Su pelo rojo es una melena encendida, un anuncio de lo que se trae su cabeza, una alerta para mirarla, una llamarada de pasión que impulsa su cuerpo, su escritura y sus videos periodísticos en Público contra lo que se viene. Ella se pone por delante de la historia con una historia que es un torbellino de búsquedas y castigos que le infligieron y que después ella obedeció hasta que el duelo la liberó de penitencias y la ayudó a desintoxicarse de performances y encontrar en su pura presencia una esfinge de pensamiento, pasión y acción. Cristina Fallarás tiene un nombre propio en una época de idolatrías y haters, trolls que la amenazan y seguidoras que le agradecen dar voz a su voz.

Sin embargo, en la época en la que el narcisismo es el medio y es el fin, en el reino del individualismo, las individualidades son castigadas. Es una orden contradictoria la de fomentar una personalidad para sobresalir frente al desdén y no sobresalir para no recibir en primera persona los adjetivos a los que nadie esquivaría sin sufrir o quebrarse. Ella ya renació de mil vidas. Lleva una ventaja a quienes soplan para apagar el fuego. La otra es la calle, a donde la echaron y donde la saludan, por animarse en la televisión a nombrar lo innombrable, a decir lo que nadie, a ser ahora la expulsada, incluso, del simulacro que denuncia en las tertulias o debates. La democracia está descascarada y ya no requiere, ni siquiera, simulacros.

Ella no simula. Su inteligencia es lúcida, brutal, anticipatoria. Y en esta reacción reactiva que quiere sedas para sedarse o se cansa antes de empezar a posar una idea sobre la mesa, ella va hacia el centro del desafío: enfrentar al fascismo. Por eso, generó un acto el 19 de mayo, en Madrid, para repudiar al presidente argentino Javier Milei y a Santiago Abascal, el líder de Vox en España, reunidos en Vista Alegre para avivar las fuerzas de la extrema derecha en vista de las elecciones parlamentarias europeas del 9 junio.

Cristina es coordinadora de la campaña “Mi voz, mi decisión” –que busca blindar el derecho al aborto en la Unión Europea mediante una iniciativa ciudadana– y produjo uno de los pocos escenarios en donde la extrema derecha no encontró permiso e indiferencia, sino respuesta. La contestación es lo suyo, no el silencio. Pero no sólo la contestación como reacción, sino la contestación como anticipo.

Ella fue la generadora del hashtag #Cuéntalo, que animó la voz de muchas mujeres en las redes sociales a contar las violencias que siempre sufrieron y que nunca dijeron. Sin embargo, contarlo no alcanzó para evitar la respuesta. La respuesta es la venganza, la exacerbación de la violencia, el retroceso en las leyes de la violencia de género, la atomización de los feminismos, la destrucción de lo colectivo y la deslegitimación de lo singular (si lo personal es político, ahora la violencia política destruye lo personal y lo político), la precarización hasta la expulsión, el maltrato como forma de convertir en fracaso hasta los logros, la impunidad para los abusos y los tiempos que convierten en pasado hasta el peso de lo que nunca acabó.

Cristina es activista (feminista, por la memoria histórica y contra el desahucio), escritora y periodista. “Toda mi infancia, adolescencia y juventud fui escritora. Pero luego me quería ir de la ciudad donde nací, Zaragoza, corriendo, corriendo y, en cuanto terminé el colegio, me fui a vivir a Barcelona y pensé ‘¿qué carrera hago que me permita escribir y conocer gente interesante? Periodismo’. Pero yo he tenido siempre alma de poeta”, se rebela.

Camina ligerísimo y baja y sube escaleras como si la gimnasia fuese innecesaria con una energía que las runners no conseguirían en una doble maratón. Cocina lentejas para agrupar a mujeres que se ayudan como granos revueltos bajo su cuchara en cascarón de casa. A ella la han privado de techo en un desahucio que llegó al teatro con letras claras: “En la puta calle”. Ella, entonces, hace de su techo un panal de amigas. Pero no es sólo la especulación inmobiliaria la que expulsa de los pisos con biblioteca abierta y quesos o pastas (algo así como masas secas) para picotear a cualquier hora del día. También es la especulación que supone que las mujeres que hablan viven del aire.

Tiene los ojos más claros de lo que se le nota en su bravura o detrás de los anteojos con los que mira el mundo para contarlo y con los que contiene su pelo que no conoce, como ella, de contenciones posibles. Tiene el cuerpo tenso como las letras que escribe. No invita a un paseo por el dolor, sino a una anticipación de la crueldad después del dolor. Ser visibles cuesta el exilio de todos los tiempos y las geografías. El periodismo fue un escape y ahora, en la ficción, también propone comunidades de mujeres para sobrevivir a la cacería por abrir la boca. Su último libro se llama El final de todo esto y es el principio de toda esta conversación.

Trabajaste mucho como panelista televisiva y en el libro decís que la televisión quita sentido a todo lo que se diga. ¿Por qué cuestionar en la literatura un mecanismo que te dio tanta exposición?

Una en la televisión siempre tiene la sensación de que está participando en un crimen. Entonces, para discutir o fingir una discusión, los medios de comunicación necesitan tener a alguien a quien darle de hostias. Y yo soy muy cómoda como alguien contra quien hablar. Soy muy vehemente, muy radical en mis ideas, y la radicalidad es algo que intentan hacer desaparecer. Lo previo a los regímenes autoritarios, que es lo que estamos empezando a vivir, es la tibieza de la población. Yo soy muy radical. No soy tibia. No llamo conservador a un fascista ni llamo extrema izquierda a alguien que es un poco socialdemócrata. Eso les genera una violencia contra mí que en televisión funciona muy bien. Pero ya pasó un poco ese tiempo, estoy cansada. En los medios de comunicación les ha tocado perder a la inteligencia y ganar al dinero.

¿Por qué le cuesta tanto al periodismo, a la política, incluso a las otras mujeres, reconocer el valor de las que ponen el cuerpo?

El punto de inflexión es el #MeToo y el uso de las redes sociales. A partir del #MeToo aparecen unas voces totalmente radicales: no pactan, no transan, no intercambian cromos. No, no, no. Esas mujeres van a tener, o vamos a tener, castigo. Y ese castigo empieza siempre por las más cercanas. Hay un castigo porque este relato es un espejo en el que mirarse y hay un sector de feministas, de intelectuales, de políticas que habrían preferido la tibieza y dicen “tú asustas, no tengas esas formas, has ido demasiado lejos, tu mensaje da miedo, eres muy radical”. Saben que tendrían que ser radicales también porque su tibieza será la que haga avanzar a la bestia en la que se está convirtiendo esta sociedad. Yo sé que [Javier] Milei, por ejemplo, en Argentina es un monstruo, una bestia muy difícil de definir, y tiene algo salvaje contra la sociedad. Salvaje y destructivo. Pero creo que la construcción europea, que es una construcción obscenamente rica, que eleva su riqueza sobre los cadáveres que se quedan en nuestras fronteras, va de cabeza a gobiernos de un pacto de extrema derecha que parezcan dictatoriales.

¿Qué importancia tuvo la manifestación contra el fascismo frente a la cumbre de la extrema derecha en Madrid?

No podíamos permitir que en España estuvieran reunidos los líderes de la extrema derecha global y que no pasara nada, que no hubiera una manifestación que dijera “no son bienvenidos”.

¿Qué significa la foto de Milei con un grupo únicamente de varones del poder económico español?

El poder económico español participa de un poder económico global. No hay ideología en la extrema derecha, hay sólo dinero. Cuando nace Vox, pasa de ser nada a tener 50 diputados. Hace falta una inyección tremenda de dinero cuando –sin tener militancia ni historia política– colocas a 50 personas en un Congreso de los Diputados tan pequeño como el español. Eso se llama dinero. Cuando Milei llega a presidente, es un payasete de la tele, un showman, da igual. Para que Milei pase de histriónico de la tele a presidente del gobierno sin un aparato detrás, hace falta una inyección de dinero. Es decir, estamos sustituyendo las participaciones populares que tenían los partidos políticos, las militancias, por grandes participaciones económicas que son las que están colocando a los presidentes. ¿Milei a quién va a ver? A sus jefes, a sus iguales. Sus iguales no son los políticos, es el dinero. Porque él se reconoce en el dinero. Porque está puesto por el dinero. Entonces ¿qué es [Donald] Trump? Dinero. ¿Qué es Milei? Dinero. ¿Qué es la extrema derecha española? Dinero. Luego, claro, tienen unas construcciones ideológicas brutales porque hay muchísimo dinero ultraconservador, macho y misógino. Porque son quienes han tenido el dinero.

¿Son costados democráticos de extrema derecha o son expresiones no democráticas?

No responden a construcciones democráticas. Un partido representa a la ciudadanía no sólo porque se le vota sino porque debajo de ese partido hay una construcción democrática. A ti puede no gustarte el peronismo, puede no gustarte el Partido Socialista Obrero Español [PSOE], pero tienen una militancia histórica construida a base de pisar terreno. Estos personajes no la tienen. Ni la tiene Trump, ni la tiene Milei. Son personajes que surgen por la inyección de dinero. Pero también es importante ver cómo todos los grandes empresarios y el presidente de la Confederación de Organizaciones Empresariales, Antonio Garamendi, se hacen esa foto. Él es el representante de todos los empresarios de España. Pero aparte estaban todas las grandes empresas dando respaldo a un señor neofascista y diciendo “nosotros somos sus iguales”.

¿Qué implica ese nuevo colonialismo y cuál es la fantasía con ese extractivismo salvaje que se quiere volver a hacer en el sur?

La población vive absolutamente ajena a esto porque sus medios no están informándole de lo que sucede. Estamos desamparadas por los medios de comunicación. Los empresarios son rapaces, son aves de rapiña, colonizarán lo que puedan y como les dejen. Lo sorprendente es que Milei esté respaldado por un sector muy amplio en Argentina que no es inocente, que no lo ignoran. En Argentina hay una parte de la población informada y una parte de la derecha que no comprendo que pese a ser derecha esté apoyando que se abra el territorio a una nueva colonización brutal. Ese es un asunto que a mí me chirría. Milei viene a España a ser coronado como reyezuelo de lo que sea. En España están los que van a sacarlo todo. Pero me sorprende que no estemos oyendo voces críticas con esa forma de entregar el país a quienes lo van a desmantelar.

¿Hay una crisis de las derechas intermedias?

Es importantísima esa crisis que permite que un personaje como Milei ofrezca un territorio a cambio de nada, a la rapiña, a un neocolonialismo extractivista y que va a acabar con los recursos naturales. Se echa en falta una pequeña construcción conservadora nacionalista que diga “por ahí no pasamos”. ¿Dónde está?

¿Por qué es importante la campaña “Mi voz, mi decisión” para blindar el derecho al aborto en la Unión Europea?

Es imprescindible comprender que somos herederas de luchas latinoamericanas. De la misma manera que una parte de las luchas latinoamericanas son herederas de las luchas de la Europa del Este. De la misma manera que bebemos de otros lugares. Ninguna lucha feminista existe sin el resto. La lucha por el aborto es un ejemplo del feminismo y el feminismo es un fenómeno global político, universal y solidario. Eso hace que seamos el único fenómeno político capaz de plantar cara de forma organizada a la extrema derecha y a lo que vendrá, porque vendrán contra nosotras.

¿Por qué la extrema derecha está obsesionada con atacar al feminismo?

La gran lucha de los machos blancos contra el feminismo no tiene que ver tanto con la libertad sexual, que hace mucho hincapié en la idea de la autonomía sexual de las mujeres, ni siquiera con nuestro empoderamiento, con nuestro crecimiento económico, sino con el sustituir viejas políticas con nuevas políticas. La nueva política es la política feminista. Y es nueva en tanto y en cuanto no requiere aparato jerárquico como los partidos políticos. Nuestra construcción es horizontal. Su lucha contra nosotras será salvaje y a muerte porque estamos demostrando que hay una manera distinta de organizarse contra la extrema derecha y de hacerlo políticamente. Ese es el principal motivo por el cual se enfrentan con tanta inquina contra nosotras. Porque demostramos que lo imposible es posible.

Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.