Entre 1980 y los 2000, en Perú se desarrolló un conflicto armado interno que terminó con la derrota de los dos grupos armados que le declararon la guerra al Estado: Sendero Luminoso (o Partido Comunista del Perú) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Dos décadas de un conflicto armado que dejó miles de víctimas, 70.000 asesinatos y heridas profundas en la sociedad peruana.
Como en otras guerrillas del continente, las mujeres tuvieron una participación activa. Tal es así que casi 40% de los integrantes de Sendero Luminoso eran mujeres, y estas conformaban la mitad de la cúpula (o el comité central) de ese grupo armado, según la socióloga española Marta Romero Delgado.
Romero basó su tesis doctoral en la experiencia de las mujeres que participaron de forma directa o indirecta en ambos grupos. Entre 2007 y 2009, la académica entrevistó a 13 mujeres, de las cuales ocho fueron integrantes de Sendero Luminoso y cinco del MRTA. La media de edad de las entrevistadas era de 50 años; la más joven tenía 35 y la mayor 63.
Los rangos que ocupaban dentro de las organizaciones eran variados. Están las que formaron parte de las “masas de apoyo” o rango medio y estuvieron en zonas urbanas y en campamentos “políticos” de la sierra o selva peruana, integrando la “fuerza local” o “fuerza base”. Y también las de la cúpula o del comité central de ambas organizaciones.
Al momento de realizar las entrevistas, todas cumplían o habían cumplido condenas de cárcel de 15 años aproximadamente por delitos de “terrorismo” y “traición a la patria”. Actualmente, varias de ellas continúan privadas de su libertad.
La socióloga también entrevistó a personas que habían vivido los años de conflicto desde otros ángulos, así como a integrantes de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú, especialistas en conflicto armado, organizaciones de derechos humanos, hombres pertenecientes a grupos armados, miembros de asociaciones de familiares y ex presos políticos e inocentes liberados.
A fines de agosto, Romero visitó Montevideo para presentar el libro Las mujeres de Sendero Luminoso y del MRTA. Vidas subversivas, historias silenciadas en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. En ese marco, conversó con la diaria sobre el rol de las mujeres en la lucha armada peruana.
La doble vara para las mujeres: carentes de agencia o monstruosas
Cuando Romero comenzó a hacer el trabajo de campo para la tesis, le impresionó la percepción que tenía la sociedad peruana sobre estas mujeres: que “eran muchísimo más crueles que los compañeros hombres” o “que las mujeres de Sendero Luminoso eran las que daban el tiro de gracia”. También se las calificaba de “desviadas”, “masculinizadas”, “perversas”, “antinaturales”, “sedientas de sangre”, “hipersexualizadas”, o bien que “habían sido engañadas por un hombre (el marido o un novio)” o “incapaces de tomar decisiones por sí mismas”.
“Las mujeres eran vistas absolutamente desde la polaridad: carentes de agencia o monstruosas. No había grises”, indicó Romero. A pesar de que en los grupos armados había menos cantidad de mujeres que de hombres, son ellas las que tuvieron que pagar penas judiciales más duras que ellos. La socióloga explicó que, para la violencia ejercida por hombres en los grupos armados de izquierda, “se entiende que puedan estar locos, pero no es tan descabellado que tengan una socialización política, con ideas y convicciones políticas fuertes. Cosa que a las mujeres no, se nos niega eso”.
Los estereotipos de género con los que cargan estas mujeres, según la investigadora, son enunciados desde los medios de comunicación, los gobiernos, la academia, el Estado, la Policía, los medios de comunicación y el sistema judicial en Perú.
Las razones por las que las mujeres decidieron ingresar a los grupos armados
Romero organizó a las mujeres en tres grupos según las razones por las que ingresaron a los grupos armados peruanos, aun sabiendo que posiblemente iban a ser torturadas y castigadas por ello.
Primero, existe un núcleo de mujeres (bastante grande, dijo Romero) que se inserta en los grupos armados por una socialización política fuerte que reciben desde pequeñas, al igual que muchos hombres, con sus familiares y amistades. Lo califica como “factores ideológicos, políticos y sociales”.
La socióloga incluso destaca la cantidad de mujeres que participaron en Sendero Luminoso, en comparación con el MRTA, debido al Movimiento Femenino Popular, un organismo interno que hacía trabajo político-social por y para las mujeres. “Entiendo que esto atrajo a más mujeres y las hizo sentirse más interpeladas”, explicó.
Un segundo grupo de mujeres es el que ingresó por “factores situacionales” que, al contrario del primer grupo, posiblemente no meditó tanto la decisión. “A lo mejor estas mujeres no tenían unas ideas políticas tan fuertes inicialmente, pero se vieron inmersas en el conflicto por alguna cuestión y luego las detuvieron o acabaron en la cárcel. Ahí fue cuando algunas se concienciaron políticamente y decidieron seguir ese camino. Pero otras no; después de diez años de cárcel, se desvincularon totalmente porque nunca habían sentido esas ideas políticas con tanta fuerza”, detalló la socióloga.
El tercer conjunto de mujeres que identificó es el de las que fueron “reclutadas a la fuerza”. En este punto, la socióloga hizo una salvedad y explicó que no estudia este grupo porque “dentro de esa polaridad que generaliza las experiencias de las mujeres, se plantea que todas fueron reclutadas a la fuerza, menos las que estaban ‘sedientas de violencia’ o eran ‘monstruosas’, esas no, porque supuestamente estaban mal”. Romero no negó que hayan existido mujeres reclutadas a la fuerza, como también seguramente hubo hombres y militares reclutados a la fuerza, pero dijo que no son la gran mayoría.
Víctimas y victimarias
Romero aseguró que son pocos los trabajos de investigación con enfoque de género sobre el conflicto armado peruano. Y que si bien las mujeres han participado en el conflicto desempeñando diferentes roles (líderes de barrio, policías, activistas por la paz, defensoras de derechos humanos y combatientes), usualmente el papel de ellas quedó relegado al de víctimas, negando que tanto hombres como mujeres podrían ser víctimas y victimarios.
“Cuando la gente pensaba que yo iba a hacer la tesis doctoral sobre las mujeres desde la categoría de víctimas, que tradicionalmente es la que se les asigna por construcción social, ahí se me abrían todas las puertas. Pero al revés no. Cuando dije: voy a investigar a las mujeres como victimarias, ahí se me cerraban todas las puertas porque eso es un tabú. Lo que se intenta es que no se investigue a las mujeres como sujetas políticas”, aseguró la socióloga. Y agregó: en Perú, “si no las llamo terroristas, la terrorista soy yo”.
Para ella, no hubo una sola forma de ser mujer dentro de Sendero Luminoso o del MRTA, y a pesar de que se ha intentado silenciar sus historias, consideró clave que se las escuche: “Si se quiere sanar mínimamente, que se respeten los derechos humanos, hay que escuchar todas las voces. Pueden tenerlo por debajo de la alfombra y mantenerlo ahí, pero al final eso te va a estallar en la cara. Lo que se intenta hacer desde el discurso oficial es como si Sendero Luminoso fuera un extraterrestre que de repente apareció ahí, y con las mujeres se intenta hacer que no existían, o cuando ya son demasiadas y no se puede negar más, se las demoniza. Me parece necesario para que un pueblo siga adelante que no se plantee una sola historia, una sola parte de lo que pasó. A estas mujeres se las tiene que escuchar porque si no, pues bueno, como siempre se ha dicho, la historia se volverá a repetir una y otra vez”.