Dora María Téllez, la reconocida excomandante guerrillera sandinista, historiadora y dirigente del partido político de izquierda Unamos, fue liberada este mes tras 605 noches en la prisión de El Chipote, en Managua, la capital de Nicaragua.

Acusada de traición y recluida en régimen de aislamiento, su vida se reducía al ejercicio diario, a comer los restos que le dejaban en su pequeña celda y a hacer uso de instalaciones higiénicas deficientes.

Su única interacción humana real era con sus interrogadores.

Como disidente política queer, la recluyeron en el bloque de celdas para hombres, y a menudo la interrogaban sobre su vida amorosa. A pesar de las amenazas y las dificultades, Téllez afirma que siempre se negó a responder o a cooperar con sus carceleros.

“El régimen tiene un odio profundamente arraigado contra las mujeres dirigentes políticas y, en mi caso, también son homófobos, a pesar de fingir lo contrario”, dijo a openDemocracy.

El pasado 9 de febrero, el gobierno nicaragüense liberó a 222 presos y presas políticas, incluidas Téllez y otras 20 mujeres, les revocó la nacionalidad nicaragüense y las desterró a Estados Unidos. Organizaciones internacionales han denunciado a las autoridades de ese país por violar los derechos de activistas, políticos, periodistas y líderes campesinos que se oponen al régimen del presidente Daniel Ortega.

Ortega, antiguo comandante de la guerrilla izquierdista durante la Revolución Sandinista de 1979, fue presidente en la década de 1980 y fue reelegido en 2006. A pesar de su retórica política de izquierda, se ha convertido en un aliado de los grupos conservadores e incluso apoyó la prohibición absoluta del aborto en 2006 para asegurarse el apoyo de la iglesia católica en su contienda electoral.

openDemocracy tuvo la oportunidad de entrevistar a las presas liberadas durante los tres días que pasaron en un hotel de Washington DC, antes de partir hacia las casas de familiares y amigos en Estados Unidos.

El Chipote, tristemente célebre por sus condiciones inhumanas y las denuncias de tortura, saltó a las primeras planas el año pasado cuando el excomandante guerrillero y compañero de Téllez, Hugo Torres, murió el 12 de febrero de 2022, tras la presunta negativa a brindarle atención sanitaria adecuada mientras estaba detenido.

Las mujeres liberadas y exiliadas este mes contaron a openDemocracy que fueron sometidas a aislamiento, mientras que las personas LGBTI+ soportaron abusos verbales e interrogatorios sobre su activismo y sus relaciones afectivas con otros activistas. Activistas encarceladas en otras prisiones del país también relataron malos tratos, segregación y aislamiento.

Yader Parajón.

Yader Parajón.

Foto: Dánae Vílchez, opendemocracy

El activista Yader Parajón, que pasó 17 meses en El Chipote, denunció la postura ultraconservadora y machista del presidente nicaragüense. “Ortega considera a las feministas y a los LGBTI+ como enemigos para complacer a los poderes políticos y económicos de este país. Quiere complacer a estos grupos ultraconservadores y machistas”, dijo.

“El régimen tiene un odio profundamente arraigado contra las mujeres dirigentes políticas y, en mi caso, también son homófobos, a pesar de fingir lo contrario”. Dora María Téllez, excomandante guerrillera sandinista, historiadora y dirigente del partido político de izquierda Unamos.

El camino a la libertad

La liberación inesperada de este grupo de disidentes fue un hecho tenso y conmovedor. Samantha Jirón, estudiante de periodismo y activista de 22 años, era la más joven del grupo. Los guardias de la prisión de mujeres de La Esperanza la despertaron y le ordenaron que se vistiera rápidamente. Luego le dijeron que mantuviera la cabeza agachada y la llevaron corriendo a un autobús. Cuando levantó un segundo la vista y vio a un soldado, temió lo peor.

“Pensé que iban a dispararnos, que iban a matarnos”, dijo.

La activista Evelyn Pinto, también encarcelada en La Esperanza, sintió el mismo miedo hasta que los guardias le entregaron un papel que decía que ella y el resto del grupo serían exiliados. En el aeropuerto militar de Managua, funcionarios estadounidenses los recibieron y les informaron que iban a ser enviados a Estados Unidos.

Esta liberación sin precedentes se produjo en medio de una oleada de presiones internacionales por las condiciones de reclusión y reclamos de organizaciones de derechos humanos al gobierno encabezado por Ortega y su copresidenta y esposa, Rosario Murillo.

Al menos 30 personas, entre ellas un obispo católico que se negó a ser excarcelado como protesta, permanecen en prisión.

Téllez, Parajón, Jirón, Pinto y los demás liberados se enfrentan a un futuro incierto en Estados Unidos.

“Tengo sentimientos encontrados [en medio de la] felicidad”, dijo Jirón. “Me había imaginado que me iría con mi madre, que sigue en Nicaragua. Así que es agridulce porque aún temo por mi familia, y amo a mi país. Lo amo tanto que he hecho muchos sacrificios, como estar en la cárcel. No quería irme de Nicaragua”.

Evelyn Pinto.

Evelyn Pinto.

Foto: Dánae Vílchez, opendemocracy

Homofobia, misoginia y malos tratos

Nicaragua mantiene una alta clasificación en igualdad de género en el Informe sobre la Brecha de Género 2022 del Foro Económico Mundial. Sin embargo, el trato a las presas políticas expone una realidad diferente.

Parajón se convirtió en activista cuando se sumó a las protestas de pensionistas y manifestantes estudiantiles en abril de 2018 contra la reforma del sistema de seguridad social. Él y su hermano Jimmy repartieron comida y ayuda a quienes luchaban por sus derechos. La tragedia llegó cuando Jimmy fue asesinado a tiros durante una protesta, el 11 de mayo de ese año. La familia responsabilizó a las autoridades, y Yader Parajón empezó a pedir justicia.

Por su activismo fue capturado el 4 de setiembre de 2021 por agentes de policía que, según él, lo sometieron a palizas e insultos homófobos. “Incluso en los interrogatorios trataban de relacionarme con figuras políticas, como si fuera su pareja sexual, pero lo hacían para burlarse de mí, como un acto de humillación”, dijo Parajón.

Fue condenado a diez años de prisión por traición y enviado a El Chipote. Allí lo confinaron a una celda minúscula con un pequeño agujero en el suelo como retrete. En repetidas ocasiones fue objeto de insultos homófobos. Una vez pidió agua y el guardia le dijo que no se la darían hasta que “hablara como un hombre”.

La abogada feminista Ana Margarita Vijil, del partido opositor Unamos, pasó 605 noches en El Chipote cumpliendo condena por traición. Ella afirma que la mayoría de las presas políticas permanecieron aisladas durante al menos 18 meses.

“Nos trataron con saña. Nos trataron incluso peor que a los candidatos presidenciales encarcelados por Ortega. Querían desmoralizarnos, pero no pudieron. ¿Por qué? Esa es una pregunta para Ortega”, cuestionó.

A los detenidos de El Chipote se les negaron las visitas familiares durante períodos de hasta 90 días. Y cuando se admitían visitas, se las sometía a cacheos sin ropa.

“Ortega considera a las feministas y a los LGBTI+ como enemigos para complacer a los poderes políticos y económicos de este país. Quiere complacer a estos grupos ultraconservadores y machistas”. Yader Parajón, activista.

Para la presidenta del partido Unamos, Suyen Barahona, la pérdida fue devastadora. Ella y otras madres detenidas no pudieron ver a sus hijos, ni siquiera recibir una foto de ellos durante más de 18 meses, dijo. En diciembre, por fin le permitieron una videollamada con su hijo de seis años, antes de reunirse con él en Estados Unidos el pasado 9 de febrero.

“Mi hijo no me reconoció. Estaba en estado de shock. La última vez que me había visto en persona, la Policía me llevaba a rastras”, dijo. “Fue una decisión política y una de las mayores crueldades. No había justificación legal”.

Samantha Jirón.

Samantha Jirón.

Foto: Dánae Vílchez, opendemocracy

Los interrogadores ponían a su familia como tema de conversación y la acusaron repetidamente de ser una mala madre porque era “una traidora a Nicaragua”, que prefería la cárcel a criar a su hijo.

Barahona dijo que los interrogadores querían que revelara los nombres de los miembros de su partido y sus vínculos con grupos feministas. A menudo se referían a las organizaciones de mujeres como objetivos a destruir.

“Hubo mucha, mucha saña contra las organizaciones de mujeres”, dijo. “Querían vincularlas con organizaciones políticas, aunque no es así”.

Barahona describió cómo los guardias de El Chipote utilizaban la comida como arma. En los más de 20 meses que estuvo presa, los guardias pasaban semanas aliméntadola con migajas y luego, de repente, le ofrecían raciones demasiado grandes. También la mantuvieron aislada y en silencio.

A las mujeres detenidas en otras cárceles se les permitió recibir alimentos de sus familias, visitas periódicas y celdas compartidas con otras reclusas, aunque se les prohibía hablar con ellas.

Evelyn Pinto, detenida en La Esperanza por su participación en redes de solidaridad que proporcionaban alimentos a los presos políticos, recordó que se sentía rodeada de gente, pero completamente sola. Esta sensación de aislamiento y desconexión es una experiencia común para los presos políticos en Nicaragua, que restringe el goce de derechos humanos fundamentales.

También en La Esperanza, los guardias advirtieron a otras reclusas que no hablaran con Jirón porque era una traidora. Ella dijo que este silencio impuesto la hizo sentir como si estuviera infectada con una enfermedad contagiosa.

Suyen Barahona.

Suyen Barahona.

Foto: Dánae Vílchez, opendemocracy

Resistencia y solidaridad a través de ideologías

Téllez cree que Ortega aún tiene un camino abierto hacia una salida política pacífica si celebra elecciones libres y justas y renuncia a su control del poder. Ella formó parte de la guerrilla que derrocó a la dictadura de la familia Somoza en 1979, pero ahora se encuentra luchando contra un antiguo camarada que ha desmantelado lentamente las instituciones democráticas durante sus años en el poder.

Ortega controla por completo el Poder Judicial, la Policía y el Ejército. Su respuesta a las manifestaciones antigubernamentales de 2018 condujo a la masacre de al menos 325 personas.

Mientras tanto, mujeres activistas como Barahona siguen comprometidas con su causa. Ella afirmó que su estancia en prisión intensificó su determinación de conquistar una Nicaragua libre, y subrayó la importancia de centrarse en el amor a su país en lugar de dejarse llevar por el odio o la ira. “Refuerza mi compromiso de que nadie más tenga que pasar por esta experiencia que yo he vivido”, dijo.

Vijil también destacó la solidaridad y camaradería que se estableció entre rejas con otros detenidos, y la importancia de la actitud positiva. “Te aferras a las señales”, dijo. “Al menos así es como sobreviví, viendo la belleza en las pequeñas cosas y dándome cuenta de algo muy importante: aprendí que siempre se puede estar agradecido. No importa lo mal que vayan las cosas en la vida, siempre habrá cosas por las que dar las gracias”.

Téllez también transmitió una visión constructiva: “Personas de distintas procedencias e ideologías, como profesores, jóvenes, feministas y religiosos de todos los colores han mostrado su apoyo rezando por nuestra liberación. El mensaje es claro: la solidaridad puede superar las divisiones ideológicas y lograr el cambio que necesitamos”.

Este artículo fue publicado originalmente por openDemocracy.