En las últimas décadas, países de la región como Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay registraron importantes avances para revertir las desigualdades de género en áreas como el empleo, el acceso a cargos de decisión o la representación en determinadas carreras profesionales. Sin embargo, las mujeres todavía se enfrentan a barreras “explícitas e implícitas” que “permean su esfera de acción privada y pública, limitando el logro de su pleno potencial”. Entre otras cosas, “continúan rezagadas con respecto a los hombres en términos de participación en el mercado laboral, horas de trabajo e ingresos, y dedican tres veces más horas por semana a actividades laborales no remuneradas que sus pares masculinos”. Además, están subrepresentadas en las ocupaciones mejor pagadas y sobrerrepresentadas en el sector informal.

Estas son algunas de las conclusiones a las que llega el informe Cerrando las brechas de género en el Cono Sur: un potencial de crecimiento desaprovechado, elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que estudia la situación en estos cinco países. El trabajo presenta evidencia sobre las consecuencias económicas de las desigualdades de género, sus causas y las políticas públicas que pueden contribuir a mitigarlas.

“Muchas veces ya sabemos las brechas que hay, pero lo que este informe busca es tratar de entender cómo atacar los problemas y hacer mejores políticas públicas”, dijo Virginia Queijo, economista regional del BID y una de las autoras del informe, durante la presentación del documento en Montevideo. La experta señaló que, entre los principales “aprendizajes” que deja el estudio, aparece la necesidad de “potenciar el desarrollo de mujeres referentes”, apostar por el “efecto multiplicador de invertir en las mujeres”, y “eliminar sesgos y barreras culturales”, tanto en el sector público como en el privado. También destacó la importancia de “fomentar políticas públicas con un enfoque de género” que “realmente tengan la perspectiva de las mujeres, encuestándolas, viendo qué opinan y dónde ven sus limitaciones”.

La presentación del informe sirvió como una oportunidad para que representantes de distintos sectores de la economía, la tecnología y la educación, así como de instituciones del Estado, plantearan acciones que apunten a cerrar estas brechas concretamente en Uruguay. Una de las invitadas a reflexionar sobre el tema fue la vicepresidenta de la República, Beatriz Argimón, quien aseguró que, si bien “en este siglo XXI los avances han sido importantes y significativos”, es “notorio” que “todavía queda mucho por avanzar”.

La vicemandataria reconoció que en Uruguay hubo avances normativos y a nivel de una “concientización” sobre el tema, pero dijo que, pese a eso, en la región el “aporte económico y social de las mujeres no tiene el peso que debe tener en la agenda política”. “Es necesaria e indispensable una ola fuerte para que este tema realmente haga carne en quienes deciden”, apuntó Argimón. “Con aportes como estos se necesita dar un paso más, y quienes me conocen saben que estoy dispuesta, porque me parece que llegó la hora de decir ‘basta’ a dar diagnósticos fuertes y que no haya respuesta en consecuencia”, concluyó.

Respuestas desde el Estado

A la hora de hablar sobre qué estrategias contempla el Estado uruguayo para responder a estas problemáticas, la directora del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), Mónica Bottero, aclaró que la responsabilidad no es sólo del organismo que lidera, sino que “la perspectiva de género debe ser incorporada por todos quienes hacen política pública”. La jerarca mencionó en particular el Modelo de Gestión de Calidad con Equidad de Género, impulsado por Inmujeres con el apoyo de otras instituciones para transversalizar la perspectiva de género dentro de instituciones públicas y privadas. La herramienta “ayuda a que los procesos en gestión humana de las empresas tengan la perspectiva de género, respeten cuestiones como el acoso, las políticas de ascenso, las políticas de incorporación a las empresas, los roles que se asignan, entre otros factores”, explicó Bottero.

Por otra parte, resaltó que la División de Autonomía Económica de Inmujeres fue creada en esta administración precisamente “para construir respuestas que puedan mover la aguja en estas brechas”. Bottero reconoció que “un cambio cultural es muy difícil de operar en cinco años”, pero aseguró que “se puede dejar las bases”. Señaló además que los distintos ministerios, a través de su representación en el Consejo Nacional de Género y de otras instancias con la sociedad civil y la academia, también trabajan “para intentar mover la agujita y cerrar alguna de estas brechas”.

Uno de esos ministerios es el de Economía y Finanzas (MEF), que tiene “un rol fundamental en el apoyo a las políticas de igualdad de género en otros ministerios”, aseguró Victoria Novas, representante de la Asesoría Macroeconómica de la cartera. En particular, detalló la ayuda otorgada para “canalizar fondos de cooperación internacional, préstamos reembolsables y cooperación no reembolsable, y está el BID apoyando en temas de violencia”. Sobre esto último, puntualizó que el MEF reforzó los recursos para el programa de tobilleras electrónicas, con el fin de “también avanzar en la lucha contra la violencia de género”.

Novas afirmó que el ministerio tiene además interés en “avanzar en el presupuesto con perspectiva de género, es decir, un presupuesto que refleje las políticas de igualdad de género que tiene el país, poder cuantificarlas y ver cuál es el esfuerzo en plata que se hace para aplicarlas”. Respecto de este tema, Uruguay “no está en cero”, dijo la funcionaria, pero consideró que “todavía hay poco”. A la vez, abogó por un presupuesto en el que “los créditos para las políticas de igualdad de género estén dentro del presupuesto y no en un anexo”. “Para eso, necesitamos que existan políticas que desde la génesis estén pensadas para mejorar la igualdad de género de forma positiva y no que tengan un efecto de rebote”, señaló la representante del MEF.

La directora de Inmujeres dijo que estudios como el del BID son “importantes” ya que “sistematizan la información que las mujeres que hemos tenido activismo en este tema siempre supimos y que nos ha costado organizarlo, porque parecería que el sector de la economía estaba alejado de nosotras”. En su opinión, uno de los principales mensajes que deja es que “las desigualdades de género nos están haciendo perder puntos en la economía”.

De hecho, el estudio revela que “cerrar brechas de género en Uruguay implicaría ganancias del 16% de PIB”, aseguró Queijo. La economista dijo que, si sólo se cerraran las brechas de género en las carreras “con mayores calificaciones” –como las vinculadas a la ciencia, tecnología, ingeniería y matemática (STEM, por su sigla en inglés)–, “estamos hablando de ganancias de 10% del PIB”.

Para Bottero, pensar las brechas en el campo laboral y económico sin pensar “en una respuesta en materia de cuidados y en una propuesta de cambio cultural hacia la corresponsabilidad”, “por más que queramos pelear la situación, va a ser muy difícil”. En esa línea, aseguró que “hay que reformular el acuerdo que tenemos sobre los cuidados”. “El Sistema Nacional de Cuidados es una gran respuesta desde la política pública, [...] pero también tenemos que hacer el cambio cultural de plantear que la responsabilidad de los cuidados no es sólo de las mujeres, y que los sistemas de cuidados no pueden ser pensados ‘para resolverles el tema a las mujeres’”, reflexionó la directora de Inmujeres.

En la educación STEM y la investigación

La decana de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República, María Simon, profundizó sobre las brechas de género en las carreras STEM, un área en la que opinó que “globalmente” hubo avances, pero “hay aspectos en los que no”. A modo de ejemplo, dijo que a las mujeres ingenieras les cuesta más conseguir empleo que a los hombres, “por ser mujeres”. Hizo hincapié en el factor cultural, en una sociedad en la que todavía los niños varones son más “estimulados” y “elogiados” para que tengan interés en la tecnología o las matemáticas. De esas manifestaciones, dijo la decana, “surge un sesgo más fuerte, que deriva en que muchas niñas no tengan en su radar la posibilidad de seguir ciencias exactas y estudiar lo que llaman STEM, o a veces sí lo contemplan, pero se consideran menos inteligentes, y eso es gravísimo”.

En una línea similar, el presidente de Ceibal, Leandro Folgar, compartió algunas medidas que impulsó la organización para abordar las inequidades de género en educación y tecnología. Una de ellas fue la creación de una serie de indicadores que permiten “monitorear adentro de Ceibal cómo vamos con respecto a las mejoras en género y STEM en cada una de las estrategias que tenemos, en tiempo real”, dijo Folgar. Gracias a estos indicadores, por ejemplo, la organización puede identificar cuántos de los drones programables que entrega a la población escolar “están siendo programados por niñas”, enfatizó el licenciado en Educación y magíster en Tecnología, Innovación y Educación. Otra realidad que registraron es que, en las olimpíadas de robótica, “había una participación equitativa en número, pero las niñas hacían las carteleras y los varones armaban el robot”. “Vemos que estas cuestiones persisten y que tenemos que poder medir más allá de los números, afirmó Folgar.

También Flavio Caifa, presidente de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), mencionó algunas acciones que lleva adelante el organismo, como otorgar licencia paga por maternidad a las mujeres con becas de posgrado o intentar que los comités de evaluación de los proyectos “sean lo más paritarios posibles”. Se refirió además a un programa apoyado por el BID que, entre otras cosas, busca que cada uno de los instrumentos de la ANII “defina metas de equidad de género en cada uno de sus componentes”.

La paridad es un buen negocio

Más que hablar sobre problemas y soluciones, la vicepresidenta de la Comisión de Equidad de Género de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI), Elisa Facio, puso arriba de la mesa qué beneficios tiene contar con paridad de género en las organizaciones y empresas, especialmente en los lugares de toma de decisión. Uno de los “más evidentes” es que las mujeres aportan una “mirada distinta”, lo que hace que “sean mucho más ricos los resultados”.

Otro beneficio, a su entender, es que las mujeres tienen “incorporado como un talento natural eso que llaman ‘habilidades blandas’, como la empatía o la creatividad, y que toda la literatura dice que son las capacidades que se van a necesitar en los trabajos del futuro”, por lo que, “tenemos una ventaja comparativa enorme”. Además, Facio dijo que “está comprobado que las empresas y las organizaciones que incorporan mujeres en sus posiciones de decisión aceleran sus procesos de transformación y de mejora”, porque “se sabe que las mujeres generan mejores equipos de trabajo, siempre tienden a hacer crecer a los que trabajan con ellas, y esas cosas impactan muchísimo”.

La representante aseguró que la CUTI tiene dos líneas de trabajo al respecto. La primera es “mostrar lo que hacen las mujeres en la industria, mostrar que la industria también es para mujeres, que está bueno y que son profesiones con propósito, para que más jóvenes y niñas decidan elegir esto”. La segunda es “generar conciencia en las empresas” acerca de que las mujeres “también tienen que poder acceder a los cargos de decisión” y que “la corresponsabilidad en los cuidados es algo inherente a todos”.