El 9 de agosto de 2020, una cirujana denunció en un programa de televisión que un colega había ejercido violencia de género y malos tratos contra ella. El caso puntual impulsó a que, el día después, muchas mujeres compartieran en Twitter distintas situaciones de violencia que habían vivido en la Facultad de Medicina (Fmed) y en otras áreas de la salud. Por iniciativa del colectivo Mujeres Medicina, los relatos quedaron aglutinados en el hashtag #MeLoDijeronEnLaFmed. Así, sin saberlo, se abrieron las puertas para que muchas rompieran el silencio en torno a la violencia sexual en otros ámbitos: fue días después de esta movida que surgió la de #MeLoDijeronEnLaFder, #MeLoDijeronEnElLiceo e incluso #VaronesCarnaval, la más resonada y que dio paso a la creación de otras páginas de “varones” (#VaronesPolítica, #VaronesTeatro, etcétera).

Por esos días, Ana Laura Surroca estaba definiendo el tema de investigación para su maestría en Comunicación Digital, que quería enfocar en violencia hacia las mujeres y que tenía que estar de alguna forma conectada con los medios digitales. Fue así como empezó un proceso de más de dos años que plasmó en Centralidades temáticas y discursos en Twitter sobre violencia contra las mujeres. #MeLoDijeronEnLaFmed.

Lo que se propuso Surroca, a grandes rasgos, fue analizar cuáles son los temas centrales en los discursos de usuarias y usuarios de Twitter sobre violencia contra las mujeres; qué discursos se producen, reproducen y circulan; cuáles son las creencias, ideas, conceptos y representaciones que emergen de ellos; y si estos discursos colaboran en perpetuar o transformar un problema social estructural como es el de la violencia de género. Y se propuso hacerlo con base en el análisis de los tuits que se publicaron entre el 10 de agosto y el 28 de noviembre de 2020 con la etiqueta #MeLoDijeronEnLaFmed.

Principales hallazgos

El análisis de todos esos tuits reveló que hubo cinco temas discursivos que tuvieron mayor incidencia en cuanto a interacción: romper el silencio (29.337 interacciones), la percepción de la violencia contra las mujeres como un problema estructural (14.416), las redes sociales como canales de denuncia y visibilización (2.192), la politización partidaria del tema –en un contexto de plena campaña hacia las elecciones departamentales de setiembre de 2020– (1.022) y el movimiento feminista (369).

En diálogo con la diaria, Surroca señaló que, en muchos casos, la politización partidaria y lo vinculado a los colectivos feministas constituyeron discursos que “lo que buscaban era sacar el foco del tema, que era: hablemos de la violencia contra las mujeres”. En el primer caso, cuando se intentaba asociar intenciones “a determinado candidato por ser de determinado partido”, y, en el segundo, cuando emergía “una especie de acusación de por qué los colectivos feministas en ese momento no se estaban pronunciando en relación al tema”. “Si empiezo a hablar de otros temas que de alguna manera se vinculan al contexto pero son tangentes, estoy invisibilizando lo que realmente importa hablar en este momento”, evaluó.

Por otro lado, la investigadora intentó desentrañar si, en ese marco, convivían los discursos “más transformativos de la realidad” con los que “perpetúan que siga funcionando el sistema de la misma manera”. En este caso particular, dijo que un ejemplo “claro” de discursos transformativos son los que refieren a romper el silencio y a cuestionar “cómo se ha instaurado durante mucho tiempo el callarse, el no decir, el no contar o esto de que todas y todos sabemos qué está pasando y hasta quiénes generan determinadas situaciones, pero nos callamos”. “En contraposición a esto de hacer oídos sordos, que en definitiva es colaborar a perpetuar ciertas situaciones de violencia, surge esta explosión de discursos que vienen a romper el silencio, a mostrar que está pasando algo y que eso hay que visibilizarlo, denunciarlo y exponerlo. Estos serían discursos que colaboran a transformar cierto statu quo, que está vinculado al sistema patriarcal”, explicó Surroca.

El análisis de la magíster concluyó que efectivamente “hay una convivencia” entre los discursos que transforman y los que perpetúan la violencia, y ambos “se producen y se reproducen en la esfera de los medios sociales”. En esa línea, “los discursos se reafirman como productores de sentido que construyen o refuerzan creencias, ideas, conceptos y representaciones o que motivan su desnaturalización”, dice el documento, y agrega: “Así, el lenguaje adquiere una relevancia significativa en la reproducción de la violencia contra las mujeres, y es desde formas explícitas e implícitas que muchas de las prácticas de exclusión, discriminación y acoso tienen un sustento discursivo”.

Estas prácticas, que pueden plasmarse en “un lenguaje más sutil” o en uno “no tan sutil”, apuntó Surroca, que fueron analizadas específicamente en la medicina, “pueden llegar a ser extrapoladas seguramente a otros ámbitos, porque en definitiva el ámbito médico también forma parte de todo un entramado social y refleja cuestiones que están en toda la sociedad”.

Puso como ejemplo el tema de la maternidad, que “emerge como una práctica discursiva violenta y habitual que es cuestionada y asociada a una responsabilidad exclusiva de las mujeres y a un obstáculo para acceder a ciertas especialidades, como cirugía, cardiología, traumatología o anestesiología”, según señala el texto. Para la investigadora, lo “llamativo” es que las especializaciones a las que se alude “son las de mayor prestigio o mejor pagas en el ámbito médico”.

Por otra parte, Surroca reconoció que empezó a investigar con la “intuición” de que Twitter “podía ser más condenada como red social”, en tanto “en algún momento estaba esta idea de que si se denuncia por redes sociales tiene un menor nivel de relevancia”. Sin embargo, se encontró con que “a nivel discusión no aparecía tanto eso”, sino que estaba la idea de que “hay espacios formales de denuncia, que son más institucionales, y espacios informales, que son los medios sociales, pero que no porque sean informales tienen menor relevancia, sino que son útiles para visibilizar y sobre todo amplificar la visibilización del tema”.

Otra de las conclusiones que esboza Surroca es que los discursos de denuncia “se posicionan como una forma colectiva de resistencia a la violencia”, en palabras de la filósofa Judith Butler, para “visibilizar, desnaturalizar y deslegitimar el sistema patriarcal dominante”.

Asegura que la resistencia a la violencia se da en tres sentidos: a partir del “acto explícito de denuncia de situaciones de violencia donde predomina el uso de la primera persona en singular”; al exponer “un sistema que, por ocultamiento u omisión, perpetúa la violencia contra las mujeres”; y por la invitación a dejar de “tolerar” y a “no callar más” que “se da especialmente a partir de expresiones vinculadas a romper el silencio”.

Medir el potencial transformador

Aunque aparecen “discursos transformadores”, la investigación concluye que “persisten interrogantes respecto del potencial de este tipo de consignas de generar transformaciones sociales y culturales” reales. Lo atribuye a “los sesgos de las plataformas, las limitaciones comerciales y la generación de ‘cajas de resonancia’ que inciden en que personas con intereses similares terminen ‘hablando’ entre ellas mismas”. A esto se suma que “las diferencias entre los perfiles de usuarias y usuarios de Twitter en Uruguay en relación con la participación en la consigna #MeLoDijeronEnLaFmed pueden limitar la capacidad de generar debate y cambios sociales y culturales significativos”.

Más allá de eso, el estudio también asegura que “la ruptura del silencio contribuye a visibilizar las distintas formas de opresión y dominación que experimentan las mujeres, y a exponer un sistema que las legitima a través de prácticas violentas y mecanismos de complicidad”. Además, afirma que “el hecho de que la consigna trascienda Twitter hacia los medios de comunicación tradicionales”, como pasó en su momento, “colabora en amplificar los mensajes y la visibilización más allá de la red social particular”.

Hoy Surroca considera que “la ola de hashtags de 2020 marcó un antecedente importante en nuestro país en relación a la denuncia de situaciones de violencia en medios sociales, a romper el silencio y a utilizar las plataformas como canales de visibilización y denuncia”, además de que, “a nivel institucional, se han hecho cosas, como por ejemplo el protocolo de acciones frente a situaciones de acoso y abuso [de la Universidad de la República] o la creación de espacios de denuncias anónimas de las facultades”. Sin embargo, cree que “queda mucho por hacer” como, por ejemplo, “generar más ámbitos de intercambio en relación a los usos del lenguaje y la circulación de ciertos discursos naturalizados que perpetúan la violencia”.