graciela Dighiero ya lo había hecho entre 1989 y 1990, luego de que el presidente de ese entonces renunciara. Arteta no considera este logro como un mérito propio, sino como el resultado de un “trabajo colectivo” y de la aplicación de medidas afirmativas en un sindicato “machista”.

Según anunció el día que asumió el cargo, el principal pilar de su gestión será impulsar “la equidad de género en el ejercicio de la profesión y gremial”. La titular del SMU conversó con la diaria sobre las acciones que promoverá en ese sentido, las brechas de género en el ejercicio de la medicina, la violencia de género en el ámbito médico y la situación de las profesionales de la salud en el interior del país, entre otras cuestiones.

¿Qué implica, como mujer, haber sido electa presidenta del sindicato?

Como implicancia diría que es el resultado de un trabajo colectivo, no es personal. Para las elecciones de 2017, [la agrupación] Fosalba ya había definido llevar listas paritarias a todos los órganos. Vista como un problema la escasa participación de las mujeres en la directiva del gremio –donde la mayoría de las médicas son mujeres–, se tomó esta medida afirmativa y en tres períodos se determinó que no sólo esté yo en la presidencia, sino que también tengamos un Comité Ejecutivo paritario. Este proceso es la concreción de un anhelo de un grupo de personas.

¿Cuáles son las principales brechas entre mujeres y varones en el ejercicio de la medicina?

Tenemos algunas cifras de cómo se distribuye la masa salarial. Al igual que en otras profesiones, en la medicina la masa salarial está más volcada a los varones. Eso tiene que ver con varias cosas. Una es el número de horas que trabajan las mujeres. No es que las mujeres tengan un salario menor por la misma función; eso no ocurre. Pero pasa que hay algunas disciplinas que son más feminizadas y otras más masculinizadas, y tienen diferente remuneración. Por ejemplo, en las especialidades anestésico-quirúrgicas, que son las más remuneradas, hay más hombres que mujeres. Otra cuestión que aún no tenemos totalmente caracterizada es la cantidad de mujeres en los cargos de jerarquía, que son los puestos con mayor salario. Pero el peso que tiene eso en la distribución salarial no lo tengo claro. Hay un estudio de 2018 que sostiene que las mujeres en la medicina cobran, en promedio, menos que los varones. Otro aspecto es que hay servicios médicos enteros conformados por hombres. Hasta hace un par de años, los funcionarios del CTI del Hospital Británico eran 100% hombres y en cirugía de urgencia del Hospital Maciel los 14 médicos cirujanos son hombres. Como sindicato médico, creo que primero nos falta caracterizar el problema por servicio e intentar tener algún tipo de estímulo en el ejercicio de la profesión para la contratación de las mujeres.

En períodos anteriores, ¿se tomó alguna acción frente a estos problemas?

En el ámbito laboral, en general, hay muy pocas cosas que han avanzado. Hemos trabajado en algunas políticas de género que tienen que ver con la maternidad. En el Consejo de Salarios de 2020 se firmó la extensión de la licencia por lactancia. Estas acciones tienen, como contrapartida, problemas de discriminación de parte de los empleadores. Las empresas intentan zafar de la licencia de mil maneras. Tenemos denuncias sobre eso. Una de las primeras acciones que tomamos, que está discutida desde el Consejo de Salarios de 2020, fue desarrollar un protocolo de denuncias sobre violencia basada en género. A la vez, en la negociación colectiva de ese año se acordó generar en el Ministerio de Salud Pública [MSP] un mecanismo de recepción de denuncias y que el ministerio pueda investigar e intervenir. Todas estas acciones son curativas, no preventivas, como el establecimiento de paridad en el directorio de las mutualistas.

¿Cuáles son las acciones que promoverá en materia de género durante su gestión?

Una es discutir la paridad a nivel de los estatutos del SMU, es decir, que en lo gremial la paridad tenga un correlato estatutario y que los sindicalistas estemos obligados, de alguna forma, a que suceda otra vez lo que esta vez sucedió de forma espontánea y por la voluntad de médicas y médicos que nos presentamos a las elecciones. Lo segundo sería profundizar el trabajo en las políticas de género e ir un poco más allá en las políticas que tienen que ver con contrarrestar el estigma y la discriminación que ocurre en el ejercicio de la profesión. En el marco del Mes de la Diversidad, estamos trabajando en la Comisión de Género del SMU la discriminación que sufren médicas y médicos por su orientación sexual, situación de discapacidad o por su origen étnico-racial. Es un problema no visibilizado, al punto de que cuando una lo explicita tanto dentro del SMU como en algunos espacios de trabajo, algunas personas, tanto varones como mujeres, pero mayoritariamente varones, no reconocen el problema. Una medida que se puede aplicar podría ser establecer en un servicio que tiene diez médicos que la mitad sean mujeres, pero la paridad en algunos servicios puede significar una traba por la poca cantidad de médicas y médicos en algunas especialidades. No podemos aplicar paridad en todo. Por eso, digo que estamos más en la etapa de diagnóstico y que necesitamos caracterizar los problemas.

“El mayor estrés, la mayor sobrecarga laboral, la mayor angustia y todo lo peor de la pandemia lo sufrieron más las mujeres médicas más jóvenes del interior del país”.

¿Por qué cree que se mantienen las brechas de género en el ejercicio de la medicina a pesar de que la mayoría de los profesionales médicos son mujeres?

No creo que sea un problema de mayorías. La estructura de funcionamiento histórico dentro del ejercicio de esta profesión y en la academia es muy piramidal. Toda esta estructura piramidal es a la vez patriarcal, y es muy difícil romper con ambas. En general, cuando una ve la conformación de las mesas en congresos que tienen que ver con temas de la salud, los integrantes son hombres en su mayoría. También están más en los lugares de decisión y en lugares académicos más altos.

Cuando asumió, mencionó que en 2020 el SMU hizo una encuesta sobre violencia basada en género. Algunos de los datos de la encuesta revelaron que 76,7% de las médicas sufrió violencia psicológica, 17% violencia física y 15,8% violencia sexual. ¿Estas situaciones ocurrieron dentro de su lugar de trabajo? ¿Quiénes son los principales responsables de estas violencias?

Fue una encuesta hecha a médicas en los lugares de trabajo. Recibimos aproximadamente 1.000 respuestas. La encuesta determinó que la mayoría de la violencia es ejercida por varones jefes o superiores tanto en el nivel académico de la Facultad de Medicina [Universidad de la República] como en el nivel laboral. Pero también se registró cierto porcentaje de violencia ejercida por mujeres jefas en los lugares de trabajo, que claramente también era violencia basada en género.

¿Se implementarán acciones específicas para las diferentes situaciones de violencia?

En la Comisión de Género del SMU vamos a realizar una jornada en setiembre, una en octubre y otra en noviembre para trabajar en esta línea y generar propuestas que tengan que ver con los ambientes laborales de la medicina. En ese sentido, también tuvimos una reunión informal con algunas personas de la Comuna Mujer de la Intendencia de Montevideo. También formamos a algunas secretarias funcionarias del SMU en atención de situaciones de la violencia y tenemos la idea de hacer un llamado para cubrir un cargo de gerenciamiento de la aplicación de un protocolo de la violencia basada en género en el trabajo para poder avanzar en difundirlo y en generar políticas de prevención de violencia.

“El mayor estrés, la mayor sobrecarga laboral, la mayor angustia y todo lo peor de la pandemia lo sufrieron más las mujeres médicas más jóvenes del interior del país”.

¿Hubo alguna diferencia en los niveles de violencia entre Montevideo y el resto del país?

No lo analizamos en la encuesta de violencia basada en género, pero puede ser que, en el interior, las situaciones de violencia sean más, por los indicios que tenemos. Es probable. Tenemos otra encuesta en la que dividimos los datos entre Montevideo y el resto del país, que tiene que ver con la vacuna contra la covid-19, las condiciones de trabajo y el impacto de la pandemia. Esa encuesta determinó algo brutal, que es que el mayor estrés, la mayor sobrecarga laboral, la mayor angustia y todo lo peor de la pandemia lo sufrieron más las mujeres médicas más jóvenes del interior del país, lo que tiene bastante coherencia: si una pregunta quién se lleva la peor parte, son las personas que cobran menos, y en el interior del país es donde las médicas están más desprotegidas. La misma encuesta sostiene que los menos perjudicados por la pandemia fueron los varones viejos cirujanos.

Mencionaste que en el interior las médicas están “más desprotegidas”. ¿Cuál es la situación de las mujeres que ejercen la medicina en el interior?

No tenemos mapeado el interior como para poder decir cómo es el panorama. Lo que mencionaba antes se basa en los indicios que tenemos de cómo son las cosas en el interior; por ser ambientes de trabajo más reducidos, ante cualquier dificultad que tenga una mujer en el ámbito laboral va a ser más difícil que pueda denunciar y salir de esa situación, porque no hay muchas opciones laborales. Nosotros tenemos núcleos de base en distintos departamentos del interior del país con los que estamos trabajando para tomar todas las reivindicaciones relacionadas con las condiciones laborales. Es muy importante tener coordinación también con la Federación Médica del Interior. De todas formas, se debe dar el paso de ir un poco más allá y ver las situaciones de violencia en el trabajo por departamento y dimensionar el problema.

¿Impulsará algún eje de trabajo que busque mejorar la atención a las usuarias de la salud en temas como la violencia obstétrica y otras formas de violencia de género, discriminación, acceso a salud sexual y reproductiva?

No, los lineamientos están enfocados en las médicas, pero el SMU tiene acciones colaborativas con otras instituciones para desarrollar la prevención de situaciones de violencia hacia las usuarias. Trabajamos en eso, pero no somos un prestador de salud. Claramente apostamos a la salud colectiva y a colaborar con la prevención, pero desde el lado gremial, no en concreto desde el lado asistencial, que está más relacionado con los prestadores.

¿Cómo evalúa la gestión del MSP en el área sexual y reproductiva?

Quedan muchas cosas por hacer. Uruguay es pionero en la defensa de una cantidad de derechos que tienen que ver con la salud en general y con la salud sexual y reproductiva. Es necesario defender los derechos conquistados y poder progresar. Creo que a los derechos conquistados en salud sexual y reproductiva les falta en general un poco el componente sexual. La mayoría de la normativa tiene que ver con lo reproductivo, y la salud sexual como sexualidad y el placer sexual están más rezagados en materia de desarrollo de políticas. Como infectóloga, me toca asistir a muchas situaciones en que se necesita profilaxis postexposición por el VIH (la profilaxis preexposición es para prevenir la adquisición del VIH y la profilaxis postexposición, una vez que uno tiene una relación sexual). Ni esta administración ni la anterior estuvo dispuesta a brindarles esta medicación a mujeres y hombres que la necesitan. No se están utilizando todas las herramientas que existen a nivel farmacológico y de la ciencia y tecnología para prevenir, por ejemplo, la infección por VIH. El MSP debería profundizar el trabajo y la normativa para darles la posibilidad a las personas de ejercer la sexualidad libre.

¿Cómo será el vínculo del MSP y el SMU en esas áreas? ¿Plantearán acciones o la creación de algún protocolo en conjunto?

En relación con la respuesta anterior, por ejemplo, el SMU integra la Conasida [Comisión Nacional de Lucha contra el Sida], que también integra el MSP. El SMU trabaja con el ministerio en varias áreas. Tenemos delegadas y delegados hasta donde se nos solicita la participación. En este momento no tenemos ningún lugar de actuación en relación a la salud sexual y reproductiva en el MSP, pero por supuesto estaríamos dispuestos a hacerlo.

Más participación

La presidenta del SMU animó a las mujeres médicas de todo el país a participar en los ámbitos gremiales para mejorar las condiciones de trabajo, prevenir situaciones de violencia y acceder a mecanismos de denuncia con la asistencia necesaria. “Las situaciones de violencia basada en género que se producen en los ámbitos laborales no van a cambiar si no hay organización y denuncia”, afirmó Arteta.

La denuncia de las situaciones de violencia es la “única forma de lograr avances”, “mostrar el problema y “buscar una solución”, manifestó la infectóloga, y consideró que eso “depende de las médicas en los lugares de trabajo porque, aunque centralmente se hagan acciones, si no hay participación es muy difícil”.

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