Anahí Durand es socióloga, docente, doctora en Ciencias Políticas y Sociales. Es una mujer con sus propias letras a la que le quisieron endilgar la letra clásica para definir a una mujer: no quién es, sino con quién estuvo. Ella fue ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, en Perú, desde el 29 de julio de 2021 hasta el 2 de febrero de 2022, durante el gobierno de Pedro Castillo. Durante la campaña electoral, en una entrevista televisiva, la acusaron de terruqueo, una forma de decirle terrorista, en una América Latina en la que, con el ejemplo de las fake news entronizadas por Donald Trump como forma de consolidación política, lo que se dice es lo que sucede y, con el ejemplo de la persecución de Nayib Bukele, en El Salvador, lo que se dice es lo que se persigue. Y lo que se persigue se encarcela en el Centro de Confinamiento del Terrorismo. El nombre es régimen de excepción. Y la excepción confirma la regla: las dictaduras ya no necesitan asentarse como contracaras de la democracia sino presentarse como excepciones para combatir un mal necesario: el terrorismo, el narcotráfico, las pandillas, el populismo. Y así. No necesitan ni orden judicial para detener personas. Ni necesitan votos para llegar al gobierno.
¿Elecciones? ¿Quieren cerrar ese antro? ¿Las mujeres que profundizaron la democracia ahora aparecen como cara de quienes hacen desaparecer la democracia en golpes femilavados?
El 7 de diciembre de 2022 Dina Boluarte se convirtió en la primera mujer en llegar a la presidencia de Perú. El hecho podría haber sido un hito de avance, pero se convirtió en un símbolo de retroceso. El pinkwashing ya no es sólo una estrategia de marketing para instalar un champú o un par de zapatillas o una política financiera de algunas monedas a cambio de mantener las desigualdades estructurales. Ahora en América Latina hay pink golpes en donde se ponen o ponen a mujeres como cabeza de la finalización no democrática de gobiernos democráticos, represión popular e imposición de políticas sin votos.
La estrategia es poner a la cabeza, o en las listas, a mujeres para blanquear -con todo el sentido del blanqueo en pueblos con raíces afro e indígena- procesos no democráticos. Las mujeres ejercen la violencia. Y otras mujeres sufren violencia política. Incluso, ser tildadas de terroristas por lo que hicieron, o no, sus exparejas. Si algo debería haber quedado claro -en esta época tan confusa- con la masificación del feminismo, es que las mujeres no son un sinónimo de sus maridos, novios o amantes, y que sus prontuarios o pecados no se les puede cargar a su cuenta.
Sin embargo, a Anahí Durand la acusaron de “vínculos con el terrorismo”, con la prueba de la mención a una expareja, en el contexto de la segunda vuelta electoral de las últimas elecciones peruanas, cuando Pedro Castillo presentó a su equipo técnico y la incluyó a ella. Anahí Durand no se quedó protestando de brazos cruzados e inició una demanda en mayo de 2021. El 19 de enero de 2023 la sentencia se convirtió en un antecedente jurídico de la violencia política contra las mujeres en América Latina. La periodista Milagros Leiva y Willax Televisión fueron condenados por difamación. La sentencia exigió el pago de 20.000 soles (aproximadamente 8.000 dólares) y que Leiva tenga que seguir normas de conducta por un año.
¿Qué violencias políticas sufriste como ministra de la Mujer en Perú?
La violencia contra la mujer en la política está muy extendida. En la campaña electoral de Pedro Castillo la violencia política estuvo muy exacerbada contra dirigentes, contra líderes, contra autoridades, como yo. La violencia política fue cargada de mucho clasismo y de mucho racismo por lo que significaba Pedro Castillo, que encabezaba un gobierno popular.
¿Cómo decidiste enjuiciar al medio y la periodista que te acusó de terrorista en la televisión?
Yo entablé una demanda contra la televisora Willax por acusarme de terrorismo, que es un verbo que aquí en Perú ya se conjuga mucho, que es terruquear.
La palabra terrorismo estaba identificada con personas capaces de poner bombas, matar, inmolarse, y ahora se usa de manera corriente, en una forma de persecución política en América Latina. ¿Cómo se puede vincular al terrorismo sin pruebas o por violencia política?
El terrorismo es un delito que está tipificado en el Código Penal. Para hacer una acusación de ese tipo, debes tener algún elemento para que esto sea así. En cambio, en mi caso, lo relacionaban con alguna expareja y ya tenía una connotación de género muy clara.
La vinculación de una mujer con un delito por relación con una expareja es grave porque pone a las mujeres la mochila de quien fue su vínculo sentimental en su propia historia e identidad, y hoy se sabe que no se puede endilgar algo a una funcionaria por las acciones de su exmarido o novio...
Exacto. Y sobre todo porque te saca de la discusión política de una autoridad de gobierno, ministra, jefa de plan de gobierno de las elecciones, y te mete a hablar de tu vida personal. Eso es algo que no hacen ni con las autoridades varones, ni con los candidatos varones, ni con los jefes de plan de gobierno varones. Entonces sí, tenía una connotación sumamente sexista y tipificaba como violencia de género. Yo denuncié sin ninguna expectativa. Sabemos lo que son los poderes judiciales en nuestros países y lo politizada que está la Justicia y que, generalmente, obedecen al poder y a los grandes medios de comunicación. Pero la sorpresa fue que hubo una jueza rigurosa que sentó un precedente en Perú porque esta es una práctica muy extendida orientada no a informar, sino a difamar, y, en el caso de las mujeres, a generar violencia y a sacarnos de la escena política.
¿Por qué apelaste la sentencia?
Yo apelé porque lo que pedía era una suma mayor (aproximadamente 50.000 dólares), pero, por sobre todo, una disculpa pública además de la reparación. Y la televisora también apeló porque ellos se consideran inocentes. Entonces está en una segunda instancia, vamos a ver cuál es el fallo.
¿Qué significa que haya sido puesta una mujer para la destitución de un gobierno electo por el voto popular?
Esto ha sido un golpe terrible. Dina Boluarte era parte del gabinete, hemos compartido espacios, ella era ministra de Inclusión, yo era ministra de la Mujer. Era la vicepresidenta, entonces hay claramente una traición. Además ella se comprometió públicamente a renunciar si el presidente era destituido. La traición le permite dejar entrar al gobierno a los partidos que perdieron las elecciones y esos partidos, absolutamente reaccionarios, conservadores, neoliberales, representan a la propuesta que perdió en 2021 y que ahora gobierna con ella.
¿Qué pasa con los reclamos de Dina Boluarte de sororidad de otras mujeres?
Ella ha sido muy enfática en señalar que la atacan por ser mujer, que no tenemos sororidad con ella, que estamos destruyéndola por el hecho de ser mujer en un país machista. Y eso es falso, a ella no se la ataca por eso, se la cuestiona por lo que está ocasionando, también, para los derechos de las mujeres.
¿Qué implica la designación en el gobierno de Óscar Becerra como ministro de Educación, que había dicho, en 2018, “hombre o mujer es sexo y genética. Masculino o femenino. Género y gramática. Gustos y uso de orificios corporales”, en oposición a la educación sexual con perspectiva de género?
El Ministerio de Educación se ha puesto como cuota para sostener la alianza con el sector más reaccionario de Renovación Popular (un partido ultraconservador y fundamentalista cristiano) empezar a desmantelar políticas de educación sexual. Es muy grave para el Perú, y para las políticas de los derechos de las mujeres en América Latina, tener una presidenta mujer que ha llegado de manera ilegítima, confabulando, conspirando, en base a leguleyadas, entuertos parlamentarios, que ha traicionado y que está gobernando amparada por grupos que atacan directamente los derechos de las mujeres.
¿Es una mujer que defiende los derechos de las mujeres, o es una mujer que está haciendo retroceder los derechos de las mujeres?
Está llevando a cabo un gobierno absolutamente conservador, patriarcal y autoritario con el que estamos retrocediendo.
¿La experiencia de Perú es un hecho aislado, o el caso de Dina Boluarte representa un fenómeno global de una feminización de la ultraderecha?
En Lima se reunió el Foro de Madrid, el 29 y 30 marzo [con una agenda anti LGBTI+ y antifeminista, con integrantes del partido español Vox], y efectivamente es un fenómeno que está creciendo con peligrosa fuerza, con mujeres de extrema derecha, absolutamente funcionales a una sociedad patriarcal muy crítica de la redistribución del poder que plantea el feminismo. Algunos ejemplos son Jeanine Áñez [expresidenta de Bolivia, condenada a diez años de prisión por “resoluciones contrarias a la Constitución”], Dina Boluarte, María Corina Machado en Venezuela, o la senadora colombiana María Fernanda Cabal, que está siendo muy activa en la oposición a [Gustavo] Petro en Colombia. Hay un despunte de figuras femeninas de extrema derecha que son una amenaza para las conquistas de los derechos de las mujeres.
¿Cuáles son los cambios de la relación del gobierno de Dina Boluarte con el gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez en Colombia?
Nosotros le agradecemos mucho a Petro que no haya normalizado este gobierno. Ya hay informes internacionales que están dando cuenta de las graves violaciones a los derechos humanos con las que pretenden quedarse en el poder. No hay nuevas elecciones como lo prometieron en diciembre, no hay referéndum constitucional, no hay nada. Hay represión y criminalización.
¿Cómo se sale de la crisis política en Perú?
Las demandas de la población organizada están claras desde el 8 de diciembre cuando Dina asumió la presidencia. La principal demanda es que renuncie Dina Boluarte. Si ella renuncia, se abre el escenario de nuevas elecciones de manera muy rápida y, si es que no va a renunciar, que se convoquen nuevas elecciones. Ella se comprometió, el Congreso se comprometió, a convocar a elecciones en diciembre de este año. Lo llevaron a votación parlamentaria y no hubo acuerdo de las bancadas y todo quedó en la nada. Pero es un gobierno absolutamente ilegítimo y esta crisis no pasa solamente por cambiar figuritas, hay que hacer un cambio más profundo. No podemos seguir en esta inestabilidad que ya nos lleva a tener seis presidentes en seis años. Necesitamos el cambio de la Constitución y convocar a un referéndum que nos permita decidir si queremos o no un cambio de Constitución. Pero nada de eso se ha aprobado en el Congreso, sino que hay una represión brutal que ha costado 60 personas asesinadas, 1.800 detenidos y 1.300 heridos. El gobierno se está imponiendo por la fuerza y están gobernando sobre la base de la represión y militarización.
¿Cómo afectó particularmente a las mujeres, a los pueblos indígenas y a los sectores más empobrecidos de Perú la represión? Las mujeres que han encabezado las protestas son aimaras y quechuas que se han trasladado a Lima desde el sur andino. Y la respuesta del Estado fue absolutamente racista. El ministro de Educación [Óscar Becerra] dijo que las madres aimaras que venían a protestar a Lima eran como animales [“Ni los animales exponen a sus hijos así”], que cómo arriesgaban así a sus hijos, que eran salvajes. Entonces ha aflorado esta vena racista que en otras ocasiones estaba un poco más oculta; ahora se han sacado la careta. Lo vemos en la cifra de los asesinados: 80% son jóvenes, sobre todo varones, que pertenecen a un pueblo indígena originario. Si los asesinados hubieran sido en Lima, de sectores más acomodados, no se sentiría esta indiferencia que hay en la sociedad peruana. Estamos viendo una desprotección enorme, con muchas mujeres jóvenes que están quedando a cargo de familias. Hay docentes que han sido apresadas por participar en las protestas, con criterios además absolutamente patriarcales como que no tienen arraigo familiar porque dejaron a sus hijos en las provincias y merecen la prisión preventiva. Esta protesta ha evidenciado la raigambre clasista, racista y patriarcal que todavía tiene la sociedad peruana y ojalá que sirva para un cambio de fondo que estamos pidiendo.
Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.