Uno de los souvenirs eran piedritas que conformaban la piedra fundamental. El lugar todavía no tiene la forma deseada ni se sabe aún cuál será la arquitectura exacta, pero lo esencial lo tienen claro: el lugar está y con él, el paso principal de camino hacia la primera experiencia de vivienda colaborativa para envejecer en comunidad feminista.
“¡Viniste!, ¡viniste!”, le dijeron casi al unísono, y dirigiéndose como una avalancha, a Cristina Grela, una de las principales impulsoras de la iniciativa, médica y activista histórica por los derechos sexuales y reproductivos. Minutos más tarde, una foto general: “¡Acá somos todas mayores de 50!”, aludió la trabajadora social e investigadora Clara Píriz, mientras alrededor de 20 mujeres sonreían hacia la cámara. “¡Se van a anotar en lista de espera unas cuantas!”, exclamó, por otro lado, Silvana Pissano, alcaldesa del Municipio B.
Píriz es la presidenta de Mujeres con Historias, una asociación civil sin fines de lucro que se concretó en 2018 y es constituida por casi 30 mujeres mayores de 60 años que a lo largo de los años han estado vinculadas al movimiento feminista desde distintas áreas.
El jueves 2 de mayo, pasadas las 15.00, lo que hasta hace poco tiempo era una finca sin uso alguno se convirtió en un inmueble recuperado a través del programa Fincas Abandonadas de la Intendencia de Montevideo (IM), que cedió en comodato la vivienda a este colectivo por un plazo de 30 años.
Así fue que, en Ciudad Vieja, específicamente en Reconquista 273, en el sitio que próximamente se convertirá en una vivienda colaborativa, ambas partes firmaron el comodato y brindaron una conferencia. En la mesa, los discursos fueron varios: de Píriz, de la directora de la Asesoría para la Igualdad de Género de la IM, Solana Quesada, del director del Departamento de Desarrollo Urbano de la IM, Martín Delgado, y del intendente interino, Mauricio Zunino.
“Este no es un proyecto de vivienda, es un proyecto de vida. Por más viejas que seamos, no vamos a abdicar de la autonomía por la que hemos luchado toda la vida, para nosotras mismas y para todas las mujeres. No vamos a deponer nuestra creatividad y nuestro protagonismo. Somos jubiladas, pero si hay algo que no somos, es pasivas”, aseguró Píriz.
La presidenta del colectivo especificó que la iniciativa tampoco se trata de “un residencial”, sino que implica “un proyecto de desarrollo para un país que tiene 16% de la población mayor de 65 años. Y de este 16%, más de la mitad somos mujeres, casi 300.000”. En ese marco, señaló que “últimamente se ha opinado y discutido mucho sobre el desbalance que la evolución demográfica provoca en la seguridad social tal cual está organizada. Pero ¿cuánto menos se ha pensado en cómo vamos a vivir? Tenemos por lo menos 30 años después de jubilarnos, años en los cuales los cuidados necesarios van in crescendo. ¿Cómo vamos a vivir?”, cuestionó.
En ese sentido, señaló que “una sociedad que se piensa como una sociedad de cuidados cuestiona el pacto social patriarcal que define los cuidados como privados, en el seno de las familias y a cargo de las mujeres. Nuestro proyecto es totalmente coherente con este cuestionamiento y va en el mismo sentido. Cuidados necesitamos todos, y nuestras propuestas, como diría Ana Falú [arquitecta argentina], ponen lo colectivo sobre lo individual y lo estatal por sobre lo privado”.
Ahora y de ahora en más
En conversación con la diaria, Píriz agregó que el “proyecto arquitectónico aún no está” y que prevén hacer un concurso público. “En eso nos está ayudando mucho la Sociedad de Arquitectos del Uruguay”, dijo.
Aun así, aseguró que ya tienen pensada la conformación de la casa. “Tenemos que tener tres tipos de espacio: el privado de cada una, el colectivo en el cual hacemos actividades colectivas y compartidas entre todas, que puede ser desde cocinar hasta mirar películas, leer, discutir un libro, hacer danza o lo que sea, pero, además, un espacio que para nosotras es fundamental y que generalmente no está pensado en las viviendas colaborativas que hemos estudiado a lo largo del mundo, que es el comunitario, de interacción con el resto de la sociedad, con el barrio, con otras organizaciones, con otras mujeres, con otros viejos y viejas, con otras generaciones”, explicó Píriz.
A su vez, enfatizó en que al tratarse de “un proyecto de vida”, el colectivo no pretende que sea sólo para ellas. “Queremos ir por una política pública y por una ley que ampare, promueva y marque las formas de financiación que puedan tener este tipo de iniciativas, ya que hay muchos grupos surgiendo por todo el país”, manifestó.
“Muy feliz, muy feliz”, respondió, por otro lado, Beatriz Ramírez, activista afrofeminista e integrante del colectivo, consultada por la diaria sobre cómo se siente ante la concreción de la iniciativa. Es que, de acuerdo con Ramírez, la felicidad radica en “lo que implica en el proceso de las feministas de este país, con el espíritu de lo colectivo, de lo colaborativo”.
Para la activista, la esencia de la vivienda colaborativa “es la independencia de las viejas”: “todas fuimos muy irreverentes en nuestras historias y, una vez más, estamos reivindicando elegir vivir juntas, elegir no vivir solas ni tampoco que alguien defina cómo tenemos que vivir o con quién tenemos que vivir”, afianzó.
La autonomía y lo colectivo
“¿Cuántas veces las mujeres somos invisibles en nuestro aporte, en nuestra construcción de tantas cosas? Pero ustedes, por suerte, de invisibles no tienen nada y de silenciosas y quietas tampoco. Y eso es muy importante, porque la inquietud, el activismo, la calidad de la propuesta, la insistencia, la perseverancia, que son cosas que caracterizan a todas las que están acá, hacen que la política pública se mueva y eso siempre es bienvenido”, manifestó, por otra parte, Quesada.
Y agregó: “El enfoque de esta propuesta es contundente en lo que hace a la autonomía de las mujeres en una etapa de la vida que justamente se califica como con falta de autonomía. ¡Reivindiquemos el ejercicio de los derechos de las mujeres desde la autonomía en las mujeres con historia!”.
Zunino, por su parte, resaltó dos puntos: en primer lugar, que en “un mundo que cada vez tiende a pensar soluciones más individuales”, la iniciativa de Mujeres con Historias demuestra “que es posible hacer soluciones colectivas, y no sólo posible, sino que además reivindica la solución colectiva como forma de efectivamente salir y llevar adelante las acciones”.
En segundo lugar, reconoció que “a nivel de las sociedades seguimos reproduciendo desigualdades enormes, problemas de discriminación, sesgos en el acceso y en posibilidades que tienen solamente que ver con el género”. Y en ese contexto, afianzó que es necesario comenzar a “corregirlo” también desde la IM.