“Primero, la virgen María; después, Eva la pecadora”. Tercero, el apellido: Izquierdo. A veces los nombres determinan todo, aunque parezca una contradicción con la libertad de María Eva Izquierdo, que no es afín a las etiquetas.

De remera roja con la inscripción en violeta “Mujer linda es la que lucha”, enérgica, sin vueltas, pequeña y nervuda, María Eva saluda a todas las personas que llegan a El Terruño. Atenta a todo cuanto pasa, protagonista y observadora al mismo tiempo, ella está donde debe estar, ni un minuto más ni un minuto menos.

“Toda vida verdadera es encuentro”, reza un cartelito de los muchos que estampan este espacio comunitario que funciona en Rincón del Pinar desde 2003 de forma ininterrumpida. Lo fundaron y gestionan María Eva Izquierdo y Osvaldo Escribano, vinculados al anarquismo y, en el caso de Izquierdo, también al feminismo desde hace décadas.

El encuentro, que tuvo lugar el pasado sábado 26, era para presentar el archivo feminista de María Eva: una recopilación de documentos que ha hecho a lo largo de su vida como militante tanto en Uruguay como en Argentina (donde se exilió en la dictadura), más documentos de América Latina en general.

Los primeros documentos datan de 1975, pero fue recién hace unos años que confluyeron los caminos de María Eva y el Grupo de Estudios sobre Trabajo, Izquierdas y Género (Getig) de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República, constituido por 11 historiadoras –e historiadores– que investigan sobre la clase trabajadora en Uruguay y la región durante los siglos XIX y XX, ampliando la mirada al integrar también los movimientos de mujeres, LGBTI y las organizaciones barriales, entre otros, como parte ineludible de la historia obrera.

Durante un año y medio, varios integrantes del Getig se dedicaron a ir hasta El Terruño para organizar con María Eva su archivo –entre las otras varias actividades que realiza el grupo–.

Son en total 890 piezas documentales organizadas en 57 carpetas, divididas en tres grandes bloques: Uruguay, Argentina y América Latina. Estos documentos comprenden desde recortes de prensa sobre actividades feministas (por ejemplo, el impactante desnudo en protesta por la situación de las mujeres afganas en el régimen talibán en la plaza Libertad, en 1999, ideado en el Primer Encuentro de Mujeres Anarquistas de Uruguay) a publicaciones feministas como La República de las Mujeres, que se editó de 1990 a 2007, pasando por fotos, folletos, listas de asistencia a encuentros. Cuando el feminismo distaba mucho de llegar a la “masa crítica” que es hoy en la región, había mujeres que, de todas formas, se juntaban a hablar y trabajar en temas punzantes hasta el día de hoy, como la división de tareas, el acceso al aborto, la sexualidad. A su favor tenían sólo la convicción y la recompensa que se siente al trabajar colectivamente por un bien común.

María Eva fue enfermera y luego psicóloga social formada en el instituto Pichon-Rivière, de Argentina; allí también fue parte de experiencias revolucionarias como El Bancadero, una mutual de ayuda psicológica, y activa habitante del barrio obrero Dock Sud.

En la anarquista Comunidad del Sur, en la que participó entre 1969 y 1974, encontró por primera vez el modo de vida al que aspiraba, un lugar donde se borraban los estereotipos de género tan férreos con los que se había topado hasta ese momento, y las cosas se hacían de acuerdo a la capacidad: las mujeres podían usar máquinas, los hombres podían cuidar niños. Sin embargo, todavía “faltaba una pata”, dijo durante la actividad: la conciencia social sobre la invisibilización de la mujer (“yo descubrí qué le pasó a Olympe de Gouges gracias a las feministas, no lo decían en las clases de historia”), interés que finalmente pudo cuajar en los 80 en Dock Sud, cuando mujeres anarquistas confluyeron con mujeres feministas en el grupo Tiempo de Mujer, surgido a partir de una guardería solidaria. María Eva nunca se detuvo y hasta el día de hoy, a través del hacer, sostiene lo que piensa: “Desde el cambio de la vida cotidiana suceden los cambios sociales importantes”.

En la ronda estaban presentes y también compartieron sus vivencias la sindicalista textil cerrense María Julia Alcoba y la partera y sexóloga Elvira Lutz, con largas trayectorias a cuestas y sus propios archivos. Ante la pregunta de si alguna vez sus diferencias de enfoque fueron un obstáculo en la búsqueda de sus objetivos comunes, María Eva fue tajante: “Estamos en época de borrar las etiquetas. Como decía Erich Fromm, o vamos hacia la vida o vamos hacia la muerte. Necrófilos y biófilos. En este momento el planeta necesita biófilos, y no me pregunten de qué color son. Mientras tengas una ética, vamos juntos”.

El archivo de María Eva Izquierdo está disponible para consultas en el espacio El Terruño, en Rincón del Pinar (Abayubá casi Artigas).