La sexualidad constituye un aspecto central de las personas. Involucra el bienestar físico, emocional, mental y social. Se vivencia a lo largo de la vida y, además de las actividades sexuales y de sus funciones erótica y reproductiva, también comprende las identidades, los roles de género y la orientación sexual. Se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas y relaciones interpersonales. Dentro de este marco, la masturbación es una práctica sexual importante. Sin embargo, las reglas son distintas entre varones y mujeres. Para las mujeres, ha sido una conducta censurada y condenada, una percepción que ha comenzado a cambiar gracias al movimiento feminista, que incluye entre sus tantos reclamos el del derecho al goce.
Al igual que en otros temas relacionados a la sexualidad, en la masturbación se ponen en juego múltiples variables que hacen al fenómeno más complejo de lo que parece. Un aspecto a tomar en cuenta es la “tensión del binarismo” entre varón y mujer. Por eso, cuando hablamos de sexualidad femenina, y en específico de la masturbación, es importante determinar el enfoque con que se mira, explicó a la diaria Sabrina Martínez, licenciada en Comunicación, educadora sexual y responsable del taller de sexualidad y erotismo feminista Affidamento. Podemos entender la masturbación femenina como un atributo de todas las personas que se identifican con una identidad feminizada o a partir del “cuerpo biológico”, en referencia a las personas con vulva.
Entendida según esta última visión, la masturbación es el autoejercicio de la función sexual, la búsqueda de la satisfacción y el placer a través de prácticas que estimulen esa respuesta en el propio cuerpo, explicaron a la diaria Fernanda Putti, obstetra partera y educadora sexual, y Estela Citrin, ginecóloga diplomada en Medicina Sexual, ambas integrantes de la asociación Iniciativas Sanitarias.
Por su parte, Martínez sostuvo que esta definición más “tradicional” tiene un anclaje “físico e ideológico” sobre las “sensaciones que se reciben de forma localizada en los genitales”. En el caso de las personas con vulva, aparece como elemento central la estimulación de la vagina, que en realidad “es el órgano que tiene menos sensibilidad”, explicó la educadora sexual. “Las terminaciones nerviosas y todo el campo de lo sensitivo se despliega cuando se toca la vulva, o sea lo que está afuera, y nuestro principal órgano de placer es el clítoris. Sin embargo, tenemos una lógica muy coitocentrada que lo que nos enseña ‒incluso a quienes tenemos vagina‒ es que el juego debe darse solamente ahí”, agregó.
En esa línea, para las expertas se hace necesaria una perspectiva sobre la sexualidad más amplia e integral que entienda al sujeto desde una perspectiva biopsicosocial. “La educación sexual busca la integralidad y fomentar una visión mucho más amplia de cómo se sienten las personas indistintamente de su genitalidad. La sexualidad es tan individual como personas hay en este mundo. Los motivos por los cuales se busca el placer, de qué manera y cómo lo siente, así como las experiencias de vida, todo eso incide en cómo se vive la sexualidad”, planteó Putti.
Así, la masturbación femenina es entendida como una práctica de “encuentro” y “descubrimiento” del propio cuerpo y sus “potencias históricamente silenciadas”, y también una instancia de “autoconocimiento” de la sexualidad, definieron las expertas. Martínez va aún más allá y prefiere no utilizar la palabra masturbación por su origen etimológico, que estigmatiza la práctica. “Significa algo así como ‘violarse con la mano’”, señaló. En su lugar, utiliza los términos “autoerotismo” y “autoplacer”, sin reducir estas conductas a la estimulación genital porque puede “volverse una práctica incompleta” y se corre el riesgo de redundar en acciones que no resultan placenteras para todas las personas.
“La relación con la anatomía genital y el cuerpo varía mucho según cada quien, sus circunstancias y experiencias”, dijo Martínez. Por ejemplo, influye si una persona vivió situaciones de violencia sexual, si tuvo educación sexual integral o no, “si sabe cuántos orificios tiene” o si le dijeron que “eso que tenía ahí era una cosa fea que tenía mal olor”, agregó.
El patriarcado entre las piernas
Las prácticas autoeróticas y el autoplacer comienzan a manifestarse desde edades muy tempranas y, desde la “pronta socialización”, el sistema patriarcal despliega una serie de normas y “técnicas de educación” tan “imperceptibles” que se asumen como normales y parte de las creencias propias, sostuvo Martínez. Por eso, para la educadora sexual es necesario hasta cuestionarse el “sentido del gusto”.
Las niñas y niños acceden a su genitalidad de forma diferente por cuestiones biológicas, sociales, culturales, políticas y religiosas presentes desde hace siglos. “Las mujeres partimos de una enorme desventaja con respecto a los varones. Desde chicos, los varones pueden conocer la sensación placentera que genera tocarse el pene, por ejemplo, al tener que manipularlo para orinar. En cambio, los genitales femeninos no están accesibles a la vista y eso implica que, para conocer su cuerpo, la mujer tiene que ponerse en una determinada posición, con determinada luz, y usar un espejo”, dijo Citrin. Esa forma de conocimiento de la genitalidad tiene otras dificultades, porque involucra la interpretación mental de la mujer sobre la imagen que ve en el espejo.
Cuestionar la dimensión sociocultural y las narrativas del sistema patriarcal es mucho más complejo. El patriarcado construye “guiones” para el ejercicio de la vida erótica, tanto para los hombres como para las mujeres, pero de formas distintas, advirtió Martínez. Mientras que entre los varones se promueve la masturbación como una manifestación de su masculinidad, entre las mujeres se condena en todas las edades. “Eso lleva a que muchas mujeres pasen años de su vida sin conocer su cuerpo, qué les genera placer, o que se encuentren con la práctica autoerótica casi de casualidad. El patriarcado la viene haciendo bárbaro”, comentó.
Para las mujeres el mandato social ha sido “no exponer su intimidad, no buscar tanto su placer sino concederlo a otras personas, maternar y cuidar de otros”, manifestó Putti. Por su parte, Citrin sostuvo que la masturbación es un claro ejemplo de cómo funcionan los “estereotipos de género”. “El varón se puede masturbar, incluso lo hace en espacios abiertos, se juntan a mirar pornografía. Todo eso para la mujer es impensado”, añadió la experta.
Asimismo, Martínez sostuvo que la masturbación “interpela” a otros sistemas, como la necesidad de la pareja sexual para tener placer. “Si las personas descubren que pueden prescindir de un otro para la estimulación de sus genitales, seguramente se desestabilizan un montón de otras cosas, mucho más para las mujeres”, dijo, y agregó que a través de las prácticas de autoerotismo y autoplacer se cuestiona el “parejocentrismo” y la visión del sexo “genitocéntrica” y “coitocéntrica”.
“Reconfiguración” del control sobre los cuerpos
El movimiento feminista ha reivindicado el derecho de las mujeres al goce y ha puesto los temas en torno a la masturbación y el orgasmo femenino sobre la mesa. Sin embargo, para las expertas, hablar de masturbación femenina aún despierta un “cuco enorme” en varios espacios.
Para Martínez, el patriarcado se ha “reconfigurado”. Planteó que el sistema entendió que la “pelea con el castigo y la censura la perdió”, pero no ha dejado de ejercer un control sobre el cuerpo de las mujeres. “El sistema sigue en una lógica de disciplinar nuestros cuerpos, pero con prácticas diferentes a las que había hace 30 años. Antes había una práctica muy explícita de no poder hacer cosas, el orgasmo no era tema de la feminidad. Ahora el patriarcado se reeditó y lo que hace es volvernos a alienar, pero desde el mandato de lo que deberíamos hacer como mujeres”, expresó Martínez.
En esa línea, el patriarcado notó lo “redituable” que es el mercado erótico para las sexualidades femeninas, sostuvo Martínez, y explicó que por eso hubo un “auge de la producción de juguetes sexuales” y se ha puesto en la vereda “todo lo disponible vinculado al comercio sexual”.
“Todo lo que tiene que ver con la soberanía de las mujeres sobre su cuerpo todavía está puesto en jaque. Todo lo que implique que una mujer pueda ser efectivamente dueña de su existencia corporal y de todas las manifestaciones que ahí se representan es aún interpelado y el sistema lo va a poner en un lugar de mucho cuestionamiento”, manifestó la educadora sexual.
Martínez apuntó que, por esos motivos, las mujeres que gozan de buenas experiencias eróticas y corporales saben que el sistema “las está mirando y controla hasta dónde puede permitir eso” . En ese escenario, reconocer su actividad sexual “tiene costos afectivos para ellas mismas”, “costos económicos” y refuerza la idea social de la “construcción de un prontuario sexual, que para las mujeres está muy presente como una especie de currículum”.
En esta “reconfiguración” del patriarcado, la “sexualidad femenina empoderada” implica adoptar las “dinámicas de la sexualidad que desde el feminismo hemos sostenido que no están buenas: el rendimiento, la productividad, la cultura del desecho, entre otras. Entramos en una nueva fase de alienación”, expresó Martínez. A modo de ejemplo, sostuvo que actualmente la eyaculación femenina aparece como un “indicador de empoderamiento y ser poderosa”. Se autoimpone como una característica sexual necesaria que conduce a las mujeres a “hacer lo que puedan” para alcanzarlo. De esa forma, las mujeres están “otra vez fuera de sí” y desconectadas de lo que “sienten y de lo que necesitan”, agregó.
Más placer es más salud
Promover las prácticas autoeróticas y de autoplacer entre las mujeres va más allá de una revolución contra el sistema patriarcal. La masturbación tiene un “montón” de beneficios para la salud, señaló Citrin. Entre ellos, “aumento de la longevidad, disminución del riesgo de enfermedad cardiovascular y diabetes” y, a su vez, mejora “la inmunidad”. También alivia el estrés, contribuye a la relajación muscular y al alivio del dolor crónico y mejora la calidad del sueño. Sin embargo, para Citrin lo más importante es que las personas que mantienen una frecuente actividad sexual ‒consigo mismas o con otras personas‒ tienen menor “incidencia de depresión y de alteraciones cognitivas y presentan menor uso de psicofármacos”. “Hay una mejora global de calidad de vida”, agregó.
La lista de efectos positivos continúa. Más allá de los impactos en la salud física y mental, la masturbación afecta “dimensiones más simbólicas”, dijo Martínez. “Muchas veces, las mujeres descubren a través de las prácticas autoeróticas que no tenían dificultades sexuales, sino que aparecían los problemas en el encuentro con el otro. Descubren que su cuerpo no es disfuncional”.
Además, las experiencias autoeróticas repercuten directamente en los encuentros sexuales con otras personas. Las expertas coincidieron en que el conocimiento de la anatomía genital y qué es lo que a la persona la excita y le gusta permite establecer vínculos sexuales más sanos, igualitarios y placenteros. “Si no sabés qué es lo que te gusta, le das al otro el poder o la responsabilidad de que sepa qué es lo que te tiene que gustar”, dijo Martínez.
“Ir al encuentro con otro y asumir que tiene que saber qué es lo que te gusta lo deja en un baldío, sobre todo en una relación heterosexual clásica, donde está la idea de la sexualidad más sumisa de las mujeres y el varón es quien tiene que saber. Por otra parte, puede abrir la puerta a que determine qué te tiene que gustar, porque le dijeron que lo que les gusta a todas las mujeres, por ejemplo, es la penetración”, dijo la responsable de Affidamento, que en esa línea consideró que la masturbación “juega un espacio re interesante en desmontar las prácticas cisheteronormadas en el sexo”.
Para Putti, además de ser parte del autoconocimiento, la masturbación refuerza la autoestima y otorga un lugar al placer personal. “La práctica de la masturbación es mía y para mi satisfacción, y creo que les cuesta a muchas mujeres encontrar espacios de autoplacer. Esto es para mí y sólo para que me haga bien, no para estar mejor para otro o para prepararse para el otro”, manifestó.
Para pensar el futuro
Queda mucho camino por recorrer para que la sexualidad y la masturbación femenina sean tema corriente, aseguraron las especialistas. Cada una, desde sus espacios de desarrollo profesional, se ha encontrado con mujeres de todas las edades que jamás se han masturbado, observado su genitalidad o que no conocen su anatomía genital.
En su experiencia como ginecóloga, Citrin ha atendido a mujeres a las que ningún profesional les consultó antes sobre su salud sexual, si se masturban o cómo se sienten en el sexo con ellas mismas o con otras personas. La experta aseguró que siempre consulta a sus pacientes sobre su actividad sexual porque entiende que es una función tan importante como cualquier otra; “es lo mismo que consultar si come bien, si puede movilizar el intestino, si puede orinar bien”, sostuvo.
Para la ginecóloga, no es extraño que entre las y los profesionales de la salud la sexualidad humana sea un tema desconocido porque es “nula” la formación al respecto, tanto en la carrera de Medicina como en la especialización en Ginecología. “A veces las y los médicos no consultan porque la sexualidad interpela sus propias creencias, tienen miedo de que las y los pacientes no contesten o se sientan invadidos, o muchas veces pasa simplemente por desconocimiento”, señaló Citrin. “Si una persona va a una consulta y dice ‘yo traté de masturbarme pero no pude porque no encontré donde me gustaba’, seguramente no encuentre una buena respuesta, porque muchas veces la o el profesional no sabe y no puede decir más que ‘seguí probando’”, añadió.
Por su parte, Martínez cuestionó que desde la niñez se enseñe a niñas y niños a lavarse los dientes, pero no a conocer su genitalidad, explorar su sexualidad y saber qué medidas se deben tomar en cuenta para masturbarse ‒como lavarse las manos, tener las uñas cortas o utilizar objetos que sean propios y mantenerlos higienizados‒.
En la misma línea, Putti sostuvo que la educación sexual integral debería incorporarse en “otros espacios”, entre ellos el sistema de salud, porque, además de corresponder a un ámbito esencial en la vida de las personas, ofrece la oportunidad de prevenir y detectar situaciones de abuso y violencia sexual en la niñez y anima a las personas a tratarlo con mayor naturalidad.
Aflojar la tensión
“Es importante salir de la estimulación genital como elemento principal y ver al cuerpo como un campo donde tienen lugar múltiples procesos de significación. Cuando entendemos el cuerpo como una fuente de placer, le quitamos el rigor y la exigencia de que los genitales tengan que darlo todo por nosotros, como si fueran una identidad independiente de nuestra corporalidad”, expresó Martínez. Y resaltó que el autoerotismo y el autoplacer se vinculan a la “memoria emotiva”, a explorar “todas las terminaciones nerviosas”, y se debe entender que son experiencias muy heterogéneas. El placer se experimenta de diversas formas y la eyaculación no es el único indicador, sostuvo la educadora sexual.
“Una buena experiencia es esa en la que la persona cierra los ojos y se permite conectar con su cuerpo de tal manera que convoque esas emociones de placer, las haya vivido o no. Eso es posible. Son esas experiencias que salen del guion de lo romántico, de las mariposas en la panza y de verle la cara a Dios, y se está con una o uno mismo”, manifestó la titular de Affidamento.
Por su parte, Putti y Citrin resaltaron que también es necesario un cambio de enfoque en la educación sexual y pasar del anclaje en la “prevención” a plantear lo “positivo de la sexualidad”. “Lo importante es lo que las personas sienten”, dijo Putti. Aclararon que es necesario transmitir la importancia del uso de protección frente a enfermedades de transmisión sexual y prevención de embarazos no deseados, pero destacaron que también debería hablarse de lo bueno de la sexualidad con una o uno mismo y con otras personas.