El presidente Bernardo Arévalo y la vicepresidenta Karin Herrera, del Movimiento Semilla, asumieron el 14 de enero el gobierno de Guatemala. La titular del Ministerio Público, Consuelo Porras, intentó evitar la asunción de la fórmula electa por el pueblo el 20 de agosto de 2023, con 58% de los votos. Arévalo acusó en setiembre a Porras de encabezar un intento de “golpe de Estado”. La fiscal general de Guatemala intentó impedir que pudiera concretarse la voluntad popular y que no asumieran Arévalo y Herrera en base a cuestionamientos sobre la inscripción judicial del Movimiento Semilla para anular los resultados electorales y llamar nuevamente a elecciones. Finalmente, el golpe se impidió.

Arévalo asumió y quiso reunirse con ella para pedirle cuentas de su trabajo y la renuncia, pero la funcionaria judicial se negó. Ante esa negativa, él citó a la fiscal general de Guatemala al Consejo de Ministros. Ella anunció que “no va a renunciar”. Pero, más allá del laberinto entre el gobierno y un sector político y judicial que representa Porras, se jugaba si la democracia en América Latina sigue siendo una democracia o una fake democracia, y la asunción es un paso alentador.

Pero Arévalo no sólo fue votado por el pueblo para ser presidente. Poco se cuenta que en Guatemala la democracia fue exigida por el movimiento indígena y campesino que fue un factor central en las protestas para impedir el fraude posurnas. La ciudad centroamericana era un caos de tránsito y de marchas permanentes –nombradas “plantones”– que lograron que la democracia fuera democracia. Las calles estaban cortadas a más de 15 cuadras del Congreso, costaba pasar o llegar a las cercanías del Palacio Legislativo (plagado de policías) y entre las carpas permanentes de protesta se juntaban rituales mayas en ronda, pancartas con reclamos, cantos ancestrales y mujeres y varones durmiendo a la intemperie y despertando de la inercia del miedo. Guatemala, en un mundo en retroceso, en una democracia lograda con espíritu y cuerpo social entre un tejido social diverso que no se dejó apabullar por un lawfare autoritario.

“El pueblo de Guatemala está cansado de tanta corrupción y ha dado un giro”, resalta Inés Chajil Say, dirigenta campesina guatemalteca. “El presidente Arévalo ha tomado posesión y vemos humildad en su persona y compromiso en su gobierno de trabajar por los pueblos”, valoriza.

Sin embargo, ella advierte: “El pacto de corruptos siempre está y eso se vio en la elección de la junta directiva del Congreso (el 14 de enero se llevó a cabo una elección que eligió a Samuel Pérez, de Semilla, como titular de la cámara, que fue mandada a rehacer por el Tribunal Constitucional y que, finalmente, eligió, el 19 de enero, a Nery Ramos, exdirector de la Policía Nacional, como presidente del Congreso) y esto quiere decir que el pacto de corruptos sigue dando patadas de ahogado y viendo de qué manera botar el gobierno de Arévalo”.

Inés Chajil Say tiene 50 años y lleva, orgullosa, la remera violeta del Comité de Unidad Campesina (CUC) del que es parte como integrante del Consejo Nacional de Coordinación. Fue candidata a diputada del Partido de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca que fue creado a partir de los Acuerdos de Paz Firme y Duradera que se firmaron el 29 de diciembre de 1996, después de 36 años de guerra interna, entre el gobierno (del presidente Álvaro Arzú Irigoyen) y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). En ese momento, en la firma de paz, ningún guerrillero, político o presidente (de ninguna parte del mundo) era mujer. La paz se firmaba entre hombres aunque afectara, particularmente, a las mujeres. En 1997, la URNG se convirtió en partido político y, en 1999, se presentó, por primera vez, a elecciones. En 2023 Inés fue candidata.

Ella nació en la comunidad de la aldea Belén del municipio de Santo Domingo, del departamento de Suchitepéquez, en el sur de Guatemala. Es descendiente del pueblo quiché en un país en el que hay 22 idiomas mayas, por ejemplo –y reconocidos oficialmente–, achi, akateco, bhortí, chuj, itza, ixil, jakalteco, qánjob´al, kaqchikel, k´iche, man, mopan, poqoman, poqomchi, q´eqchi´, sakapulteco, sipakapense, tektiteko, tz´utujil y uspanteko. Sólo leerlos –y, si se puede, en voz alta, frenando donde no sale, volviendo donde se dificulta, entendiendo en la diversidad la diferencia– muestra que Guatemala es un país con una presencia originaria no sólo ancestral, sino presente, viva, hablada, vestida en los rituales, los colores y las mixturas que dicen, con cada lengua, que la democracia no es una sola palabra en América Latina. Y que las que parecen más calladas pueden ser –son– las maestras de una multicultura negada.

“Hay muchas mujeres que mantienen sus idiomas que ellas dominan y son maestras para sus hijos y les van inculcando esos valores y esos principios que ellas mantienen con el idioma y con sus trajes”, revaloriza. Y contextualiza: “Hay una buena parte de Guatemala que ya perdió esas culturas, ya perdieron esos idiomas, pero todavía existe mucha cultura, todavía hay pueblos mayas que mantienen esas culturas”.

Inés es indígena y campesina, viene del sur del país (donde se trabaja la caña de azúcar, la palma y las bananas), en situación de explotación laboral. Tiene dos hermanos asesinados, en 1983, por el Ejército. Participó durante toda su juventud en el Comité de Desarrollo Campesino (Codeca) y fue parte de la protesta por la democracia real en Guatemala con el CUC. “La población está muy contenta que Arévalo haya tomado posesión y tiene esperanza de ver avances en el país con un gobierno demócrata que viene a darles un giro a gobiernos nefastos y discriminatorios con los más desposeídos que hemos sido abandonados –subraya–. Y lo bueno es que Guatemala ha demostrado su capacidad de resistencia y las organizaciones sociales, indígenas y campesinas estamos vigilantes a lo que pueda pasar. El pueblo ha despertado. Ya se han visto resultados en los primeros días de gobierno; aunque el pacto de corruptos siga socavando para poder destituir al presidente, tenemos una lucecita al final del túnel”.

¿Cuántas mujeres son en el Comité de Unidad Campesina?

En las actividades dentro del CUC participamos más las mujeres. Somos el 50% más uno. Somos las que apostamos y las que apoyamos dentro de los movimientos. El CUC siempre trabaja con equidad de género. Daniel Pascual es el coordinador general y María Josefa Macz la subcoordinadora.

¿Por qué no hay más mujeres que puedan participar en la conducción?

Había otras compañeras, pero, lamentablemente, por la situación de que se requiere el tiempo para estar involucradas en el trabajo organizativo, es muy complicado [permanecer] cuando hay esposos, cuando hay hijos. En el CUC la mayoría somos madres solteras.

¿Es difícil tener marido y participar en la lucha social?

Sí, por lo mismo, ¿verdad? Porque al tener pareja hay mucho cuestionamiento de a dónde vas, qué hacés y todo eso.

¿Cómo empezó la militancia campesina?

Yo empecé en una organización que se llama Comité de Desarrollo Campesino. Ahí dejé toda mi juventud, trabajé mucho tiempo y aprendí a organizarme y a ver la situación que pasa en el país y toda la vulnerabilidad que hay en nuestros derechos. Pero, más atrás, vengo de una familia que luchó para lograr estos espacios de la libre organización que costó mucha sangre. Yo perdí a dos hermanos [Anastasio y Francisco, de 20 y 30 años] que el Ejército secuestró en 1983.

¿Los secuestraron diciendo que eran guerrilleros?

Así se les denominaba. Y actualmente así nos llaman a nosotros, que somos bochincheros, que somos guerrilleros, que somos terroristas. Y todo ¿por qué? Por defender derechos. Nosotros sabemos que defender derechos no es un delito. No es un pecado. Entonces, anteriormente, si los compañeros se levantaron en armas era para defender esos derechos, para que hubiera un salario digno, que tuviéramos educación, que tuviéramos buena salud, que tuviéramos vivienda digna. Pero, lamentablemente, eso no se dio. Hubo casi medio millón de personas desaparecidas y muertas por el Ejército.

¿Qué diferencia hay entre el levantamiento de armas y la lucha pacífica? ¿Por qué les dicen terroristas si la protesta es no violenta?

Ahora la situación ya no es con armas porque se quería lograr el objetivo con armas en aquel tiempo, pero nos dimos cuenta de que eso fue imposible. Entonces, el levantamiento que han hecho los pueblos ya no es con armas, sino que es con un arma poderosa que nosotros le llamamos la inteligencia, y con el voto. Si antes no se logró el poder con las armas, ahora el arma que tenemos en la mano es el voto. Las organizaciones sociales, en esta coyuntura, en estas elecciones que se dieron, nos involucramos en hacerle ver a la gente la situación de cómo estaba nuestro país, cómo estaban corrompidos los tres poderes del Estado cooptados por el pacto de corruptos del gobierno de Alejandro Giammattei [el expresidente al que Estados Unidos le prohibió, el 18 de enero, la entrada a su país por haber participado en “corrupción significativa” y por apoyar a Porras en una campaña judicial contra Arévalo, aunque Giamattei es diputado del Parlamento Centroamericano por lo que cuenta con inmunidad judicial]. Las organizaciones generamos conciencia sobre la gravedad de las acciones de la fiscal general Consuelo Porras que se prestó para socavar la democracia.

¿Cuál fue la incidencia de la organización social en el cambio electoral de Guatemala?

Hicimos un llamado a la población a que votáramos conscientes, a que no vendiéramos nuestro voto por algo insignificante como es una bolsita de víveres, como es una playera, como es una lámina o algo así, porque con eso llegan a las comunidades a cantarnos rancheras bonitas para que les demos el voto. Yo estuve participando en mi departamento como candidata a diputada por el Partido de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, que es el partido que se formó a través de la firma de los Acuerdos de Paz en Guatemala.

¿Cuáles fueron los obstáculos para no llegar a ser diputada?

No hubo fondos y son demasiados los partidos tradicionales derechistas. Porque aquí el dicho dice “divide y vencerás” y es lo que han hecho los políticos. Tienen esa estrategia de formar grupitos o partidos políticos donde quieran y, a través de eso, jalan a la gente, pero sabemos que es uno solo.

¿Por qué apoyan a Arévalo?

Vemos la persona, su capacidad y quién es Bernardo Arévalo y por qué la gente confió en él. Hay una historia tras de él, porque en los diez años en que Guatemala vivió la “primavera democrática” [una época que comenzó en 1944 y que terminó con el golpe de Estado a Jacobo Árbenz el 27 de junio de 1954 apoyado por la CIA, ya que Árbenz había impulsado una reforma agraria que afectaba los intereses de la compañía norteamericana United Fruits Company, que era dueña de 50% de los terrenos cultivables de Guatemala] y que se lograron muchas cosas, uno de los presidentes fue el papá de Bernardo Arévalo, Juan José Arévalo Bermejo [que gobernó el país de 1945 a 1951 y que estaba exiliado en Argentina antes de ser mandatario], uno de los mejores presidentes que ha tenido Guatemala en su historia. Entonces el apellido le hizo honor y fue donde nosotros decidimos “apostémosle a Arévalo”, porque sabemos que viene de una familia con historia reconocida y así llevamos a Arévalo a la segunda vuelta y, luego, llega a ganar la candidatura en su binomio presidencial con Karin Herrera.

¿Por qué la Fiscalía intentó impedir la llegada al poder de Árevalo?

A los corruptos no les conviene que él llegue al poder porque él viene a investigar toda la corrupción que hay en Guatemala y quiénes son los actores de esa corrupción.

¿Qué es importante que haga el nuevo gobierno?

Peleamos para recuperar la democracia para que todos tengamos los mismos derechos, todos seamos iguales, se escuche nuestra voz y para que las mujeres podamos tener derechos a [acceder a] los servicios básicos. Las más vulnerables somos las mujeres, porque somos las que vivimos en carne propia las situaciones en nuestras comunidades y el área rural está abandonada. En mi comunidad hay un grado que estudia al aire libre, sin escritorios, sin pupitres, sobre bloques en el piso, mientras que los corruptos se compran grandes mansiones.

¿Por qué tuvieron que quedarse a la intemperie para pedir por la democracia?

Nuestro lema es “Sólo el pueblo salva al pueblo”. Y es lo que hicimos: reunirnos, juntarnos, organizarnos y unirnos.

Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.