La noche del 28 de junio de 1969 parecía ser como cualquier otra para quienes estaban en el bar Stonewall de Nueva York, uno de los escasos espacios de la ciudad en donde las personas LGBTI podían expresar su identidad libremente. Pero el clima de fiesta cambió cuando llegó la Policía para hacer una redada. Si bien esto era habitual, esta vez el desenlace fue otro: las personas se resistieron al arresto e iniciaron una revuelta que se convertiría en paradigmática. Esa resistencia colectiva marcó el inicio de un movimiento social por la visibilidad y el reconocimiento de los derechos del colectivo LGBTI que se extendió por todo el mundo, incluido Uruguay, y su herencia permanece hasta el presente.

A 53 años de ese día, el movimiento LGBTI ha logrado múltiples conquistas. Sin embargo, aún hay obstáculos y barreras que persisten. En el marco de la conmemoración de un nuevo Día Internacional del Orgullo LGBTI, la diaria, conversó con integrantes de colectivos y personas de la comunidad que no pertenecen a organizaciones sobre el valor histórico, simbólico y personal de esta fecha, así como de la situación de las disidencias sexuales y de género en el país.

Memoria y lucha

Lo que ocurrió en Stonewall fue “un grito de ‘hasta acá [llegamos]’, ya no queremos estar más en las sombras, queremos transitar los espacios como cualquier otra persona y merecemos contar con los mismos derechos que los demás”, expresó a la diaria Rodrigo Falcón, presidente de Trans Boys Uruguay (TBU). Para su colectivo, esta fecha tiene un doble sentido. Por un lado, recordar la historia del movimiento LGBTI, sobre todo por las personas que “pusieron su cuerpo en la lucha y hoy ya no están porque fallecieron o acabaron con su vida por no poder disfrutarla y expresar su ser”, dijo Falcón. Por otro lado, TBU también lo considera un día de “fiesta” por los avances alcanzados y una oportunidad para reivindicar la “lucha diaria” por los derechos de las personas LGBTI.

Daniela Buquet, integrante de Ovejas Negras, sostuvo que lo principal de esta fecha es “conocer y reconocer la historia del movimiento LGBTI, lo que sucedió en Stonewall”, y su repercusión tanto en el mundo como en Uruguay. En ese sentido, recordó que las primeras manifestaciones públicas de la comunidad LGBTI en el país tuvieron lugar en junio, antes de que se decidiera celebrar la Marcha por la Diversidad en setiembre. Asimismo, dijo que estas ocasiones puntuales ponen sobre la mesa la posibilidad de reflexionar, mirar el pasado, analizar el presente y encaminar el futuro.

Por su parte, Colette Spinetti, del Colectivo Trans del Uruguay (CTU), aseguró que la conmemoración de la revuelta de Stonewall tiene un valor especial para la comunidad trans. Desde su perspectiva, es una excusa para traer al presente la memoria de Marsha Johnson y Sylvia Rivera, dos mujeres trans que fueron protagonistas de la revuelta de 1969 en Nueva York y en los inicios de la lucha por los derechos LGBTI. No obstante, la dirigente de CTU consideró que el rol y la importancia de estas activistas en el movimiento quedó “algo olvidado” porque “lo trans queda perdido”.

CTU considera que esta fecha también es una oportunidad para visibilizar el trabajo que realizan las organizaciones y colectivos LGBTI durante todo el año. En esa línea, Spinetti destacó que desde el inicio de la emergencia sanitaria, en marzo de 2020, y hasta el día de hoy, CTU entrega cerca de 500 canastas a personas trans y además lleva adelante un “trabajo permanente” con las privadas de libertad.

El valor personal

Fuera de los colectivos, las personas de la comunidad tienen diferentes percepciones sobre lo que significa el Día del Orgullo. Para Bruna Ruggiero, mujer trans de 25 años, es “necesario tener fechas para reivindicar las identidades y orientaciones sexuales no hegemónicas o no normativas”, pero sostuvo que le “preocupa” cómo algunas empresas e instituciones se “aprovechan” de estas ocasiones. “Sucede un tipo de pinkwashing [lavado de imagen rosa] que, de alguna manera, le quita validez a la lucha porque es como si sólo existiéramos en esos días y, al final, es toda una cuestión de marketing. Nadie duda en junio y setiembre en poner la bandera de la diversidad. No es el único movimiento con el que sucede, pero sí me molesta porque el colectivo LGBTI está bastante olvidado, sobre todo las identidades trans”, expresó.

A Renzo Rosano, de 29 años, nunca le gustó etiquetarse, pero si debe hacerlo se reconoce como varón gay. Apuntó que especifica su orientación sexual en situaciones en las que, de alguna forma, lo “obligan a tener una etiqueta”, pero siente que eso no debería ocurrir. En relación al 28 de junio, reconoció el valor histórico de la fecha y la importancia de recordar que hubo personas que lucharon para que hoy otras tengan una “vida mejor”. Pero dijo que, a nivel personal, no le “cambia” ni le “genera nada”. “Es importante la fecha, pero el orgullo es día a día. Es aceptar quién sos y vivir como sos en esta sociedad, cosa que no es tan fácil”, manifestó.

Amanda Bares, que tiene 32 años, no se identifica como mujer lesbiana o, más bien, considera que tener esa “etiqueta” pasó a un “tercer o cuarto plano”. En ese sentido, cuando le preguntan específicamente por su orientación sexual, prefiere decir que le gustan las mujeres. Al igual que Rosano, cree que el Día del Orgullo LGBTI no tiene un significado específico en su vida actual. “Lo tenía muy presente en la adolescencia, les explicaba a las personas por qué se debería celebrar o reconocer ese día. Te embanderás con eso. Después de 15 años de haber elegido mi orientación sexual, no lo defiendo, pero reconozco la fecha y la comparto”, señaló.

“Orgullo colectivo”

Cami González, referente del área de identidades no binarias de CTU, y Thomas Bertón, vicepresidente del colectivo, compartieron con la diaria sus experiencias personales y de militancia. Bertón, que se presenta como una persona con una identidad transmasculina, aseguró que el Día del Orgullo Gay, como se ha reconocido histórica y mundialmente, no lo representa. “Siento orgullo cuando estoy tranquilo porque sé que mis compañeres tienen comida. Eso me da orgullo porque hay una comunidad fuerte poniendo lo que tiene para sostenerse. Yo puedo estar orgulloso de mí en muchos aspectos, pero no todes podemos tener ese privilegio. Hoy en Uruguay tenemos compañeres que por querer sentir ese orgullo se les va la vida. Se instaló la idea de que hay que sentir orgullo de ser, a pesar de todo, y eso no está bien”, señaló. “No tengo orgullo, sólo intento sobrevivir. Esa es nuestra vivencia y esa es nuestra relación con el orgullo”, agregó.

Por su parte, González apuntó que las personas pueden sentir orgullo por “algo” que les atraviesa de manera individual, que puede o no tener que ver con su identidad, pero lo que se debe lograr es un “orgullo colectivo”. “Tenemos que saber que hay compañeres que hoy no pueden reivindicarse o empoderarse de una forma individual. Es muy peligroso ese mensaje de sentir orgullo por nuestra identidad a pesar de todo. Con ese planteo, nos posicionamos en un lugar de poder y de privilegio y estamos violentando a esas personas que no lo pueden hacer”, manifestó.

En relación al concepto “orgullo gay”, Buquet sostuvo que hay que tener en cuenta su origen espacio-temporal. Planteó que “quizás hoy nos queda un poco lejano a las personas y nuestras identidades”, pero que hace 50 años fue “la palabra que aglomeró a la comunidad”. “Hoy por hoy, tenemos una inmensidad de identidades que empiezan a cuestionar inclusive la propia construcción del movimiento LGBTI y que hace que algunos conceptos queden viejos y acotados. Es interesante ese cuestionamiento y preguntarnos sobre la necesidad de usar palabras más amplias que nos permitan entrar a todes”, añadió.

Por su parte, Ruggiero señaló que la palabra “orgullo” no le incomoda porque las personas LGBTI están orgullosas y orgullosos de “ser”, de “dejar de sentir miedo” y de “poder expresar sus identidades u orientaciones sexuales”. Pero aseveró que se siente excluida al usar el término “orgullo gay” porque invisibiliza otras identidades, y consideró que siente lo mismo cuando en esta fecha se visibiliza sólo la bandera de la diversidad, pero no la bandera trans.

“Nada de nosotres sin nosotres”

“La visibilidad es la que nos permite hablar, entender y plantear las características particulares y necesidades específicas que tenemos como población. A partir de ahí es que se pueden construir políticas públicas. Si no se habla de estas cosas, es imposible cambiar las realidades”, expresó Buquet.

Bajo ese razonamiento, la integrante de Ovejas Negras comentó que la visibilidad de las mujeres lesbianas en la sociedad tiene “distintos niveles”. Por una parte, sostuvo que la militancia LGBTI en Uruguay es “bien unitaria”, más allá de la “explosión de identidades”. Pero, por otra parte, “la visibilización lésbica es una reivindicación histórica del movimiento de lesbianas y tiene que ver con señalar los lugares de opresión para estas mujeres”. “Históricamente, se nos ha invisibilizado con cosas como decir ‘no son novias, son muy amigas’”, señaló, y agregó que aún en el sistema de salud hay “una falta de conocimiento” sobre el trato específico con lesbianas. A modo de ejemplo, sostuvo que aún hay ginecólogas y ginecólogos que plantean que el PAP para ellas “no es necesario” porque no tienen sexo con varones.

La visión de Bares sigue la misma línea. Para ella, las lesbianas “siempre pasan desapercibidas”. “Las mujeres siempre tenemos que explicar todo, si tenemos pareja o no, si tenemos hijos o no, independientemente de la orientación sexual. Entonces, a la vez, cuando decís que sos lesbiana la gente se sorprende si no entrás en el estereotipo o idea social que existe sobre las lesbianas. No sé si termina cambiando la percepción que tienen sobre vos, pero después de que lo saben todas tus actitudes empiezan a caer en ese carril”, afirmó.

En tanto, el presidente de TBU señaló que aún queda “mucho” trabajo en relación a la visibilidad de los varones trans. En ese sentido, sostuvo que desde los inicios de TBU, en 2014, uno de sus objetivos es plantear las particularidades y vivencias de esta población, que son “diferentes” a las de las mujeres trans. “A veces se nos dice que nosotros no sufrimos tanta discriminación. Capaz que eso sucede si nos hormonizamos y podemos pasar desapercibidos para el resto de la sociedad, pero la discriminación dentro del hogar aún pasa. Tenemos muchísimos relatos de compañeros que cuentan que se hormonizan y cambiaron su documento, pero su familia los sigue tratando de ‘ella’”, planteó.

Falcón manifestó que esa violencia no queda entre cuatro paredes porque, en muchas de esas situaciones, los jóvenes deben dejar sus hogares y no tienen las herramientas necesarias para “afrontar la vida” solos. Además, tiene un gran impacto en la salud mental de las personas y en muchos casos termina en “depresión”, “intentos de suicidio” o directamente se quitan la vida.

Por su parte, Bertón, de CTU, señaló como un punto importante reivindicar que las personas de la comunidad LGBTI son “sujetos” y no “objetos”. Por ese motivo, remarcó la necesidad de contar con “voces en primera persona” en talleres, cursos y cualquier otra instancia en la que se aborden las identidades sexuales y de género. En ese sentido, González señaló que las identidades trans no son “tesis” de estudio y es necesario que esté presente su propio relato “lejos de la academia” y en línea con las experiencias y vivencias de las personas. “Nada de nosotres sin nosotres”, expresó.

El camino recorrido y el camino por seguir

Las personas entrevistadas coinciden en que se han logrado muchos avances, como “tener más libertad” o contar con leyes que amparan sus derechos. Además, observan que el resto de la sociedad “lentamente” ha comenzado a “aprender a respetar” sus identidades. Como un gran desafío, coinciden en la necesidad de visibilizar las particularidades de cada una de las identidades LGBTI para la elaboración de políticas públicas específicas y de abordar la discriminación que sufren tanto por parte de la sociedad en general como dentro del colectivo, que replica estereotipos de género y binarios.

En relación a las personas trans, González, Falcón, Ruggiero, Bertón y Spinetti destacaron la aprobación de la Ley Integral para Personas Trans como el principal avance. No obstante, también coinciden en las “amplias” irregularidades que existen en la implementación de la norma. “Lo que está en el papel no se traduce en la práctica”, dijo Spinetti, y agregó: “Se cumplen algunas cosas, como el cambio de nombre y sexo registral y la pensión reparatoria, pero otras no”.

Por su parte, el presidente de TBU hizo hincapié en la falta de equipos multidisciplinarios en el sistema de salud y la escasa preparación de las y los profesionales en el trato con varones trans y mujeres trans. Aseguró que se niegan a realizar operaciones, cuando las mastectomías deben ser gratuitas para toda persona trans que quiera acceder a esa cirugía, y hay problemas con el acceso a hormonas. Entonces, para TBU el “gran desafío” es que la ley se cumpla en su totalidad.

De todas formas, Falcón también marcó como un “gran avance” el trabajo de TBU con las familias, que ha permitido aportar información acerca de la transición y diferentes experiencias de personas trans adultas para que hoy las niñas, niños y adolescentes estén acompañados en sus procesos. Además, destacó “el abanico hermoso” de vivencias y perspectivas que aportan las infancias y adolescencias al colectivo. “A muchos jóvenes no les importa tomar hormonas o someterse a determinadas cirugías, y eso es muy valorable. Las nuevas generaciones ya no tienen tantos estereotipos como mi generación, que sí tenía una cuestión de reafirmación de la masculinidad o feminidad. Las personas jóvenes a veces no necesitan eso, pero otros sí. Aprendemos todos entre todos. Lo bueno es poder tener todas las posibilidades sobre la mesa y tomar lo que a cada uno le hace bien”, manifestó.

En tanto, Ruggiero consideró que los principales desafíos para las mujeres trans son la inserción laboral y educativa, y la atención en salud. “Más allá de que hoy las mujeres trans podemos insertarnos en el mundo laboral, es un privilegio del que no todas gozan. Acceden las que tienen contactos, un cis-passing muy alto, las que transicionaron después de terminar una carrera o la que tiene familia acomodada. Por eso, no censuro el trabajo sexual, pero la gran mayoría de las mujeres trans lo ejerce porque es su única salida”, dijo.

“En el área de la salud hay mucha discriminación”, afirmó por otro lado Ruggiero. “Cuando me hice la cirugía de cambio de sexo, el médico que me operó me trató en masculino hasta el día de la cirugía”, relató. También señaló como otro desafío la forma en que las mujeres trans se vinculan sexoafectivamente con varones heterosexuales. “Todavía hay un tabú muy grande con el tema de vincularse con una mujer trans. Aún es raro que un varón hetero cis salga con una mujer trans en una cita a plena luz del día o a un bar de noche como una pareja. Los varones hetero tienen bastante resistencia a estar con nosotras visiblemente. Sin embargo, somos objeto de deseo, pero aún somos esa cosa de un viernes a las dos de la mañana después de un asado y borracho”.

Por otra parte, el vicepresidente de CTU apuntó que si bien hubo avances en lo “legislativo” y “administrativo”, aún no se ha dado “la gran batalla” que es el “cambio cultural”. “Por más leyes que nos amparen y soluciones o facilidades que tengamos a la hora de realizar trámites, si no hay un cambio cultural no sirve de nada”, manifestó. Señaló que “gracias” a las luchas que las personas LGBTI han encauzado, hoy, por ejemplo, el cambio de nombre es un trámite administrativo, pero no está exento de dificultades.

A esto se suma que a las personas no binarias no se les permite utilizar un nombre neutro en sus documentos de identidad. “Tenemos que consignar ser mujer trans o varón trans, no tenemos la posibilidad de consignar que tenemos una identidad no binaria”, sostuvo González.

Otro obstáculo que enfrentan principalmente las personas no binarias es poder acceder a la Tarjeta Uruguay Social (TUS) para personas trans, porque el Ministerio de Desarrollo Social no considera a las personas no binarias como identidades trans, según explicó González. “Hay muchísimas personas no binarias que han querido tramitar la TUS trans y ni siquiera las han llamado para decirles que su solicitud ha sido rechazada. Es una política del Estado que no se aplica y sabemos que la TUS trans es un derecho de las personas trans”, cuestionó, y agregó: “Hay un desamparo del Estado directamente hacia nuestra comunidad”.