Además de ser dos de los organismos internacionales más longevos, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) comparten otro rasgo común: nunca, en las últimas ocho décadas, estuvieron dirigidos por una mujer. Este es uno de los datos que aparecen en Las mujeres en el multilateralismo 2024, un informe de la organización Global Women Leaders Voices (GML Voices) que analiza la composición por género de los cargos directivos y los equipos de gestión de 54 organismos multilaterales líderes en el mundo.

El estudio, que fue presentado la semana pasada en el marco del Día Internacional de las Mujeres en el Multilateralismo, revela que, de esas 54 organizaciones, 21 nunca eligieron a una mujer para ocupar un cargo de decisión –incluidas la OIT y la FAO– y que 15 de ellas sólo dieron ese paso después de 1945. Desde entonces, sólo 13% de los cargos electos fueron ocupados por mujeres. “Exponemos estos datos empezando en 1945 para destacar los arraigados patrones de exclusión de género que han llegado a caracterizar a muchas organizaciones”, señala el documento.

Pese a esta radiografía desalentadora, GLW Voices destaca al mismo tiempo que, “tras décadas de inercia, el cambio hacia la paridad está tomando impulso”, especialmente a partir del inicio del siglo XXI. Así, por ejemplo, resalta que desde 2000 a 2010 el promedio de mujeres líderes electas en las organizaciones escaló de 17% a 31%. A su vez, de las 23 organizaciones que eligieron líder en los últimos dos años, ocho votaron mujeres al frente.

Por otra parte, los datos muestran que el promedio de mujeres en los equipos directivos de los organismos analizados es de 42%, lo que muestra que casi la mitad de ellas ha alcanzado o están cerca de lograr la paridad. Sin embargo, las mujeres todavía “están infrarrepresentadas en los órganos de gobierno de cada una de estas organizaciones”, que son en definitiva “los encargados de elegir a sus líderes, determinar los presupuestos y establecer las políticas críticas”. Hoy en día, el promedio de mujeres en los órganos de decisión es de 30%, y en siete organizaciones ellas representan menos de 25%.

Las responsables del informe ilustran esta desigualdad con el ejemplo “paradigmático” de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que describen como “posiblemente el órgano de gobierno más importante de todos”, y en donde las mujeres sólo constituyen 27% del total de embajadores. Otro dato ilustrativo: desde 1946, sólo cuatro mujeres fueron elegidas para presidir la Asamblea General, frente a 74 hombres que ocuparon ese puesto.

“A pesar de la abundancia de mujeres maravillosamente cualificadas en el sistema internacional, nuestras investigaciones muestran que los gobiernos favorecen de forma sistemática a los hombres a la hora de nombrar representantes en estos órganos de gobierno”, apunta el informe. Por ejemplo, 50% de los miembros del equipo directivo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) son mujeres, pero el porcentaje se reduce a 28% en sus órganos de gobierno. El caso de ONU Mujeres también es curioso: mientras la representación femenina llega a 79% en el equipo directivo, cae a 39% en el órgano de gobierno.

La importancia de más mujeres en los ámbitos multilaterales

La convicción de que “un sistema internacional eficaz, fuerte e inclusivo necesita basarse en la representación igualitaria de las mujeres en los espacios de toma de decisiones” es lo que impulsó a GWL Voices a hacer este estudio, según señala la propia organización, integrada por más de 70 líderes de todos los continentes. “Es una cuestión de justicia demográfica y también de eficiencia y de generar un impacto positivo”, agregan las autoras del informe.

En ese sentido, aseguran que existen “al menos ocho beneficios asociados a un sistema internacional igualitario a nivel de género”. Entre ellos, señalan que el “fomento de la inclusión y diversidad contribuye a tomar decisiones informadas y equilibradas”, permite “rectificar los desequilibrios de poder en términos de género mediante sus contribuciones en políticas y regulaciones innovadoras”, e introduce “estrategias innovadoras y eficaces de resolución de problemas”.

A su vez, un sistema internacional igualitario garantiza que los órganos de toma de decisiones “reflejen las diversas realidades alrededor del mundo”, promueve “una cultura institucional positiva al fomentar la colaboración, el respeto y la comprensión mutua”, sumado a que las organizaciones “ganan legitimidad y credibilidad cuando su liderazgo refleja la diversidad de las comunidades a las que sirven”.